Indiferencia

Para aclarar no soy ni rubia, ni tengo ojos azules, ni hablo inglés británico fluido ni mucho menos soy británica así que Harry Potter no me pertenece y esto lo hago sin fines de lucro ;)

Este es el primer fic que publico aquí, espero que les guste.

Inicia dos semanas después de terminar el cuarto curso de Harry, después de que Harry volviera contándole a todo el mundo mágico que Voldemort había vuelto.

Ahora sí, disfrútenlo ^-^


Conociéndola

Era un día frío, el cielo estaba nublado y parecía que en cualquier momento iba a llover, algo raro para aquella época del año teniendo en cuenta que era verano y la mayor parte de Inglaterra parecía estar pasando por un clima extremadamente caluroso y seco.

Severus Snape caminaba a paso rápido por un sendero en dirección a la mansión Malfoy. Estaba extrañado pues el Señor Oscuro lo había llamado y no tenía ni la más remota idea del porqué. Además de que apenas hace dos semanas que Voldemort había vuelto, él se había presentado y demostrado su lealtad así que no debería haber ningún problema, aunque con un sicópata al mando cualquier cosa es posible.

Al entrar Snape al salón donde se encontraba Lord Voldemort descubrió que no estaba solo ya que mirando por la ventana dándole la espalda se encontraba una mujer. Lo primero que notó de ella fue su largo cabello de color caramelo recogido en una coleta de caballo y su suave figura que apenas se notaba con la túnica que llevaba puesta. Snape habría seguido observando a la desconocida mujer de no ser porque estaba Voldemort en la habitación y era a él a quién debía de prestar la mayor cantidad de atención posible.

— Mi Señor— dijo Snape al tiempo que hacia una reverencia.

— Me alegra ver que has respondido a mi llamado rápidamente, Severus. — Empezó Voldemort con una voz similar a un adulto complacido con la obediencia de un niño. Snape se mantuvo callado ocultando cuanto le molestaba ser tratado de esa forma. —Te he llamado porque necesito que hagas algo por mí.

— ¿Qué puedo hacer por usted, Mi Señor?

— ¿Ves esa chica de allá?— Dijo señalando con la cabeza a la mujer junto a la ventana, Snape asintió— Quiero que penetres su mente y me digas que vez.

— ¿Quiere que lo haga ahora?— preguntó imperturbable aunque sus sentimientos fueran otros.

Estaba extrañado por aquella petición porque a fin de cuentas El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado también podía utilizar legeremancia, además de que a los ojos de Voldemort, Snape era un principiante en cuanto a esa rama de la magia obscura se refiere.

— Sí. — Dijo Voldemort para luego dirigirse a la mujer. — Elena, acércate.

La mujer de nombre Elena dio media vuelta y Snape pudo verla mejor. Sus ojos eran de color miel, tez blanca lechosa y una pequeña nariz como un botón de rosa, una rara comparación. Sus facciones eran finas, de una altura promedio de 5'5, tenía una cierto aire de calidez muy diferente al tipo de mujeres aristocráticas, y no poseía la elegancia natural de Lily pero a pesar de ello tenía cierto atractivo. Llevaba puesta una túnica de mangas largas celeste y zapatillas de tacón alto azul.

Al llegar frente a los dos hombres Snape se introdujo en su mente sin previo aviso. En el mar de recuerdos pudo observar a una pequeña niña de ojos color miel, tez blanca y cabello de color caramelo recogido en dos coletas que no tendría más de 7 años a la cual todos rechazaban y la señalaban diciendo que era rara, ella era marginada y excluida de todo. Luego divisó a una joven de unos trece años que caminaba solitaria por unos largos y anchos pasillos mientras lágrimas surcaban su cara. En otra memoria la vio en una habitación, al parecer tendría unos diecisiete años, pudo oírla hablar de lo increíble que era el Señor Tenebroso y de cuanto lo admiraba y vio a sus amigas decirle que no la entendían, que era una tonta por pensar eso y que era mejor que se quedara sola el resto de su vida como castigo por pensar así, Snape no podía culparlas, después de todo más que una locura era estúpido lo que Elena decía y desde ya empezó a sentir cierta aversión por ella. También la vio ahora tal como estaba presentándose ante el Señor Oscuro, según la oyó su nombre era Elena Lauper y provenía de Francia, pero había sido criada rodeada de ingleses por eso su acento era como el de cualquier inglés normal, también la vio diciéndole que lo admiraba, que era grande y que sentía un profundo respeto por él, sin parecerle que había algo más interesante salió de su mente.

