Twisted Fate.
La noche era fresca, la luna brillaba resplandeciente en un cielo sin estrellas, y en la ciudad entera se escuchaba el pulular de un sinfín de bandidos, sinvergüenzas y ratas de alcantarilla. Nada era como ese lugar: inhóspito, hostil, inhumano y muy por fuera de cualquier noción de la ética, moral o cualquier ley. Una noche común en Aguasturbias.
En aquella noche, Twisted Fate tenía un excelente ánimo, más de lo usual. Malcom Graves, su amigo de mayor… interés lo acompañaba a una taberna de la zona alta, la "Queen Elise", que sería el lugar de sus fechorías. Allí le esperaba un singular pez gordo que había llegado desde Piltóver en la mañana.
-Es una noche espléndida, ¿no crees? –Preguntó Twisted mientras giraba una carta roja en su mano.
Malcom jaló un poco de su tabaco, escupió y se cargó la enorme arma de doble cañón sobre sus hombros-. Así parece, Fate. ¿De cuánto será la ganancia? –Preguntó, apresurado.
-No lo sé, Graves –Contestó tranquilamente, antes de voltearse a verle por el filo de su sombrero-, pero sé que nos llevaremos todo lo que tenga, y más. –Sonrió.
Ambos rieron entre dientes y siguieron su camino entre botellazos, gritos, música alta y algunos disparos. La niebla esa noche estaba particularmente ligera.
Subieron por una pendiente algo inclinada hasta llegar a una calle en hondonada. Al fondo de esta, sobre el borde de un acantilado alto estaba la taberna "Queen Elise". Afuera de ella había un grupo enorme de piratas y corsarios, todos bebiendo alegremente. Twisted se volteó a Graves y le guiñó el ojo al tiempo que se encaminó a cruzar el portal.
Al llegar a la puerta, dos enormes piratas le hicieron frente, con cara de poco amigos. Él levantó un poco la mirada, sonrió, hizo una pequeña venia y dijo-. Con permiso, caballeros.
Uno de ellos bufó y le asintió al otro. Ambos se apartaron. Twisted se volvió a Graves y le hizo señas para pasar. Antes de estar adentro, escucharon una fuerte ráfaga de disparos, al tiempo que una risa chillona y macabra se escuchaba a lo lejos. "¡Te atrape-é!" gritaba entre risas.
-Ese maldito enfermo anda por aquí… -Bufó Graves.
-No te preocupes. Si no viene todo estará bien. –Aseveró. "Y espero por el bien del próximo idiota que se encuentre, que no diga que no entendió el chiste…" Pensó.
Una vez adentro, la luz era enceguecedora: había todo tipo de faroles, pequeños, medianos y enormes, de miles de diseños alrededor de todo el establecimiento. Al sonar de la puerta, algunos voltearon y empezaron a murmurar al tiempo que veían a las dos figuras entrar.
Twisted y Graves avanzaron hasta el fondo de la taberna dónde, en una esquina, había una enorme mesa llena de figuras de Piltóver y otros tantos corsarios de Noxus. Sentado en una punta había un muchacho bien parecido, alto, de cabellos blancos como la nieve. En su cuello levaba un enorme collar de oro con una piedra preciosa desconocida para los presentes. Al lado de él, había una hermosa mujer de cabellos blancos igualmente, de mirada pícara y toque sensual. En su mirada, sólo había malicia y misterio.
En la mesa, se debutaba una partida de póker. ¿El premio? Todas las pertenencias de los perdedores para el ganador. "Fácil." Pensaba Fate.
Se acercaron lentamente e irrumpieron con el sonido de las pesadas pisadas de Graves. Todos se quedaron mudos ante los nuevos jugadores. Fate tomó una silla, la arrastró y se sentó en la mesa. De su enorme gabardina sacó una pequeña bolsa con algunas monedas de oro-. ¿Repartimos? –Sonrió.
El chico, con una sonrisa altanera, bufó-. ¿Y tú quién eres? ¿Acaso eso es todo lo que tienes para apostar? ¡Ja! Menudo simplón. –Rio, con el resto de sus lacayos. Fate se volvió a Graves y lo miró con una leve sonrisa. "Más fácil aún." Pensó.
-Está bien… -Dijo, al tiempo que sacaba de su gabardina otras cuatro bolsitas bien llenas de monedas de oro-. ¿Le parece mejor, joven…?
-Arthut Trost, para su placer. –Dijo, alzando una ceja. Fate sólo asintió.
Tomó la mano de barajas sobre la mesa, las barajeó con habilidad y trucos visuales, y las repartió. Muchas maldiciones sonaron entre dientes, y miradas cómplices se cruzaron en la mesa.
-Dígame –dijo el joven-, ¿y usted es?
-Me conocen como Twisted Fate, muchacho. –Dijo, sin quitar la vista de las cartas-. Dime, ¿qué te trae por aquí?
El joven miró sus cartas. Soltó una y cogió otra y se volvió a postrar en su silla-. Quería gastar algo de mi fortuna jugando con estos aficionados. En Piltóver no hay grandes jugadores de cartas.
