Renuncia: todo de Trey y Matt.
Nota: esto inició como Friendship, y esa es la idea, igual, quien quiera verlo como BL tiene su derecho.
Nota2: el oneshot es basado y ubicado en el episodio «Kenny Dies», el cual todavía me hace llorar como desgraciada.
Kenny moría.
El muy hijo de puta lo abandonaba.
Al recibir esa noticia Cartman no supo si reír por el ingenio de la broma en cuestión, o llorar, porque aquello no tenía ni una pizca de gracia.
Al ver el vacío en los ojos de Stan y como Kyle apretaba los labios Cartman confirmó que no se trataba de ninguna broma. De verdad perderían a su amigo.
Y no habría más salidas al cine, ni ahorros para revistas porno que ellos no verían, o préstamos de dinero para golosinas, no más Kenneth McCormick.
Simplemente… no más.
Resultaba paradójico que un niño de ocho años, siempre expuesto a las más descabelladas situaciones, muriera por una simple enfermedad. Dios sí que tenía un muy peculiar sentido del humor, y él solo era otro desafortunado camino al hospital "Paso del Infierno".
No notó cuando subió al carro de los Broflovski, ni siquiera un comentario mordaz salió de su boca en todo el trayecto.
Veía el camino sin verlo, pensando, ¿qué hizo Kenny para merecer ese final?
Era un pervertido y puta, lo tenía claro, un pobre de la clase más baja que existe, sí, también, pero era sólo un niño. Joder, ni siquiera había cumplido los diez y ya… ya iba a morir. Más importante, era su amigo.
A pesar de todo, compartían un fuerte lazo que era difícil de describir. Lo de súper mejores amigos lo dejaban para los tortolitos enamorados, ellos claramente no eran así, no tan unidos, pero lo eran a final de cuentas.
¿Y qué sería de ellos? Eran un grupo de cuatro chicos disfuncionales, que se necesitaban el uno al otro con diferentes medidas. Cuatro, carajo, un cuarteto invencible. No un trío. Kenny no podía dejarlos así como así. No podía dejarlo a él.
No quería que lo abandonara. Menos en un lugar que apestaba a desesperanza y formol.
Al pasar a su habitación junto a los otros dos, y verlo, demacrado y cansado, rodeado de máquinas cuyos nombres no conocía y cientos de tubos, el corazón de Cartman se oprimió brutalmente y una sonrisa vacía se le dibujó en los labios con todo su esfuerzo.
No lucía como Kenny, ese no podía ser Kenny. Alguien a quien le cuesta respirar y agradece por un juguete que nunca pidió y él no recordaba haber traído y aun así le entregaba tembloroso y sin saber qué decir.
Todo era tan surreal.
No obstante, tenía que aguantar eso, ¿cierto? Debía tomar el papel de amigo fuerte y optimista, que sabe que todo terminara bien y transcurridos unos días los cuatro volverán a jugar en las canchas de básquetbol, riendo hasta que el oxígeno se agote de sus cuerpos.
Recordando ese dilema como una aventura más que sobrevivieron cuando sean ancianos.
Cierto.
Porque si el marica de Stan no podía soportar aquello y salía corriendo por donde vino seguido de Kyle, ¿quién acompañaría a Kenny?
De verdad, las ganas de reír lo consumían y a paso lento Cartman se acercó a Kenny, que ladeó el cuello para verlo mejor y apretó con más desesperación un oso de felpa.
Le sonrió. A pesar del dolor, Kenny sonrió debajo de su parka.
— Ey, ya verás que saldrás de esta —y Cartman tuvo que morderse la lengua; nunca se le había dificultado tanto mentir—. Te curaras Kenny, lo sé. Los doctores hacen lo mejor que pueden, y sé que pronto hallarán una cura.
O eso quería creer, se aferraba tanto a eso que si no cumplía su palabra bien podría suicidarse, al menos así compartiría algo con el McCormick.
