AUTORA:
Hola! Qué tal lectores? ^^ Sí, lo sé, os estaréis preguntando cómo me atrevo a comenzar otro fic teniendo tantos inconclusos… pero es que me vino esta idea estando yo en clase de Historia de Galicia (mi adorada tierra)… y me resultó interesantísima. Ahora bien, otra cosa es como me pueda quedar a mí! XD Eso lo decidiréis vosotros en los reviews…
Otra cosa, con respecto a la Era Hispánica, quizá lo ponga a menudo y es recomendable que sepáis a que año me estoy refiriendo cuando hago mención a determinada fecha; Siempre que ponga Era, en vez de Año, debéis restar 38 y ahí tendréis la solución! ^^
Otra cosa, para un mejor seguimiento de la historia, aquí os dejo un mapa, más o menos decente, con las principales expediciones de Almanzor (si puedo, buscaré uno mejor), sólo tenéis que juntar los espacios: h t t p : / / w w w . castillo de la riba . com / Imágenes / Campanade Almanzor _ 752 x 694 . JPG
Por último, me queda decir que trataré de ser lo más fiel posible a la historia real, pero, debido a la implantación de los personajes de DB a la obra, ciertas partes tendrán que ser inventadas (sorry!). Ah! Por cierto, esto es un UA, donde, salvo alguna excepción, los sayans serán musulmanes y los humanos cristianos.
** Dragon Ball y sus personajes no me pertenecen. Ambos son propiedad de Akira Toriyama.
LLEGADA A GALICIA
Nos situamos en la Península Ibérica. Corre el año 1035 de nuestra Era, una época marcada por la intolerancia y las guerras, en la que el reino de Al-Ándalus se ve diezmado por las múltiples revueltas y la sombra de una nueva dinastía amenaza con desmoronar el califato Omeya de Córdoba. Conocedor de estos hechos, el visir Muhammad ibn Abu Amir (más conocido como Almanzor), consigue hacerse con el poder del reino y unir a los divididos siervos de Alá en pos de un enemigo común; el reino cristiano de León.
Su objetivo es claro; motivar y agradar a sus aristócratas, entretener al ejército y además, conseguir un jugoso botín mediante saqueos. Aunque, habrá quien hable, entre susurros, de un posible complot por parte de la propia nobleza cristiana…
Así pues, Almanzor partirá acompañado de sus mejores tropas, lideradas por los grandes Jassa (nobles de sangre pura) del reino. Entre ellos, habrá uno que destaque por su perversidad y avaricia; su nombre es Freezer, un lunático que, con los años, ha conseguido reunir al más sangriento y letal ejército de bereberes y eslavos. Pese a ser "Gentes del Libro", no hay cristiano que se cruce en su camino y que pueda vivir para contarlo. Pero los años no pasan en balde, y un Freezer ya viejo y agotado se ve sin fuerzas para emprender las grandes razias que le fueron encomendadas por el visir. Por ello, decide enviar a su hijo adoptivo, Vegeta, en su lugar, sabiendo que el despiadado muchacho cumplirá con sus expectativas. No en vano, él mismo se había encargado de convertirlo en el orgulloso y frío guerrero que era, a sus veintiséis años de edad.
Y así da comienzo nuestra historia…
Habían llegado a su objetivo, el reino de Galicia. Ya todos lo sabían, hacía una semana que el ejército de Almanzor había cruzado el río Duero, zona muy próxima a la frontera.
Además, en ningún otro lugar del mundo podrían congelárseles tan rápido las pelotas, pensó ofuscado Vegeta quien, pese a llevar tres capas de ropa encima, no conseguía repeler el frío. El joven guerrero había leído algunas historias que narraban las impresionantes y valerosas razias que sus antepasados habían llevado a cabo en la península. Y en ninguna de las crónicas habían olvidado mencionar las tierras que pisaban, unas tierras verdes y montañosas que los antiguos romanos habían bautizado como Gallaecia.
Vegeta no negaba que tuviesen cierto encanto y exotismo; aburrido como estaba de las cálidas tierras cordobesas, cualquier cambio le parecería el paraíso. Sin embargo, ¡nadie le había mencionado lo jodidamente difícil que serían de saquear! ¡No le extrañaba que sus antepasados las hubiesen pasado por alto! ¿Cómo podría uno orientarse entre tanto bosque y montaña? ¿Es que esos cristianos atrasados y bárbaros no sabían lo que era una carretera? ¡Por el amor de Alá!
