DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a Suzanne Collis y a los ricachones que pueden pagar los derechos de sus libros. Yo sólo soy una humilde licenciada que le ha cogido el gusto a escribir Fanfictions en lugar de dormir, y que además, es adicta a los reviews de sus lectores.
N/A: Hello, guys! Sé que no debería estar escribiendo otras historias, al menos hasta que haya terminado Aunque el Cielo de Derrumbe y De Tinieblas en la Oscuridad Pero la inspiración me ha llegado con la película Sin Reservas (aunque no tendrá nada que ver) y pues como este es el mes del amor, no he podido evitarlo. Además me gusta escribir Universos Alternos que se desarrollen en la actualidad y he vuelto a las viejas andadas con un Peeta/Katniss.
Si nunca me has leído, te invito a leer mi OS titulado 'The Weight of the World' y a pasarte por el foro de FF . Net llamado 'La Cornucopia' Ahí podrás leer más OS del reto de Enero y podrás votar por tus historias favoritas ¡A prisa que se cierran las votaciones el próximo martes!
En fin no los aburro más, pero antes les pido que no olviden dejar sus comentarios ya que son el diente de león de los escritores.
Un saludo enorme y espero que disfruten esta nueva aventura.
Introducción
Hacía demasiado calor gracias al ajetreo del lugar. Eran cerca de las nueve y estaban a reventar de trabajo. Una situación bastante normal debido a que este era el restaurante más famoso de la ciudad y siendo viernes por la noche, resultaba imposible que no hubiera una larga fila de esperanzados comensales listos para cenar.
-¡Voy tras! –avisó un aprendiz de cocinero llevando una olla con fondo blanco muy caliente.
El chef pâtissier se había reportado enfermo esa noche y como el chef ejecutivo estaba de vacaciones, Peeta Mellark era el encargado absoluto de la cocina en ese momento. Como sous chef que era, estaba ocupado en el terminado de los postres por los que The Cornucopia había aparecido en la famosa revista anual 'Restaurant: The World's 50 Best'.
Sosteniendo una manga rellena de fino chocolate, daba los toques finales a los platos con tiramisú que esperaban a ser servidos cuando por las puertas abatibles, entró una voluptuosa rubia de ojos verdes con un discreto vestido negro envolviendo sus femeninas curvas, y sus delicados pies enfundados en unos encantadores tacones. Con decisión la mujer se acercó hasta donde se encontraba el sous chef, quien no se impresionó cuando le habló con su sensual voz –Peet, un importante comensal quiere dar sus felicitaciones al chef.
-¿Y tiene que ser justo ahora? –preguntó más para sí mismo que para dar una respuesta, con delicadeza trazó un par de garabatos de chocolate con ligereza. En ningún momento sus ojos abandonaron los platos –Puedes llevar a Ernesto, después de todo, es quien ha sacado la noche adelante.
-¡Muy ocupado! –gritó desde las parrillas el alto chef hispano, el que por lo visto tenía un muy buen oído.
La rubia giró los ojos, pero el chef no lo notó. –Imposible, a quien han pedido ver es al encargado de los postres, al parecer más de uno ha quedado prendado de la tarta de frambuesas y pistachos que has preparado esta noche. –Y después añadió en un suave y casi inaudible susurro –cuando salgamos tal vez tú yo podríamos ir por un trago a mi departamento…
-Creo que ese actor que te gusta acaba de llegar, Glimmer –Peeta agradeció internamente la súbita interrupción de Delly, quien trabajaba de mesera, y que además era su amiga y vecina.
-¿Chris Evans? –La hostess sonrió con superioridad –la última vez que vino dijo que fácilmente me confundiría con una modelo. Recuerda que te esperan en la mesa doce, chef y mejor que tú muevas ese gordo trasero si no quieres que te despida, Cartwright –hasta que atravesó la puerta Delly pudo decir unas cuantas malas palabras dirigidas hacia Glimmer Richards.
-Nunca había escuchado que te expresaras así de alguien, Dell –comentó Peeta sonriendo. Dejó la manga a un lado y secó sus manos en una pequeña toalla.
-Es solo que detesto a las de cascos ligeros –murmuró la joven resentida mientras recogía un par de platos antes de salir a entregarlos.
-Cúbreme – El sous chef le ordenó a su ayudante. Revisó en el reflejo de una sartén que su cabello ondulado estuviera presentable para finalmente apresurarse a salir de la cocina. Conocía el restaurante como la palma de su mano. Era un moderno lugar alfombrado, con cómodas y elegantes sillas, las mesas cubiertas por blancos manteles y la loza tan brillante como la cristalería. La mesa doce estaba en un discreto apartado, por lo que supuso que quienes habían pedido verlo debían ser personas importantes.
