El despertador sonó y alargué la mano para parar aquel molesto sonido, era innecesario, llevaba despierta casi todas la noche. Me levanté lentamente sintiendo todos mis músculos entumecidos, no los había usado mucho este último mes. Había sido el verano más largo de mi vida. No podía creer lo que había ocurrido en tan solo unos días. Todo mi mundo se había venido abajo.

¿Por qué a mí?

El dolor había desgarrado mi pecho durante semanas que a mi me parecieron años. La perpetua oscuridad de mi habitación apenas podía reflejar como veía el mundo. Abrí las cortinas para dejar pasar toda la luz en mi pequeño pero acogedor cuarto, el que había sido todo mi mundo en este tiempo. A pesar de ser temprano el sol brillaba con toda su fuerza, iba a ser un caluroso y húmedo día tan habitual durante septiembre en Nueva York.

Comencé la rutina que ya creía olvidada. En la cómoda cogí la ropa interior, en el armario unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta blanca, con los que sin duda, también tendría calor. Y me dirigí al cuarto de baño.

Puse una vez más la música lo más alta posible, mientras me duchaba, el ruido no podía detener mis pensamientos. Aquellas horribles imágenes no dejaban de acosarme y quería gritar, pero ya lo había hecho, hasta quedarme mi voz. No podía volver a aquello.

Alice entró en el baño mientras me secaba con la toalla, el agua parecía haber despertado mis músculos y borrado el sudor de todo mi cuerpo

"¿Estás segura de que quieres ir?" me preguntó con el ceño fruncido, preocupada.

"Sí" dije intentado parecer segura, aunque sin éxito "Necesito seguir adelante"

Alice me sonrió "Está bien, he hecho el desayuno, tienes que comer. Saldremos en veinte minutos"

Cuando cerró la puerta me miré en el espejo por primera vez desde aquel día. Estaba más pálida de lo que recordaba, unas ligeras bolsas oscuras enmarcaban mis ojos, mis pómulos parecían más pronunciados debido a la alarmante pérdida de peso. Sacudí mi cabeza, tenía que acabar con esto, tenía que volver a ser yo, en la medida que fuera posible. Cogí mi olvidado neceser de maquillaje de uno de los cajones y me maquillé ligeramente, no quería parecer un cadáver, destacaría entre todos los bronceados estudiantes neoyorkinos.

En la cocina Alice me estaba esperando con el desayuno, me dirigí hacía la isla y me senté al lado de ella. Cogí una de las tostadas y la comí sin ganas, pero tenía que hacerlo, necesitaba fuerzas, aunque mi estómago no lo aceptara. Me bebí el zumo de naranja que mi compañera me había preparado y cogí unas barritas de muesli para después.

Alice ya estaba esperándome en la puerta, preparada para el primer día. Comprobé que lo llevaba todo conmigo: la cartera, el móvil, las llaves, la carpeta con los papeles que necesitaba ese día y el ticket del metro.

Al salir a la calle el aire caliente me golpeó como una bofetada, calentado todo mi cuerpo, estaba segura que hoy iba a ser uno de los días más calurosos de lo que quedaba de verano.

Cuarenta minutos después estábamos en los jardines de la Universidad de Columbia. Era el primer día de nuestro último año y sabía lo emocionada que estaba Alice al respecto. Siempre se había sentido excitada en los comienzos de cursos, para nosotros era como el inicio del año, y llevábamos esperando mucho por este momento.

Hicimos la mayor parte del viaje hasta la facultad en silencio. Alice había tenido conmigo más paciencia que cualquier otra persona, me había dado el espacio que necesitaba, sin preguntas, sin agobios, y sé lo difícil que había resultado para ella también.

"Gracias" le dije mientras nos acercábamos por el camino que nos conducía al edificio principal.

Alice me miró sorprendida y con una chispa de curiosidad.

"Por todo. Por aguantar estas semanas. Por haberme ayudado, por haber hecho todo el papeleo"

Simplemente asintió sonriendo.

Había estado esperando este momento con cierta aprehensión. Suspiré aliviada, no iba a ser tan duro como pensaba, al menos hasta que lo viera a él.

Tenía que admitir que me encantaba estar en la Universidad, había luchado tanto para llegar allí. El último año de instituto había sido terrible por toda la incertidumbre. En el instituto de Forks nunca habían sido admitidas dos personas a la vez en la Universidad de Columbia, y ese era mi sueño, y el de Alice, ir juntas a la universidad. Cuando los sobres de admisión llegaron no podíamos creerlo, era nuestro sueño, y ahora comenzaba el inicio del fin.

Caminamos por el largo camino hasta las escaleras del blanco edificio principal. Adoraba el ambiente, los pequeños grupos de gente, hablando, riendo, bajo un resplandeciente sol de agosto. Me sentí un poco inquieta al ver a tantas caras conocidas, detestaba pensar que ellos lo sabían, no quería ver sus miradas de compasión, ya había tenido suficiente.

Nos detuvimos al frente de la escalinata, cada una de nosotras tenía que dirigirse a distintos edificios, en lados opuestos del campus.

"¿Qué clase tienes?" le pregunté a Alice mientras sacaba un papel de la carpeta con dedos temblorosos para consultar mis horarios.

"Historia de la música del siglo XX" me dijo mientras sonreía emocionada. "¿Tú?"

"Introducción a la literatura comparada" le contesté leyendo mi horario "Oh, no" Alice me miró preocupada "Es con el señor Carter"

El señor Carter me había dado clase el primer año y por primera vez en mi vida había hecho que me planteara renunciar, pero al final lo conseguí, nunca había trabajado tanto para aprobar una asignatura.

Alice rió. "Buena suerte con ello" Consultó el pequeño reloj que llevaba "Me voy o llegaré tarde. Nos vemos en el descanso"

Esa referencia a una rutina anterior, me hizo sonreír por primera vez desde lo que a mi me parecían años.

Me dirigí a la izquierda para ir al edificio de ladrillo rojo, suspiré aliviada al entrar al enorme hall, ya que no hacía el calor abrasador que en la calle. Subí las escaleras, tenía clase en el primer piso. Me resultaba cómodo estar en este edificio, sin duda las clases mantendrían mi cabeza la suficientemente ocupada, y no vendrían a mi todas esas imágenes.

Entonces lo vi.

Al subir el último escalón lo vi, ahí, parado con sus amigos, riendo. Esa risa que siempre me desarmaba. Y entonces todos los recuerdos acudieron a mí, todo el dolor. Fue como si me dieran un fuerte golpe en el pecho, y sentí que me quedaba sin aire. Noté como las lágrimas humedecía mis ojos, pero no podía, no podía permitir abandonarme en mi tristeza. Yo era más fuerte que eso. O al menos solía serlo. Las lágrimas contenidas ardían en mis ojos y en mi garganta, suspiré profundamente.

Entonces él me vio a mí.

Nuestros ojos se encontraron durante unos segundos y sentí que no podía contenerme más. Me lanzó una profunda mirada compasiva e inició su camino hacía mí. Pero yo no podía más, no estaba preparada para esto, ahora no. Torcí a la derecha y me metí en el cuarto de baño de mujeres.

Ver a Jacob así, después de todo lo que había ocurrido era demasiado, me encerré en uno de los cubículos mientras rompí a llorar.