Bueno, como dije en El Examen Akatsuki, llevo mucho tiempo si publicar nada. Esta es la historia que dije :D

Es un ItaSaku, mi pareja favorita. Los primeros capítulos no serán muy buenos, porq solo son para guiar la historia a donde yo quiero. Espero q sea de su agrado. Cualquier cosita me lo dicen.

Trataré de hacerlos cada vez más largos :D

La trama de este Fic me pertenece, salvo los PJ q son de propiedad de Masashi Kishimoto. Solo lo he publicado aquí (a diferencia de otros q escribí), así q si lo ven en otro lado me avisan.

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– ¡Vuelve aquí, ladrona! – gritaba un hombre.

Una chica de cabellos rosados, largos hasta la cintura, todos alborotados, ropa desgastada y vieja, corría por la aldea junto a un gato negro. El señor que había gritado hacia unos instantes la persiguió hasta llegar a un callejón donde la joven trepó, al igual que el animal, un alambrado evitando que el vendedor la siguiera más. Ella siguió avanzando un poco más hasta subirse en un techo a descansar.

– ¡Mira que bien Neko! ¡Tenemos el almuerzo! Y gratis. – La joven gritaba efusiva, contenta de haber conseguido comida. Hablaba con su único amigo, su gato, que la acompañaba a donde fuera que fuese. Dividió el pan en dos, una parte para ella y la otra para su pequeño amigo.

– ¡Sakura! ¡Vamos al bosque! ¡Encontramos una carreta abandonada! – Gritó un chico que subió al techo en donde estaba la pelirroja.

– Ahí voy. – Dejó al gato que comiera y siguió al chico de aspecto deplorable.

Desde que había dejado su aldea natal cuando tenía 10 años - hacia 3 años aproximadamente – vivió en la calle, mendigando y robando para existir en este mundo cruel y desolador. Se la traía sin cuidado y disfrutaba lo poco que tenía. No era la mejor vida, pero a ella no le importaba porque se encontraba bien. De todas formas, había noches donde se dedicaba a llorarle a la luna, de confesarle sus tristezas y lamentos. No le gustaba robarle a aquellas personas que un centavo de menos por perder un producto era muy importante, pero ella lo necesitaba.

Al llegar al lugar donde se suponía estaba el carruaje destartalado vieron varios cofres y baúles desperdigados por el verde pasto del bosque. Varios jóvenes ya se encontraban hurgando entre los ropajes y objetos que traían las cajas.

– ¿Esto lo han encontrado recién hoy? – Preguntó Sakura al muchacho que la condujo hasta aquel sitio.

–Si, Hotaru lo vio mientras paseaba por aquí. ¿O no qué es magnífico? – Exclamó una chica de cabellos negros y cortos, todos alborotados sujetos en una cola de caballo mal hecha. Sus ojos eran de un miel cristalino, tan dulces como su sonrisa. Su nombre era Hitomi, hermana de Hotaru quien era el que había llevado a Sakura hasta la carretilla.

No podía evitar sentir un poco de envidia hacia Hitomi. Era unos años mayor que ella y su cuerpo estaba dotado de unas delineadas y frágiles curvas. Cintura diminuta, pechos pronunciados y torneadas piernas, poseedora de una piel cremosa y blanca. En cambio ella, ella era tan poco agraciada, le faltaba delicadeza y presencia. Sus risos rosas estaban tan sucios y descuidados, sus ojos verdes no tenían ni una pisca de encanto, eran tan inexpresivos, opacos, simples. Su figura era delgada, pero más que modelo parecía una tabla. ¿Pechos? A penas para justificar que necesitaba usar sostén. Era menuda, muy pequeña, pero estaba lejos de parecer una muñeca, más bien una niña sin desarrollar, que no era otra cosa más que la verdad.

– ¡Sakura-chan! ¡Ven a ver lo que encontré! – Gritaba un chico de cabellos rubios y ojos violáceos cuyo nombre era Kuro.

– ¿Qué es? – Inquirió la pelirroja.

–Son vestidos y trajes, parecen ser de tu talla. ¿Por qué no te los pruebas? – Sugirió.

–Si, será divertido. ¡Lúcelos! –La animaba Kira, otra joven, con la mata blanca y los ojos azules.

Sakura procedió a quitarse la ropa que tenía puesta sin importarle los allí presentes. Si algo había aprendido en sus días en la calle era que la privacidad y la vergüenza no existían. La prenda que se puso era un simple y delicado vestido amarillo que le llegaba a penas por arriba de las rodillas con unos vuelos en la punta. Su escote era en V, pero más que para rebelar era para adornar; se vistió con unas medias blancas y largas que no dejaban traspasar el frío correr del viento hasta su piel, y como último accesorio un elegante y sencillo sombrero de paja con un lazo negro de adorno.

