Disclaimer: Vocaloid pertenece a Yamaha. Y todo lo que reconozcan, pues, no es mío -.-u Aunque desearía que Len y Kaito fueran míos.
Prólogo:
Miku no era una persona alocada y mucho menos con sobredosis de hiperactividad. No, no. Ella era muy pacífica, o eso intentaba aparentar mientras se deslizaba con gracia por los pasillos de Yamaha High School, la escuela para niños prodigios de todas las edades. Era uno de sus primeros días en primer año, y no le gustaba.
De lejos podía parecer una utopía perfecta, hermosa, espaciosa, con una matrícula de excelentes calificaciones, profesores aptos y clubes diversos para los gustos de sus queridos alumnos. Pero al estar en ella, sabes que no lo es, porque muchos secretos aún no conocidos se esconden en ella. Aunque eso no le importa a Miku, la chica de los puerros. A ella sólo le importaba que la música estaba prohibida y eso era un sacrilegio ante sus ojos.
Tenía una idea para deshacerse de eso, e iba funcionar, debía funcionar. Se sentó de golpe en su puesto en el salón de matemáticas y se deshizo de su pesado bolso con millones de pensamientos en su cabeza. Todos los clubes eran aburridos, incluso el club de comedia. Eso ya era tener mala suerte, o quizás ser difícil de saciar. Hizo una mueca y se apoyó en sus brazos con la disposición de escuchar la aburrida clase del sensei Kyon.
Mientras su mente divagaba en su peligrosa pero emocionante idea, la puerta se abrió de golpe, rebelando la figura de una muchacha baja, rubia que vestía de negro y amarillo. Lo que le hacia resaltar eran una cinta blanca en la cabeza que se parecía a las orejas de un conejo. No se veía muy alegre y sostenía un papel en su mano, parecía ser un reporte de castigo. Pobre.
—Kagamine-san, ¿Puede explicarnos el motivo de su re...?—comenzó con un tono engreído, pero fue interrumpido por la chica de orejas de conejo. O cinta.
La chica estampó el papel en la mesa y fue a sentarse en su puesto, justo detrás de un joven muy parecido a ella, y él no estaba muy animado. Por suerte estaba al lado de ellos y podía oír todo, mientras que el sensei maldecía por lo bajo el descaro de la rubia muchacha.
—¿Ahora que hiciste, Rin?—preguntó el que parecía su hermano con tono cansino.
La muchacha bufó.
—Estaba escuchando música en el baño de los profesores. Juré que no me pillarían—masculló—, pero me gané un castigo para la tarde.
Su gemelo rodó los ojos y devolvió la vista al profesor que dictaba la clase. Aunque, para ser francos, nadie entendía ni un pepino. Menos ella. Muchos decían que su cabello verde azulado le hacía idiota, pero ella no era idiota, simplemente era desaplicada. Y en ese momento sus pensamientos estaban en otra cosa.
Frente a ella estaba una muchacho de cabello azul que tamborileaba sobre la mesa con su lápiz. Tenía ritmo, más era difícil escucharlo. Se recordó a sí misma que la música estaba prohibida. Resopló y siguió escuchando el ritmo del muchacho, y una idea surcó por su mente, pero decidió posponerla para después del descanso. Comer puerros haría que trabajara y perfeccionara más la idea, oh sí. Una sopa de puerros, un pastel de puerros, un jugo de puerros, o un helado de puerros aunque no existieran.
Eso sería genial.
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• Crear un club:
- Conseguir un aula libre.
- Tener cinco miembros o más.
- Habitar el aula según la temática del club.
- Tener una página web.
- Presentar una lista de actividades.
- Esperar su aprobación.
{Nota: Todos los clubes que estén relacionados con la música será denegados automáticamente.}
Eso apestaba. Apestaba mucho. Le dio un mordisco a su puerro y releyó la lista, aún tratando de cerciorarse y aprenderse la lista de memoria, aunque deseaba que por arte de magia esa nota desapareciera. Se suponía que quería un club de música, aunque fue torpe pensar que lo permitirían. La campana sonó y decidió encargarse de eso más tarde y seguir con el plan.
Guardó la lista en su bolsillo y dio un último sorbo a su jugo de calabaza, para después dirigirse a zancadas al salón de clases. Era una tortura que la próxima clase fuera Historia, la cual hace dormir incluso al más aplicado. Suspirando, siguió su camino y entró al salón que comenzaba a llenarse, sentándose en su puesto.