Snape detuvo la invasión a la mente de Elena tan de improvisto que pudo ver como ella se tambaleaba debido a la brusquedad de sus acciones para luego caer. Elena lo miró enojada por lo que acababa de hacer. Snape dirigió su atención a Voldemort.

— ¿Qué viste? — Ordenó Voldemort.

— Ella siente una gran admiración por usted secundada por respeto.

— Así es— Voldemort empezó a caminar con su elegante paso un momento antes de detenerse y ordenar— Elena retírate—

Y ella, que ya se había levantado, salió del salón de manera silenciosa.

— Debes de haberte dado cuenta que su admiración por mí carece de motivos. No confío en alguien como ella, demasiado ingenua y sincera como para ser real.

Snape estaba de acuerdo con Voldemort, Elena se veía demasiado inocente como para ser cierto y al menos que ella sufriera de problemas mentales no creía eso de su admiración por el Señor Tenebroso, sobre todo al ver que no tenía inclinación alguna por las Artes Oscuras, sin embargo seguía siendo estúpido la manera en la que ella hablaba.

— Quiero que la vigiles— Finalmente Voldemort le dijo a Snape quien se mantuvo callado, aunque en el fondo él sabía que eso de vigilar a Elena era de doble beneficio para Voldemort. De ese modo él podría reafirmar la lealtad de Snape al tiempo que descubría cuál era el objetivo de Elena Lauper, después de todo, fuera de la vista del Señor Oscuro seguramente ella estaría menos alerta y disminuiría la precaución. — Severus, tú serás el encargado de descubrir el verdadero razonamiento detrás de la admiración de Elena por mí, si es que realmente existe. Para ello, Elena se quedará en tu casa durante un mes en el cual tú tienes que descubrir sus intenciones.

— Sí, mi señor. — Respondió Snape sin dejar ver lo extrañado que estaba.

— Es muy importante que Elena no sospeche que yo dudo de ella— Prosiguió Voldemort— si realmente me admira como dice por una locura de su mente, la traerás ante mí para que se una como una mortífaga, en caso de ser contrario— y aquí Voldemort sonrió de manera escalofriante— tú mismo tendrás el honor de acabar con su vida después, y solo después, de que ella me suplique que termine con su vida. Puedes retirarte.

Snape asintió y salió. Fuera de la habitación estaba Elena recostada en la pared. Al oír la puerta cerrarse ella se giró en dirección a Snape. Ambos se miraron durante unos segundos a los ojos en una silenciosa batalla de miradas. A Snape le sorprendía la seguridad con la que Elena lo miraba y como no se sentía intimidada por él. Bueno, eso era algo que debía cambiar.

— ¿Dónde tiene sus cosas, señorita Lauper?

Elena pestañeó dos veces, confundida por su pregunta.

— Aún las llevo conmigo. — Respondió haciendo referencia a que lo que poseía para vivir en la mansión Malfoy lo tenía a la mano.

— El Señor Oscuro me ha pedido que la escolte hasta mi casa donde usted vivirá durante el siguiente mes. Sígame.

Elena pretendía discutir en cuanto a los planes inesperados, sin embargo, Snape ya había dado media vuelta y caminaba a paso apresurado en dirección a la salida. Resoplando, molesta tanto con el cambio de planes como por la falta de caballerosidad de Snape, Elena se apresuró a alcanzar a Snape, quien ya llevaba una gran ventaja de camino.

Luego de haberse alejado unos cuantos metros de los terrenos de la mansión Malfoy, Snape finalmente detuvo su marcha para esperar a que Elena lo alcance. Ella estuvo a su lado en poco tiempo con una mirada molesta en su rostro.

— No es amable de su parte el no esperar. — Dijo Elena de tal modo que Snape no hubiera podido saber que le importaba si no fuera por su mirada molesta.

Irritación empezaba a formarse en el pecho de Snape al ver la actitud de Elena.

— Algunas personas, señorita Lauper, tenemos asuntos que atender.

Ante esto Elena miró a Snape con las cejas levantadas, como si dijera "¡No! ¿Es en serio?"

Esta simple acción irritó a Snape, quien de manera rápida tomó del brazo a Elena y se apareció en Spinner's End. Con igual brusquedad Snape soltó el brazo de Elena.

Elena se tambaleó un poco debido a la repentina acción por lo que se apoyó en la pared más cercana. Cuando la cabeza por fin dejó de darle vueltas Elena miró a su alrededor. Estaban en un oscuro callejón sucio con mal olor. Bueno, eso no era extraño, después de todo, es muy común la falta de higiene en esos lugares.

