¿Para qué sirven las plumas?

Primera Parte de No-Sé-Cuántas

Draco Malfoy estaba muy satisfecho consigo mismo. De hecho, ese día en concreto estaba de buen humor, lo cual era más bien raro. Se sentía el rey del mundo.

Su situación actual era bastante agradable: era domingo, estaba en el fondo de la biblioteca, cerca de las ventanas góticas, en la sección de Ficción, Madame Pince no estaba a la vista, la luz del sol le acariciaba el cuello y él estaba arrellanado en una butaca de lo más cómoda mientras leía una novela y mordisqueaba crocant de la caja de dulces que le había enviado su madre.

Se le empezaban a dormir las piernas, así que se quitó la túnica de la escuela, la colgó netamente en el respaldo de su butaca y se sentó de nuevo, esta vez con las piernas estiradas sobre la mesa.

Como ya se ha dicho, se sentía el rey del mundo.

Por eso le sorprendió ver que no estaba solo.

Dos estanterías más allá, al otro lado del pasillo central, sentada en la esquina de una gran mesa vacía, estaba sentada la menor de los Weasley, como fuera que se llamase. Tenía el distintivo pelo rojo recogido en una desmañada cola alta. A Draco no le hubiera extrañado nada que no se la hubiera peinado en una semana. La chica estaba obviamente haciendo deberes, puesto que consultaba un montón de libros y escribía pulcramente en un pergamino mientras hacía unas muecas muy raras. Con media sonrisa, se dio cuenta de que podía ir y molestarla un rato. Sí, eso haría; total, hacía mucho tiempo que no la veía tan sola y desprevenida como en ese instante: sería divertido.

Así pues, con la novela en una mano, se dirigió hacia su víctima. Se sentó cerca de ella, sobre la mesa, calculando su posición exacta para que su sombra se proyectara sobre el pergamino.

Ella detuvo su mano al instante; Draco advirtió que gastaba una pluma de oca deshilachada y sucia que no contenía bien la tinta, por lo cual su larga mano pecosa estaba bien manchada de negro. Observó atentamente la mano: no parecía muy femenina, ahora que se paraba a mirarla. Demasiado larga. Demasiado fuerte. Seguramente por jugar a quidditch. Aunque ese año había un par de chicas en el equipo de Slytherin, Draco las había dejado entrar porque no tenía más remedio. El lugar de las chicas no estaba encima de una escoba.

Con un pequeño sobresalto, se dio cuenta de que ella había levantado la cabeza y lo estaba observando. Disimulando, le dedicó una sonrisa bien desagradable.

Ella no pestañeó.

Él pensó que ella no lo había entendido y pasó a su sonrisa desagradable grado 2.

Sin reacción.

Grado 3.

Nada.

Draco se planteó pasar al Grado 4, pero, según Pansy, cuando lo hacía daba más risa que miedo, porque parecía un ogro con dolor de muelas. Y él no quería dar esa impresión.

-Siempre me he preguntado de dónde salen tantas pecas... - empezó. Después de una pausa minuciosamente calculada para dar efecto, terminó:- Nunca hubiera pensado que fuera por las plumas de dos knuts que usáis- acabó, con un gestó elocuente hacia la mano de la pluma.

-Mm. Interesante. De hecho costó siete knuts, pero Percy la usó antes. Y tiene tendencia a morderlas, ¿sabes? Por eso está tan hecha polvo- dijo ella, levantando la pluma para observarla. Ahora que se fijaba, los dedos pecosos eran ágiles, como si su propietaria tocase el piano en su tiempo libre.

Desechó el pensamiento enseguida: los Weasley no tenían dinero para un piano.

Pero, se estaba distrayendo.

-¿Siete knuts? ¿Tanto? Mi pluma debe costar tanto como vuestra casa, entonces.

Él espero que se ofendiera, pero ella sólo levantó una ceja.

-Déjamela ver.