Ya recordaba al muchacho de cabellos azules. Era Shion Kaito, y lo recordaba porque estudiaron en la misma secundaria. Vaya, aún lo recordaba. No fueron los mejores amigos, pero si eran buenos conocidos. El la ayudaría sí o sí. Pero por el momento decidió tratar de captar algo de la clase, lo cual era imposible en ese momento de emoción. Su idea de crear un club de música seguía latente.
—Kaito-kun.—llamó, pero el joven no le hizo caso.
Estiró el rostro y soltó un bufido, intentando de nuevo.
—Kaito-kun.
El muchacho tamborileaba en la mesa como hace una hora, y su falta de atención comenzaba a fastidiarle. Así que cogió el cuello de su camisa y lo haló hacia ella, haciendo que se golpeará el cuello con su mesa y todos voltearán a mirar.
—¡Kaito-kun!
El chico de cabellos azules, que usualmente era pacífico y tranquilo, se levantó como un energúmeno, fúrico.
—¿¡Qué diablos te sucede!?—gruñó con una potente voz mientras se sobaba la nuca.
Miku se levantó con una sonrisa de oreja a oreja que ni las miradas asesinas que Kaito le lanzaba podían quitarla.
—Es que... Es que... ¡Tengo una idea!
El rostro contorsionado por la rabia de Kaito se aflojó, soltando un suspiro.
—¿Podrías decírmelo después?—preguntó con un deje de enojo y cansancio en su voz, señalando al salón entero—. Estamos en clase.
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Kaito era pacífico y calmado, mucho, y nadie podía arrebatarle su paz interior; excepto Hatsune-chan. Aún enojado por el moretón que comenzaba a formarse en su cuello se acercó a la muchacha de cabellos aquamarina que estaba sentada en los jardines de la famosa escuela de niños prodigios.
Lanzó su cuaderno al suelo y se sentó a su lado, sonriendo al verla tan entusiasta, aunque desconocía el motivo.
—Ahora, ¿Cuál es el motivo por el cual te has acordado de mi nombre y has decidido joderme la existencia en clase de Historia, Hatsune-chan?
Miku rió un poco.
—Bueno, no seas tan exagerado, y puedes decirme Miku.
—No. Hatsune-chan.—dijo con rudeza haciendo que la muchacha rodara los ojos.
—Bien, bien. Da igual. El puntero es que—se aclaró la garganta—: tengo una idea.
Ladeó la cabeza al ver a Kaito con una mirada incredulidad. Creyó ser clara. Tener una idea era algo simple de escuchar después de todo.
—¿Quieres decir que hiciste que sufriera torticolis crónica sólo porque tuviste una idea?—preguntó calmadamente, para luego cambiar de tono—. ¿¡Es en serio!?
Miku Hatsune soltó un bufido, rodando los ojos de nuevo y sacando un pequeño puerro de su bolso.
—Déjame hablar. Es sólo que la música estaba prohibida, y sé que a muchos le gusta, incluso noté que a ti te gusta.
—No me gusta.—gruñó.
—Cállate y déjame hablar, Kaito-kun—frunció los labios—. Seré directa; quiero crear un club de música y ya.
Kaito acercó su rostro al suyo, enarcando una ceja.
—¿Por qué crees que yo, el número uno de la escuela, voy a ayudarte?
—Porque si no lo haces juro que haré de tu vida un infierno, y sabes que hablo en serio.
Cuando sintió el golpe de un puerro en la cabeza, suspiró. Sería imposible escaparse de las garras de esa muchacha de coletas fastidiosa, terca y come-puerros con graves problemas de rebeldía.
Etto... ¡Konnichi wa! ^.^u Soy Mar, y gracias por pasarse por mi humilde y mundano fic *^* espero que les guste. Sé que no hay mucho sobre Len y Rin, mucho menos sobre Meiko y Luka, pero necesitaba escribir un pequeño prólogo.
Como algunos pocos notarán, el fic está levemente inspirado en Suzumiya Haruhi no yūutsu, pero sólo un poco.
El fic se basará completamente en mi seis chicos favoritos: Len, Rin, Miku, Luka, Kaito y Meiko. Los demás personajes de Vocaloid tendrán su participación, por supuesto, pero no serán taaaaaan principales.
Este fic será Ecchi y quizás haya algo de Hentai en capítulos futuros, además de twincest y yuri, así que sí no les gusta nada de esto les recomiendo no leer :c aunque espero que lo hagan. Mientras, me debatiré sobre si escribir Miku/Luka o Miku/Kaito. Aunque creo que Kaito quedaría mejor, idk. Lo dejo a su criterio.
Sayonara *3*
