Gabriel era un hombre que amaba su trabajo y lo realizaba tan meticulosamente como le era posible.
Obteniendo una serie de cumplidos que le dejaban un mal sabor de boca, al no ser capaz de creerlos.
Este diseño es simplemente perfecto.
Cada día te superas más.
Eres un genio.
Cumplidos que en un principio lo hacía ruborizarse, lo incomodaban y hacían que se preguntara ¿En verdad era tan bueno?
No lo creía.
No había modo.
El diseño era una profesión mezquina. Ya que muchas veces no sé trataba de hacer diseños funcionales, estéticos o bellos; de lo que se trataba era de dar a las personas aquello que creían que necesitaban para sentirse plenos.
Gabriel lo sabía, pasaba con muchas disciplinas.
Se trataba de entender a la sociedad, la necesidad que tenían y abastecerla, nada más.
Dando una identidad a las personas que era tan profunda como un charco de agua en comparación al mar.
Trabajar bajo ese parámetro era doloroso. En especial cuando lanzaba en sus colecciones algunos diseños que a él lo enamoraban y que parecía a nadie interesarle.
Provocando que se preguntara si valía la pena seguir tomando el lápiz entre sus manos para realizar algún garabato, preguntándose si no era mejor cambiar el rumbo de su vida, preguntándose si valía la pena.
Porque a la larga producir algo sin escencia era igual a obtener una mísera existencia.
Una mísera existencia que te ahoga... o así suele ser cuando cada día debes matar aquello que te apasiona a favor de seguir siendo tendencia.
Pero eso sí, recibiendo muchos aplausos y furor al rededor de tu persona.
Era absurdo.
No podía evitar pensar si ese era el momento para tirar la toalla. En ese momento en el que la sociedad no hacía más que provocarle náuseas.
¿Y cómo no iba a hacerlo? Si deformabab los sentimientos puros en su total conveniencia.
Aclamando películas tontas en lugar de aquellas que volaban la cabeza.
Eligiendo edificios con formas excéntricas en lugar de aquellos que estaban pensados en el usuario.
Pidiendo más canciones con arreglos sencillos en vez de aquellas que de verdad necesitaban tener algo de genio musical para poder ser escritas.
Consumiendo comerciales que intentaban ser profundos cuando nisiquiera tenían un buen guión publicitario.
Llamando arte a unas cuantas manchas de pintura en un cuadro que no decían nada, cuando antes los artistas pintaban simbolismos y tardaban meses en crear la composición perfecta.
Escribiendo tonterías con aires de grandeza, libros que serían olvidados cuando surgiera algo más novedoso, pero que nunca sería aclamado como un clásico.
Una completa basura, solía pensar.
Una basura en la que él también estaba metido.
Día uno: Perfección.
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