Si estás leyendo esto es porque te has decidido a leer mi fic. Lo primero de todo ¡Gracias! y lo segundo es que me gustaría darte una pequeña explicación. No sé muy bien por qué, pero en mi canon mental Charlie Weasley se enamora de su mejor amiga del colegio y acaba soltero porque, como decide marcharse a Rumanía, no pueden seguir con su relació , que él no consigue olvidarle. Sí, sí, sé que no hay nada que indique que pudiera pasar, ni siquiera sé cómo se me ocurrió. El caso es que ahí estaba la idea, decidí adaptarla un poco, añadirle un par de cosas y al final ha salido esto. Escribir un long siempre es complicado, al menos para mí, así que no sé muy bien como saldrá esto pero espero que lo disfrutes tanto como pienso disfrutar yo escribiéndolo. No me voy a enrollar más, sólo me queda añadir que, bueno, como verás, la historia empieza por el epílogo, lo que significa que cronológicamente este es el final de la historia. Espero que te guste.
Marta.
Disclaimer: Más me gustaría a mí ser Jo... Pues eso, que ni me apellido Rowling, ni nada de lo que os suene es mío, ni saco un sólo euro de esto.
«Este fic participa en el reto anual "Long Story 3.0" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black»
Epílogo.
Decenas de rayos brillantes, vibrantes, recorrían la habitación de un lado para otro. Muchos eran suyos, otros no. Aquel mortífago de pelo oscuro no estaba resultando una verdadera amenaza para él. Con un simple reducto acabó con su vida, sin más. Y entonces la vio.
Las gotas de sudor caían como perlas por su frente, por su piel blanca y aterciopelada. Se defendía con uñas y dientes, a pesar de que siempre decía que su lugar no estaba en primera línea del batallón. Movía rápidamente su varita e intercalaba ataques con escudos. Sólo fue un segundo, un mísero segundo. El rayo rojo le impactó en el pecho, haciendo que su cuerpo saliera despedido hacia atrás y golpeándola contra uno de los pocos muros que quedaban en pie en el castillo. Charlie no lo pensó dos veces, arremetió con el atacante de su amiga, acabando con él, acabando con todo. En aquel momento sentía su mente embotada, no podía pensar en nada. NonononononononoValno. Se acercó corriendo al cuerpo que yacía inconsciente, mientras le suplicaba a Merlín que estuviera viva. Por favor que esté viva, por favor. Se arrodilló ante ella y le cogió la cara con las manos, nunca había sido una chica que destacara por su belleza sin igual, pero a Charlie le parecía la mujer más hermosa sobre la faz de la tierra. Tenía la cara redondeada, con dos grandes mejillas que se ponían rojas con facilidad. Sus ojos eran marrones, verdes cuando lloraba o les daba el sol. En aquel momento estaban cerrados, para alivio del chico que pensó que si ella… Los ojos estarían abiertos. Una herida profunda cruzaba su mejilla izquierda extendiéndose hasta su cuello. Sangraba, pero no era eso lo que más preocupaba al chico, no, era el hecho de que casi toda su melena negra estaba impregnada de un líquido denso y rojizo, que emanaba de la cabeza de la chica y olía a metal. Movió delicadamente su cuerpo, intentando hacerla reaccionar, pero su gesto no obtuvo ningún resultado. Vamos, Val. Suplicó interiormente. Sentía subir y bajar débilmente su pecho, y también el aire que se escapaba entre sus labios. El de abajo considerablemente más grande que el de arriba. Y rojos, muy rojos. En aquel momento, una voz resonó por doquier, helándole la sangre.