- ¡Malditos gusanos! Juro que, en cuanto me encuentre con uno de esos apestosos cristianos, yo… - murmuró entre dientes, soltando un sonoro gruñido a continuación.
- ¿Mi señor? – preguntó una voz a su espalda.
Vegeta gruñó aún más fuerte. Como siempre, su sirviente, Nappa, demostrada ser de lo más inoportuno.
- Te lo advierto. No estoy de humor para tus lloriqueos, Nappa – dijo, posando sobre el gigantón calvo su penetrante mirada. Vegeta sabía que ese era su mejor rasgo, ya que, Alá no lo había dotado con una gran estatura (apenas medía 1'64 cm). Eso sí, sus fieros ojos negros lograban que muchas de sus víctimas echasen a llorar, antes incluso de que desenvainase la espada.
- Pero, mi señor. Traigo noticias… - se atrevió a decir el gigante. Nappa llevaba años bajo las órdenes del joven Vegeta y era consciente de su mal carácter, pese a ello, sabía que las noticias que traía mejorarían su humor.
- Más vale que sea importante, porque si no…
Tras tragar con cierta dificultad, el sirviente le echó valor.
- Mi señor, los exploradores han encontrado una fortaleza cristiana a unas dos millas de aquí.
Una siniestra y poderosa carcajada salió de entre los labios de su señor, confirmándole a Nappa la buena acogida de la noticia.
- ¡Muy bien, Nappa! – exclamó el joven, con los ojos ya brillantes de expectación – Al fin podremos abastecernos y recaudar botín para las arcas reales.
Sin añadir nada más, Vegeta aceleró el trote de su purasangre, ganándole distancia al enemigo. Quedaba menos de una milla cuando decidió detenerse.
Vegeta dio la vuelta a su caballo y observó al poderoso ejército que lo acompañaba. No eran un gran número, apenas llegaban a 20, pero cada uno de sus feroces guerreros valía por diez del enemigo. Vegeta sonrió, sabiéndose victorioso.
- ¡Soldados! – gritó para hacerse notar. Estaba tan eufórico que ni tan siquiera el vaho que le salía por la boca logró mellar su excitación. ¿Qué importaba un poco de frío, si en cuestión de minutos sus espadas juzgarían a los infieles? - ¡Alahu akbar!
Un sonoro rugido, proveniente de dichos soldados, le sirvió de respuesta. La batalla comenzaba.
***OOO***
A unas cuantas millas de allí, el duque de Brief recibía la noticia. Una nueva fortaleza había caído. Los bárbaros ismaelitas habían saqueado la ciudad, arrasado sus viviendas y capturado a un gran número de prisioneros.
Apenado, cubrió su rostro con las manos, rezando por las pobres almas que habían caído presas de los infieles. Temiendo, a la vez, que sus tierras tuviesen un final semejante.
¿Y ahora qué haría? Él era más un hombre sabio que un guerrero, además, aunque quisiera enfrentarse al enemigo, sus viejos huesos se lo impedirían.
Levantó su anciano rostro, sin sorprenderse al descubrir la preocupación en los bellos ojos de su primogénita. Dios, ¿qué le ocurriría a su adorada hija si caía en manos de las tropas de Almanzor?
- ¿Qué ocurre, padre? – preguntó ella, curiosa como siempre.
El duque cubrió sus finas manos con las propias. ¿Qué debía hacer? ¿Enviarla a la corte? Allí seguro que estaría a salvo de las tropas musulmanas, pero… ¿quién la mantendría lejos de las ávidas y lujuriosas manos de los nobles que rondaban al rey? ¿El rey?
El duque soltó un bufido incrédulo. ¡Ese inútil que tenían por rey no se molestaba ni en solucionar los problemas de su reino! Ni hablar entonces de encomendarle la seguridad de su querida heredera.
Entonces, ¿qué? ¿Qué podía hacer?