Snape se dirigió a su casa con Elena siguiéndolo. Ella trataba de identificar el lugar donde se encontraba, o por lo menos, memorizar algo. El barrio en el que se encontraban demostraba gran despreocupación por parte de sus dueños en cuanto a la fachada se refiere, aunque también podía deberse a la pobreza de ellos. Al final de la hilera de casas se encontraba la residencia Snape. Una pequeña construcción de dos pisos, oscura y maltrecha. Varios movimientos de varita después Snape finalmente abrió la puerta y entró.

— "Como amable de su parte"—, pensó Elena con un toque de sarcasmo mientras lo seguía al interior de la casa cerrando la puerta tras de sí.

— Las reglas son simples. No toque lo que no es suyo. A las únicas habitaciones a las que tiene acceso entrar son esta sala, la habitación designada para usted, el baño y la cocina, cualquier otra habitación en esta casa están prohibidas para usted. Sus asuntos y mis asuntos no tienen por qué mezclarse y no le conciernen de ninguna forma. No hace falta recalcar que cualquier incumplimiento de estas reglas le traerá graves problemas, ¿No?

Snape cruzó sus brazos en espera de que Elena respondiera. Si era sincero consigo mismo, estaba teniendo más paciencia de la acostumbrada con Elena. La joven bruja elevó sus cejas como una expresión de diversión.

— Creí que era obvio que no somos niños, señor Snape.

— En el pasado he tratado con personas adultas que se comportan como niños, la precaución nunca está de más.

Elena se encogió de hombros en un claro signo de no estar al tanto de ese tipo de personas. Snape decidió que era momento de mostrarle las demás habitaciones permitidas a ella

— Por aquí, sígame—, dijo Snape mientras cruzaba la sala y se encaminaba hacia las escaleras.

Elena lo siguió. Se detuvieron frente a una puerta obscura cuya madera parecía estar apolillándose por dentro, Elena no tenía ninguna duda de que si ella le daba pequeños golpes podría oír un sonido hueco.

— Esta será su habitación—. Le señaló la desvencijada puerta y dicho esto dio media vuelta y se fue rumbo al piso inferior.

La habitación era algo lúgubre, pequeña y tenía cierta humedad aferrada a sus paredes. Las cortinas, que estaban en mal estado, apenas cubrían la sucia ventana y la cama tenía una sábana gris que olía a guardado. Era obvio que el lugar necesitaba una limpieza por lo que Elena sacó su varita y con un movimiento empezó a lanzar hechizos de limpieza que, aunque no fueran 100% eficaces, servirían por ahora. Cuando terminó la limpieza se dio cuenta de que iban a ser las siete de la noche así que bajó y buscó la cocina empezando por el lugar más obvio lo cual le valió el acierto. La mesa ya había sido puesta y varios alimentos estaban servidos, claramente un trabajo de algún elfo doméstico, algo extraño dada las condiciones de la casa.

Después de asegurarse de que Elena no podía entrar en lugares que no tenía permitido Snape fue directo a Hogwarts a ver al director, era necesario comunicarle la extraña petición de Voldemort.

— Severus, no te esperaba por aquí tan pronto—, saludó Dumbledore mientras escribía en un pergamino.

— El Señor Tenebroso me ha llamado.

— ¿Y bien?— Preguntó Dumbledore dejando de lado su pluma y entrelazando sus manos.

— Una mujer ha ido a verlo. Ella siente una gran admiración por él, más al parecer no le agrada mucho la magia oscura—. Al ver que el director se quedaba callado continuó. — Quiere que la vigile y descubra que es lo que trama pues no confía en ella.

— ¿Cuál es el nombre de la chica? — preguntó Dumbledore con cierta curiosidad.

— Elena Lauper.

Ante esto Snape notó la más mínima muestra de sorpresa en el rostro de Dumbledore antes de desaparecer tras su mirada serena.

— Bien, pues mantenme informado si descubres algo.

Snape asintió antes de dar media vuelta, dispuesto a volver a su casa y pensar los sucesos de ese día en la soledad de su habitación.

— Y creo que un elfo doméstico te vendría muy bien.

Snape no dijo nada pero sabía con esto que Dumbledore enviaría un elfo a su casa. Menos paz para él con dos seres habitando en su espacio personal, aunque por lo menos uno de ellos tenía la decencia de quedarse fuera de su vista.

Al siguiente día Snape se levantó temprano y bajó en dirección al comedor solo para ser recibido por una sonriente Elena comiendo panqueques bañados en lo que parecía ser una excesiva cantidad de caramelo.

— Buenos días— Ella lo saludó mientras cortaba un trozo de sus panqueques. Snape solo asintió mientras se sentaba. Ambos comieron en silencio.

