Notas iniciales de la Autora: Hola! Como había comentado en las últimas publicaciones de "Oportunidad de Vivir", este es el nuevo fic en el que estaba escribiendo... "Todo Comenzó por una Maldición". Espero que les guste, tanto como disfruté yo escribiéndolo n.n

Disclaimer: Inu Yasha y compañía no me pertenecen, sino que son la creación de Rumiko Takahashi.


Todo Comenzó por una Maldición

Capítulo 1: Hacia la Añorada Libertad

En un mundo paralelo, con una tecnología con alrededor de dos siglos de atraso en comparación a la nuestra, el territorio se encontraba dividido en varios reinos, siendo los 4 principales Kasteryan (en el Sur), Foheryan (en el Norte), Doryan (en el Este) y Lairyan (en el Oeste). El resto de los dominios se ubicaban entre los más importantes, y poseían menor poder que éstos.

Cada uno de estos 4 lugares tenía su propia familia real, las cuales se caracterizaban, entre otras cosas, por poseer el dominio mágico de uno de los cuatro elementos: Kasteryan tenía el control sobre el poder del Agua, Foheryan del Fuego, Doryan del Aire y, finalmente, Lairyan de la Tierra. No todas las personas pertenecientes a cada familia monárquica poseían estos poderes, pero tenerlos era requisito para aspirar a ser el regente de cada región.

La manera más certera de saber si, al nacer, uno de los aristócratas tenía habilidades mágicas era a través del color de sus ojos y unos símbolos de la misma tonalidad en la palma de sus manos. Si se tenía dominio sobre el agua, los ojos del bebé serían azules, al igual que las marcas en su piel. En el caso del fuego, serían dorados. Quienes poseían control sobre el aire, tenían ojos y símbolos de color gris y, sobre la tierra, verdes. El resto de la población tenía los ojos en diversas tonalidades de café, o de color negro, y ningún símbolo en particular en su piel.

La situación del mundo en general era pacífica, aunque últimamente había habido algunos roces políticos y militares entre los Reinos del Norte y del Sur. Como forma de eliminar las tensiones y evitar la enemistad, los reyes de ambos territorios decidieron realizar una alianza, la cual se llevaría a cabo a través del matrimonio entre una de las princesas de Kasteryan y el príncipe heredero de Foheryan.

Los preparativos para la boda se hicieron con rapidez, concertándose una cita entre ambos príncipes pocos días después de que sus padres decidieran enlazarlos. Ésta se haría en el Reino del Norte, mientras que el matrimonio se celebraría en el Reino del Sur.

La joven prometida viajó rumbo al hogar de su futuro esposo. Al llegar al lugar ambos se reunieron y pudieron conocerse, teniendo la oportunidad de saber con quién compartirían el resto de sus vidas. Luego de ello, cada quien volvió a sus asuntos—o sea, la preparación de la boda—, pudiendo la princesa regresar a su región. Su conducta fue muy educada en todo momento, sin dejar pasar por su rostro ningún signo que demostrase que, en realidad, se hallaba totalmente en contra del compromiso que su padre le obligaba a contraer y, además, el príncipe le había parecido de lo peor.

- ¡¡No estoy dispuesta a casarme con una persona como él!!—pensaba una y otra vez la joven, mientras daba vueltas a través de su habitación, bajo la atenta mirada de la mujer que se había encargado de cuidarla desde que era pequeña.

- ¿Podrías tranquilizarte un poco? Estoy mareada de tan sólo observarte...—pidió ella – Además, ya es hora de dormir... –

- Es que... ¡Kaede! Si hubieses sido tú quién se encontró con él, estoy más que segura de que te sentirías del mismo modo que yo...—replicó, lanzándose bruscamente sobre su cama.

- ¿Por qué lo dices? ¿Tan poco atractivo es el príncipe...? –

- No se trata de eso... Al contrario, es un hombre de los más apuestos que he conocido... –

- Entonces no tienes de que quejarte—concluyó, dando por terminada la conversación y haciendo ademán de salir del cuarto.