Uno de los otros participantes lanzó sus barajas a la mesa, rindiéndose. Fate sonrió al igual que los demás y se repartieron las ganancias. Esta vez, fue turno de él joven Arthur de repartir. Tomó el mazo de cartas y las barajeo casi también como Twisted, recibiendo elogios de sus lacayos.
A Twisted no le importaba nada de eso, ya tenía su as bajo la manga, sólo le importaba el enorme collar, las monedas… y la mujer al lado del niño. Twisted la miró detenidamente, escrutándola: ojos azules, casi violeta. Prominentes pechos y, por la silueta, una enorme cadera. Su blanca melena estaba recogida. "Esta sí que es una buena noche." Pensó Twisted.
-Dígame, Señor Fate, ¿a qué se dedica en Aguasturbias? –Dijo Arthur, al tiempo que repartía.
Twisted no apartó ni un segundo la mirada de la mujer, que ahora lo veía a él también-. Me dedico a jugar, chico. Así me gano la vida… Honradamente, siempre con un as bajo la manga. –Se volvió al chico sin siquiera mirar las cartas-. Creo que esta mano es tuya.
Arthur miró sus cartas y, en efecto, era una mano ganadora. La tiró a la mesa y todos maldijeron, excepto Fated. Arthur tomó todo lo que estaba en la mesa, al tiempo que los participantes le proferían maldiciones y amenazas de muerte.
Fate se limitó a esperar que todos se hubieran marchado. Graves tomó asiento al lado de Fate antes de que el chico Arthur se diera cuenta. Para cuando se percató, no menos sorprendido preguntó-. ¿Aún aquí?
-No he terminado mi apuesta, chico. –Fate sonrió y levantó la mirada hasta verlo directamente a los ojos-. Doble, o nada niño.
En eso, Graves sacó dos enormes sacos de monedas de debajo su capa y las puso sobre la mesa. Al joven Arthur le pareció ver como si tuviera un raro y único espécimen frente a él. Fate se limitó a ver la reacción de la chica al lado del niño: picardía.
-Bien, ¿qué esperamos? –Dijo, al tiempo que repartía las cartas.
Fate se limitó a ver a la dama: ahora tenía toda su atención. Luego posó la vista en la mano de cartas, al tiempo que preparaba su truco para, después, salir de allí.
Mientras barajeaba, se escuchó un fuerte jaleo al fondo. Fate no volteó, pero al momento Graves susurró a su oído-. Maldición, Twisted, ese maniático está aquí.
Fate se volteó, y vio al bufón asesino entrar y sentarse en una mesa de un rincón con lo que serían sus próximas víctimas. "Tengo que terminar esto rápido…" Pensó.
El chico Arthur repartió. Fate observó su mano, al tiempo que hablaba-. Y dime, ¿qué ofreces?
-¿Qué quiere usted? –Preguntó, arrogante.
-Quiero su oro, mi oro, y su collar. –Sonrió Fate, levantando la mirada al chico. Al fondo, hubo un estallido de carcajadas, junto con la risa chillona del bufón-. Y a la dama, si no es molestia.
-¡JA! Menudo hablador tenemos aquí –Dijo, al tiempo que soltaba su mano-. Cuatro ases para mí. ¿Qué tienes tú, Fate? –Sonrió, altanero.
Fate bajó la mirada y soltó una risa profunda-. Una mano ganadora.
Y allí estaba, una escalera de espadas bien marcada: as, rey, reina, caballo y diez. El joven Arthur golpeó la mesa con fuerza-. ¡Maldición!
Fate rio, al tiempo que tomaba todo con Graves. Cargaron las bolsas como pudieron, y se pusieron en pie. Graves se acercó al chico y le tendió una enorme mano-. Vamos, no me hagas romperte la linda cara.
El chico, de mala gana se quitó el collar y se lo dio a Graves, al tiempo que Fate le tendía la mano a la señorita-. ¿Nos vamos?
Mientras salían, Graves le dijo a Fate al oído-. Vaya que ha sido fácil, no puedo creer que…
-¡ALTO, TRAMPOSO! –Gritó el niño desde el fondo. Fate y Graves voltearon y estaba el niño sosteniendo dos reyes de as-. ¡Trampa, atrápenlo! –Gritó.
Antes de que siquiera sacaran las armas, al fondo, una balacera tomó lugar con Shaco apuñalando a dos piratas en el cuello con picos de botella. En medio de la confusión, entraron corsarios y más piratas, haciendo del lugar todo un caos.
En medio de la confusión, Graves, Fate y la dama salieron a toda prisa del establecimiento calle arriba. Atravesaron algunos callejones y otras tantas calles menos iluminadas hasta llegar a una pequeña plaza de mercado. Allí, a la luz de la luna, los tres fueron a la precaria fuente que ocupada el centro del lugar.
Graves y Fate se repartieron la fortuna de la noche de manera conveniente y se despidieron. Fate se volteó y se dirigió a su mayor premio de la velada.
-Fate, Twisted Fate a tus servicios. –Dijo, galantemente al tiempo que se quitaba el sombrero y besaba su mano-. ¿Y usted es?
-Evelynn. –Sonrió la dama-. Me llamo Evelynn.