Él frunció el ceño. ¿Quién se creía que era? ¿Y por qué no se echaba a llorar, o llamaba a sus hermanos, o gritaba "¡Sálvame, Potter, sálvame!" o le daba una patada en la espinilla? ¿Por qué demonios se lo quedaba mirando y le contestaba con toda la naturalidad del mundo, como si estuviera hablando con cualquier otro? ¡Él no era cualquier otro!

Así que, sin saber muy bien por qué, volvió a su sillón, le trajo su bolsa a la pelirroja y, tras rebuscar un poco, sacó su pluma nueva.

Ella miró la pluma azul oscuro, pasó un dedo por la punta de nácar y plata de la plumilla y siguió el borde hasta llegar a la otra punta.

-¿Cuánto te ha costado esto? ¿Diez galeones?

-Doce con siete- la corrigió él, obviamente orgulloso.

-Pfff... apuesto a que la plumilla se estropea en menos de un mes.

Él pareció ofendido y la apartó de su mano. Se moría por decir "¿Qué apuestas a que no?", pero obviamente no se podía rebajar a apostar con Weasleys.

Ella parpadeó y volvió a su trabajo. Entonces él pensó que ella debía de tenerle envidia. Obviamente, no mucha gente podía permitirse una pluma tan buena. Y menos ella.

Entonces sucedió algo muy raro.

Draco se compadeció de la pelirroja cuyo nombre desconocía.

Para él, sólo había una cosa más importante que él mismo: su dinero. No tener ni un sickle era su peor pesadilla, juntamente con convertirse en mortífago de veras y todavía ser virgen a los diecisiete (faltaban dos meses). Además, como ya se ha comentado un par de veces, Draco estaba de muy buen humor.

-¿Tan rápido las gastas?- dijo al fin, por decir algo.

-Oh, sí. Es que escribo mucho.

-Apuesto a que no puedes estropear- Draco buscó en la bolsa otra vez y sacó una pluma de águila bastante buena- ésta en un mes.

-¿Estropear hasta que sea inutilizable?

-Sí- asintió él, y luego especificó-: No vale agredirla a propósito, tienes que usarla como una pluma normal.

Ella pareció pensarlo un poco y finalmente preguntó:

-¿Cuánto apuestas?

Joder, Draco sólo había querido hacer su buena obra del año y había acabado apostando con una Weasley.

-Tsk, no creo que tengas nada de valor.

Ella hizo rodar los ojos.

-No tienes mucha imaginación, ¿no?

Draco frunció el ceño y trató de taladrarla con la mirada. Ella no le prestó atención y fijó sus ojos en la novela que él había dejado sobre la mesa.

-¿Brujitas?- leyó ella, y levantó sus ojos hacia él- ¿Qué es eso, la versión mágica de Mujercitas?

Draco enrojeció, visiblemente turbado. Ella soltó una carcajada especialmente sonora en una biblioteca vacía.

-Oye, no lo escogí yo, Pansy me lo hizo leer- mintió él.

-Mira, si tú ganas, no le contaré a nadie que lees libros para jóvenes brujas con hormonas belicosas- acordó ella, cuando finalmente dejó de reír.

Mierda, mierda, mierda, ¡una Weasley lo estaba chantajeando! ¡La más pequeña del clan, para más señas! ¿Se podía caer más bajo? ¿Y no se suponía que los pequeños Gryffindors no hacían ese tipo de cosas? ¿No tenían que ser justos y honorables y caballerosos? ¡Ahora no podía dejar la apuesta colgada! ¡Tenía que ganar! Mierda, mierda, mierda.

-A nadie, ni a tus hermanos.

-Por supuesto, a mis hermanos menos que a nadie.

-¿Y si tú ganas?

La pelirroja sonrió de un modo que hizo que la piel de la nuca de Draco se erizara. ¿Pero qué demonios estaba haciendo? ¿Se estaba volviendo definitivamente loco?

-Tendrás que llevar pantalones de cuero durante todas las vacaciones. Sin túnica. Y quedarte en Hogwarts, por supuesto.

Draco parpadeó rápidamente unas cuantas veces, tratando de asimilar lo que acababa de oír.

-¿Me estás diciendo que quieres verme en pantalones de cuero?