- Bulma… - comenzó. No estaba muy seguro de lo que debía contarle. Como la pequeña se había criado sin madre, había gozado de una enorme libertad durante toda su vida, nunca nadie le daba órdenes y ni hablar de imponerle restricciones. Él, su padre, había estado muy ocupado con los asuntos de sus tierras y apenas había supervisado su educación. ¿Con qué derecho le diría ahora, a sus veintitrés años de edad, que tendría que marcharse de su hogar y aprender, por fin, lo que era ser una verdadera dama de la corte? – Verás querida, yo…
- ¿Han atacado otra fortaleza? – preguntó ella, con su exquisito rostro tensado por la ira.
- ¿Ya lo sabías? – preguntó él, sorprendido. Aunque ya debería haberlo sospechado, a su pequeña erudita no se le escapaba nada.
- No, pero sólo una noticia tan terrible podría hacer que tu rostro perdiese todo el color, padre – ella le apretó las manos con fuerza. – Pero no temas. Desde que comenzaron los ataques, he estado pensando en una…
- ¡No, no, no! – exclamó el duque, alterado. - ¡No permitiré que te involucres en esto!
- Pero, padre…
- ¡Nada de peros, Bulma! – decretó él. – Es mi deber y mi honor, como padre y señor de estas tierras, el defenderos y manteneros a salvo. – Entonces se enfrentó con esos grandes ojos turquesas, tan parecidos a los suyos – Debes empacar tus cosas y marcharte lejos de aquí.
- ¿Qué? – el grito furibundo de la joven consiguió que las vidrieras temblaran. – ¡No pienso largarme tan tranquila y abandonarte a tu suerte, sabiendo que, en cualquier momento, esos infieles podrían aparecer y acabar contigo! ¡No me iré! ¡Y me da igual lo que digas! – acto seguido, se recogió las faldas, que le impedían caminar con toda la celeridad que deseaba, y desapareció bajo el arco que comunicaba la sala de armas con el comedor del castillo.
El duque suspiró, agotado y resignado. Al fin y al cabo, era culpa suya que su hija se hubiese criado como una campesina… de ahí su horrible comportamiento.
Mientras tanto, una enfadadísima Bulma se encaminada a su cuarto con prisa. No había tiempo que perder. Su plan era simple; debían ponerse en contacto con las fortalezas vecinas y unirse en contra del enemigo común. ¡No podían perder esa batalla! Sus antepasados, el reino suevo y el visigodo, no habían sobrevivido al ataque enemigo durante siglos, para que ahora un rey inútil lo perdiese todo en manos de un reino musulmán en decadencia.
- ¡Goku! – gritó, llamando a su propio sirviente musulmán. Un joven bereber que había sido vendido en un bazar de Toledo siendo apenas un niño, su padre lo adquirió para que le hiciese compañía y, con el tiempo, ambos jóvenes se habían convertido prácticamente en hermanos – ¡Goku! - ¿Dónde se habría metido ahora? ¿estaría de nuevo en la liza, entrenando?
- ¿Sí, Bulma? – respondió una voz detrás de ella.
- ¡Oh! ¡Estás ahí! ¿dónde te habías metido, Goku? – preguntó ella, mientras se encaminaba hacia el alto y apuesto morocho que la aguardaba en lo alto de la escalera, esperando para abrirle la puerta de sus aposentos.
El joven se limitó a sonreír y a rascarse el cogote, un gesto muy típico del muchacho que pretendía ser un sinónimo de disculpa.
- Verás, Krilin se empeñó en que debíamos entrenar, ahora que las tropas de Almanzor están atacando el reino…
Ella lo miró con desconfianza.
- ¿Entrenabais solos? ¿Y dices que fue idea del soldado Krilin?
Goku se sonrojó con culpabilidad. Algo que provocó la risa de Bulma, ¡a ese pillo no hacía falta que le convenciesen para entrenar! Todo lo contrario, ¡seguro que se había dedicado a perseguir a todos sus amigos hasta que estos cedieron a practicar con él en la liza!
- ¿Querías algo, Bulma? – preguntó el joven sirviente, procurando cambiar de tema.
La pregunta le borró la sonrisa. ¡Qué estúpida! El reino en peligro y ella allí, bromeando con su sirviente.
- Sí. – Confirmó mientras se adentraba en sus amplios y confortables aposentos. Entonces, se detuvo en medio de la habitación y señaló el arcón que descansaba a los pies de su lecho – Llénalo con lo imprescindible, tú y yo nos vamos de viaje.
