I love the way you lie
Este es un fic con propósitos de entretenimiento, sin intención de infringir los derechos de los autores correspondientes.
Acotaciones:
&..&... Cambio de escena.
Otras notas al final del cap.
Una noche más Rosalie iba saliendo del trabajo. Estaba oscuro y había llovido, por lo que la temperatura era algo baja. Su uniforme de mesera no era lo más abrigador del mundo y no se le ocurrió llevar algo más para cubrirse, así que caminó una cuadra hasta el tren subterráneo abrazándose a sí misma. Una vez ahí el calor la ayudó un poco y se sintió más cómoda. Esperó unos momentos con su bolso colgado al hombro y sintió las miradas penetrantes de dos hombres. Los miró de reojo, la estaban recorriendo de arriba abajo y no le gustó nada la forma en que lo hacían.
Suspiró aliviada cuando llegó el tren y se subió. Desafortunadamente ellos la siguieron. Entraron en el vagón apresurados, riéndose, mirándola. Abrazó su bolso contra el pecho y se quedó parada en una esquina del vagón, así pensó que estaría más segura. Al fin y al cabo no eran muchas estaciones.
Así se quedó todo el tiempo y ellos tampoco se movieron. Pensó la estarán esperando para acorralarla cuando saliera de nuevo a la calle, ojalá que hubiera alguien esperándola. Cuando llegó a su parada salió del tren y justo como lo supuso, los dos hombres fueron directos tras ella. Se apresuró para salir y subió las escaleras casi corriendo. Al estar en la calle oscura y sentir la llovizna que comenzaba a caer de nuevo, vio ahí de pie a una figura conocida. Y suspiró de alivio.
Fue directo hacia él y lo tomó del brazo, él por reflejo le sonrió de manera tan sensual como siempre y luego la tomó de la barbilla para besarla. Rosalie le correspondió el beso con pasión, de la forma en que a él le gustaba. Cuando se separaron Rosalie volteó y encontró ahí a los dos hombres, estaban mirando como si dudaran en acercarse o no.
Por un lado ese era un vecindario bajo, de esos en los que a diario suceden crímenes de manera impune, eso no estaba a su favor. Pero no se preocupó, el hombre que abrazaba era capaz de aplacarlos a ambos y no saldrían bien librados.
- ¿Y esos tipos qué te miran? –preguntó él y Rosalie se asustó, tampoco deseaba causar un problema.
- No lo sé. Son unos perdedores, ya vámonos. –le pidió halándolo en dirección de su casa. Él les dedicó una última mirada envenenada a los tipos y emprendió camino con Rosalie aún abrazada a él.
Llegaron en silencio a su departamento, sólo dos cuadras más adelante. Era un edificio destartalado, con algunas ventanas tapiadas y la pintura roída por los años. Y por dentro nada era mejor. En ese lugar ya llevaban tiempo viviendo porque el novio de Rose lo consiguió prestado y eso les facilitaba las cosas. Ahí tenían un par de sillones viejos y en mal estado, una mesa pequeña con dos sillas que no hacían juego, la cocina vieja que apenas funcionaba, un baño y una habitación con una cama y un closet, la televisión moderna estaba en la sala junto con aparatos de sonido muy costosos que desentonaban, igual que la computadora… Rosalie nunca preguntó el origen de aquellos objetos pero lo sabía de sobra.
Entraron y ella olvidó por completo a los tipos del tren. Una vez ahí se dio cuenta de que estaba cansada después de un turno completo atendiendo mesas, además tenía hambre porque apenas desayunó un par de rebanadas de pan tostado. Pero sus necesidades pasaban a segundo plano cuando él estaba ahí.
- ¿Quieres cenar? –le preguntó a su novio con una sonrisa esperando que le apeteciera algo rápido que le permitiera comer pronto.
- Quiero cenarte a ti. –contestó él y se acercó para abrazarla.