Ella se sonrojó ligeramente y sacudió la cabeza con vigor, provocando que el pelo le fustigara ambos lados del cuello.

-Oye, ¿qué te has creído?- dijo al fin- ¡Es un regalo de cumpleaños para una amiga!

Draco sonrió con superioridad.

-Suele pasarme.

-¿El qué? ¿Encontrar gente con mal gusto o que te pillen leyendo Brujitas?- se mofó ella, pronunciado la última palabra con desdén.

Draco la miró fríamente, aunque estaba hirviendo por dentro.

-Tienes una semana.

Dicho esto, se puso en pie, recogió su bolsa, anduvo a largas zancadas hacia su túnica, la dobló sobre su brazo y salió airosamente de la biblioteca.

En cuanto la puerta se hubo cerrado tras él, echó a correr hacia su sala común.

Ginny, mientras tanto, cogió Brujitas y le echó una ojeada por donde yacía el punto de libro de Draco.

-Tsk, ni siquiera ha llegado a la mejor parte- constató, antes de volver a su trabajo.

Draco no se detuvo hasta llegar a su Sala común, donde se desplomó al lado de Pansy.

-¿Se puede saber qué te pasa?- dijo ella, molesta, apartándolo con un empujón contundente en el brazo.

-¿Cómo se llama la Weasley?- susurró él, aún agitado, pasándose una mano por el pelo.

Ella le dirigió una mirada azul desde detrás de su pelo teñido de negro.

-¿Qué pasa? ¿Te ha mordido?

-¿Qué?

-Ginny. Se llama Ginny- resopló Pansy, y volvió a su libro con un ademán hosco.

-¿Ginny? ¿Qué clase de nombre es ése?- se preguntó él.

-Pff. Es mejor que Pansy.

Draco levantó dos cejas rubias. Eso era cierto. Ginny sonaba... familiar. Pansy sonaba a pija. Era un nombre horroroso.

-Kin, ¿quieres dejar el libro y escucharme?- insistió, tras volver su vista a la chica y constatar que Kin (de ParKINson, claro) no le prestaba atención.

Ella le dirigió otra mirada de lado, y acto seguido dejó el libro sobre la mesita y se sentó sobre el reposabrazos del sofá, encarando a su amigo. Como siempre, puso sus botas militares sobre el tapizado verde.

-Quita los pies de ahí- ordenó él, cada vez más molesto. Pansy tenía sus días asociales (como ése), y no había quien la soportara entonces. Draco sospechaba que se debía a la menstruación, pero no lo juraría. Más que nada porque una vez estas supuestas molestias femeninas duraron dos meses.

Ella le sacó la lengua y no movió los pies. Tras una pequeña pausa, dijo:

-Draco, querido, ¿se puede saber qué te ha hecho la chica Weasley? ¿No estabas de buen humor?

-¿Que qué me ha hecho? ¡Pues me ha pillado leyendo algo privado! ¡Y me ha chantajeado! ¡Y me ha hecho apostar con ella!

-Espera, espera. ¿Qué te ha pillado leyendo? ¿Las cartas porno de Fleur?

Draco la taladró con la mirada. Pasara lo que pasara, no iba a ceder y confesar que estaba leyendo Brujitas.

-¿No? ¿Entonces? ¿El Playwizard?

-Que tú leas eso no quiere decir que todos lo hagamos- replicó él, cansado.

-Oye, ¿no me estarás llamando lesbi?- preguntó ella, golpeándolo suavemente con la punta de su bota.

-No...

-Me alegro. Sólo le eché una ojeada para ver qué era exactamente. Y no me gustó nada. Los tíos sois unos pervertidos. ¿Pero entonces...?- Kin le echó una ojeada maliciosa- ¿No habrás vuelto a coger Brujitas, verdad?

Draco se sonrojó y se observó las manos.

-Es interesante.

-¡Lo sabía!- Pansy rió estruendosamente y se cayó del sofá.

Él, que a estas alturas ya tenía dolor de cabeza, se arrastró al lado del sofá de su amiga y observó por encima del reposabrazos cómo ella se desternillaba de risa en el suelo.