Elena masticaba lentamente saboreando su comida. Sus ojos lo observaban con una curiosidad inusual. Esto lo ponía muy incómodo, sobre todo porque ella no parecía ser consciente de que mirar fijamente durante un tiempo prolongado era muy mal educado.

Elena empezaba a divertirse con la situación. En un principio no estaba tan segura de querer pasar un mes en casa de este hombre desconocido pero al ver la actitud de él ante la permanencia de ella alrededor ya empezaba a ver la situación desde otro ángulo.

— ¿Se le perdió algo en mi rostro? ¿O tengo algo y no soy consciente de ello? — le espetó Snape después de un momento de estar bajo su mirada.

— Nada de eso. Sólo observo. — Contestó tranquilamente mientras cortaba otro trozo de sus panqueques.

— Pues deje de hacerlo, al menos que esté pensando en realizar un boceto de mi rostro.

Elena sonrió ante su comentario sin tomar en cuenta el tono mordaz en el que fue dicho.

— No es una mala idea, después de todo, no puedo pensar en muchas cosas que haya que hacer por aquí.

Después de ese comentario el desayuno continuó en completo silencio aunque Elena dejó de mirarlo y se centró en su comida.

Una semana después de aquel desayuno, Snape empezaba a conocer mejor ciertos hábitos de la señorita Lauper. Como por ejemplo, ella siempre se levanta temprano en la mañana, le gusta salir a caminar durante una hora y la mayor parte del tiempo tararea canciones, y la gran mayoría él jamás había oído, además no presentaba signos de querer hacer algo malo, esto último no sabía si era muy sospechoso o un punto a favor de ella.

Elena ya llevaba tres semanas viviendo en la Hilandera cuando ocurrió un incidente muy peculiar. Habían cenado hace poco cuando Elena recibió una carta. Snape no estaba cerca por lo que no notó a la lechuza ni el extraño comportamiento de la señorita Lauper. Elena se sentó a leer el pergamino, sus ojos color miel leían rápidamente las letras escritas y sus ojos se entornaban ante su contenido. En cuanto terminó de leerla exhaló un suspiro y emprendió camino hacia su habitación. Tan concentrada se encontraba en el contenido de la carta que distraída pisó al filo del penúltimo escalón ya para llegar arriba por lo que resbaló y cayó por las escaleras. Snape, guiado por el ruido y el grito que había proliferado la señorita Lauper, fue directo hacia donde se encontraban las escaleras y la vio tirada en el piso al pie de las escalinatas y con lágrimas no derramas en los ojos.

— Vaya, vaya, sin cuidado andamos, ¿eh? — Se burló Snape antes de fijar sus obscuros ojos en el pergamino que se encontraba en la mano de Elena.

— No, como cree. Solo quise probar que tan suaves son las escaleras para resbalarse por ellas. — Replicó Elena, más su sarcasmo quedó opacado debido al dolor de su cuerpo reflejado en su voz.

— Si ese es el caso— empezó Snape mientras daba media vuelta— trate de no dañar las escaleras, como se habrá dado cuenta la madera no es tan resistente.

Elena emitió un sonido de exasperación. Snape caminó hacia su estudio. La señorita Lauper intentó levantarse más un dolor en la espalda hizo que desistiera.

— ¡Señor Snape! — gritó Elena, aunque más sonó como un lamento, algo que la hizo sentir frustrada.

— ¿Si? — preguntó Snape girándose lentamente.

— ¿Tendría la amabilidad de ayudar a levantarme?

A pesar de que necesitaba la ayuda, Elena no pudo evitar burlarse un poco.

— ¿Es usted una inútil?

— ¿Es usted un tonto?

Ambos se miraron durante algunos segundos en una batalla de miradas. A Snape le enfurecía que la señorita Lauper le contestara de tal modo, sin tener un ápice de respeto por él. Como indignante. Finalmente, con pasos rápidos, Snape se acercó a ayudar a la señorita Lauper.

La levantó al estilo nupcial sin mucho cuidado lo cual causó que los músculos de Elena protestaran en descontento. La señorita Lauper, por instinto, con sus brazos rodeó su cuello, Severus sintió una extraña sensación al estar así con ella a la que prefirió denominar como incomodidad antes de pensar en que podría ser cualquier otra cosa. Él percibió su perfume que era apenas perceptible pero embriagador una vez que se lo tenía cerca, pera y açai.