–Wow. – Masculló Hotaru. – Si antes parecías una niña, ¡ahora eres toda una infante! –Como respuesta recibió un golpe de una caja por parte de Sakura.

–Vamos Hotaru, no la molestes, sabes que es sensible ante la realidad. – Y Hitomi no pudo evitar carcajearse ante la oportunidad de hacer enojar a la pequeña muchacha.

– ¡Hitomi-chan! ¡Tú también! –Decía ofendida la de ojos verdes. –Te voy a matar… – Y se fue acercando a ambos hermanos con un aura asesina a punto de estrangularlos con sus pequeños dedos, pero no pudo hacer lo que se disponía, ya que de repente ambos hermanos salieron huyendo. – Etto… Kuro-chan, ellos saben que no iba en serio, ¿verdad? – Pero cuando se giró el muchacho ya no estaba, de hecho ya no se encontraba ninguno de los chicos y chicas que antes jugaban con las cosas del carruaje.

Suspiró. Vaya a saber porque todos la habían dejado sola, quizás era otro de sus juegos de escondida y le tocaba a ella contar, como siempre. Levantó del piso un espejo de tamaño mediano que se notaba que su marco había sido tallado a mano. Se miró. No estaba tan fea, al menos ese atuendo le daba un aire inocente.

Sin embargo algo la dejó estática en ese preciso instante, una sombra reflejada en el espejo. Se dio la vuelta muy rápido pero no alcanzó a ver a nadie, aunque ella estaba segura de lo que vio. Se acercó a los arbustos y rebuscó entre ellos. Vio un conejo, pero sabía que no había sido eso ni nada de su imaginación. Ella no era de las que se engañaba y decía que "seguro era un producto de su imaginación", si lo veía era porque realmente estaba ahí.

Buscó por 10 minutos y se dio por vencida, por más que lo hubiera divisado en el espejo, definitivamente ya no estaba. Se hincó en el suelo para recoger su ropa, aunque no le encontraba el caso ya que estaba toda sucia y rota, pero era su ropa al fin y al cabo. Cogió su blusón blanco –que estaba más gris que otra cosa– y rastreó con la mirada donde estaban sus pantalones, sin encontrarlos.

–Diablos, ya los he perdido.

– ¿Buscabas esto, um? –Indagó una voz preveniente de vayan a saber dónde.

– ¿Dónde estás?

–Aquí atrás chiquilla. –Sakura se volteó pero no llegó a ver nada ya que quedó inconsciente a los pocos segundos de escuchar la voz.

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Despertó con la cabeza adolorida, tenía una jaqueca incesante que no podía soportar. Arrugó la nariz cuando sus sentidos despertaron y pudo captar el hedor del agua sucia y la basura, escuchó el sordo sonido del silencio y cuando sus ojos se acostumbraron al pesado color negro del ambiente se dio cuenta que estaba tirada en el piso cubierto de un liquido que prefería no saber de que era ya que su olor era casi igual de horrendo que el que sintió hacía unos pocos segundos antes, o quizás era el mismo, quien sabe.

Se levantó del suelo algo mareada por las sensaciones aborrecedoras que se le iban encima. Dirigió a paso lento sus pies hasta una ventanilla donde podía notar un pequeño atisbo de luz. Si tan solo pudiera saber donde se encontraba sería un buen inicio para descubrir cómo llegar de nuevo a su aldea, si es que no estaba en ella. Escuchó dos personas gritarse entre sí y que se acercaban a la habitación en la que se encontraba.

– ¿Por qué demonios trajiste a esa mocosa aquí? ¿Se puede saber que haremos con ella? –Se quejaba un hombre. Por alguna razón sabía que se referían a ella, después de todo estaba secuestrada, ¿no?

–Cálmate Kisame. Pensé que podría ser entretenido tener a alguien a quien interrogar y torturar, um. – Decía otro. ¿Acaso estaban pensando en maltratarla? Bueno, no se podía esperar menos de unos secuestradores pero ¡EH! Quizás no era más que un malentendido.

–Creo que será todo menos divertido. Ya la has viso, tú la trajiste Deidara. Es una enclenque, una simple chica de pueblo. Al menos si hubieras traído algún ninja podría dar más pelea.