- ¡¡No se puede juzgar a alguien sólo por su apariencia!!—estalló, tomando una de sus almohadas y golpeándola con frenesí – Ese tipo... Las únicas veces que me dirigió la palabra fueron para saludar y despedirse...—se dejó caer nuevamente.

- Quizás es un poco tímido, nada más...—se acercó a su protegida y se sentó, acariciando su cabello.

- Ni siquiera se dignó a prestar atención a lo que le decía o preguntaba, respondiendo sólo con monosílabos... A cada momento miraba su reloj, esperando que el tiempo pasase rápido y pudiera retirarse... Si me miró cinco veces sería decir demasiado... Esas, entre otras actitudes suyas, se me hicieron insoportables... No sería capaz de aguantar el despertar cada mañana al lado de un hombre con expresión de piedra y nada de cariño hacia mí...—se detuvo un momento – ¡¡Menos aún permitirle ser el padre de mis hijos!!—se sonrojó ante el último comentario.

- No me imaginaba que príncipe heredero al trono del Norte, Sesshomaru Foher, fuera esa clase de persona... –

- Juro por mi nombre, Kagome Kaster, que no me casaré con ese hombre...—pensó la chica, mientras se dejaba atrapar por el sueño y Kaede la arropaba.

Kagome era una joven de 18 años de edad, siendo la menor de las hijas del Rey de Kasteryan. Su hermana mayor Sango, de 22 años, estaba casada con el hijo de uno de los consejeros y ministros del monarca, llamado Miroku, y tenía un hijo de 1 año; además, se destacaba por ser la más cercana a la princesa. Su segunda hermana, llamada Rin (20 años), seguía soltera debido a que su prometido, quien había fallecido unos meses atrás, fue atacado por bandidos cuando viajaba por los territorios del Este.

En cuanto a su hermano mayor, Kohaku de 23 años, era el heredero al trono de Reino del Sur, puesto que poseía magia controladora del agua. Pasaba la mayor parte del tiempo asistiendo a su padre en los asuntos de Estado, debido a que no se había casado aún, ni estaba entre sus planes cercanos contraer nupcias.

Respecto a la apariencia de la menor de los Kaster, se destacaba por su larga y ondulada cabellera negra—la cual llegaba hasta sus muslos—, unos ojos color azul profundo, piel blanca y suave, alta estatura—un poco más de 1.70 mts.—y un cuerpo bien formado, siendo la envidia de muchas otras muchachas. Lo que mucha gente desconocía era la gran fuerza y resistencia física que poseía la joven, y su forma de actuar algo masculina, las cuales se había intentado ocultar (por parte de sus mayores) a través de una estricta educación, cuyo fin era permitirle comportarse como una dama respetable, a la altura de su título y posición social. A consecuencia de lo anterior, se comportaba de manera femenina en frente de extraños o en eventos de sociedad, pero revertía su conducta a una más masculina cuando quienes la rodeaban eran conocidos. La joven era la segunda en la línea de sucesión al trono, después de su hermano, debido a que ni Sango ni Rin poseían ojos azules y, por consiguiente, magia.

Un nuevo día llegó, significando que en menos de tres meses sería la esposa del "hombre de hielo", como le había apodado apenas despertaba, unos 10 minutos atrás. Intranquila por ese pensamiento, intentaba razonar maneras de detener el fatídico matrimonio.

- La única solución en la que puedo pensar es... en escapar de aquí, pero... ¿cómo puedo hacerlo sin que me descubran...?

Caminó hasta el balcón de su habitación y observó el imponente paisaje que se extendía hasta el horizonte: bosques, lagos, montañas, caminos, pueblos y ciudades, entre otros, todos iluminados por los primeros rayos del sol. Dejó que la brisa hiciera flotar sus cabellos y el vestido que utilizó al dormir, además de traer el aroma de los campos junto a unos cuantos pétalos que le daban color al ambiente matutino.

Disfrutar de las sensaciones que le proveía la naturaleza le ayudó a tranquilizarse y a despejar su mente, lo que le permitió pensar con mayor claridad.

