Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen.
*Éste fic está ligeramente inspirado en la novela "Break My Heart 1000 Times", de Daniel Walters. Recomiendo la película.
Notas de la autora: ¡Mi primer fic SasuIno! He seguido este fandom desde hace muchos años, y solo recién me animo a subir mi historia. Espero les guste y puedan dejarme sus comentarios.
¡Saludos!
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They Still Around Us
Capítulo Uno
(Realmente) No estamos solos
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Recuerdo con perfecta claridad cómo era su sonrisa; la forma en que estrechaba ojos, los hoyuelos de sus mejillas y lo pálido de su rostro, tan blanco como la nieve que caía el día que él se fue.
Nos conocimos cuando yo tenía catorce años; él iba en un curso superior de mi escuela, y teníamos algunos amigos en común. Al principio me gustaba por su parecido con mi amor de la infancia, pero conforme pasó el tiempo llegué a enamorarme de su alma de artista. Me enamoré de él como nunca había amado a nadie, y solo dos años después lo perdí para siempre. Es curioso cómo la muerte siempre llega cuando menos lo esperas, tan sigilosa y letal que no te das cuenta de que en realidad siempre estuvo allí, al acecho. Todavía me veo en el asiento trasero del coche de su hermano, riendo y abrazándolo. Ya es de noche, y estamos regresando de celebrar que lo aceptaron en la universidad de Bellas Artes de Tokio. Ambos sabemos que será difícil, pero estamos dispuestos a intentarlo.
Él sonríe; es tan raro que lo haga de forma honesta, por eso me maravilla verlo. Si me concentro, puedo oler el aromatizante del coche de Shin, y escuchar el presentador de la radio anunciando una nevada. Y entonces sucede, tan rápido que sigue siendo confuso. Las luces me encandilan, el sonido de las bocinas y las llantas frenando abruptamente me aturden. Entonces siento el primer golpe; los vidrios estallando, el dolor en mi brazo y espalda, y me veo de cabeza, solo sostenida por mi cinturón. También puedo oler el hule quemado y sentir la sangre cayendo por mi rostro; y cada vez que lo recuerdo, veo el ensangrentado rostro de Sai colgando a mi lado, y mis ojos vuelven a encontrarse con los suyos. Está aterrado, pero aun así me sonríe y me dice que todo estará bien; aún en medio de esa horrible situación se preocupa más por mi estado de ánimo que por sus heridas. Por eso le sonrió, y mi mano sana aprieta levemente la suya. Es entonces cuando veo las luces tras él, y mi sonrisa se borra antes de que el segundo impacto nos golpee. El resto es borroso.
Después de eso no hay nada más. Recuerdo despertar en una sala de hospital con mis padres junto a la cama, pero ya no he vuelto a ver a Sai con vida. Él murió al instante luego de ese segundo choque, y yo casi lo seguí, pero por algún capricho del destino he vuelto a abrir los ojos, los cual, según dicen, es todo un milagro.
Los doctores me dijeron que estuve muerta por cerca de diez minutos, pero para ser honesta no recuerdo nada por más que lo intento. La gente a veces me pregunta qué fue lo que vi mientras estuve en el "otro mundo", pero lo cierto es que yo no vi nada. No en el otro lado, al menos. Pero aquí en la Tierra todo había cambiado.
No sé qué fue lo que ese accidente me hizo, ni porqué, pero al despertar comencé a verlos. Primero no lo entendía; creí que solo eran personas, gente normal, hasta que me di cuenta de que nadie más podía verlos, solo yo. No sé si es por el accidente; leí que una experiencia traumática puede expandir tus sentidos al grado que comiences a vivir en una línea entre dos mundos, pero no estoy segura de que eso es lo que me está pasando. De lo que estoy segura es de que las personas que veo ya no pertenecen a éste mundo; supongo que podría llamarlos espíritus, o fantasmas, con la diferencia de que estas personas no asustan, simplemente aparecen en un lugar; algunos solo miran, otros hacen cosas, cortan el césped, palean la nieve o solo caminan por la calle, como si no supieran que están muertos. No hablan ni parecen vernos, y si te acercas lo suficiente como para tocarlos se esparcen en el aire como humo; lo mismo pasa si los atraviesas. Jamás se quedan más de unos pocos segundos, como mucho unos minutos, y jamás los he visto hacer algo diferente. Tampoco he intentado comunicarme con alguno, aunque no conozco las reglas y no sé si es posible.