La aprisionó como una boa constrictora hasta casi sacarle el aire y buscó un beso muy húmedo y casi violento, después le quitó el bolso y lo arrojó al suelo antes de pasar ambas manos por debajo de la falda corta que ella llevaba como parte del uniforme. Con pasos cortos fueron al sillón y él la puso ahí y se colocó encima, dispuesto a satisfacer todas sus necesidades.
Como era usual, ella se olvidó de que tenía hambre o estaba cansada. Porque la pasión que siempre existió entre ambos la consumió. Se dejó hacer y lo complació en todo lo que él pidió y así se les fue buena parte de la noche.
- Tengo que dormir. –casi le rogó Rosalie cuando se dio cuenta de que estaban por dar las 4am.
- Hazme algo de cenar y después duermes todo lo que quieras. –le dijo él y le besó la frente antes de pararse desnudo de la cama, a donde finalmente su pasión los llevó, y buscar unos bóxers que ponerse.
Rosalie suspiró y también se puso algo, ropa interior y encima una pijama de shorts y blusa corta, una de las que él le había regalado por ser casi transparente. Revisó la cocina y no encontró mucho, con su próxima paga tendría que arreglar eso porque él a veces se olvidaba de esos detalles y no le gustaba que se lo recordara.
- ¿Un omelet? -le preguntó en voz alta.
- Es cena, no desayuno. –replicó él desde el baño.
- Estamos más cerca del desayuno que otra cosa. –le replicó riendo. Se quedó de pie esperando respuesta, hasta que él salió del baño y se acercó. Al estar muy cerca la tomó por la cadera y la atrajo hacia su cuerpo con un gesto firme.
- Te doy horas de placer y ni siquiera puedes complacerme un poco. –le habló tranquilo.
- Creo que ya te complací bastante. Y el omelet es una excelente idea. –contestó ella no dispuesta a ceder a sus encantos y quedarse el resto de la noche intentando inventar algo elaborado.
- Lo que sea. Pero mañana me haces algo bien ¿de acuerdo? –levantó ambas cejas para cerciorarse de que Rosalie entendió la orden y ella asintió. Luego, le dio una pequeña nalgada y fue para buscar cigarrillos.
Rosalie se quedó preparando el omelet y cuando él volvió y le ofreció para fumar, ella aceptó. Ese fue uno de los hábitos que tomó de él, pues cuando se conocieron ella ni siquiera lo había probado. Finalmente la comida estuvo lista y ella sirvió dos platos, acompañados de refresco de cola, lo único que tenían para beber, él ya estaba mirando la televisión.
- Está servido. –le avisó sentándose en la mesa, pero él pareció no escucharla. – Dije que está servido, Royce. –repitió y él fue a sentarse con ella.
&..&...
Emmett estaba en su trabajo, era abogado. En cierta forma no encajaba en el perfil promedio por su gusto por los deportes y las actividades al aire libre, las cuales se le facilitaban debido al gran físico que tenía, pero siempre fue bueno en relaciones públicas, su carácter abierto le facilitó siempre hacerse de amigos, así que se desempeñaba bastante bien. No tenía mucho más que pedirle a la vida, tenía amigos, un buen empleo que le gustaba, los fines de semana a veces jugaba algún deporte, era feliz… y tenía una mujer a su lado para compartirlo todo.
Era cierto que a veces, muchas veces, era difícil llevar la relación con ella, porque tenía un carácter difícil y rebelde, era caprichosa y hacía cualquier cosa por obtener lo que quería. Pero la amaba y con eso resultaba más que suficiente. Pronto cumplirían dos años de estar juntos y él ya pensaba en pedirle que se casaran. Podía imaginarse su vida juntos, llena de altibajos, eso sí, pero a la vez todo lo que siempre deseó. Una casa grande con jardín para hacer cenas románticas, viajes por todo el mundo en las vacaciones… y eventualmente niños. Se había visualizado con dos o tres, quería tener un chico para enseñarle todas las cosas rudas de hombres y una chica para que fuera su princesa. Eso sería perfecto. Ambos podrían parecerse a él, pero deseaba que tuvieran la fuerza de la mirada de su madre y el fuego de su cabello rojo, las dos características que más le gustaron siempre de Victoria.