- Ya lo tengo. Sólo espero que todo funcione adecuadamente... –

De este modo furtivamente comenzó a reunir todos los elementos con los cuales podría llevar a cabo su plan. Algunas veces debía salir a la mitad de la noche a alguna bodega o cuarto tenebroso y bastante alejado del suyo, pero aquello no le importó. También durante el día tuvo que inmiscuirse en lugares no apropiados para una princesa, de modo de poder escuchar conversaciones que le proveyeran información útil para su propósito, o preguntar ella misma—de forma disimulada—lo que deseaba saber.

Alrededor de una semana después, tenía en su poder todo lo que necesitaba. Aquella misma noche realizaría su intento de escape. Tenía todas sus esperanzas puestas en ello.

Luego de cenar junto a su familia, tratando de no levantar ninguna sospecha, se fue a su cuarto. Kaede estaba allí, esperando para ayudarla a prepararse para dormir, es decir, cambiar sus vestimentas y peinar el cabello de la princesa.

Mientras la mujer hacía esto último, Kagome se hallaba perdida en sus pensamientos, repasando su plan de escape una y otra vez.

- ¿Pasa algo?—le preguntó su cuidadora.

- No, no es nada. No te preocupes, Kaede… Estoy y estaré bien, pase lo que pase...—contestó, mientras miraba por la ventana el cielo estrellado.

El último comentario de la joven le pareció muy extraño, pero prefirió no indagar más en el asunto. Después de todo, la princesa no estaba pasando por un momento fácil. Kaede deseaba, sobre todas las cosas, la felicidad de la princesa a la cual había visto crecer pero, lamentablemente, los asuntos de Estado venían antes que el bienestar emocional de las personas.

Cuando hubo acabado de peinar el cabello de la joven, Kagome se levantó y se dirigió hasta su cama, acostándose en ella. Kaede la arropó y le dio un beso en la frente.

- Que duermas bien, mi niña...—le deseó.

- Tú también... y cuídate mucho, ¿sí? –

- ¿Eh?—preguntó, confundida por lo que le acaba de decir la princesa – Ah, sí, no te preocupes. Aunque sea una anciana, tengo buena salud...—le respondió, mientras iba hacia la puerta y apagaba las antorchas – Buenas noches –

- Buenas noches—contestó con un fingido tono somnoliento, a la vez que Kaede salía de la habitación.

Esperó que pasaran una media hora y puso su plan en acción. Encendiendo una vela para iluminar tenuemente su cuarto, Kagome sacó desde un armario una pesada bolsa que contenía todo lo que necesitaba para escapar (y sobrevivir durante su huída), y otra con ropa para su viaje, preferentemente vestimentas masculinas y bastante anchas, de forma que ocultaran su figura femenina lo más posible.

De una cajonera sacó el atuendo que usaría para escapar, el cual consistía en el traje típico que usaban las personas que entraban al palacio a traer alimentos e insumos de diverso tipo: una camisa y una boina color trigo, botas y pantalones negros, además de una capa color marrón oscuro.

Primero, para ocultar su busto y cintura, colocó vendas alrededor de su torso—aplanando sus senos y "rellenando" su cintura—. Después, peinó su cabello en un rodete alto y se puso la boina, se vistió y, finalmente, maquilló su rostro de tal forma que disimulara parte de sus facciones femeninas y así ser menos reconocible.

Cuando hubo acabado con lo anterior, tomó de su joyero un collar que cumplía la función de cambiar el color de sus ojos cuando era usado y esconder su presencia mágica. Bajo circunstancias normales, era utilizado durante los viajes que hacía la realeza, a modo de ocultar su verdadera identidad y despistar a posibles secuestradores y/o ladrones que pudieran atacarlos en el camino. En esta ocasión, cumpliría esta misma función, aunque por razones más "egoístas".

