Disclaimer: HP es de Jotaka

La Marca Tenebrosa

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El cuento del príncipe

Hermana
Por qué tu novio te da golpes

y su tu hijo se mete le respondes

"Salte este es mi hombre¨.

No sabes cuanta roña el niño esconde

Porque él quiere defenderte, ser tu Héroe y tú sus sueños rompes.

Al final ese fulano te abandona, de la casa se aleja y deja tu
esperanza en coma,

¿Y qué te queda?

Aquel muchacho que pariste

que le negaste el amor de madre y valor no le distes.

Miseria Humana - Los Aldeanos

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- Severus… Severus, por favor.

- ¿Qué? ¿Qué sucede, madre? ¿Qué es lo que quieres?

El tono no era para nada solícito. Era burlón, indiferente, más propio de una persona que no quiere verte, que de un hijo a su madre.

Ella consiguió sujetarlo de la muñeca. Era un agarre provisional, por supuesto, pero lo iba aprovechar.

- Espera, por favor. Hace días que no sé de ti. Sales muy tarde y llegas igualmente tarde. Sé que no puedo reclamarte nada. Sé que es tu vida. Sé que ya eres un hombre.

- ¿Y entonces? - la interrumpió.

- Pero… Pero estoy preocupada por ti, Severus. Yo…

- ¿Por qué? ¿Por qué te importa lo que me suceda? ¿Por qué te importa si vivo, si muero, si desaparezco? ¿Por qué…?

- Porque eres mi hijo.

Sus palabras firmes, sin embargo, no lo conmovieron.

- Eso no importa. No te ha importado nunca que fuera tu hijo. ¿Por qué ahora es diferente?

- ¿Porque sí te parece una buena respuesta?

- No.

Eileen Snape suspiró. Severus hizo un pequeño movimiento y se salvó de las manos de su madre.

- ¡Por favor! Sólo quiero…

Severus rugió. Eileen había tocado una zona prohibida. Quiso alejarse de ella, pero esta vez ella fue más rápida. Levantó la manga del brazo derecho y la vio. Era la primera Marca Tenebrosa que veía, pero sabía de ella, por supuesto que sabía, por aquellos días no se hablaba de otra cosa. El ver la Marca tatuada a fuego en el brazo de su hijo le provocó un jadeo. Severus consiguió alejarse lo suficiente.

Madre e hijo se miraron a los ojos. Severus se debatía sobre lo qué debía hacer ahora: ¿Lanzarse un obliviate a la mente de Eileen? ¿Para qué? Su madre no lo delataría, Severus estaba muy seguro de ello. ¿Hacer como si no importara? Pero claro que importaba, esa Marca era todo lo que importaba. Su nueva ocupación como Mortífago era todo lo que quería, todo lo que necesitaba, todo lo que precisaba para cumplir su destino. Un destino que él se había impuesto, un destino que había sellado con aquella calavera tatuada en su brazo. Antes de que pudiera decidir, Eileen se adelantó.

- Severus… Quiero que me prometas…

- No.

- Quiero que me prometas que…

- ¡Que no! ¿No entiendes? ¡No! No voy a prometerte nada, madre.

La última palabra la escupió. Insultada, Eileen cerró los ojos.

- Vas a escucharme y luego, al final, decides si vas a prometérmelo o no.

- No vale la pena. No voy a prometerte nada.

- Quiero que me prometas… Que me prometas que sin importar lo que suceda… Que sin importar lo que suceda tú jamás matarás… Tú jamás matarás a tu padre.

- ¿Qué?

- Lo que escuchaste.

Severus observó a su madre. Eileen estaba enferma. Pálida, encorvándose sobre su pecho, cojeando ligeramente… Eileen Snape era la viva imagen de la desolación. ¿Y ella quería hacer prometer algo que sabía que Severus no cumpliría?

- Te lo prometo.

Eileen esbozó una sonrisa irónica.

- Eso no me sirve. Sé que no lo harás. Sé que cuando se te presente la oportunidad, matarás a tu padre y lo enterrarás en el jardín. Y no quiero, Severus. No quiero que te conviertas en el asesino de tu padre. Sé que esa Marca es la promesa de que un futuro, tus manos estarán llenas de sangre, sangre de inocentes o no, sangre de tus víctimas. No quiero que tus manos estén llenas de tu propia sangre. No quiero que cometas el asesinato de tu padre.