- Señor McCarty, la señorita Victoria está aquí. –le avisó la voz de su secretaria por el altavoz. Él se sorprendió ¿qué querría Victoria?
- Que pase. –le respondió presionando un botón y muy pronto la vio entrar.
Iba tan hermosa como siempre, con el cabello libre y casi salvaje cayendo con gracia por su espalda, llevaba puestos unos pantalones de mezclilla casuales muy entallados y una blusa negra que resaltaba el rojo de su cabello. – Estás muy hermosa hoy. –la alagó mientras se ponía de pie para saludarla.
- Es bueno saber que te gusta lo que ves. –respondió ella mientras llegaba a su encuentro. Se besaron como siempre para saludarse y ella lo llevó de vuelta a la silla del otro lado del escritorio. - ¿M extrañabas? –le preguntó mientras lo incitó a sentarse y después ella lo hizo en sus piernas.
- Siempre te extraño, ya lo sabes. –le acarició la punta de los cabellos con ternura y la miró a los ojos, podría perderse por siempre en esa mirada.
- ¿Sabes qué sería perfecto? –lo cuestionó y él negó con la cabeza- Que fuéramos de fin de semana a la playa. Se me ocurrió hoy. Podríamos tener esas noches románticas que tanto te gustan… -le murmuró recorriendo su pecho por encima de la camisa.
- Vic… es una gran idea, pero… ¿crees que podrías esperar un poco? Este sábado tengo un partido con los chicos. –le pidió frunciendo el seño.
- ¡Emmett! –se quejó haciendo un puchero. – Ya lo planee todo, inclusive sé qué me voy a poner… quiero verme linda para ti. ¿Por favor? –insistió sonriendo encantadora.
- Vic, es sólo un poco más.
- Emmett, te amo. Por favor. –se vieron a los ojos un rato hasta que él suspiró.
- Como tú quieras, princesa. –le dijo cediendo.
- Soy una reina, no una princesa. –le replicó en tono altanero pero juguetón y lo besó en los labios. – Que tu secretaria haga las reservaciones. Yo tengo cosas que hacer. –le dio un nuevo beso y se levantó para marcharse sin mirar atrás.
Emmett la miró irse y negó un poco con la cabeza, ella siempre lograba sonsacarle todo, cualquier cosa que deseara él se la daba. A veces… hasta se preguntó si hacía lo correcto, si en verdad entregarlo todo así nada más no sería malo a la larga. Pero siempre trató de quitarse esas ideas de la cabeza, porque la amaba y eso era todo necesario.
&..&...
Ya casi era momento para ir a trabajar y Rosalie estaba cansada, la noche anterior casi no durmió nada, lo último que deseaba era ir durante ocho horas a atender mesas. Pero tenía que hacerlo. Por mucho que no le gustara, con su educación inconclusa era a lo más que aspiraba. Se preguntó qué estaría haciendo Jasper en esos momentos ¿dónde viviría? ¿A qué se dedicaba? Desde los diecisiete años que no lo veía y no pasaba un día que no lo extrañara. Pero no temía por él, su hermano gemelo siempre fue inteligente y fuerte, tenía una capacidad impresionante para desenvolverse en cualquier medio, conocía a las personas y podía manipularlas a su antojo, como si por arte de magia las hiciera sentirse justo como él deseaba que lo hicieran.
Miró por milésima vez la fotografía que tenía entre sus manos, la última que se sacaron juntos. Fue justamente del día en que cumplieron los diecisiete. Ambos se veían felices por el simple hecho de estar juntos, porque en aquel entonces sólo se tenían el uno al otro. Ahora, ocho años después, ya no se tenían mutuamente, pero ella no estaba sola y esperó que él también tuviera a alguien.
Suspiró y decidida a despejarse un poco antes de ir a trabajar guardó la fotografía y salió de su departamento, Royce se había marchado un rato antes con sus amigos así que no esperó verlo cerca, pero ahí estaba. Justo al final del largo pasillo hablando con alguna chiquilla que bien podía ser menor de edad. Ella recargada contra la pared y él muy cerca… en una posición que sin tocarla podía sentir su cuerpo por la escasa distancia.