Algunos clientes frecuentes le saludaban con un movimiento de mano o con una inclinación de cabeza, aunque la mayoría no le conocía por eso de que él no era el chef ejecutivo. Cuando alcanzó el rincón, la hostess ya estaba a su lado. –Señor Abernathy –se dirigió a un hombre entrado en sus cincuentas –este es Peeta Mellark, nuestro sous chef a cargo y mente creativa detrás de la creación de nuestros famosos desserts.
-No deberías darme todo el crédito, Glimmer –añadió Peeta educadamente intentando no sonrojarse cuando reparó en la, no pudo encontrar otra palabra, deslumbrante joven a la que recordaba con claridad. Reconocería ese porte donde fuera. Hacía tantos años ya… –Todo es gracias al trabajo en equipo.
-Ya deberías estar acostumbrado a las alabanzas puesto que esta es por mucho la mejor maldita tarta que he probado –enfatizó el famoso productor de discos dando unas palmadas satisfechas a su ligera barriga. No pidió disculpas cuando eructó sonoramente.
-¡Modales, Haymitch! –exclamó una mujer exageradamente maquillada y con un pintoresco cabello rosado, un poco excéntrico incluso para quien se dedicara a la industria musical. Peeta se asombró de no haberla notado antes.
-¿Qué pasa, princesa? Si estuviéramos en el Medio Oriente sería una ofensa no demostrar cuanto me ha gustado la comida.
La mujer giró los ojos antes de dirigirse al joven –hemos pedido verlo principalmente porque nuestra querida Katniss ha quedado muy, muy, muy enamorada de sus postres, y debo decir que es una de…
-La verdad es que nada parece complacer a nuestro tigrecillo que está aquí sen… ¿a dónde diablos se fue esta chica? –preguntó el señor Abernathy buscando a la joven. No se dieron cuenta en qué momento se había ido.
-Habrá ido al tocador –dijo primero Peeta, ya que él había estado observándola por el rabillo del ojo, esperando encontrar algún signo de reconocimiento en los ojos grises de la desaparecida joven, sin triunfo alguno.
-Bueno, les dejo con el chef –la rubia hostess se alejó arreglándoselas para hacer sonar sus tacones sobre la alfombra.
-Siéntate, chico. –Indicó el productor –esperemos a que la diva se digne a aparecer, después de todo, es por ella que te mandamos a llamar.
Peeta consideró la opción de declinar la invitación ya que había mucho movimiento en la cocina, y no podrían aguantar largo tiempo sin él; pero por otra parte, ver a Kaniss Everdeen después de tantos años sin saber que habría sido de ella, fue demasiado tentador como para rechazar la oferta.
-¿Sabes cantar? –Preguntó la mujer cuando el chef se sentó – ¡Oh! Pero que descortés he sido. Soy Effie Trinket, asistente.
Peeta intentó no reír cuando el señor giró los ojos e hizo una mala imitación de Effie. – ¿Y para que querrá cantar? ¿Acaso eso le ayudará a freír patatas?
Effie se encogió de hombros, al parecer inmune al ácido humor del productor –si canta tan bien como es atractivo, podría tener una brillante carrera artística.
-Gracias, pero la verdad es que prefiero estar en la cocina.
-Eso significa que más bien no sabes cantar –dijo una voz a sus espaldas.
-¡Katniss! –regañó Effie.
Peeta se tensó un instante antes de ponerse de pie para recibir a la recién llegada. Escuchó que Effie daba un codazo al productor y murmuraba algo como "¿ves? Es lo que te he dicho que debes hacer cuando llega una dama". –Me has descubierto – rió ligeramente Peeta devolviendo su atención a la joven –reconozco que tengo una terrible voz que haría maullar a los gatos por horas.
Ella no sonrió, únicamente lo miró fijamente. Peeta no pudo reconocer que vio en su mirada por lo que se quedó sin palabras, sintiendo una creciente decepción en su pecho. Un carraspeo los hizo romper el contacto visual; era un mesero –necesitan su ayuda en la cocina, chef.
-Gracias, iré en un instante. –Dijo Peeta preparándose para retirarse. –Debo disculparme, el deber me llama.
-Espera. –Ordenó el productor –Preciosa, dale al chef lo que me juraste que le darías si era la mejor tarta que hubieras probado nunca. –La sonrisa triunfante en su rostro era exactamente lo opuesto al ceño fruncido de la joven.
-Detente ahí, Haymitch. Conozco demasiados secretos tuyos como para que intentes avergonzarme. –El productor soltó una ronca carcajada –debemos irnos, he quedado de pasar a ver a Gale –finalizó dirigiéndose a la salida.
-Nos vemos, chico. Ten por seguro que mientras tú estés en esa cocina, esta no será la última vez que venga. –Le informó poniéndose de pie –Andando, princesa.
Despidiéndose muy educadamente del joven, Effie Trinket se levantó para ir corriendo de puntitas tras ellos. Peeta se apresuró a volver al trabajo, queriendo darse de topes por no haber reunido el valor suficiente para hacerle saber a Katniss que él si la recordaba.
Y que siempre había estado enamorado de ella.
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¿Continuamos?