Snape la llevó hasta la cama y la depositó suavemente, algo no muy normal en él, sobre todo teniendo en cuenta que después fue por unas pociones que tenía para el dolor y para dormir sin soñar, esta última era más una manera de deshacerse momentáneamente de ella, por así decirlo. La señorita Lauper se durmió casi al instante. Snape bajó a la sala a seguir leyendo mas no se podía concentrar, tenía en su mente la escena de Elena tirada al pie de las escaleras con sus ojos color miel relucientes debido a las lágrimas no derramadas, se sacudió la cabeza para despejarla pero la escena fue reemplazada por una de ella en la cama durmiendo. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué ahora estaba pensando en ella y en su imagen tranquila y despreocupada cuando antes le había molestado su falta de respeto? Decidió que lo mejor sería irse a dormir.

A la mañana siguiente la señorita Lauper se levantó con el cuerpo doliéndole horrores. El más mínimo movimiento le producía dolor, de seguro tenía algunos moretones en varias partes de su cuerpo. Tan sólo para levantarse de la cama le tomó alrededor de cinco minutos. Iba a ser todo un reto llegar al baño y, aún peor, ir al piso de abajo. Moviéndose muy despacio emprendió su camino al baño. La señorita Lauper iba de regreso a su habitación cuando se topó con Snape. Él levantó una ceja en señal de interrogación y, si Elena hubiera podido, habría levantado los hombros con cierta indiferencia. Pero ya que eso no era una posibilidad Elena sólo continuó caminando ignorando al mago frente a ella.

Snape no era tonto. Él era muy consiente, después de observar a la señorita Lauper durante unos pocos segundo, que ella estaba adolorida lo cual era muy probable que fuera el resultado de su caída del día anterior. Bien podía ofrecerle su ayuda y quizás una pomada pero, ¿Por qué, en el nombre de Merlín, él haría algo así? Decidió, entonces, que lo más seguro era mantener distancia con la señorita Lauper antes de que sus pensamientos se vuelvan aún más confusos y fuera de carácter.

Al caer la noche, la señorita Lauper no había comido nada. Ella era consciente de que tenía que hacer el esfuerzo por alimentarse, además, si hoy apenas se podía mover, no podía imaginar cómo se sentirá al día siguiente con el cuerpo aún más adolorido.

Snape había sido informado por Wixcy, la elfina doméstica enviada por Dumbledore, que Elena no había comido nada en todo el día permaneciendo encerrada en su habitación. Esto sólo provocó que Snape se enfadara. Él no era la niñera de nadie y mucho menos tenía que estar al pendiente de la señorita Lauper. Si ella prefería hacer una huelga de hambre, bien, eso le importada muy poco. Sin embargo, no pudo ignorar más a Elena cuando al subir para acostarse se topó con ella saliendo de su cuarto. Era obvio que el más mínimo movimiento le causaba gran dolor y, quizás, ese era el motivo principal por el que no hubiera bajado a comer. Normalmente eso no le debería importar pero, ya que estaba en su casa con una desconocida que ignoraba su fama del murciélago idiota sarcástico de las mazmorras y una extraña sensación en su pecho, le importaba.

Resignándose, Snape decidió ayudarla a ir hasta el comedor. Con un brazo alrededor de la cintura de Elena y con ella apoyándose en él casi en su totalidad bajaron la escalera muy despacio. La señorita Lauper pensaba en el extraño gesto de Snape más decidió mantenerse callada por el bien de su estómago. Al llegar a la cocina Snape la hizo sentar en una silla y puso a calentar la cena que consistía en pollo horneado, ensalada de lechuga y sumo de calabaza. Elena comió todo, después se estregó los ojos en una clara señal de sueño por lo que Snape la ayudó a levantarse mientras ella se volvía a recostarse en él con su brazo alrededor de su cintura, el profesor de pociones también rodeo la cintura de la señorita Lauper para asegurarse de que no se cayera en caso de que empezara a dormirse a medio camino, y empezaron a subir. Después de dejar a Elena en su habitación él fue a la suya y se acostó en su cuarto. Los últimos pensamiento de Snape antes de quedarse dormido era lo agradable que se sentía el cuerpo de Elena junto al suyo.


Como ven Snape parece no ser Él del todo si partimos desde los libros, pero en todo caso nadie dijo que debía ser un amarado gruñón todo el tiempo… solo el 99% del tiempo (Es broma).

Para aquellos que reconozcan la historia, esto ya lo había publicado antes pero debido a ciertos motivos que no voy a nombrar decidí eliminarla y editarla, y siendo sincera me gusta más como está ahora, por favor, denle mucho amor a este fic (Y una oportunidad). Tengo programado subir un capítulo todos los sábados por la noche.

Espero que les haya gustado, y comenten please, eso siempre anima.

Besos y abrazos.