Cuestión de padres y padrinos

Observa distraídamente el vacilar, ocasionado por una leve briza, de la cortina mezcla de azul marino, violacio y fucsia, y sonríe vagamente al recordar cuanto insistió Ginny en comprar aquellos telones para que se complementasen con su juego de sillones verde limón recién comprados para su nuevo hogar, y que cuando acabo de adquirirlas su pequeño ahijado tiño en un muy inoportuno primer estallido de magia, e incluso si se concentra demasiado aun puede reproducir en su cabeza la amalgama de sentimientos que expresaba el rostro de su mujer aquella tarde, entre la desazón por ver arruinada aquella prenda que tanto adoraba y la emoción de ver convertido en todo un brujito a aquel que para el recién formado matrimonio era como su hijo, que finalizo en un carcajéate Harry que observaba dichoso a la pelirroja estrujar entre sus brazos llena de emoción a un consternado teddy que se disculpaba insistentemente por el lamentable accidente el cual pronto su madrina contaría con dicha y gozo, incluso llegando a conservar ese juego mal combinado de living para recordarle a cada visitante de aquella casa aquel suceso con total orgullo, exponiendo aquellas cortinas como si se tratase de un tapiz forjado por el mas ilustre pintor contemporáneo.

Y suspira imperceptiblemente, expulsando de sus pulmones el oxigeno sobrante, como si así eliminase un poco el peso que reposa sobre sus hombros ya un poco roídos por los años y la humedad de las mañanas y continua con su labor de espectador desde aquella posición en su sillón favorito donde se remontan sus memorias mas cercanas, aquellas dedicadas a charlas de trasnoche y jornadas de develo, cafés matutinos y tardes de cumpleaños, sabiendo que cada uno de ellos es una parte que quedara con él incluso mas a halla de esta vida.

Y no puede abandonar ese semblante reflexivo que ya se instalo como compañero del día, porque no esta tan viejo ni acabado, pero se siente cansado de una vida demasiado vertiginosa para gusto propio, pero suficientemente gratificante en el repaso de las cuentas; y siente que han pasado siglos desde que se convirtió en todo un hombre y que fue solamente ayer que lo cargo por primera vez en sus brazos siendo él un inexperto adolecente lleno de temores, la mayoría de ellos demasiado fundados en el contexto de representar aquel niño su rol de padre sin él nunca haber sido hijo, mientras trata de recordar cuando fue la ultima vez que le dijo te quiero.

Aquella simple oración de dos palabras , que por razones de costumbre y cotidianeidad ya no son tan frecuentes al ir creciendo, y que con el paso del tiempo se guardan en cajones en la espera de una ocasión especial para decirlas, pensando que luego habrá una oportunidad y que siempre será mejor después, sin tener control sobre el paso de las fechas y postergándolas creyendo inconscientemente que no son necesarias pronunciarlas, hasta que un día ya no recuerdas cuando fue la ultima vez que se las dedicaste a alguien cercano sin la necesidad de hallar una razón mas que el expresarle lo importante que es su presencia en tu vida.

Y aunque sabe que en ese momento tiene la circunstancia perfecta para hacerlo al tan solo necesitar levantarse de su ubicación en aquel rincón del interior de su casa, no consigue ser dueño de sus movimientos, quedándose estático allí sentado junto a la ventana, demasiado embelesado con la imagen de una mujer de cabellos pelirrojos salpicados de blanco, sentada en una de las sillas del jardín acunando en su pecho a un pequeño bulto de mantas, bastante turgente como para poder mostrar su contenido, una beba que hace tan solo un mes bautizaron como Adélaïde y que él por su forma de reírse esta seguro tendrá ese encanto Weasley que tanto caracteriza a las dos mujeres que se encuentran mimándola en ese momento con completa devoción absortas hasta en el mas mínimo bosteza de la niña que duerme totalmente ajena a ellas, con la salvedad que cargara con la melena rubia de su madre; mientras un poco mas alejado del lugar donde reposan los restos de la ya acabada merienda, y de las miradas de reproche de Ginny y Victorie, se puede observar recostado boca arriba sobre el césped con una estruendosa risa y una expresión infantil de esas que Andromeda Tonks coleccionaba en Álbumes interminables, a Ted Lupin jugando con sus hijos Damien y Rosaline, haciéndole difícil a Harry pensar que aquel es ya un hombre entrante en las tres décadas

Y se siente aliviado, porque sabe que a pesar de todo, hizo un buen trabajo, porque es consiente que jamás podría eliminar el hueco que dejo la ausencia de sus padres en la vida de Ted, y él mas que nadie allí presente lo comparte, y nunca pensó en compararse con quien fue su profesor, y no tan solo en cuanto a estudios, sino en cuanto a la vida, un apoyo, un amigo, quien fue uno de los mejores amigos de sus propios padres; pero sabe que logro ocupar otro lugar en su historia, uno que es de él, solo de él, y que le pertenece por merito propio, el de padrino.

Y aquel no es Harry Potter venciendo a un mago tenebroso, ni desentramando un caso de vida o muerte, no es Harry Potter negándose a dar declaraciones en el profeta o acudiendo a importantes asambleas en el ministerio de magia, aquel es Harry Potter contemplando fascinado a su ahijado disfrutar como un niño emocionado, de una vida que él prometió ayudarle a construir, porque aunque ahora Ted Lupin se jacte de tener sus propios hijos, él jamás podrá dejar de ver en él a ese pequeño de cabello cambiante y mirada inteligente por quien tuvo que saber explicar todo tipo de cosas insólitas y dar respuestas incomodas sobre que sucedió en la guerra, porque el cielo es azul y no naranja y como se hacen los bebes, enseñarle sus propios ideales y creencias, aprender a contar cuentos de caballeros andantes y mas tarde a escuchar sus propias historias sobre chicas y problemas de las diferentes edades, hacer leche chocolate y sobre todo cambiar pañales.