Luego de ello, dejó una carta dirigida a Kaede y otra a su familia sobre una mesa, explicándoles que se iría por unos meses y que, cuando volviera, accedería a casarse con Sesshomaru. Sólo quería experimentar algo de libertad antes de contraer matrimonio con alguien que no amaba, obligada por razones de Estado y diplomacia. Además, quería sentir en carne propia cómo era vivir sin todos los lujos y comodidades a los que estaba acostumbrada como princesa.

- De esta manera, podré entender la forma en que vive la gente que luego gobernaré... Y así asegurarme de poder darles la mejor calidad de vida posible...—pensó, mientras observaba los sobres que contenían los mensajes.

Desde allí comenzó a ejecutar el resto de su plan, el cual consistía en asegurarse de que no hubiese guardias en los alrededores, atar una cuerda al balcón de su habitación y bajar a través de ella, ayudada por las enredaderas que subían por la pared desde el jardín del castillo, las cuales, además de firmeza en su huída, le ayudarían a esconderse de posibles testigos. Cuando hubiese logrado su objetivo, avanzaría hasta la zona posterior del palacio, donde solían llegar los alimentos, materiales y recursos varios. En ese lugar se confundiría entre los demás comerciantes, se escondería dentro de una carreta y saldría del castillo sin ser vista, hasta llegar a la ciudad y desde ahí comenzar su viaje por sí misma.

Fue justamente esto lo que hizo y, hasta ahora, todo iba de acuerdo al plan. Estaba a punto de salir del castillo, sólo le faltaba pasar por el puesto de guardias que custodiaba la salida. Trató de cubrirse aún más entre los sacos vacíos que había en la parte posterior del transporte, aplastando los suyos para que no ocupasen tanto espacio y bajando el ritmo de su respiración al mínimo —para que nadie pudiese percatarse de su presencia—, aunque su corazón latía extremadamente rápido debido al nerviosismo y la adrenalina del escape.

- ¿Podría mostrarnos su pase de entrada, por favor?—le preguntó uno de los soldados al dueño de la carreta.

- Claro, aquí tiene—dijo el hombre, entregándole una pequeña tabla de madera que tenía ciertos caracteres grabados, tal como un número que indicaba la hora a la cual había entrado. El soldado la revisó, verificando que los datos concordaran con el registro de entrada que poseía.

Luego de un minuto, el cual pareció una eternidad para la joven, los guardias permitieron el paso al vehículo, luego de echar un rápido vistazo a la pila de sacos vacíos que transportaba. Por suerte, la princesa no fue vista, así que su escape continuó sin dificultades.

Pasó alrededor de media hora hasta que la carreta llegó a la ciudad. La joven podía escuchar cómo, aunque la luna coronaba el cielo, el poblado se encontraba lleno de actividad y vida nocturna. Aquello la tranquilizó: le sería más mezclarse entre la gente y pasar desapercibida.

Pasaron otros 15 minutos hasta que el vehiculo se detuvo frente a una cantina. El mercader bajó del transporte, en dirección al local, y se perdió de vista. Kagome esperó hasta que no escuchó voces a su alrededor y decidió salir de la carreta. Sigilosamente, descendió de ésta y se ocultó detrás de unos cajones de madera, los cuales contenían botellas vacías. Volvió a cerciorarse de que no hubiese nadie cerca de ella —que encontrase sospechosas sus acciones—, y comenzó a caminar a través de las calles de la ciudad.

La joven había visitado la capital de su reino en reiteradas ocasiones, pero sólo en el marco de visitas oficiales, las que limitaban bastante su posibilidad de recorrer la ciudad e ir a los puntos que ella consideraba interesantes, más que los sitios importantes para el gobierno o de atractivo turístico. Aunque, en este momento, se encontraba en un sector que no era ni muy acomodado ni muy pobre.

Mientras caminaba, de vez en cuando observaba las vitrinas de las tiendas, las cuales tenían sencillos pero bonitos vestidos. Intentaba no centrar su atención mucho en ellos, puesto que la gente podría sospechar que su actitud no era lo "suficientemente masculina" y descubrir su verdadera identidad.