Se enfureció al instante. Regresó adentro y llenó una jarra con agua fría, luego, volvió y los encontró sin haberse movido un ápice. Caminó hasta ellos en silencio para que no la notaran y tuvo éxito, estando ya a poca distancia les aventó encima el líquido y los dos se separaron. Ambos la miraron con incredulidad y furia, ella simplemente dio media vuelta y regresó con pasos largos a su departamento. Sabía que acababa de desatar la tormenta pero no pudo contenerse. Verlo así con esas sucias intenciones hacia esa desconocida encendió el fuego en su interior. Royce podía no ser perfecto y ella tampoco, en realidad en el fondo sabía que ambos estaban muy arruinados… pero se pertenecían mutuamente, a nadie más.
- ¡Qué demonios crees que hiciste! –le gritó su novio cuando azotó la puerta tras de sí, apenas alcanzó a entrar un segundo antes que él. Iba todo mojado, tanto la playera blanca sin mangas como el pantalón de mezclilla.
- ¡Y qué crees que estabas haciendo tú! –le gritó de vuelta dejando la jarra sobre la mesa y poniéndose del otro lado.
- Eso no te importa. Estaba hablando con ella y ya. Y si quiero hacer algo más, lo haré. Y no hay nada que me lo vaya a impedir. –su tono de voz fue tan alto que Rosalie estaba segura de que todos los vecinos pudieron escucharlo.
- ¡Pues hazlo! Ve y acuéstate con quien se te pegue la gana, pero no creas que vas a volver conmigo. –ella también le gritó.
- ¿Ah si? Pues lo voy a hacer y tú solamente vas a estar mirando, porque hago contigo lo que quiero. –se acercó más y ella rodeó la mesa, estaba empezando a asustarse. - ¡No intentes huir! No me hagas enojar más.
- ¡Ya cálmate, Royce! Te lo merecías, tú y esa cualquiera con la que estabas.
- Tú te lo buscaste. –le advirtió y fue tras ella.
Rosalie trató de alejarse, de llegar a la puerta y salir de ahí, pero como de costumbre él fue más rápido. La tomó con fuerza de un brazo y la azotó contra la pared más cercana, una vez ahí le agarró ambos hombros y la sacudió con fuerza. Rosalie se defendió, usó las uñas para arañarlo y que la soltara. Él muy sorpresivamente quitó su mano derecha, pero medio segundo después impactó el puño contra la pared a un centímetro del rostro de la mujer, la pared al no ser de concreto cedió y su puño perforó dejando un agujero.
- ¿Quieres ser tú? ¿Quieres ser tú la que reciba mi puño? Porque estás muy cerca de lograrlo. Estás a nada de ganártelo.
Ella giró la cabeza mirando al suelo en la dirección opuesta a su puño y se quedó quieta, esperando que él se tranquilizara o cumpliera la promesa, cualquiera de las dos cosas eran posibles. Así pasaron unos segundos que se amontonaron en minutos hasta que finalmente Royce la soltó y se alejó. Rosalie suspiró conteniendo las lágrimas en sus ojos y caminó con pasos firmes hacia la habitación. Ahí tenía ya su uniforme listo, así que se cambió tan rápido como pudo utilizando sus manos temblorosas y de salida tomó el bolso que usaba a diario.
Recorrió el pasillo y bajó las escaleras llorando, apresurada, no quería que Royce la alcanzara si es que deseaba ir por ella. Él la amaba, de eso nunca le quedó duda, pero a veces tenía problemas controlando su temperamento y como prueba de ello muchas veces antes tuvo moretones y heridas para probarlo.
Y ella era tonta, porque nunca aprendió a no provocarlo. Siempre procuraba mantenerlo contento, pero a veces… justo como en esta ocasión, su propio temperamento la traicionaba y acababa por jugarle una mala pasada, meterla en problemas. Menos mal que esa tarde no tendría que dar explicaciones sobre un ojo morado o un labio partido, porque nadie entendía que a pesar de todo ellos se amaban y se necesitaban. Royce fue su salvador una vez y siempre lo sería.