–Podemos hacer que limpie todo el cuartel y esas cosas, ve el lado sanguinario de la situación. No siempre deben dar pelea para que sea divertido, um. – Profirió el nombrado Deidara con alegría.

Al ver a los hombres por la ventanilla corrió hasta el lugar donde estaba al despertarse y se volvió a acostar fingiendo estar inconsciente mientras soportaba las terribles nauseas al ver que su cabello volvía a tocar ese asqueroso líquido. La puerta se abrió, logró sentirlo, los pasos de los hombres se aproximaron a ella y la levantaron alzándola en brazos sin delicadeza.

–Sabemos que estás despierta niña, tu miedo se siente a leguas. – Dijo burlón el que no la tenía sujeta.

Decidió abrir los ojos y mirarlos enojada.

–Yo no les tengo miedo, no tengo motivo para hacerlo. – Dijo Sakura.

–Estás aprisionada. Esa razón debería ser más que suficiente para temernos idiota. – El que la mantenía alzada la soltó de golpe haciendo que la joven callera de sentón al suelo, produciéndole un leve dolor en sus posaderas. – ¿Qué crees que hará el líder con ella, um?

–Te diré lo que no hará, mantenerla viva – Dijo su otro captor que si bien no veía claro, le distinguía la piel de color azul. – Ya te dije, no necesitamos una molestia más en el lugar ya sea como prisionera o miembro de la organización. Suficiente tenemos con Tobi aquí. – Añadió.

–Pues, llevémosla con Pain-sama haber que decide hacer, um. – No le dio tiempo a la chica de decir nada ya que la tomó del cabello y la empezó a arrastrar.

– ¡No! Me duele, por favor suéltame. – Pedía Sakura sin que le hicieran caso. Luego de unos minutos de estar quejándose Deidara la tomó como a un costal y la llevó hasta un portón gigante donde introdujo una llave para abrirlo. Siguieron caminando por más pasillos que olían mejor que los anteriores. Llegaron hasta una puerta y el hombre azul tocó dos veces, cuando recibieron un "adelante" desde el interior del cuarto, pasaron y sin sutileza la tiraron al suelo.

– ¿Qué se supone que es esto? – Preguntó un hombre de cabellos naranjas lleno de perforaciones de lo que parecían ser tubos de metal. Junto a él estaba una chica de cabellos azules y ojos del mismo color.

–Soy una persona, no un "esto". –Reprochó la muchacha, pero todo lo que ganó con eso fue una mirada asesina. Decidió quedarse callada, no le solían dar miedo los ladrones ni gente por el estilo, pero estos tipos tenían una pinta de psicópatas que no se les iba ni con disolvente.

Sakura se dio cuenta que todos miraban hacia la puerta, así que con curiosidad volteó y vio entrar a otro hombre de cabellos negros y de ojos carbón. Este se dirigió al de cabellos naranjas y le dijo algo sobre una misión y no sé qué. Cuando terminaron de hablar, todos volvieron su vista a ella nuevamente.

–Y bien, Kisame, Deidara. ¿Pueden explicarme que pasa con esta niña? – Habló Pain.

–Al estúpido se le ocurrió que traer una chiquilla sería divertido – Comentó Kisame.

–Vamos, siempre se quejan que no hay que comer, que este lugar es una pocilga, um. Aquí la solución a nuestros problemas. – Deidara tomó a Sakura del brazo y la señaló con su dedo índice. Pain suspiró.

–Sinceramente me parece algo innecesario, pero ya está aquí, no podemos dejar que se vaya así como así. Deidara, tú te encargarás de darle tareas, Itachi – El chico de cabellos negros parpadeó al escuchar su nombre. – Tú la vigilarás y la llevarás a su celda cuando termine sus labores. Ahora salgan todos de mi vista. – El rubio de ojos celestes la empujó llevándola afuera, de nuevo al pasillo.

–Itachi-san, te ha tocado hacer de niñera, jeje – El de aspecto marino, Kisame, no pudo evitar burlarse de su compañero, la tentación era demasiado grande como para dejar pasar el momento. Aún así el chico ni se inmutó en hacer una mueca, solo se limitó junto con Deidara a llevar a la pelirrosa hasta el sector principal del lugar donde estaban todas las instalaciones domésticas junto con las habitaciones.

–Muy bien chiquilla, puedes comenzar con prepararnos un rico almuerzo, um. Más te vale que sea aceptable como mínimo, sino te irá mal, um. – Dicho esto se fue dejándola con el azabache.

