-"¡No lo ocultes más Inglaterra! Estas molesto por que el 'Yo' que conocías y olvidaste en este lugar ya no existe"-

El tono de molestia se hacia notar en las palabras de su colonia. No tenía como responderle, ¿era cierto lo que decía?, quizás había cambiado un poco su actitud con el menor, pero ya era lo suficientemente mayor para valerse por si mismo, pero no lo suficiente como para dejarlo libre por la vida. Titubeaba en cada movimiento, bajo la vista y comenzó a doblar sus mangas unos centímetros más arriba del codo. Camino hacia la cocina, la casa lucía aun más amplia que la última vez.

-"¿No quieres comer algo? Yo estoy algo hambriento… También sería grato tomar el té contigo"-

Él sabia que fue difícil para Alfred crecer solo en ese inmenso lugar, pero no podía hacer nada, él tenía su nación, sus obligaciones. Solo buscaba escusas para poder visitarlo, extrañarlo era doloroso. Estuvo años intentándolo, pero su trabajo no se lo permitía, siempre lo solicito, pero sus superiores veían el trabajo que cargaba y los efectos sobre este si viajaba. Decidían enviar a algún representante, dejando a Arthur con un "Esta vez no, lo siento. Pero tus labores no deben esperar". Pasó el tiempo, y al fin lo logró, pese a que la noticia que traía no era de las mejores, otro ascenso en los impuestos.

El norteamericano estaba harto, los impuestos eran el único tema que llevaban al británico a su encuentro, lo molestaba, aunque entre el aumento de los impuestos y las pocas visitas del inglés no sabía que lo molestaba más. El británico marcho a la cocina, pidió tomar juntos el té. Problemas, Estados Unidos ya no consumía té, la mayor parte de la población se había adecuado al café, solo los colonos provenientes del Reino Unido lo bebían. El menor corrió a la cocina, tomando los hombros del de ojos verdes.

-"¡Inglaterra! Tu ya lo has dicho, haz echo un largo viaje, ¿qué clase de anfitrión seria si no te sirviese una taza de té?"-

Guio tomado de los hombros al inglés hasta una silla en el comedor y se devolvió velozmente a la cocina, busco el té, ya había pasado mucho tiempo de la ultima vez que lo bebió, pero no quería que Arthur se enterará. Lo encontró en el fondo del estante, soplo aquel envase de vidrio dejando notar como el polvo con el tiempo lo había cubierto. Se dispuso a servirlo en una tetera que debió buscar con el mismo afán. Sirvió el té, tal parecía que su acompañante no había notado la antigüedad de las hojas, notó como el inglés luego de un par de sorbos arqueo una de sus gruesas cejas, delicadamente dejo a un lado la taza de fina porcelana. Se pusieron a conversar, largamente, todo lo que el británico se había perdido de las etapas del norteamericano, Arthur le conto de sus otras colonias y sus pleitos con Francia. Al rato, el norteamericano le menciono la cercanía que sus habitantes tenían a las ideas francesas, Arthur sintió un escalofrió subir por su espalda.

-"¿Alguien escucha lo que ese vicioso del rosado y el vino habla?"-

Dio una carcajada leve y altanera, el menor lo observo y molesto cerró los ojos. Esa actitud del inglés hizo sentir que él estaba despreciando a su gente. Se levanto retirando las cosas de la mesa en completo silencio. El británico notó una extraña actitud en el menor, el Reino Unido se levanto y de sus cosas, tras revisarlas saco un traje formal, a la medida para un británico de la edad que representaba Alfred, pero tras observar la contextura física de este noto como su espalda era más ancha y todo su cuerpo estaba marcado por el arduo trabajo que le daba el sembrar sus tierras. Le ofreció el traje a su compañero.

-"¿Qué es esto?"-

-"Es para que lo uses, esas ropas que llevas ahora están demasiado gastadas"-

Las reuniones eran tediosas, los temas serios aburrían un poco a la joven nación, suspiraba. Las ideas que daba no eran cruelmente rechazadas, si no cuestionadas por la "Irracionalidad" de estas. El inglés solo daba un pequeño e imperceptible chasquido para luego girar su cabeza. Rusia no hacia más que observarlo sonriendo sin dar un voto en contra ni a favor, Francia era el único que aceptaba sus ideas, pero pareciera que lo hiciera solo para alterar más a un fastidiado inglés. La reunión culminó, la figura de Arthur Kirkland desaparecía al cruzar el umbral de la puerta. Dejo sus papeles repartidos sobre la mesa y lo tomo de un brazo con fuerza, el británico no alcanzo a notarlo cuando era arrastrado a otro lugar, al notar quien era su boca se abrió sin poder proferir ninguna maldición. El norteamericano cerró la puerta de una solitaria habitación en la que no concurría demasiada gente. Azotó a Inglaterra contra la pared, este tras posicionarse firmemente apoyado en el muro, apretó sus dientes y dispuesto a maldecir al estadounidense este lo detuvo.

-"¡Esto no esta bien!"-

El menor lo aprisionó con sus brazos, había olvidado lo alto que estaba, la última vez que lo vio solo era media cabeza de diferencia. La actitud del joven lo descolocó, ¿qué sucedía?

-"¿D-disculpa?"-

Maldito sea el momento en que decidió no salir corriendo en mitad de la reunión, excusándose: "Lo siento, mi perro tenia cita a la peluquería. Debo irme", "Esta reunión es la mejor que he tenido en mi vida, pero debo retirarme, la reina ha solicitado mi presencia en casa". Sin embargo decidió retenerse hasta el final, pesé a que no sabía si reír o llorar con las extravagantes ideas del norteamericano.