&..&...
Emmett y Victoria estaban en la playa, solos de noche sobre la arena contemplando las olas y escuchando el suave murmullo del mar. Finalmente esos días de vacaciones al hombre le cayeron bien, así que la abrazó para agradecerle por convencerlo.
- Tenías razón, venir fue lo mejor. –le murmuró en el oído.
- Siempre tengo razón. –respondió ella con una sonrisa. – Siempre puedes posponer tus partidos una semana, no pasa nada.
- No pasa nada. Pero son dos semanas. En ocho días se casa otro de los abogados… por cierto, estaba pensando en que te verías más hermosa de lo normal con un vestido nuevo en la recepción de la boda.
- Lo sé. –dijo y lo besó un poco en los labios, satisfecha con todos los detalles y el esmero de su pareja por mantenerla contenta. – Te acompañaré y haré que todos te tengan envidia. Especialmente el novio, que se está condenando.
- ¿Condenando? –contestó levantando una ceja.
- Sí, él mismo y a la pobre chica. El matrimonio es como algo del siglo antepasado, atarte a una sola persona por toda la vida debería estar penado por la ley. Oye… ¿quieres ir a la habitación? –le sugirió acariciando su pecho desnudo, él asintió y la ayudó a ponerse de pie, pero no sonrió.
Escuchar esas palabras de Victoria lo desconcertaron. Ellos nunca antes hablaron de matrimonio y tal vez esa noche se enteró de la razón. La mujer con la que deseaba casarse no sentía lo mismo por él. Fue un golpe duro, porque cambió todos sus planes. Pensó que tal vez pudiera convencerla, porque estaba seguro de que ella también lo amaba… quizás cuando viera el anillo hermoso –el mismo que llevaba él guardado en su maleta luego de comprarlo en un impulso- entonces, Victoria cambiaría de opinión respecto a casarse y lo haría.
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Rosalie regresó asustada esa noche, de haber podido hubiese esperado un poco más antes de volver a casa pero no tenía otro lugar a dónde ir. Pensó en todas las posibilidades… en si Royce no estuviera, si lo encontrara en su cama con otra, si estuviera aún enojado… definitivamente tenía que disculparse. No es que se arrepintiera de lo que hizo, pero sí era inteligente como para tantas horas después darse cuenta de que no deseaba dañar su relación con él.
Cuando estuvo frente a la puerta de su departamento alcanzó a escuchar el ruido de la televisión y varias risas adentro, todas de hombres. De seguro eran los amigos de Royce… y no le gustaban nada. Los consideraba una bola de perdedores, maleantes… y detestaba la manera en que siempre la miraban, como si desearan tirarla al suelo y hacerle todo tipo de cosas. Pero si su novio estaba contento y había olvidado el asunto del agua, entonces, con gusto pagaría el precio de tener ahí a la bola de hombres.
Y fue justo como lo pensó. Al abrir la puerta pudo ver a seis hombres regados por la pequeña sala con cervezas y cigarros. Al instante todos la miraron y su pareja se levantó para recibirla. Fue hasta ella con una sonrisa y la besó. Por el sabor de su aliento y la expresión de sus ojos pudo ver que no sólo estaba ebrio, sino que también había consumido algo más. Le correspondió el beso dejándolo entrar en su boca y juntar sus lenguas, tampoco protestó cuando la acorraló contra la pared… pero al sentir una de sus manos subiendo por la parte interior de sus piernas, tuvo que detenerlo. Sabía que en ese estado Royce no era él mismo y bien podía desear hacerle el amor enfrente de todos, pero ella no lo iba a permitir.
- ¿Quieres que les haga algo de comer? –preguntó para disimular el rechazo y él pareció no notarlo.
- No, ya encargamos pizzas, deben estar por llegar. Ven, siéntate con nosotros. –la tomó de la mano y volvió al sillón, se sentó y la puso sobre su regazo antes de volver a concentrarse en la televisión.
