Luffy estaba abrazado a su espalda con brazos y piernas; escondiendo la cara en su cuello. Sabo rio con ternura y un poco de incomodidad. Toda la tripulación del sombrero de paja y sus aliados los estaban mirando y su hermanito no daba señales de querer soltarlo. De hecho, se veía bastante a gusto.

-Luffy, yo también me alegro de verte, pero llevas un rato largo así ¿no te parece que es hora de que me sueltes?

-¡No!-gritó el chico de goma, alejando su boca del oído de su hermano para luego volver a su lugar.

-Luffy no seas egoísta-regañó Nami a su capitán-estás molestado a tu hermano-Luffy volvió a alejar su cabeza consideradamente para responder:

-¡No voy a soltar a Sabo!-y nuevamente enterró la cara en el cuello del mencionado.

-Pero Luffy...

Sin separarse y sin gritar, el menor de los tres hermanos respondió solo para que el chico revolucionario lo escuchara-la última vez que nos vimos, Sabo se fue sin despedirse, así que no voy a soltarme en todo el tiempo que él este aquí.

Sabo suspiró con resignación, a pesar de que su cara hacia gala de una enorme sonrisa.

-No hay remedio, no se puede convencer a Luffy-se sentía feliz de que su hermanito lo quisiera tanto.

La navegante y su compañera Koala intentaron protestar una vez más, pero terminaron por desistir. Era inútil razonar con el capitán de los Mugiwaras.

Sabo comenzó a caminar con Luffy a cuestas, como si de un niño pequeño se tratara. Por supuesto, el menor de los hermanos se fue adormeciendo en la espalda del mayor. La espalda de su querido hermano era muy cómoda como para no hacerlo.

-Sabo es tan tibio...-susurró el chico de goma medio dormido, para suerte de Sabo, su tono de voz había sido tan bajito que solo el pudo abochornarse ante tal comentario-Debe ser por la mera mera no mi-continuo Luffy-es como... si abrazara a Ace y a Sabo a la vez.

Eso fue lo ultimo que dijo antes de quedarse completamente dormido.

-¡Dios mío!-exclamó Sanji con indignación-¡Nuestro capitán es un idiota! Mira que quedarse dormido de esa forma.

-Si...-respondió Sabo, el cocinero no podía verlo a la cara pero no paso por alto la nota quebradiza en la voz del revolucionario, como si estuviera a punto de llorar. Opto por no decir nada al respecto.