- ¿A dónde? – preguntó Goku, extrañado con la petición de su señora.
- Iremos a la fortaleza del conde Yamcha – decretó ella, antes de posicionarse cerca de la ventana para contemplar su maravilloso hogar. Esa tierra verde, llena de pureza y misterio… donde sus antepasados celtas creaban hechizos para que la perpetua lluvia, encargada de mantener la exuberante belleza de su fauna y vegetación, los bendijese… esa antigua magia todavía se respiraba en el ambiente y fascinaba a sus habitantes… Sí, pensó la joven, esta es una tierra por la que valía la pena morir.
- ¿Tu prometido? – inquirió Goku, interrumpiendo sus melancólicos pensamientos.
Bulma suspiró, entristecida. Sí, sabía que algún día tendría que casarse con el apuesto Yamcha, algo que tampoco era tan malo, a decir verdad. Yamcha no sólo era apuesto, sino que también era romántico y muy considerado, un verdadero ensueño para las damas. Muchas otras ni siquiera tenían esa suerte. El problema radicaba en su propia naturaleza independiente… el sólo pensar que debía pasar el resto de su vida con un mismo hombre… ¡mejor sería no pensar en ello!
Tras cumplir los dieciséis años, Bulma se volvió muy consciente de su propia belleza, todos los caballeros que había conocido a lo largo de su vida se habían visto desfallecer por su exótico atractivo, y, desde luego, ella no había desaprovechado la oportunidad de experimentar los misterios del amor con dichos caballeros… entre ellos, Yamcha. El joven conde había resultado ser un amante muy capacitado, y seguía demostrándoselo siempre que les hacía una visita a ella y a su padre… pero, de ahí a que quisiese casarse con él había un gran trecho.
- Sí, el mismo – le confirmó a Goku.
- ¿Para qué? – siguió preguntando el chico, mientras doblaba laboriosamente los vestidos de su ama.
Bulma le dirigió una mirada de reproche. Adoraba a su Goku, pero el chico era de pocas luces.
- ¿Por qué va a ser? Necesitamos refuerzos, las tropas de Almanzor no deben andar muy lejos. Es cuestión de tiempo que nos ataquen por sorpresa.
- ¿Y crees que el conde Yamcha nos ayudará?
- ¡Claro que sí! – aseguró ella, como si la respuesta fuera de lo más obvia. - ¡Si quiere seguir siendo mi prometido, más le vale ayudar!
Sabiamente, Goku no ahondó en la pregunta. Conservó para sus adentros sus dudas sobre el conde Yamcha. No es que fuera un mal hombre, por lo que les había escuchado decir a los demás sirvientes, la reputación del conde era intachable. Sin embargo, Goku no veía en él a un gran guerrero, sino más bien a un joven aventurero y mujeriego, inconsciente de la gravedad de la situación que le rodeaba. Goku no creía que les fuese a ser de gran ayuda.
- ¿Lo sabe el duque? – Goku ya conocía la respuesta, pero creyó conveniente preguntar de todas formas.
- Claro que no. – Bulma se alejó de la ventana y se sentó tranquilamente en la cama, viéndolo realizar su tarea. - ¿Cómo se te ocurre? Mi padre no tiene ni idea, y no debe enterarse de nada, ¿has entendido?
Perfectamente, lo único que espero es que no me cuelguen cuando se entere, por que terminará enterándose, no hay duda; pensó Goku.
- Por supuesto, Bulma – le aseguró a su caprichosa ama, con toda la docilidad del mundo. La conocía demasiado bien como para saber cuando no debía contradecirla.
- ¡Muy bien! – sonrió ella. A continuación, se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta – Empaqueta tus cosas en cuanto acabes con las mías, ¿oyes? ¡Y date prisa! ¡Cuánto antes partamos, antes estaremos de vuelta! – dijo, antes de girarse y cerrar la puerta tras ella.
Esa misma noche, cuando la luna estaba en su punto álgido y les permitió ver el camino a la perfección, dos figuras encapuchadas lograron escabullirse de la fortaleza del duque de Brief, aprovechando el cambio de guardia en las puertas de la enorme e intimidante muralla de piedra que rodeaba la pequeña población.