Se quedó ahí varios minutos observando en silencio, preguntándose hasta qué horas tendría que seguirle la corriente a Royce y muy agradecida porque él estaba de buenas. Poco rato después llegaron las pizzas y ella los atendió a todos muy contra su voluntad. Después siguió sentada en el regazo de su novio por un par de horas más hasta que los demás decidieron marcharse a seguir la fiesta en otro lado pero Royce prefirió quedarse a disfrutar de Rosalie.
&..&...
Una noche Emmett decidió que sería momento de hablar las cosas con Victoria, luego de su revelación durante el viaje a la playa le había estado dando muchas vueltas al asunto del matrimonio y finalmente no quiso arriesgarse y proponérselo sin tantear antes el terreno. Así que le llamó para citarla. Esperó que ella deseara ir a un restaurant que solían frecuentar, pero para su sorpresa dijo estar cansada y algo apurada, así que le pidió pasara por ella a su oficina y hablaran de camino a casa. Así lo planeó Emmett, pero se le hizo algo temprano y no deseando importunarla le mandó un mensaje diciendo que la esperaba en la cafetería cercana a su trabajo.
El hombre entró y eligió una mesa de tantas que había. El sitio la verdad no era nada especial pero eso no resultó importante, necesitaba de toda su concentración para elaborar las frases adecuadas y habar con Victoria.
- Buenas noches. –lo saludó una voz femenina y vio ante sus ojos un menú. Por inercia lo tomó y lo abrió, sin voltear a ver a la mujer que se lo ofreció. – Vuelvo en un momento. –le dijo y luego se marchó.
Rosalie fue hacia la barra pues le estaban entregando la orden de una mesa, después la llevó a una pareja de ancianos que eran clientes frecuentes. Dejó ahí la comida y les sonrió amable como a todo el mundo, aunque a veces no tuviera ganas de sonreír, esa era una buena forma de ganarse propinas. Después regresó con el hombre que acababa de llegar. Él no era su tipo de cliente habitual, iba vestido con un traje que se veía muy costoso y tenía pinta de trabajar en un gran edificio de oficinas, se preguntó por qué estaría ahí.
- ¿Puedo tomar su orden? –le preguntó amable y esperó unos segundos.
- Café, sólo quiero café. –él suspiró y dejó el menú sobre la mesa, ella lo tomó y fue hacia la barra para hacer el pedido.
- Un café negro, por favor. –le dijo a la mujer mayor que se encargaba de preparar los platillos y luego revisó con la vista que todo estuviera bien.
Mientras esperaba el café se fijó más en el visitante, era alto y musculoso, además de muy guapo y se veía tenso, casi apesadumbrado. Además, su tono de voz y el que nada más deseara beber café le ayudaron a llegar a la conclusión de que en efecto algo le pasaba. Cuando le entregaron la taza ella la llevó.
- Aquí tiene. –se la puso sobre la mesa- ¿Hay algo más que pueda ofrecerle?
- No, gracias. –contestó mirando el líquido negro.
- Mi nombre es Rosalie, para cualquier cosa, aquí estoy. –le dijo como a tantos otros clientes, pero esta vez la frase pareció tener un efecto distinto.
Él la escuchó justo en el momento en que pensaba que debía tener una amiga mujer de entera confianza para platicar esas cosas, para consultarle la forma en que debería acercarse a su pareja en momentos difíciles. Y de repente ahí estaba, una extraña a la que ni siquiera había mirado le ofreció ayuda. Claro, era una estupidez pensar que se refería a algo más que ordenar alimentos, pero no pudo evitarlo, volteó a verla. Y se quedó quieto como idiota porque lo sorprendió su belleza. Era alta y esbelta, su figura bien podía ser de una actriz, tenía el cabello rubio sujeto en una coleta de lado y sus ojos azules iluminaban su rostro perfecto, además con la falda corta del uniforme lucía muy bien un par de piernas capaces de robarle el aliento a cualquiera. Después de unos segundos ella levantó las cejas con cara de desconcierto, la sonrisa angelical no se había borrado de su rostro, pero Emmett entendió que quizás ella se estaba preguntando si él estaba loco o tenía una discapacidad mental.