Siguió recorriendo la ciudad hasta que encontró un lugar donde intercambiar sus joyas por dinero. Escogió un par de aretes y unos anillos no tan finos—para no levantar sospechas de su procedencia—, por los cuales le dieron la cantidad de recursos necesaria para sobrevivir una semana y media, considerando que en ese periodo debía alojarse en posadas en las distintas localidades que hallase en su camino, comprar alimentos y costear distintos medios de movilización para poder continuar con su "viaje hacia la libertad".

Luego de ello, buscó un trasporte que la llevase al pueblo más cercano. Si se quedaba en la capital por más tiempo, era probable que no alcanzase a escapar antes de que su padre organizara un equipo de búsqueda para encontrarla. Prefería no dormir esta noche y alejarse lo más posible de la ciudad antes de que llegase el amanecer.

De este modo, Kagome continuó su viaje a través del reino del Sur. Algunos días los pasaba en poblados, otros a la intemperie. Las noticias de su desaparición se esparcieron rápido dentro del Palacio, pero no salieron más allá de este. El padre de la princesa—Rey de Kasteryan—no quería que los rumores llegasen hasta el monarca del Reino del Norte, tampoco a Sesshomaru, el prometido de su hija. Si esto ocurría, podría desatarse una tensión mayor entre ambos territorios y desencadenar en una guerra.

- Cuando encuentre a esa niña, se las verá conmigo...—dijo el Rey, apretando entre sus manos la carta que la chica le había escrito.

- Por favor conserva la calma, padre—le pidió Kohaku, con sus profundos ojos azules – La naturaleza de mi hermana es rebelde. No me sorprende en demasía lo que ha hecho, pero debo reconocer que esto tiene su lado positivo... –

- ¿Cuál es ese "lado positivo"?—preguntó su progenitor, con un semblante de exasperación en su rostro.

- Tal como dice en su carta, vivir cerca de los pobladores del reino le permitirá adquirir una mirada de la vida que no se puede obtener viviendo encerrada en este castillo... –

- Ella no tiene por qué aprender esas cosas... Después de todo, su función es acompañar a su esposo, no opinar sobre lo que ocurre en el reino...—se cruzó de brazos.

(Nota: Argh! Para variar, un rey machista... ¬¬ Al menos Kohaku parece más "moderno" y razonable u.ú)

- De todas formas, me imagino que Kagome podrá sobrevivir por sí misma... Siempre le ha gustado aventurarse en los terrenos aledaños al palacio, subir árboles, acampar al lado del lago, andar a caballo, usar la espada, entre muchas otras actividades... –

- Así es, querido padre—dijo Sango, apareciendo por la puerta principal del salón donde estaban sus familiares – Aunque por fuera parezca una delicada señorita, mi hermana posee la fuerza, voluntad y conocimientos necesarios para valerse por sí misma... Además, no debes olvidar que tiene control sobre el agua a su alrededor. Aquello es una ventaja al momento de sobrevivir... –

- Ya me cansé de escuchar sus argumentos. Espero que el escuadrón de búsqueda encuentre a Kagome lo antes posible, antes de que se entere el Rey del Norte—el monarca suspiró – Me marcho a mis aposentos... –

- Que tengas un buen descanso—le deseó su único hijo.

- Nos veremos más tarde—dijo Sango, despidiéndose de su padre.

Cuando el rey se hubo marchado, los hermanos Kaster dejaron escapar un suspiro.

- En el momento que vi la cara de disgusto de Kagome al volver de su primer encuentro con su prometido, tuve un mal presentimiento—le dijo la mujer a Kohaku.

- Desde pequeña prefería los "juegos de niños" antes que aprender sus lecciones de modales, bordado o lectura de poemas, ¿lo recuerdas?—comentó el príncipe heredero, con una sonrisa melancólica en su rostro.

- Así es. Lo único que no se perdía por nada del mundo eran las clases de magia...—su mirada reflejaba nostalgia – Espero que, dondequiera que esté, se encuentre sana y salva... –

- También yo. Si no vuelve dentro del tiempo que mencionó en su carta, iré yo mismo en su búsqueda –

- Me gustaría acompañarte, pero debo cuidar de Miroku y Katsuya—dijo, refiriéndose a su esposo e hijo.

