Mi corazón no puede tener más.

Si el tiempo se detuviese, si lograse parar para poder solucionar aquellos errores; quizás vivir resultaría sencillo. Gumi Megpoid, una joven adulta, aprendió que una decisión es determinante para toda la vida, y así fue como comenzó su historia.

La fémina poseía bellos recuerdos de su adolescencia, aquellos que le provocaban sonreír con tan sólo memorizar una escena, sin embargo, también tenía relatos, que aunque desease desaparecer, esfumar de sus evocaciones, nuca jamás se desvanecerían. Y precisamente, en su mente permanecía una declaración de amor. Un atractivo adolescente situado frente a la mujer, confesando los sentimientos de amor que sentía por ella, y Gumi, quien en aquel instante pareció no ser consciente de lo que perdía, rechazó todo el ser de aquel joven. Después de aquello, una gran cicatriz se formó en el corazón de la fémina, al percatarse de su error, de que jamás podría regresar el tiempo para confirmar su amor, aquel que ocultó celosamente. Nunca meditó el por qué había negado sus sentimientos, simplemente intentó convencerse a sí misma que no necesitaba de alguien, que podría olvidar con total facilidad; sin embargo, aquello no fue así. Los años transcurrieron, y ella, a pesar de ya ser una adulta, jamás concibió borrar de su interior el rostro de aquella persona a la cual amó, y que en la actualidad, aún amaba.

Situada en su pequeño sofá, bebía el té mientras imaginaba falsas ilusiones con respecto a aquel amor perdido, visualizándose junto a su antiguo enamorado, sonriendo de manera alegre, sujetando aquella mano la cual siempre soñó tocar. Todo era irreal, sin embargo, Gumi anhelaba ardientemente que sus fantasías se volviesen realidad, e incluso, cuando la noche caía, lágrimas resbalaban de sus mejillas, todo a causa de su cobardía, de sus mentiras, porque siempre había sido así, una mentirosa de nacimiento, una perfecta cobarde, que al presenciar una situación complicada, prefería huir, traicionando a sus emociones. Megpoid creyó que al convertirse en una adulta, todos aquellos defectos desaparecerían, por lo cual, jamás se esforzó en desaparecerlos, sin embargo, continuó mintiendo, prosiguió escabulléndose de sus problemas, permitiéndose ver que sus traiciones, sus actos cobardes, le acompañarían mientras no intentase progresar en su persona.

Fatigada de atormentarse, levantó su silueta del sofá, depositando su libro sobre la mesa, dirigiéndose a la puerta de su hogar, con la decisión de salir para parar de atormentarse a sí misma. Y en cuando pisó el suelo de la gélida calle, comenzó a caminar sin rumbo alguno, simplemente avanzaba con el deseo de permitirse un momento de felicidad, sin preocupaciones, sin angustia. Los árboles que rodeaban aquel viejo parque, le consentían percibir sobre su rostro una refrescante brisa, indicándole cerrar ambos ojos, respirando aquel aire puro, apreciándose libre. Sin embargo, su momento en total paz se vio arruinado al presenciar a una silueta familiar, aquel joven que años atrás confesó su amor por ella, no obstante, el hombre no partía solo, a su lado le acompañaba una hermosa dama de cabellos rosados; sonreía tiernamente mientras el adulto acariciaba su cabellera, de igual manera, correspondiendo su gesto alegre. Gumi no evitó avanzar detrás de ellos, cavilando que su cabeza la estaba jugando sucio, pero confirmó que no era así. El varón era exactamente igual a aquel adolescente de sus recuerdos; la sonrisa tierna y despreocupada, aquellos cabellos azules, poseedor de una mirada tan azul como el mar. Megpoid sintió como su corazón se perforaba, como aquella cicatriz que aún no cerraba, se abría desgarrando su corazón, invitándole al sentimiento de la miseria. No lo aceptaba, debía ser simplemente una confusión, porque aquel varón debía amarle, porque le prometió siempre guardar su amor por ella, juró jamás desvanecerle de su interior. La promesa había sido olvidada, el adulto paseaba con total alegría junto a su compañía.

Gumi, con sus ilusiones destrozadas, paró su caminar, permitió caer de rodillas al suelo, mientras su llanto hacia acto de presencia, humedeciendo el inocente rostro de la joven.

"Tú estás avanzando, mientras que yo, hace mucho que paré"

El llorar frente a las personas le avergonzó, limpió su rostro, al igual que levantaba su cuerpo de aquel suelo tapizado de pétalos de cerezo. Comenzó a caminar, dirigiéndose a una banca de madera situada bajo un árbol. En cuanto llegó a su destino, se sentó con delicadeza, meditando acerca de lo que recientemente había observado, culpándose de no ser aquella joven que acompañaba al varón de sus memorias. Simplemente sus actos cobardes le habían ahogado en aquella tristeza, la cual, sería imposible de desvanecer. Su antiguo amor jamás volvería, quedaría como un recuerdo que jamás podría esfumar. Hundida entre sus pensamientos, no percibió cuando un cuerpo se situó frente al suyo, cubriendo su sombra. Aquella silueta pertenecía a un adulto de cabellera rojiza, quien le observaba con dulzura, esperando que la mujer se percatase de su presencia. Los húmedos ojos de Gumi se situaron sobre aquel hombre, observándole con asombro, distinguiendo el parecido que poseía con Kaito, aquel adolescente al cuál rechazó. Quedó estática, sin articular alguna frase, sin lograr poder moverse. Aquella persona debía ser una fantasía, sin embargo, notó que se equivocaba, cuando el desconocido ubicó una de sus manos sobre su hombro izquierdo, dedicándole una sonrisa sincera.

— ¿Te encuentras bien?— El extraño individuo cuestionó con duda, sin embargo, Gumi no contestó, solamente le miraba con estupefacción, deseando asegurarse de que aquello no era una ilusión.

—Mi nombre es Akaito Shion, un placer— El joven de melena roja se atrevió a pronunciar, esperando que la adulta reaccionase ante sus cuestiones. Megpoid salió de aquel asombro, y con rapidez, contestó aquello que el varón le había preguntado, además que también se presentó.

—Estoy bien, gracias. Mi nombre es Gumi, Gumi Megpoid— La voz de la joven se escuchaba triste, angustiada, provocando inquietud en aquel pelirrojo, que tratando de animarle, se sentó junto a la lozana mujer, tomándole de las manos, dedicándole un gesto alegre.

—Yo sé que no es así, pero no debes preocuparte, todo estará bien, te lo prometo— Para Gumi, el ser presente de una promesa, le recordó aquella herida abierta, y sin poder evitarlo, rompió en llanto, deseando desvanecerse entre su sufrimiento. Akaito, impulsivamente abrazó a la dama, aspirando el aroma de sus cortos cabellos verdes.

—No sé qué está sucediendo, pero te aseguro que desde hoy, nunca más estarás sola— Quizás era demasiado temprano para jurar compañía, pero el varón estaba seguro de lo que decía, porque aunque por primera vez había observado a Gumi, percibía que su corazón se había aferrado a ella, no deseando desprenderse jamás. El amor a primera vista parecía ser imposible, pero definitivamente lo que Shion sentía era aquello, amor, puro, sin condiciones.

He decidido crear un fanfic inspirado en Ama no Jaku, sin embargo, cambiaré algunos detalles, y haré de esta canción mi versión. Espero que les guste.