- Lo siento. –se disculpó en automático, sentándose erguido. – Pero en realidad… hay algo que me gustaría pedirte. Aunque entiendo si no deseas responder.
- Escucho. –prometió ella todavía sonriendo, aunque por dentro Rosalie se estaba preparando para que él le pidiera su número o la invitara a salir… lo mismo que hacían casi todos los hombres solos que se pasaban por ahí. Quizás el visitante después de todo no era nada fuera de lo normal.
- ¿Crees que se pueda hacer cambiar de opinión a una mujer sobre el matrimonio? Si ella no lo desea… ¿crees que pueda convencerla? –le preguntó muy serio y eso la desconcertó.
Muchas personas que cruzaban las puertas tenían problemas y no era raro que los compartieran en una charla casual, Rosalie estaba acostumbrada a que extraños le contaran sus cosas, pero el que le hablaran directamente de algo complicado y personal… la tomó desprevenida. Echó una rápida mirada alrededor y notó que nadie la necesitaba, entonces, por puro impulso se sentó frente a él.
- Eso depende… ¿ella te ama? –le preguntó con una sonrisa verdadera para darle confianza.
- Eso creo. –contestó él algo deslumbrado.
- Si ella está enamorada, lo hará. Cuando una mujer ama a un hombre… todo lo demás no importa, ni los defectos, ni las creencias, ni las circunstancias. –contestó pensando en cómo el amor que Royce y ella compartían los había mantenido juntos por ocho años, a pesar de todo.
Él esbozó una media sonrisa, estaba complacido por la respuesta, una parte de su mente se quedó en ello… pero otra estuvo analizando a la joven mujer frente a él. No era su tipo para nada y él no solía ver a otras mujeres que no fueran su pareja, siempre fue así… era su naturaleza. Pero algo fue diferente en esta extraña. No tenía nada que ver con Victoria… ella era una mujer de carácter y aspecto indómito, en cambio la mesera… Rosalie, se veía como una niña dulce y buena, inocente, encantadora por instinto y noble hasta lo más profundo de su ser. Todas esas características no solían atraerlo, él buscaba acción y pasión, alguien con un carácter fuerte que lo retara a conquistarla todos los días. Pero esta vez fue distinto… porque ella lo atrajo y mucho.
- Entonces, ella probablemente acepte casarse contigo. –reiteró Rosalie cuando no vio que él diera señas de articular palabra.
- Sí… yo… eso espero. –contestó finalmente, regresando a la realidad.
- ¿Tienes un anillo?
- Sí. No lo traigo ahora, no se lo pienso pedir hoy pero... lo tengo.
- Deberías intentarlo pronto. –le sonrió una vez más y lo vio separar los labios para decir otra cosa, pero una voz diferente interrumpió.
- Rose, ya vete, es tu hora. –le indicó el jefe desde la barra y sin mirarla de verdad, ella vio el reloj y se dio cuenta de que ya debería estar afuera.
- ¿Tienes que irte? –inquirió él con pesar.
- Sí, me esperan en casa. Pero ha sido un placer conversar contigo. –le extendió una mano y él la estrechó sin dudarlo, todavía lamentándose porque su encuentro hubiera sido tan corto.
- ¿Qué se supone que es esto, Emmett? –escucharon una voz justo a su lado y los dos voltearon, soltándose al instante.
Rosalie vio ahí a una mujer que bien podía ser de quien estuvieron hablando, porque como él, parecía sacada de un rascacielos con su ropa elegante. Pero no fue como imaginó a la futura esposa de ese extraño, ella visualizó a una joven mujer dulce y de aspecto gentil, la que tenía enfrente era una chica con melena pelirroja que le daba aspecto fiero y amenazador. Se puso de pie y dio un paso hacia atrás.
- Con permiso. –dijo en voz baja y se retiró. Fue directa hacia el cajón donde guardaba su bolso y lo sacó para marcharse en ese instante.