─ Habéis luchado con valor. Lord Voldemort sabe apreciar la valentía. Sin embargo, habéis sufrido numerosas bajas. Si seguís ofreciéndome resistencia, moriréis todos, uno a uno. Pero yo no quiero que eso ocurra; cada gota de sangre mágica derramada es una pérdida y un derroche. Lord Voldemort es compasivo, y voy a ordenar a mis fuerzas que se retiren de inmediato. Os doy una hora. Enterrad a vuestros muertos como merecen y atended a vuestros heridos. Y ahora…
La voz seguía resonando por el techo y las paredes, pero Charlie ya no le hacía caso. Una hora. Tenía una hora para ayudarla, tenía que encontrar a Madame Pomfrey y tenía que hacerlo ya. Sólo tenía una hora. Sin ni siquiera pensarlo, la cogió en brazos, siempre teniendo un especial cuidado con su cabeza, que no paraba de sangrar.
─ Todo va a ir bien, Val, ya verás. Tú sólo no te vayas, no dejes de luchar.
Le susurró con voz rota. No se había dado cuenta hasta ese momento de que tenía lágrimas en los ojos. Instintivamente, se dirigió hacia el Gran Comedor, buscando a su familia por todos lados, pero sin hallarlos en ningún lugar. Abrió las grandes puertas con un movimiento de varita y localizó a la sanadora nada más entrar. Se acercó a ella con prisa, le temblaban las piernas y tenía el pulso acelerado, necesitaba saber que aquello tendría una solución.
─ Madame Pomfrey, necesita ayuda. Aún respira. Tiene que hacer algo, tiene que ayudarla.
─ Déjela aquí. ─ Le indicó señalando una especie de catre con sábanas blancas.
El chico obedeció sin dudar y, una vez se hubo apartado, la sanadora empezó su trabajo. No parecía especialmente asustada, así que supuso que Val se pondría bien. Charlie la miró unos segundos desde arriba, los segundos que le costó reaccionar y darse cuenta de que tenía que encontrar a su familia.
─ Yo… Tengo que irme.
Dijo, y sin más se marchó corriendo por donde había venido. A su alrededor sólo había sangre. Personas con heridas, algunas más graves que otras, arrastrándose, ayudándose unos a otros a duras penas. Llevando consigo los cuerpos de amigos que ya nunca más estarían con ellos. Un escalofrío recorrió su columna. Que todos estén bien, por favor, porfavorporfavorporfavor. Una inmensa sensación de alivio sacudió su cuerpo al divisar a lo lejos a su madre, acompañada de su hermana pequeña. Corrió hacia ellas y sin mediar una palabra las envolvió en un abrazo.
─ Charlie, hijo mío. ─ Le llamó su madre, entre lágrimas. ─ Menos mal que estás bien… ¿Has visto a tus hermanos? ¿Y a tu padre? ─ Le preguntó la mujer, con los ojos bañados en tristeza. Una tristeza que Charlie nunca había visto en ojos de su madre a lo largo de sus veinticuatro años de vida.
─ Lo siento, mamá. ─ Le contestó con pesar. ─ Vosotras sois las primeras que he encontrado.
─ Bueno, no… No pasa nada. ─ La mujer sacaba valor de donde ya no quedaba para pronunciar esas palabras.
─ Mamá, yo voy a buscar a los demás. Val… Val está en el gran comedor, inconsciente. Quédate con ella, por favor.
Y antes de que su madre pudiera responder, Charlie ya se había marchado, corriendo, buscando frenéticamente una cabeza pelirroja. Al siguiente al que encontró fue a su hermano mayor y a uno de los gemelos, George. No necesitaron decirse nada para saber que los tres estaban allí por lo mismo, cruzaron una mirada y siguieron con su búsqueda.
Nada habría preparado a Charlie para soportar aquel momento.
Su hermano pequeño, Percy, y su padre llevaban en brazos a un muchacho alto y desgarbado. Uno de sus brazos caía sin vida a un lado del cuerpo. Tenía los ojos cerrados y su boca había perdido la sonrisa que le caracterizaba. Tenía el pelo rojo, sucio. El alarido que soltó George a su lado le hizo temblar. No, no, no, esto no puede ser real. No está pasando. Lo siguiente que Charlie escuchó fue el sonido de las rodillas de su hermano al chocar contra el suelo. Luego Bill se arrodilló a su lado y le ayudó a levantarse. Luego nada. Sabía que caminaba detrás de sus hermanos, a modo de comitiva fúnebre. No era consciente de la realidad a su alrededor. Todos sabían a lo que se enfrentaban, todos sabían que existía ese riesgo. Pero ojalá hubiera sido yo y no él.