- Sí, lo entiendo. Todos tenemos deberes que atender—hizo una pausa – Por cierto, ¿cómo está Rin? Desde que se fue a vivir contigo, no he tenido contacto con ella... –

- Poco a poco se recupera de la pérdida de su prometido. Realmente le tenía mucha estima –

- Me imagino. Ian era una muy buena persona y hubiese sido una excelente contribución a la Corte Real... Debemos buscar un nuevo novio para Rin—luego de decir esto, el silencio reinó por unos momentos hasta que Sango lo interrumpió.

- Si me disculpas, iré a ver cómo está Katsuya. Debe estar extrañándome... –

- Iré contigo. Quiero ver cuánto ha crecido mi sobrino en estos dos meses que no lo he visto—sonrió.

- Está bien. Vamos –

Kagome andaba a través del sendero de un frondoso bosque—conocido como el Bosque de Furoun—, el cual era el camino más corto para llegar al lugar habitado más cercano, según lo que podía recordar. Sabía que estaba en territorio del Reino del Norte, pero había perdido su mapa dos noches atrás—debido a un descuido y una intensa ráfaga de viento—, así que no sabía con exactitud en que parte de esa nación se encontraba.

Había comenzado su travesía hace tres semanas, y ésta no había sido fácil. Lo anterior se debía a unos cuantos intentos de robo —los cuales había logrado repeler gracias a sus habilidades con la espada y su agilidad—, frías noches a la intemperie y que en un par de ocasiones su "fachada" había estado a punto de ser descubierta, sobre todo cuando realizaba comentarios que no parecían acordes a su supuesta clase social —un viajero, hijo de mercader, que pretendía conocer las rutas de comercio de la nación en persona antes de heredar el negocio de su padre—, ni tampoco eran apropiados a lo que se esperaba en un hombre.

Por lo mismo, había decidido gastar una suma cuantiosa de dinero y adoptar la identidad de un joven de familia más acomodada, que supuestamente realizaba su viaje como forma de demostrar su valentía y resistencia ante situaciones difíciles, y así contar sus hazañas a su familia y prometida. Este rol le era más fácil de interpretar, puesto que Kagome había observado a esta clase de personas desde su infancia.

Para poder caracterizar bien su papel, había tenido que comprar otras vestimentas —acordes a su rol— y un caballo. Lo último había acabado con casi todos sus ahorros, pero era la manera más rápida y cómoda de viajar, y de aparentar riqueza. Kagome se había encariñado con el equino, cuyo pelaje era de color azabache y sus ojos grises, y lo había nombrado Gin.

(Nota: "Gin" significa "plata" en japonés, y Kagome le puso ese nombre a su caballo por el color de sus ojos).

Derivado de lo anterior, ahora podía costear cada vez menos posadas donde dormir lo que, como consecuencia, había aumentado la cantidad de noches que la princesa decía pasar "bajo la luz de la luna y las estrellas".

Lamentablemente, parecía que el día de hoy no podría dormir en el bosque, puesto que el clima no se veía muy amistoso. El cielo estaba cubierto por densas nubes de lluvia que no dejaban pasar ni un rayo de luz, aunque en ese momento fuera mediodía.

Kagome pensó unos segundos, sin saber exactamente qué hacer. Si se quedaba en el bosque terminaría empapada hasta los huesos y podría enfermar. Si iba en busca de un poblado —del cual no había señales en ese preciso instante—, podría perderse entre la espesa vegetación y, al mismo tiempo, separarse del caballo que la acompañaba.

Siguió analizando la situación unos minutos más, hasta que decidió subir a un árbol y así observar desde las alturas si había, al menos, una cabaña donde resguardarse del temporal que seguramente se desataría en algunas horas más. Rápidamente cambió su vestimenta por aquella más sencilla y cómoda —la de mercader—, ató unas cuerdas al árbol elegido (por su seguridad) y comenzó a escalarlo. Hacia tiempo que no realizaba esta actividad, por lo que le costó bastante subir hasta la punta de éste.