-Un poco de respeto, por favor- se quejó.

-No... puedo... cre... creerlo...- consiguió decir ella entre carcajadas.

Draco se frotó las sienes vigorosamente. Esto se estaba convirtiendo en una tarde horrible. Como mínimo nadie en la Sala Común les prestaba atención, ya que los ataques de histeria de Kin eran muy conocidos. Aparte de que Kin aterrorizaba hasta a Crabbe y Goyle. Pero no era mala chica... cuando estaba de buen humor, al menos.

Llegando a la triste conclusión de que Kin tenía el día tonto y que ya podía ir descartando contarle a alguien comprensivo lo de la Weasley, Draco dejó a su amiga revolcándose de risa (todavía...) sobre la alfombra y se marchó a su habitación.

La oportunidad de contárselo a Pansy llegó durante el desayuno del día siguiente.

Draco ya estaba mordisqueando su tercera tostada cuando ella llegó, la corbata desatada y el pelo revuelto, apartó a Crabbe de un empujón y se sentó en la silla del chico, al lado de Draco.

-Dime- lo instó-, ¿a qué te chantajeó la pelirroja?

-Obviamente no te importa mucho, o me hubieras escuchado ayer.

Tal como esperaba, Kin no aceptó la respuesta e insistió mientras vaciaba la bandeja de bacon en su plato. Nadie se quejaba nunca, y eso que lo hacía cada mañana.

-Venga, Draco. ¿De verdad tienes que ponerte de morros si no juego a La Amiga Comprensiva cada vez que vienes a lloriquear porque Guarry Patata, Minina la Granjera Superdotada y su noviete el Chaval de las Pecas te han hecho pupa?

-Oye, yo no hago eso- se quejó él.

-¿Ves? Ya estás lloriqueando- insistió ella con una sonrisa ladeada.

-Yo no lloriqueo, pero haz el favor de no hablar mientras comes.

Pansy clavó un mordisco enorme a un pancake con mermelada de arándanos y asintió.

-Además, no fue Potter, fue la niñata esa... ¿Mermelada y bacon?- Draco hizo una mueca. El día después de los ataques de antipatía, Pansy atacaba al desayuno. Ya lo hacía normalmente, pero en esas mañanas de después de la 'tormenta' la cosa se ponía realmente fea.

-Bueno, ¿me lo cuentas o no?

Draco evitó una sonrisa reveladora que luchaba por salir. Kin pidiéndole que se lo contara, justamente lo que quería.

-Me la encontré en la biblioteca, fui a molestarla, acabamos hablando, me pilló con el libro y apostamos a que no podía destrozar una pluma de águila en una semana y... Agh, qué asco, no seas guarra.

-¿Una pluma de águila?- las cejas de Kin volaron hacia arriba, la boca llena de comida y los ojos fijos en la mesa de Gryffindor- ¿Como la que lleva en el pelo?

Draco dirigió su vista lentamente hacia la pelirroja, que se acababa de sentar en su lugar habitual con cara de dormida y llevaba su pluma de águila sujetándole el pelo en la nuca.

-Queda bien, ¿no crees?- preguntó Kin, a su lado, sin darle mucha importancia a la cara de rabia absoluta de Draco-. ¿Me dejas tu pluma azul nueva para ponérmela así?

-¿Qué?- gruñó él entre dientes. Habían quedado en que sólo valía un uso normal de la pluma, y, por muy bien que le quedara el estilo años veinte, no era legítimo hacer eso.

-Que si me dejas tu pluma de tropecientos mil galeones para ponérmela en el pelo- repitió ella.

-Pansy, no tienes pelo para hacer eso.

-No me llames Pansy, idiota- se quejó ella arrugando la nariz y pasando una mano por su pelo teñido de negro como si quisiera comprobar que, efectivamente, no le daba para hacerse ni una cola-. Pues me la engancharé con un clip.

-No- dijo él con un tono peligroso, matando a la mirada a Weasley y Granger, que en ése momento buscaba su propia pluma para que Ginny se la pusiera también en el pelo.