La imagen de su madre al descubrir el cadáver de uno de sus hijos no mejoró en absoluto la situación. Depositaron el cuerpo en una larga fila de cadáveres, pero Charlie sólo podía ver uno, el de su hermano. Ni siquiera fue capaz de mirar a su alrededor para ver si la chica que había traído estaba bien. No en ese momento, no. El pequeño Georgie tenía la frente apoyada en la de su gemelo. Su madre lloraba en el pecho del difunto mientras su padre acariciaba uno de los brazos de la mujer. Percy y Ginny lloraban, abrazados. Fleur, la mujer de Bill, que había aparecido sin más, intentaba reconfortar a este último. Charlie estaba allí, simplemente estaba. Poco después, apareció el último de sus hermanos, Ron. Si bien era verdad que todos los hermanos Weasley se parecían mucho entre ellos, en ese momento más que nunca. Pelo rojo, sucio y alborotado. Cara pálida, expresión de tristeza y ojos bañándose en un lago de dolor, del que costaría mucho tiempo salir. Quizá demasiado.
El tiempo que El-que-no-debe-ser-nombrado les había dado se agotaba sin que ninguno de los presentes se percatase. En el pecho de Charlie, sin embargo, bullía la ira, la rabia. Quería volver a luchar, hacérselo pagar, hacerles daño, mucho daño. Tanto como el que le habían hecho a él, tanto como el que le habían hecho a su familia. De repente, sintió una mano posarse sobre su hombro. Al girarse descubrió una cara familiar, recorrida por una herida profunda, que iba desde la mejilla izquierda hasta el cuello, pero que ya había dejado de sangrar.
─ Val… ─ Susurró, casi imperceptiblemente. Ella le abrazó, derribando la última de sus defensas. Y fue entonces cuando Charlie empezó a llorar, como un niño que había perdido a su mamá. El ansia de venganza que le había carcomido hasta ese momento desapareció por completo, sólo quedaba la pena. Charlie podía sentir el frágil cuerpo de su amiga temblar bajo él. Tenía la túnica rota y era más que evidente que no estaba del todo recuperada, pero era una persona fuerte. Estaba allí, con él.
─ Te quiero, Val. Te quiero mucho. ─ Le dijo al oído, entre sollozos. No sabía por qué lo había dicho, no sabía por qué en ese momento. Quizá fuera que no quería que nadie más se fuera sin que conociera antes sus verdaderos sentimientos.
─ Yo también te quiero mucho, Charlie.
Poco después, el plazo impuesto por Lord Voldemort llegó a su fin y todos se dirigieron a la puerta del castillo, dispuestos a morir. A morir por aquello que creían correcto. Charlie agarró con fuerza la mano de Val, a la que todavía le costaba un poco caminar. Cuando el chico alcanzó a vislumbrar el cadáver de Harry Potter, de El elegido, el mundo se le cayó a los pies. Estaban perdidos, perdidos para siempre. Su familia, sus amigos y él mismo. Si no morían aquel día, serían torturados hasta la locura. Todos a quienes quería… Todos. Gritó como el que más, se dejó la garganta insultando a esos malnacidos, pero sabía que todo era en vano. El chico Longbottom fue el único en intervenir, entonces, caos. Harry había desaparecido y aquello era cada vez más surrealista. Charlie se negaba a soltar la mano de Val, pero no tuvo más remedio que hacerlo cuando las maldiciones empezaron a surgir de las varitas de los magos de ambos bandos.