Cuando lo logró, pudo tener una mejor visión de sus alrededores. Observó como el bosque se extendía por hectáreas y hectáreas, como si no tuviese fin. Aquello la desalentó, pero decidió agudizar su vista en búsqueda de un techo bajo el cual protegerse de la lluvia.

Luego de unos minutos, lo encontró. En una lejana colina había una gran mansión. Según sus cálculos, si comenzaba a avanzar hacia allí lo antes posible, podría arribar al final del día.

Bajó del árbol con cuidado, mientras era observada por su caballo con curiosidad.

- Tendré que exigirte un poco más, Gin... Espero que no te moleste—le dijo al equino. Éste le respondió acercando su cabeza a la suya. La princesa lo acarició – Gracias—sonrió y se montó sobre él – Andando –

De esta forma continuaron con su camino. De vez en cuando se detenían para que Gin pudiese descansar y la princesa volver a escalar un árbol, para saber si iban en la dirección correcta.

A media tarde, comenzó a llover. Al principio el agua caía intermitentemente y sin mucha fuerza. Pero a medida que pasaban las horas, el aguacero se hacía cada vez más potente y ráfagas de viento amenazaban con derribar unos cuantos árboles sobre el camino.

Kagome y Gin debieron apresurarse en dirección a la mansión que la joven había visto, puesto que ya se hacía de noche y la visibilidad era cada vez menor, lo que podría poner en peligro la seguridad e integridad física de ambos.

Mientras cabalgaba, la princesa recordó algo que había oído en último pueblo donde había estado.

*** Flashback ***

Kagome almorzaba en una posada ubicada en el poblado que lindaba con el espeso y extenso bosque de Furoun. Estaba vestida con su atuendo de hombre aristócrata y, como tal, llamaba la atención de algunos de los clientes del lugar, particularmente mujeres. Trató de ignorar lo anterior y continuó comiendo.

Entre el bullicio del local, escuchó la conversación de dos personas que comían en la mesa al lado de la suya. Eran un hombre y una mujer.

- ¿Has escuchado el rumor que habla sobre una "mansión maldita"?—le preguntó el hombre a la joven.

- Algo he oído, pero nada que me de una imagen completa... ¿De qué se trata? –

- Se dice que, en lo profundo del bosque de Furoun, se encuentra una mansión sobre la cual pesa una maldición. Según lo que he escuchado, ese lugar tiene sólo un habitante: un hechicero que embrujará a cualquiera que se atreva a poner un pie en ese lugar. Incluso, se dice que le arrebató la vivienda a los moradores originales de ella: la familia real de Foher, y que asesinó al príncipe más pequeño. Era algo así como su residencia de verano, hasta que este hombre llegó y se la reclamó como suya... –

- Que miedo... Espero que no tengamos que pasar por allí... ¿Qué pasa si nos mata a nosotros también? –

- No te preocupes. Esa casa se aleja del camino por el cual tenemos pensado viajar, así que no nos cruzaremos con ella... –

- Que alivio me da escuchar tus palabras...—comentó la mujer, mientras dejaba escapar un suspiro.

- Así que una maldición...—pensó Kagome, antes de levantarse y pagar lo que había consumido.

***Fin del Flashback***

- ¿Será la mansión que vi desde los árboles el lugar al cual se referían esos viajeros?—pensó la princesa. Tanto ella como Gin estaban empapados. Y las frías ráfagas de viento no les ayudaban a sentirse mejor – Maldición o no, debo encontrar un lugar donde refugiarme de esta lluvia, o si no...—murmuró.

El equino pareció percibir que se encontraban cerca de la mansión, pues desaceleró su paso. Poco a poco la densidad de los árboles se hacía menor, dejando entrever una construcción a unos cuantos metros. Kagome suspiró aliviada.

