Título: Cada atardecer.
Resumen: Merlín siente una alegría inmensa cuando ve por primera vez el atardecer con Arturo… ¿Está siendo una niña de nuevo, no?
Aviso: Este fic participa en el Minireto #1: "Junio Colorido" del foro Un Pequeño Rincón.
Color: Naranja
Significado: Alegría
Cada atardecer
Cada atardecer Merlín era feliz. Bien, puede ser que haya días pesados como los de caza (los cuales Merlín detesta con su razón, corazón, y pestañas) en los que salían a la mañana temprano y volvían cuando el sol estaba ya en el ocaso. Esos atardeceres eran difíciles, ni siquiera podías ver el cielo y observar, no, tenías que estar concentrado para ayudar al papanatas de Arturo a matar a un pobre animal indefenso.
O esos otros atardeceres que Merlín no podía contemplar por cuestiones obvias: O están siendo atacados y él tiene que salvarle el trasero al futuro rey de Camelot sin que este se diera cuenta, o recibió alguna tarea de más como castigo por su "incompetencia" o… bueno, más cosas relacionadas con Arturo.
Siempre era culpa de ese rubio sin cerebro que se perdiera el momento más mágico del día.
Ese día realizó todas sus tareas rápidamente y sin ayuda de nadie (está bien, quizás con algo de magia) todo para ir hasta la colina más alta (que él pudiera subir sin morir) y desde allí ver el atardecer.
Merlín se sentó en la punta de la colina, una vez que subió y se aseguró de que nada taparía su vista. Sintió entonces pisadas y se puso alerta, hasta que pudo reconocer las pisadas, esa persona se sentó a su lado y Merlín ni siquiera tuvo que voltear a mirar para saber quién era, de tanto estar con él, había empezado a reconocer su olor, sus movimientos y todo, absolutamente todo de Arturo.
El príncipe cabeza de chorlito lo había seguido, porque Arturo sabía que Merlín tenía sus misterios, y el quería averiguarlos todos, hasta el más insignificante, ¿Porque su sirviente no le había pedido una tarde libre si lo que quería era ver esto? Esta bien, el podía ser un imbécil, pero le hubiera dado la tarde libre a Merlín.
Y se quedaron así en silencio por un buen rato. Ni una broma, ni un reclamo.
— ¿Te gusta ver los atardeceres?
— Es algo que solía hacer mucho en Ealdor, con mi madre.
— Quisiera poder haber visto uno de estos con mi madre.
El sirviente pasó saliva por su garganta, nervioso, en un acto de empatía y valentía increíbles, Merlín estiró su mano para agarrar la de su príncipe. Y, sorprendentemente, este no lo empujó por la colina, ni se burló de él, simplemente dejó que sus manos se tocaran.
Naranja era un color que Merlín siempre asociaba con la alegría, porque ver un atardecer anaranjado significaba estar en casa, ya fuera con él idiota de Arturo o con su mamá, Hunith.
Porque desde ahora, sonreía con cada atardecer recordando la primera vez que vio uno con su príncipe… y esperaba que no fuera la última.