─ ¡No te separes de mí! ─ Le gritó mientras ambos corrían a refugiarse en el castillo, intentando evitar las grandes pisadas de los gigantes. Las fuerzas de la naturaleza, el castillo y todos sus habitantes luchaban unidos contra las fuerzas del mal. El Gran Comedor se había convertido en el escenario de una batalla campal. Charlie no paraba de enviarle maldiciones a uno de sus atacantes, no sabía su nombre ni quería saberlo. Sentía a Val un poco a la derecha, peleando con otro con la ayuda de Bill. A lo lejos, se intuía a su madre peleando con una bruja de pelo negro. Bellatrix. Rogó a Merlín que, por favor, no le pasase nada. Poco después, habiendo aturdido al mortífago con quien peleaba, Charlie llegó al lado de su madre a tiempo de ver como esta acababa con la bruja que tan de cabeza había traído al Ministerio. Lo que pasó después fue todo muy rápido. Un escudo mágico se interpuso entre los allí presentes y el rayo lanzado por Voldemort en dirección a su madre. Y luego, Harry. El silencio se hizo en la sala, mientras ambos magos mantenían una conversación. Charlie no pudo evitar buscar a su familia con la mirada, a su familia y a ella, la sensación de alivio fue abrumadora cuando los descubrió a todos entre el gentío.
Escuchaba atentamente, al igual que todos los allí presentes, la conversación que se estaba produciendo. La adrenalina corría por sus venas, varita en mano, dispuesto a actuar si las cosas se torcían. Ante los ojos de todos, se produjo en ese mismo instante el tan esperado enfrentamiento. A la multitud le costó unos segundos darse cuenta de lo que había pasado, de que Voldemort ya no estaba allí, de que nunca volvería a estar. La alegría invadió cada una de las minúsculas células de los allí presentes, recorriéndoles, haciéndoles soltarla por la boca, gritar, berrear, cantar ¿Qué importaba? Charlie se abalanzó sobre Harry, dándole interiormente las gracias. Gracias por salvar a mi familia, gracias por salvarla a ella, gracias por salvarme a mí, gracias por salvarnos a todos. Poco después, se alejó de ese abrazo colectivo y buscó entre la multitud a su familia. En aquel momento, su madre estrujaba entre sus brazos a Ginny y a George. Ron y Percy estaban abrazados, sonrientes, algo inaudito. Su padre rodeaba con los brazos a su nuera, mientras que Bill abrazaba a Val y le daba un beso en la cabeza. Aquella escena familiar sólo hizo a Charlie más feliz de lo que ya estaba, impulsándole a correr hacia ellos, abrazarlos, besarlos. Faltaba alguien, sí, pero al menos los demás estaban allí.
─ Os quiero, os quiero a todos.
Entonces llegó a ella. Le brillaban los ojos, verdes en aquel momento. Se le salía la ilusión por los poros y por la sonrisa. Resplandecía. Charlie no podía hacer nada sino mirarla y disfrutar de la vista, pues hacía demasiado tiempo que no la veía así. Ella, sin embargo, se lanzó a sus brazos, rodeándole el cuello con las manos y apretando muy fuerte. Automáticamente, Charlie rodeó la cintura de ella con los suyos, aunque no fue capaz de apretar tan fuerte, no quería hacerle daño.
─ ¡Se acabó, Charlie! ¡Se acabó! ─ Le gritó ella, todavía sonriente, tras separarse unos centímetros. Todavía le abrazaba y, al menos él, no pensaba soltarla.
─ Sí, Val. Se ha acabado, todo se ha acabado. ─ Le contestó él, acercando un poco más su rostro al de la chica, y acariciándole la nariz con la suya propia. Notó perfectamente como las mejillas de la chica enrojecían y sonrió. ─ ¿Cómo te encuentras? ─ Le preguntó, sin moverse un solo milímetro.