-"¡Inglaterra!"-

El norteamericano tenía una mueca de frustración, sus ojos lo miraban nostálgico. Inglaterra se detuvo en ellos, ese azul, lo extrañaba tanto. Bajo la mirada y empujo al estadounidense tratando de que se alejará, no tuvo éxito. El norteamericano le tomo las muñecas con fuerzas.

-"Arthur… Cada vez que dormía mi corazón se oprimía, las dudas, las dudas me invadían, Arthur. ¿Estuvo bien? ¿Por qué lo hice?, quizás quería que me detuvieras, quería tu atención, pero tu… No lo evitaste. No pudiste evitarlo, me volví más fuerte que tu… "-

-"Ya detente… "-

La voz del inglés se quebraba, sus ojos permanecían cerrados, no quería ver el rostro de su pequeño hermano al cual había amado más que a nada, arriesgo su propia existencia para que la nación floreciera. Todo en vano, para que con los años ese pequeño creciera y se marchará sin decir nada, dejándolo solo, desolado. Tal vez lo merecía, él lo había abandonado primero. La voz de Alfred siguió.

-"Desde ese día no dejo de pensar… ¿Por qué jamás me volviste a visitar? ¿Por qué jamás me llevaste a las reuniones que encomendaban mi futuro mientras estaba bajo tu tutela? También pensaba en tus otras colonias, ¿como serías tú con ellos? ¿Los veías mas seguido que a mi? Luego de mi independencia vinieron otras más, con las demás fuiste más democrático, no hubo presión… Pero conmigo, fue distinto. No me dejaste ir, tú preciada fuente económica y mano de obra… "-

No entendía nada de lo que decía, su cabeza estaba girando. No comprendía del todo por que se encontraba en esa habitación sin poder escapar, él y su ex colonia, esta comparando su trato con el de las demás. Para empezar, Inglaterra viendo que Estados Unidos tenía la capacidad suficiente para subsistir solo, simplemente lo dejo. La libertad es algo que siempre tuvo, pero tal parece que haberle dado tanto espacio para crecer, fue peor. Ideas de independencia crecían bajo la aparente calma. Quizás debió apresarlo y nunca haber hablado de otras naciones con él.

-"Kirkland, pese a todos mis sentimientos jamás cambiaron, y se hicieron más fuertes con el tiempo, tú no lo lograste percibir. Ahora, ese sentir aun perdura, aun con el mismo rostro, pero tú ya no necesitas de este amor"-

El chico de lentes bajo los brazos dejando libre al inglés, su pecho se había liberado de esa presión, palabras que aquel día triste, no logro pronunciar. Ese día solo huyo, jamás volvió a saber del inglés. Sus superiores le ordenaron que se preocupe solo de él mismo, que no hubiera límites, que la opresión de los británicos ya había culminado. Pero era falso, ya no eran los británicos quienes lo encadenaban, sino aquel representante, Arthur Kirkland. Volverían a encontrarse y el seria mucho mejor que él, pronto llegaría el día en que él sería el héroe de todo el mundo y volvería a ser igual de preciado como antes por su persona especial.

De sus recuerdos a la actualidad, un grito por los pasillos hizo a Inglaterra reaccionar.

-"¡Señor Inglaterra, Alemania esta atacando por mar!"-

La voz de uno de sus subordinados que corría histérico por los pasillos de la sede, Estados Unidos de Norteamérica giro con cierto grado de sorpresa, a los segundos paso corriendo un alterado inglés. Tomando por el cuello de la camisa al hombre que mostraba inseguridad en sus ojos. Entre los países se comentaba la fuerza bélica a nivel marítimo que poseía Alemania. Pese a que se podían denominar como "Mitos urbanos" no era conveniente fiarse. Los ingleses tenían bajo su mando una poderosa armada que dispusieron para proteger sus límites. Pero su armada solo destacaba por tierra, su pequeña debilidad seguía en el mar, los países atentos a las acciones de Alemania, Francia ya estaba bajo su control, Inglaterra era uno de los pocos que quedaban en pie. Rusia se retiro de la batalla, revoluciones internas no permitieron que completara su cometido. Inglaterra estaba al límite, solo un día más y todo podría terminar en su contra.

Alfred daba vueltas en círculos, los alemanes estaban llegando a Londres. Pese a que estaba preocupado por la persona que podría desaparecer, lo cubría con la excusa de no perder. Los superiores de Jones tenían una estrecha relación con los de Kirkland, pese a que ambos jamás intercambiaron palabras más que en las reuniones donde el inglés solo refunfuñaba, por lo que estaban al tanto de la situación del Reino Unido. Su debilidad: La lucha marítima, los Alemanes eran reconocidos por su alcance a nivel mar. Debido al resentimiento norteamericano tras el accidente del Lusitania tras un ataque Alemán. Un ataque indirecto a los intereses de los norteamericanos, el chico logra entrar en acción, dando a conocer el porqué de fama, y que pese al tiempo y todo lo sucedido defendería a su madre patria y a aquel que sació su anhelo de libertad, Francia. La presencia norteamericana en Europa mostro su poderío, con su apoyo, los Aliados acabaron vencedores la primera guerra, y los Estados Unidos había logrado vengar el hundimiento de aquel barco que acabo con decenas de vidas norteamericanas.