- Ya. Te lo prometo. No seré el asesino del desgraciado de mi padre.

- Eso tampoco me sirve.

- ¿Por qué te importa tanto? ¿Por qué te importa lo que en un futuro le suceda a ese mal nacido al que me has obligado a llamar padre? ¿Por qué? ¿Si tú estarás muerta porque te importa lo que le vaya a pasar a tu querido esposo?

- Sólo prométemelo…

En un segundo, Severus se había acercado y la había tomado por el cuello. Eileen tembló y lanzó un grito.

- Mira… Mira… ¡Mírate, maldición!

Eileen abrió los ojos y se encontró de frente con el único espejo de la casa. Incómoda, se revolvió entre los brazos de su hijo, intentando soltarse, intentando no verse en el espejo. Ese condenado espejo.

Hace tiempo, hace mucho tiempo, adoraba verse en cada espejo de la casa de sus padres. Los Prince siempre habían sido muy vanidosos (más que los Malfoy, incluso), por lo que siempre debían tener un espejo al frente. Eran príncipes, y como tal eran tratados. Pero Eileen cambió, Eileen se convirtió en la señora de su casa, en la esclava, en el felpudo, en el saco de boxeo de Tobías Snape. Eileen Prince era la princesa de su casa y adoraba los espejos, Eileen Snape aborrecía esas superficies. En la casa sólo había un espejo que la ayudaba cuando colocaba alguna pomada sobre su rostro, de resto, de resto Eileen Snape no se miraba al espejo. Pero he aquí que su hijo, su propio hijo, sangre de su sangre, la obligaba a mirarse, la obligaba a dar cara al espejo del demonio.

- ¡Qué te mires! - repitió él.

La mano de Severus sobre su cuello le hacía daño. Se asfixiaba por momentos. Gritaba con el aire contenido en los pulmones. Él repetía su orden. Ella seguía revolviéndose en sus brazos, seguía intentando huir, seguía intentando escapar.

- ¡Qué te mires, coño! - Y lo hizo. Se miró al espejo. - Mira lo que ese mal nacido te ha hecho. No bajes la mirada. Mírate. Mira en lo que te has convertido. Nunca has sido hermosa, pero por lo menos tenías gracia. Ahora ni eso. Ahora estás asustada, tensa, dispuesta siempre a defenderte. No tienes reposo. No duermes bien. Tu lecho es un campo de batalla. Estás enferma. Estás muriéndote, estás envejeciendo, estás… ¡Mira! Ves ese moretón, ¿cierto? ¿Cierto? ¿Lo ves? Ni todas las pomadas que te pongas, ni todas las pociones que preparas a escondidas de tu esposo, pueden borrar ese moretón, esa mancha. Y eres la culpable. Has permitido que ese monstruo te destruya, te quite de a poco la vida, se límpiela mierda de sus zapatos con tus ricas vestiduras. ¡Mírate! ¿Dónde quedó la orgullosa Eileen Prince? ¿Dónde quedó la vanidosa y arrogante maestra de pociones, el as de las Artes Oscuras, la ganadora de duelos, la mejor en Oclumancia y Legeremancia, la rompe corazones de Hogwarts? ¿DÓNDE? - gritó en su oído - ¿Dónde está? ¿Dime dónde está Eileen Prince? Dime por qué la sustituiste con Eileen Snape. ¡Dime por qué, maldita sea!

Eileen se zafó de la prisión de su hijo. Respiraba entrecortadamente, se sobaba el cuello, se frotaba las manos. Lo miró a los ojos. Severus había heredado sus ojos, sus ojos negros, profundos, penetrantes, vacíos. Eileen se estremeció.

- No vuelvas… No vuelvas a hacer eso…

- Te lo prometo, ¿sabes? Si es tan importante para ti que no me convierta en el parricida que quiero ser, lo haré. Te lo prometeré. Mira te lo prometo. Te lo prometo por mi varita. Te prometo que jamás, pase lo que pase, suceda cualquier circunstancia, mataré a mi padre. ¿Satisfecha? Ahora me largo.

Eileen lo vio partir, lo vio irse mientras sentía como una mano perniciosa le retorcía el corazón.

Esa fue la última vez que vio a Severus Snape, su hijo.


Bien, abro esta nueva serie de viñetas e inauguro con Severus Snape. Como siempre son viñetas sin orden ni concierto.

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