─ Bi-bien. ─ Respondió ella, entrecortadamente. ─ Me duele un poco la cabeza, pero se me pasará…
Apenas había acabado la frase cuando una de las manos de Charlie se deslizó desde su cintura hasta su cuello, presionando ligeramente en su dirección y haciendo que sus labios se juntasen al fin. Fue un beso corto, casto y suave, pero llevaban tanto tiempo esperándolo que la sensación fue realmente intensa. Una mezcla entre sollozo y risa irrumpió en su burbuja de felicidad. Ambos giraron la cabeza hacia el lugar de proveniencia del sonido para encontrar a una Molly Weasley, cuyos hombros eran rodeados por el brazo de su marido, soltando lagrimones mientras sonreía.
─ Oh, Charlie. ─ Pronunció a duras penas la mujer. ─ ¡Por fin! Creía que me iba a ir de este mundo sin verte de nuevo con Valeria. Es la mujer perfecta par a ti, hijo mío, deberíais comprometeros lo antes posible.
Esta sugerencia hizo enrojecer de nuevo a Val, mientras que Charlie rió con el comentario de su madre.
─ Venga, Molly. Son jóvenes y tienen toda la vida por delante, ya tendrán tiempo para bodas, déjales que disfruten de su amor. ─ Intervino el señor Weasley, apaciguando a su mujer, que no había dejado de soltar lágrimas de cocodrilo durante toda la conversación.
Arthur dirigió una sonrisa a la pareja y, simultáneamente, condujo a su mujer hacia una de las mesas que habían reaparecido en la estancia. En ese momento, Charlie dirigió su mirada hacia su acompañante. Todavía no la había soltado, seguía abrazándole, y ella a él.
─ Y tú, ¿Qué dices? ─ Le preguntó el pelirrojo, con una expresión risueña gravada en la cara.
─ ¿Qué digo a qué? ─ Le contestó ella, pícaramente. No iba a ponerle las cosas tan fáciles.
─ ¿Lo intentamos… Otra vez? ─ Le preguntó él, mutando su expresión hasta que esta se convirtió en una seria y responsable.
─ Me encantaría, Charlie. Pero…
─ ¿Pero? ─ Volvió a preguntar él, muy sorprendido y algo consternado. ¿Qué pero podía tener a retomar su relación? Los músculos de su cuerpo se tensaron y su rostro cambió de nuevo hasta una expresión de preocupación.
─ Es sólo que… Bueno, tú sigues trabajando en Rumanía y yo sigo trabajando aquí. No sé si… ─ La interrumpió con un nuevo beso. Sus músculos se habían relajado y una sonrisa se le pintó en la cara al separarse.
─ No te preocupes por eso ¿Vale? Creo que voy a tomarme un tiempo de descanso, para estar aquí… Con mi familia… Contigo…
No dejándole añadir nada más, esta vez fue Val la que junto los dos pares de labios, fundiéndose ambos en un profundo beso, que presagiaba un futuro lleno de alegría y felicidad.
─ Me lo tomaré como un sí… ─ Dijo Charlie con una sonrisa, haciendo reír a Valeria. Su risa sonaba a música, sonaba a su canción favorita. Poco después, ella deshizo el abrazo y le cogió de la mano. Le condujo hacia una de las mesas, donde el resto de su familia se encontraba. Al dirigir su mirada hacia ellos, el recuerdo de su hermano Fred le invadió, empañando considerablemente su alegría.
─ Sabes perfectamente que él querría que todos fuerais felices. ─ Le dijo su, ahora, novia.
─ No es fácil.
─ Nada nunca es fácil, pero no por ello hemos de dejar de intentarlo. ─ Le respondió ella, esbozando una media sonrisa.
─ Está bien. ─ Concedió Charlie, pintándose una sonrisa similar y sentándose al lado de Bill, que le recibió con un gran abrazo. Todavía de pie, Val miró a su alrededor y tuvo la sensación de que a partir de ese momento, las cosas volverían a ir bien.
¿Os ha gustado? Espero que sí. Ahora bien, si has llegado hasta aquí, un review pequeñito no cuesta nada y me haría muy, muy feliz. Piensa en los niños, ¿Por qué nadie piensa en los niños? D:
Un besito en la naricilla.