No se parece en nada a las películas, donde las almas deambulan en pena, buscando venganza; más bien, parecieran los recuerdos de alguien, reminiscencias que solo aparecen un momento antes de volver a evaporarse en el aire. Es curioso, y creo que aún después de seis meses a veces todavía me asustan, porque antes del accidente no había nada que me preocupara más que verme bonita y delgada, y ahora, de repente, aparecen todas estas personas que cambian mi mundo; y aunque intenté volver a ser la misma, lo cierto es que no puedo. Sea lo que sea lo que el accidente me ha hecho, sé que nada podrá volver a ser como lo era antes de la muerte de Sai, porque yo ya no soy la misma. Lo que haya cambiado conmigo, parece que me va a seguir por el resto de mi vida. Aceptarlo me costó apenas un par de meses, aunque tal vez sea más resignación que otra cosa. Esas personas, espíritus o lo que sean no parecen tener la intención de irse, así que yo solo puedo aprender a ignorarlo y vivir con eso, así como aprendí a vivir sin Sai.
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—¡Sasuke-kun es tan apuesto!
Levanto la mirada lentamente, más por inercia que por interés, y mis ojos se posan en el perfil del chico que atraviesa el pasillo sin fijarse en nadie más. He conocido a Sasuke Uchiha y a Sakura Haruno de toda la vida; él fue mi primer amor, ella siempre fue mi mejor amiga, pero aun así no podría interesarme menos su ridículo coqueteo. O bueno, el coqueteo unilateral de Sakura. Quizá sí a la vieja Ino, pero no a la Ino que soy ahora.
—¿Por qué no hablas con él? —digo para avergonzarla y así lograr que deje de suspirar junto a mí, y como lo esperaba, Sakura se pone nerviosa y cambia de tema.
—¿Quieres ir de compras esta tarde?
—Claro —digo, levantándome antes de que se le ocurra seguir hablando de Sasuke o de alguna nueva discusión con su madre —Te veo a la salida —suspiro, saliendo del salón. No es culpa de Sakura que ya no la soporte. Yo era tan o incluso más tonta que ella, pero desde la muerte de Sai esa parte de mí también murió. Sé que ella lo intenta; ha estado conmigo desde que desperté, y ha soportado mi largos días de silencio sin pedirme nada a cambio ni intentar forzar las cosas. Es una buena amiga, y la quiero, pero aun así se ha vuelto insoportable estar con ella. Me recuerda a cuando yo era así, y eso duele, porque en el fondo la envidio, envidio su inocencia, envidio que nunca haya tenido que ver a su persona amada morir frente a sus ojos. Ahora siento que pertenecemos a mundos completamente distintos, porque yo ya no puedo ser como ella, y Sakura no puede saber lo que yo siento.
Suspirando, paso de un grupo de niñas ruidosas que se quedan callada en cuanto me ven, murmurando entre ellas. No necesito ser adivina para saber que hablan de mí, pero ya no me molesta. He pasado los últimos seis meses acostumbrándome a eso, así que las ignoro y voy a la ventana. Son las 12.30, es la hora del espectáculo, así que me recargo sobre el alféizar y espero.
Cuando las niñas se van, me doy cuenta de que Sasuke Uchiha también mira por la ventana, pero no le presto atención. El cuerpo de una chica cayendo desde el techo me distrae, aunque nadie más la nota, tampoco Sasuke, que sigue mirando por la ventana, sin darse cuenta de nada mientras la chica llega hasta el suelo y desaparece.
Su nombre era Rin Nohara, y se tiró por la azotea de la preparatoria hace más de veinte años, después de que un chico la rechazara. Busqué su historia luego de verla caer por primera vez, el día que regresé a la escuela. Al principio me asustaba cada vez que la veía, pero ahora es como una rutina; aprendí que no puedo hacer nada para evitarlo, porque ella ya no está, así que solo la veo caer una y otra vez todos los días, como una especie de espectáculo que me ayuda a salir de la rutina.