Sakura no pudo evitar que se le erizara el bello de la espalda, no tenía idea de cómo cocinar, antes de vivir en la calle nunca cocinó ni siquiera arroz. Al menos contaba con que era una chica de sentido común y suponía tener más o menos claro como se cocinaban algunas cosas, simples, pero algo era algo. Buscó entre las alacenas algo que le resultase sencillo preparar. Cogió un paquete de fideos largos, algunos condimentos y caldos. Hirvió agua en una olla y metió allí los caldos, picó algo de verdura a lo que parecía ser un buen tamaño para una sopa y los vertió en la olla. Por último colocó el fideo y cerró la tapa para esperar que todo esté bien cocido.

–Bueno, supongo que así está bien. – Miró al joven de largos cabellos para ver si tenía algo que reprocharle sobre su comida, pero este no le dijo nada. De hecho, dudaba que le prestara atención ya que tenía sus ojos cerrados.

Lo analizó con la vista, tenía largas y abundantes pestañas, algo que comenzaba a envidiarle, debajo de sus ojos había unas extrañas marcas que aparentaban ser ojeras, aunque no pudo descifrar bien porque eran. Nunca había vistos rasgos tan finos en un rostro, ni siquiera en Hitomi con quien apostaba era la muchacha más agraciada de todas. Luego de unos minutos de estarlo mirando se dirigió a la estufa y la apagó, la comida ya estaba lista, y que suerte porque Deidara entraba a la cocina con una impaciencia colosal.

–Espero que hayas terminado porque muero de hambre, um. – Se acercó a ella y olió el aire, era un olor de una simple sopa de verduras, pero tenía tanta hambre que podría pasarlo como si fuera un delicioso bistec. Se sirvió en un cuenco y se fue a comer a su habitación.

A los pocos segundos de que el rubio se retirara entró Kisame repitiendo su acción, le siguió un chico pelirrojo de ojos miel y un pelinegro enmascarado. No parecía haber nadie más en aquel lugar, y si los había se ve que no tenían hambre o comerían después. Incluso el líder dio acto de ausencia junto a la mujer de cabello azul.

– ¿Vas a comer? – Escuchó que le decía el moreno. Antes no lo había escuchado hablar. – Si vas a comer hazlo ya. – Sakura se sirvió un plato, se sentó en la pequeña mesa y se dedicó a comer.

Cuando terminó dejó el tazón en el lavamanos y le preguntó:

– ¿Tú no comes?

–No tengo hambre. – Respondió seco. Se levantó de la silla y le hizo un ademán con la mano para que lo siguiera. Dubitativa decidió hacerle caso, no le convenía tenerlos en contra, quizás así en algún momento le dejaran irse.

– ¿A dónde me llevas? – No obtuvo respuesta. – ¿Es a esa celda? ¿Tengo que ir? Podría quedarme por aquí, ¿no? Prometo no intentar de escapar, tampoco es que tenga a donde ir. – No lo había pensado, pero la verdad que era no tenía un lugar a donde volver. En "su aldea" vivía en una pequeña casa bastante destruida, solo tenía unos cuartos con techos. Usaba de cama un colchón viejo con una fina tela para cubrirse por las noches y comía los frutos que llegaba a recoger en temporada, sino debía robarles a los mercaderes.

El chico no le contestó y la guió hasta una celda más acogedora que el lugar en el que estuvo al principio. Este si tenía cama y una vela como iluminador.

–Te quedarás aquí hasta que Deidara tenga en cuenta otro trabajo. – Estaba por cerrarle la puerta pero ella lo detuvo con su mano, él la apartó de inmediato.

– ¿Qué tal si tengo que ir al baño? – Itachi chasqueó la lengua ante tan estúpida pregunta y se fue sin decirle nada.

Suspiró. Se recostó en la cama y trató de dormir, eso le ayudaría a matar el tiempo, después de todo no tenía nada más que hacer.

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Itachi ya había visto a esa chica antes, hace muchísimo tiempo, lo supo cuando ella lo tomó de la manga de su capa. No la quería cerca de él, le irritaba en demasía y para su mala suerte tenía que vigilarla. Era una niña de probablemente no más de 13 años, con la gala de un palo de amasar. Era más que obvio que tenía cero entrenamiento ninja, no tenía ninguna técnica especial y su Chacra era como el de cualquier civil. No tenía nada de especial, no la necesitaban en Akatsuki. Se iría tarde o temprano, de eso estaba seguro, solo quedaba esperar a que la echen o que la maten. Cualquiera de las dos soluciones estaba bien mientras que se fuera pronto. La simple idea de estar bajo el mismo techo con ella le producía un ataque de cólera, claro que esto sucedía bajo su fachada impenetrable.