-Qué borde eres, hijo- se lamentó Kin, la graciosa nariz arromangada ligeramente arrugada, levantándose de un salto y recogiendo su bolsa de debajo la silla- Toca Aritmancia, ¿te vienes o no?

Draco la siguió, de morros, hacia sus clases del día. Tendría que hablar con la Weasley y dejarle las cosas bien claras.

Lo hizo esa misma tarde, cuando, al volver de Cuidado de Criaturas Mágicas, se la encontró charlando animadamente con el plasta de la cámara.

-Vete, Creevey- le soltó en cuanto estuvo cerca, y el chico se marchó lo más rápido que pudo. Con una sonrisa desagradable, el Slytherin se volvió hacia su presa, que lo miraba con curiosidad no exenta de cierto nerviosismo.

-No tenías que hacer eso, ¿sabes?- dijo ella- O al menos podrías haber dicho 'por favor'.

Draco, que ya tenía la boca abierta para dejar escapar su primer comentario depredatorio, la cerró y la volvió a abrir para decir:

-Oye, ¿sabes con quién hablas? Yo no voy por allí pidiendo permiso.

-Ah, claro, qué tonta- convino ella, sonriente-. Dime, ¿qué ibas a decir?

Draco frunció el entrecejo.

-Me has desconcentrado.

-Vaya. ¿Te gusta mi peinado?- Ginny dio una vuelta sobre sí misma para que él pudiera verlo mejor.

-Sí- dijo él sin pensar, y luego rectificó-: No, claro que no, es horrible, quítatelo ahora mismo.

-¿Por qué?- ella fingió entristecerse, pero, desafortunadamente para Draco, había oído el sí perfectamente. Demonios. Él decidió ir directo al grano.

-Pues porque vas a romper mi pluma.

-Bueno, de eso se trata.

-Ya, pero tienes que hacerlo escribiendo, Weasley, no usándola de pasador.

Ginny sonrió traviesamente, provocando que Draco cambiara su peso de lado con nerviosismo.

-Dijimos que tenía que romperla haciendo cosas normales con ella, y es de lo más normal usar una pluma como adorno para el pelo.

Draco bufó. La peliorroja tenía razón, habían dicho 'cosas normales', ¿pero a quién se le ocurría ponérsela en el pelo?

-Tonterías. No puedes llevarla en el pelo.

-¡Pero Malfoy!- contestó ella con voz de niña pequeña, señalando en derredor- ¡Todas lo llevan!

Él le echó una ojeada al pasillo. Ciertamente, cuatro o cinco chicas de... cuatro o cinco que había lucían sus plumas de escribir en el pelo.

-¿Has introducido una nueva moda?

-Tú también lo harás con los pantalones de cuero- rió ella.

-Oye, yo NO voy a llevar pantalones de cuero- aclaró él. Con un rápido movimiento de muñeca, digno del buscador de Slytherin (vamos, él), sacó la pluma de entre el pelo de Ginny, sorprendiéndose de lo suave que era, y se la tendió.

-En el pelo no.

-Tramposo- dijo ella, sacándole la lengua.

-Tramposa tú.

Ella batió las pestañas con mofa y se marchó, pluma en mano.

Draco se preguntó por qué estaba sonrojado.

Nota de Autora: No me matéis, tenía un bloqueo con ByN y el capítulo 4 de On Air se resiste. En fin... Ahora que subo esto ya tengo mis problemas con el Profesor Graham por un lado y Susan Bones por el otro solucionados me veo capaz de decir que On Air subirá más pronto que tarde y ByN más tarde que nunca porque al parecer va a ser el capítulo más largo de la historia (gracias a mi beta artística/co-escritora LaLi).

Agradecimientos a: Los maravillosos autores de D/G que corren por la web (¡D/G SIEMPRE!), a mis compañeros de clase por darme ideas geniales y a mis betas (CoCo, LaLi, Anshy the Psycho Nimph/Tsuku y Polymnia-loff) por estar ahí siempre. Más o menos ocupados, pero siempre ahí.

Cualquier sugerencia, aplauso, bombardeo de tomates o lo que se os ocurra... contestaré seguro.