Es increíble la cantidad de personas muertas que caminan entre nosotros; aún en la escuela, a donde mire veo a estos seres siendo atravesados por alumnos que ni siquiera los notan, pero imagino que es algo normal en una ciudad que siempre ha estado superpoblada, como Tokio. Toda la gente que muere tiene que ir a alguna parte, y si no es al otro mundo, supongo que debe ser a las calles. En estos meses he visto a varios de ellos, siempre en el mismo lugar, siempre haciendo las mismas cosas, pero a veces aparecen personas nuevas, volviendo mi mundo aún más confuso, al punto de que es cada vez más difícil saber quién es real y quién no.
—¿Ino? —parpadeo. Shikamaru me sonríe, y aunque intenta que me sienta como si nada hubiese pasado, sé que entiende que no puede ayudarme, y agradezco que así sea, me ahorra miles de sermones y miradas de lástima que solo fastidian —Te estábamos buscando para comer, ¿vienes?
—Sí, claro.
Lo acompaño por inercia, y nos reunimos con Chōji en el patio. Ellos conversan sobre las clases y yo intento seguirlos lo mejor que puedo, tratando de no mencionar nada de personas que nos rodean y se desvanecen en el aire. Quiero mucho a Shikamaru y a Chōji, pero no puedo contarles mi secreto. Sé que nadie más me creería, porque incluso a mí me cuesta hacerlo, y muchas veces he llegado a pensar que de verdad me he vuelto loca, pero el hecho es que sean lo que sean estos espíritus, almas o como se llamen, solo trato de lidiar lo mejor que puedo con todos ellos.
Cuando salgo del instituto Sakura vuelve a aturdirme con sus problemas en casa y en el comité estudiantil. Acordar ir de compras con ella era un plan que solía agradarme, pero porque antes de verdad no me daba cuenta de cuán molesto era oírla hablar de sus superficiales problemas, porque los míos eran igual de superficiales, así que estaba bien. Sin embargo, cuando miro hacia el cielo y veo los nubarrones negros me permito sonreír sinceramente por primera vez en el día. Antes, cuando era pequeña, odiaba los días lluviosos porque me hacían sentir triste; ahora siento que acompañan mi nuevo estado de ánimo usual, y hacen que la vida se vea un poco más tolerable y hermosa.
—¡Ah! ¡Espero que no llueva todo el fin de semana! Mis padres me iban a llevar a la playa —Sakura frunce el ceño y se cuelga de mi brazo, como para mantenerme cerca y evitar que me haga daño. Es un gesto que tiene desde mi accidente. No me molesta, pero tampoco puede decirse que me sienta muy a gusto —Por cierto, estás invitada, por supuesto.
—Gracias, pero tengo que terminar mi tarea... Tal vez la próxima.
Sakura suspira y seguimos caminando; frente a nosotras veo a uno de los nuevos espíritus cruzando la calle. Es una mujer anciana que camina muy lento; es un poco desesperante, pero la descubrí apenas ayer, así que todavía siento cierta curiosidad al verla. Y me pregunto que sucederá primero, si logrará llegar al otro lado o un coche la hará desaparecer primero, y estoy en eso cuando siento a Sakura aflojar su agarre y la veo levantando una mano al cielo, mirando al chico que pasa en bicicleta junto a nosotros, cambiando radicalmente su estado de ánimo.
—¡Adiós, Sasuke-kun! —grita, y Sasuke, sin bajar la velocidad, se gira hacia nosotras una milésima de segundo, volviendo su atención rápidamente a la calle. Y entonces pasa la cosa más extraña del mundo. Cuando sus ojos oscuros vuelven al camino lo veo frenar tan rápido que parece ser un acto reflejo, como si hubiese evitado arrollar a alguien, y de hecho lo hace, porque arrolla a la anciana, que se desvanece al instante. Sasuke cae y rueda por el piso como en una película de acción, pero enseguida se levanta, y con la mirada busca hacia todos lados, como si tratara de ver a la persona que arrolló. Entonces me congelo en mi lugar, y nuestros ojos, por un segundo, hacen contacto. Es en ese momento que lo sé. Sasuke Uchiha también puede verlos.
