Los personajes de Katekyo Hitman Reborn! no me pertenecen.
Addio.
.
1886.
Drable.
Romance/Drama.
Con la palma de la mano y el anillo manchado de sangre extendió el brazo, sintió la penetrante y aguda mirada de él hacia su propia persona.
Devolvió el anillo símbolo de ellos, solo de los dos. Un símbolo que ahora ya dolía a Haru.
Los ojos de Hibari rodaron y tomó con rapidez el anillo, apretando entorno a sus largos y huesudos dedos. La chica cubrió su puño vacío con su otra mano, sonrió de forma forzada y dolorosa para ella misma.
Con fuerza y algo de valor le toco las manos, tironeo un poco con sus dedos la muñecas del chico y beso sus nudillos pálidos.
Era un adiós, y sería para siempre, no como la última donde solo sollozo y gimió de angustia mientras decía con gritos que se marcharía del lado de él. Ahora sabía que era cierto, y nadie podría impedirle su ida, ni siquiera la fría y vacía mirada de él.
Lo último que haría, lo último que le diría. ¿Qué tenía que decir? ¿Cómo actuar? ¿Qué pensar? ¿Cómo despedirse?
La chica estrujo con sus nudillos las mejillas pálidas y húmedas por las lágrimas. Sintió la fría mirada de él y curvo los labios.
—Espero que seas feliz.— titubeo con nerviosismo, él gruño por lo bajo y recargo su cuerpo delgado y fuerte en su pierna derecha. —Hemos pasado muchos momentos agradable, desu. Espero...espero que no encontremos algún día.— susurro, ella como él mismo sabían que era una mentira. Una mentira tan grande como la que ahora creían que era la mejor, como la marcha de la mujer, como la frialdad del hombre, como la negación del amor que surgía en sus corazones ahora vacíos.
La niña sonrió por última vez antes de limpiarse con su camiseta la sangre reseca de sus manos, Hibari alzó la ceja y vio al hombre que estaba entre ellos, un cuerpo inerte y frío, tan tieso como la madera.
Le cubrió con su mano la mejilla de la chica y pellizco ligeramente el cachete.
—Vete, o tendré que atarte.—advirtió con una macabra sonrisa. Haru sonrió con tristeza, asintió y se puso de puntillas.
Sus labios rosados y suaves como la seda cubrieron los resecos y febriles de él.
—Te quise, de verdad— gimió Haru, él asintió meditabundo sintiendo la última caricia que recibiría de la mujer que una vez hizo vibrar su corazón.
Se despidieron con algo de incomodidad después del beso, Haru no retrocedió cuando él casi le golpeo cuando quiso darle un abrazo carente de sentido en ese momento.
Vio desaparecer su sombra por las oscuras y manchadas calles de la ciudad. El viento resoplo en su oído con regocijo, la lluvia cubrió su cuerpo en un abrazo frío.
Con un gruñido agarro el cuerpo muerto del sujeto y tironeo más de él para enterrarlo en la escuela.
Haru había huido por esa razón. No soportaba. No aguantaba ser cómplice de asesinatos de la mafia junto a Hibari, ya que solo a él Tsunayoshi Sawada asignaba esas misiones. Él no era una maquina de matar, maldición.
Era solo un hombre que careció de sentimientos pero eso no decía que no lo tenía.
—Adiós—y con esas palabras desapareció el pequeño rastro de humanidad que tuvo a lado de esa mujer.
