George sintió el timbre de la puerta como si un martillo percutor estuviera intentando abrirse paso a través de su ya inexistente oreja derecha. El sonido rebotaba dentro de su cabeza sin permitirle alargar ese descanso que él mismo se había inducido abusando un poco de esa botella de líquido ambarino. Se cubrió la cabeza con la almohada intentando insonorizar el insistente y molesto sonido.
Fuera quien fuese la persona que se encontraba al otro lado George le invitaba cordialmente a irse a la mierda. Desde hacía casi un año había cortado todo contacto posible a excepción de su familia. George abrió los ojos inmediatamente. Hoy hacía un año exacto desde que la guerra lo había separado de su hermano. George tenía la esperanza de que su hermano bajase por las escaleras del apartamento de encima de la tienda pero eso no ocurriría. Tendría que vivir del recuerdo de su hermano hasta que se volvieran a encontrar para hacer bromas desde el más allá.
George se incorporó en el sofá del salón. No era capaz de dormir en su cuarto sabiendo que el de al lado se encontraba vacío. Su pie hizo que una botella de whisky medio vacía se volcase virtiendo su contenido en la alfombra color azul oscuro.
Se levantó a medio vestir a abrir la puerta a esa pobre alma que llevaba un rato esperando. Detrás de la misma se encontró a Ginny levemente cabreada. Sin embargo, su gesto cambió en cuanto vio las pintas que llevaba su hermano.
—Merlín, estás hecho un desastre. Menos mal que he decidido venir a buscarte. Si llega a verte así mamá...
—Yo también te quiero, Ginny.
George le dio un pequeño beso en la frente a su hermana. Ginny percibió el olor a whisky que desprendía su piel. Ella sabía que su hermano no había conseguido superarlo como el resto pero también lo comprendía. Fred era su otra mitad y ya no estaba. Mientras George subía a ducharse, Ginny se paseó por el apartamento. Se sorprendió ante la gran cantidad de botellas vacías repartidas depreocupadamente por todo el salón. Con un movimiento de varita todas ellas acabaron en el cubo de la basura.
Su mirada se posó en una foto que estaba encima de la chimenea. Era una foto que conocía bien, toda la familia Weasley sonreía. Las pirámides de Egipto estaban estáticas detrás de ellos. Ginny sonrió agradecida de que su familia estuviera tan unida.
En el cementerio hoy estarían todos reunidos incluídos Harry y Hermione. Ginny esperaba que todo se desarrollara de la mejor manera posible. Probablemente en el cementerio habría más conocidos dejando flores a aquellos seres queridos que se habían ido hacía un año.
George bajó las escaleras ya duchado y vestido de traje. Azul marino, como no podía ser de otra manera. Ginny sonrió con tristeza a su hermano mayor. Tomó la mano que George le ofrecía y juntos se aparecieron en el cementerio.
Allí ya estaban todos. George se vio envuelto en una serie de abrazos que parecía que no fuera a acabar nunca. Sin embargo, el abrazo que más necesita no llegaría. Abrazó a su madre intentando calentar su cuerpo con todo el cariño que ellos sentían hacía ella aunque ahora sólo estuviera él.
George sintió las lágrimas pugnando por salir de sus ojos por milésima vez en aquel año fatídico que había pasado. Hermione colocó un bonito ramo de crisantemos blancos delante de la lápida de Fred. George sólo pudo agradecérselo con una leve sonrisa.
Hermione respondió de igual manera aunque notó como esa alegría no llegaba a los ojos de George. Hermione buscó el abrazo de Ron para guarecerse de ese frío que parecía reinar en el lugar. Su mirada se paseó por el resto de personas que allí se encontraban. A lo lejos le pareció ver a las hermanas Patil. Sabía a quien venían a visitar y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Sintió como con una caricia suave Ron se deshacía de ellas dándole un pequeño beso detrás de la oreja.
—Luego me gustaría ir a dejarle unas flores a Lavender antes de irnos a La Madriguera, sino te importa.
Hermione únicamente apretó su mano.
El grupo se fue separando paulatinamente. Habían quedado para comer todos juntos en la comida. George se quedó un rato más delante de esa fría piedra, necesitaba un poco de tiempo a solas con su hermano. Todos parecieron entenderle y ahí estaba él, sentado acariciando las bonitas flores que Hermione le había dejado.
—Te echos de menos, capullo. Espero que todo te esté yendo bien por ahí. Aquí te echamos mucho de menos. Me cuesta dormir sin oír tus ronquidos en la habitación de al lado. Mamá parece estar llevándolo mejor de lo que todos pensábamos. Hoy vamos a juntarnos todos para recordarte, prometo comerme toda la gelatina y dejar a Ron sin probar ni un solo bocado.
George sonrió. Sintió a su espalda unos pasos que se acercaban suavemente sobre el césped. Se giró pensando que quizás eran Ron y Hermione avisando de que se iban ya para irse todos juntos pero se encontró con la sonrisa tímida de Angelina Johnson. Se levantó rápido, sus reflejos no respondieron inmediatamente y trastabilló levemente sobre el irregular terreno.
Odiaba como su cuerpo parecía no querer funcionar correctamente cuando la chica estaba delante de él. George se pasó una mano nerviso por su pelo revolviéndolo. Angelina fue la primera en hablar y el pelirrojo se lo agradeció.
—Hola George, me alegra verte de nuevo aunque sea en esta situación. He venido a dejarle unas flores a tu hermano. No he querido acercarme antes para no molestaros a todos.
—Tú nunca molestas, Angelina—George sintió enrojecer su cara levemente— Muchas gracias por el gesto, no tendrías porque haber traído nada.
—En cierta manera siento que se lo debo. Le echo de menos, George.
Angelina se adelantó depositando un pequeño ramo de aciano al lado de los crisantemos. George miró a la chica enternecido con ganas de abrirle la puerta a la chica de piel caoba. Pero no podía, era la ex novia de su hermano que había venido a dejarle flores. Era demasiado rastrero intentar cualquier cosa con Angelina aunque su entristecido corazón se acelerase siempre que la veía. Angelina comenzó a llorar quedamente.
—George, sé que esto es pedirte mucho pero...¿podrías abrazarme?
George la miró intentando no llorar como ella. Abrió sus brazos a la chica que comenzó a sollozar sobre su pecho. Apretó sus brazos alrededor de su cuerpo intentando darle apoyo, darle ese consuelo que él tanto necesitaba.
Ambos habían perdido a Fred.