- ¡Al fin, Gin! ¡Encontramos la mansión!—sonrió, mientras bajaba del caballo y luego acariciaba su lomo – Bien hecho –

Tomó las riendas y condujo al equino hasta la reja que separaba a la residencia del bosque Furoun. Pensó que tendría que forzar la entrada, pero apenas movió el seguro el portón se abrió de par en par. Observó a sus alrededores, pero nadie parecía haberse percatado de su acción. Por lo mismo, decidió abrirse paso hacia la propiedad.

A lo lejos, vio como unas cuantas ventanas del lugar estaban iluminadas tenuemente. Ello la tranquilizó, puesto que significaba que la vivienda estaba habitada y alguien podría auxiliarla.

Siguió avanzando hasta que encontró un establo. Había un par de caballos, heno y unas mantas. Secó con una de las mantas a su mojado equino y lo ató a uno de los pilares del cobertizo.

- Espérame aquí. Estarás más seguro y a salvo de la lluvia y el viento, ¿está bien?—le preguntó. Como respuesta, Gin relinchó – Nos vemos después—sonrió, cerró la puerta del establo y se dirigió a la entrada de la mansión.

Antes de tocar la puerta, respiró profundo. Le daba algo de vergüenza pedir refugio a un extraño, pero no le quedaba otra opción. Con sus entumecidos nudillos, tocó tres veces. No hubo respuesta.

- ¿No me habrán oído?—se preguntó, extrañada.

Tocó otra vez, pero nuevamente nadie contestó. Después de un minuto de intentos infructuosos, probó moviendo la manija de la puerta. La última se abrió, dándole paso hacia el interior de la residencia.

Tímidamente, avanzó unos pasos a través de la entrada, dejando una huella de agua detrás de sí. Paseó su mirada por el lugar, el cual era bastante lujoso. Parecía, tal como decían los rumores, la vivienda de una familia real, aunque sólo estaba iluminada por la tenue luz de unos candelabros ubicados en las paredes, lo que no permitía apreciar todo el esplendor de la decoración de la residencia.

Siguió caminando hasta que llegó al frente de una tibia chimenea. Sin pensarlo dos veces, se deshizo de la capa, botas y boina que la cubrían—vestimentas empapadas e incapaces de mantener seco y cálido a nadie—, y se ubicó al lado del fuego. El calor se sentía tan bien, que olvidó poner atención a nada más.

Fue aquello lo que le impidió percatarse de que alguien se dirigía hacia ella, y no parecía muy cómodo con su presencia.

- ¿Quién está ahí?—preguntó esa persona, con una voz muy profunda – Identifíquese ahora mismo, o me veré obligado a expulsarlo de aquí... –

Kagome se sobresaltó, lo que provocó que cayera al suelo. Con mucho temor elevó su mirada, para ver quién era el dueño de aquella voz.

Cuando lo hizo, pudo distinguir una figura masculina. Era un hombre de penetrante mirada dorada, largo cabello plateado y semblante enfadado.


Notas de la Autora:

Aquí vuelvo con una nueva historia! No se iban a librar de mí tan fácilmente, como pueden ver . Espero que este primer capítulo haya sido de su agrado, y no muy tedioso. La mayor parte era narración, pero aquello se hizo necesario para poder avanzar hasta donde la historia se ponía interesante—el encuentro entre la princesa y el misterioso joven de ojos dorados— ¿Pueden adivinar quién es? Me imagino que sí :D

Espero recibir sus reviews acerca de qué les ha parecido esta historia! De verdad aprecio cuando me dan feedback sobre lo que piensan, lo que les parece bien o mal, lo que sea confuso, etc. Además, son una buena fuente de motivación para seguir escribiendo :D Estén seguros de que entre más reviews reciba, más ganas me darán de escribir.

Por cierto, publicar esta historia no significa que abandonaré escribir la segunda parte del epílogo de Oportunidad de Vivir. Aunque ahora estoy sufriendo algo de bloqueo para continuar con ese escrito, seguiré adelante con él :)

Bueno, ya es hora de despedirme! Les agradezco por dedicar parte de su tiempo en leer mi nota y la historia en sí.

Cuídense mucho y que tengan un buen día/tarde/noche!

Dany-Chan