Un mañana

Todo estaba destruido. La civilización nunca podría llegar a ser como antes. Cada día una mayor cantidad de pequeños niños terminaba siendo huérfana, sin tener la posibilidad de vivir decentemente. Cada día miles de guerreros terminaban siendo el alimento de muchos gigantes, crueles e insensibles. Cada día millones de lágrimas amargas eran derramadas por aquellas personas que lo habían perdido todo. La gente ya no creía en una posible salvación; ya no creía en un posible futuro. La desesperanza llevaba a los hombres a cometer suicidios, métodos que aliviarían, según ellos, la carga que sus corazones llevaban. Nada volvería a ser como antes. Los niños veían cómo sus padres eran devorados por aquellos seres siniestros; los abuelos recordaban el espléndido pasado que vivieron en su bella juventud; los hombres lanzaban gritos desgarradores bañados en dolor e impotencia. Nadie quería seguir viviendo, nadie quería escuchar un "Lamentamos su pérdida", nadie quería volver a ver cómo sus familiares, amigos y compañeros eran desgarrados o consumidos por los titanes, nadie quería creer en una salvación inexistente. Las personas no podían salir a la calle sin llorar debido a que con sólo caminar un par de pasos un cuerpo masacrado se podía llegar a divisar. Los muros habían sido destruidos por completo. Los titanes habían invadido las calles y, poco a poco, empezaban a devorar a los pobres ciudadanos que vivían dentro de los edificios. El suelo estaba bañado con sangre, al igual que las paredes y vidrios. Los sobrevivientes morían debido a traumas psicológicos o enfermedades. El hambre comenzaba a aumentar, al igual que la sed de libertad. Nadie seguía adelante; la única persona que lo hacía era él, Eren Jaeger, quien todavía no perdía las esperanzas. Él solamente quería escuchar "mañana venceremos", "mañana la humanidad se salvará", "mañana dejaremos de ser prisioneros de la maldad", sólo quería escuchar un "mañana".