Se sentirían un poco más unidos, no como amantes enamorados, que no lo eran, aunque tampoco como simples amigos. Porque no eran eso. Ambos lo sabían, siempre lo supieron, por más que se empeñaran en negarlo por diversas razones sin sentido.
— Cuando salgas del hospital deberíamos viajar, o comprar algo muy caro, no sé… podemos montar una fiesta en mi casa, no necesitas pagar nada —bromeó, su cansina risa se escuchó levemente y Cartman apretó ambos puños. Impotente—. Sabes que tienes que curarte Kenny —siguió—, Stan tiene a Kyle y viceversa y siempre estarán ahí, juntos, pero yo…
"Yo sólo te tengo a ti" quiso decir. La garganta le ardió y no supo cómo continuar esa frase.
Si los demás lo vieran ahora se burlarían así como él se ha burlado de ellos la mitad de su vida. Pues el grandioso y cruel Eric Cartman no era capaz de contener las lágrimas y su labio inferior temblaba con violencia, todo esto ante un confundido Kenny al borde de la muerte.
Qué panorama tan grande.
Una risa seca le taladraba los oídos y sucumbiendo a la debilidad tomó sus manos entre las suyas.
— Eres mi mejor amigo Kenny —soltó—. No importa cuánto lo niegue, lo eres. Ambos somos la escoria de la sociedad, y comprendemos nuestros miedos y sufrimiento. No… no puedes dejarme, pobretón.
La sonrisa de Kenny se amplió y afianzó su agarre, McCormick no decía nada, no obstante, y conociéndolo como lo conocía, oía cada palabra salida de sus labios. Incapaz de disculparse, se limitaba a escuchar y sonreír falsamente.
Le dolió. Dolió el cariño que transmitía con vagas frases y dolió más por ser la causa de éstas.
— Viviré —prometió.
Cartman lo observó, sin entender, y soltó su mano, secando unas cuantas lágrimas, listo para reír como quiso hacer desde un principio y asentir, jurando que lo ayudaría a lograrlo.
Con el ánimo devuelto se despidió y cerró la puerta, ignorando el "perdón" que transmitían esos ojos azules. Sin saber que esa sería la última ocasión que los vería.
Kenny murió.
El muy hijo de puta lo abandonó.
Creyó que el funeral era un horrible sueño, una pesadilla. Con todas esas personas hipócritas llorando y gimoteando por la pérdida de un pequeño que nunca se esforzaron en conocer.
¿Inocente, dulce? Él no era nada eso, ¡Kenny no era ni la mitad de cosas que hablaban ahí!
Era un maldito amante de la pornografía y el sexo, grosero e irreverente. No un buen cristiano. Kenny, él, él ya no estaba. No con él. No ahí.
Y Cartman podría fingir todo lo que quisiera que no le afectó la muerte de Kenny. Que su propósito nunca fue ayudarlo, sino construir un restaurante a base de las células madre, cuando en realidad ya fue demasiado tarde para cuando le aprobaron su petición. Su vida pasaría como si nada y Kyle lo odiaría con más intensidad que antes.
Nadie se enteraría de la verdad que ocultaba tras una sonrisa cínica. Ni de las lágrimas insípidas que caían libres, una a una, cada noche.
Y es que deseaba con fervor volver el tiempo atrás y pasar unos minutos a lo mucho con Kenny de nuevo, mirarle, propiciarle un golpe ligero en el hombro, compartir una bolsa de botanas con queso, decirle lo especial que era. Y es que en el fondo siempre supo que no habría salvación o milagro alguno.
«Viviré».
Patrañas. Puras gilipolleces. McCormick era un jodido mentiroso, y a pesar de eso, y más, Cartman sentía que no era capaz de odiarlo.
— Ey Kenny, pedazo de mierda —sólo dos palabras bastaban para expresar sus sentimientos, aunque no fueran suficientes, ni para él, ni para el mundo. Le bastaba si Kenny era capaz de escucharlo, donde quiera que estuviese— …te quiero.