- ¿Vienes a recogerme y te encuentro con una mesera? –le dijo Victoria a Emmett en tono despectivo y Rosalie se sintió mal al escucharlo, sí ella no estaba a la altura de esa pareja, como siempre, era muy poca cosa.
- Ya vámonos, Victoria. –ordenó él enojado y sacó un billete y lo puso sobre la mesa, después fue hacia la puerta y ahí se cruzaron con Rosalie, que también iba saliendo un paso delante de ellos.
Afuera notaron a un hombre muy cerca, de cabello oscuro y facciones varoniles, alto y fuerte con pinta de formar parte de una pandilla. Emmett se sorprendió cuando vio que Rosalie iba hacia él y lo abrazaba, él le correspondió igual.
- Pues yo entiendo muy bien qué te vio ella a ti, Emmett, pero no sé qué le viste a ella. –habló Victoria en tono alto y se plantó justo al lado de la otra pareja mirándolos.
- ¿Disculpa? –cuestionó Royce soltando a Rosalie.
- No es nada, Royce, vámonos. –le rogó ella con expresión asustada.
- Que cuides mejor a esta… chiquilla, de que no coquetee con hombres ajenos. –replicó Victoria altanera.
Emmett observó lo siguiente y no dio crédito de ello. El hombre con aspecto de maleante sin previo aviso le soltó a Rosalie una bofetada en el rostro que poco más y la tira al suelo. Él al instante reaccionó y fue a plantársele enfrente al tipo, no iba a permitir que trataran así a una mujer en su presencia. Pero Rosalie estaba más cerca y fue más rápida, se puso entre ellos antes de que Emmett lograra hacer algo.
- Vámonos, Royce, por favor, por favor… -le rogó a su pareja y él la tomó con fuerza del brazo, jalándola y le escupió a Emmett en el rostro antes de llevársela casi arrastrando.
- ¿Y con esa basura estabas hablando? –dijo Victoria en tono burlón antes de comenzar a caminar.
Emmett los miró a los tres, a su novia que avanzó unos pasos y se detuvo, esperando para que la alcanzara, y después a la otra pareja… que ya iban lejos y él seguía halándola con fuerza. Deseó ir y entrometerse en eso que no era su asunto, pero se detuvo. Él no era ningún caballero en armadura y por más que quisiera, su posición no era meterse en asuntos ajenos. Suspiró y avanzó hacia Victoria mientras con la manga del saco se quitaba la saliva del rostro.
Rosalie iba tratando de seguirle el paso a Royce y le costaba trabajo, estaba tan nerviosa que a duras penas podía caminar ¿qué pasó? ¿En qué lío se metió? Ella sólo quiso darle un consejo al extraño… y acabó hasta el cuello de problemas. Su novio la llevó así todo el camino hasta el subterráneo y una vez dentro del vagón la empujó contra un rincón. Pensó que ahí le diría algo, pero no lo hizo, se quedaron en silencio todo el trayecto. Una vez que bajaron, el camino hasta su edificio y escaleras arriba fue en la misma forma que antes, él la llevaba tan fuerte del brazo que estaba segura amanecería con moretones, eso sin contar que le ardía mucho la mejilla. Una vez estuvieron a solas en su departamento la tuvo a su merced.
- ¡Eres una cualquiera! –le gritó tirándola al suelo, Rose en la caída se golpeó la cabeza contra una pared.- ¿Así eres siempre? ¿Te le ofreces a todos? –la pateó en el estómago con fuerza y ella trató de cubrirse, pero fue inútil.
Rosalie sintió que le sacaban el aire de los pulmones con ese puntapié y desesperada por mero instinto jadeó en busca de oxígeno y se llevó ambas manos al estómago. Deseaba tanto que eso no estuviera sucediendo, que Royce no la lastimara así, que él entendiera que lo amaba y no le interesaba nadie más ¿cómo podía decirle esas cosas tan hirientes?
Royce se agachó y la dejó acostada sobre su espalda, entonces, se sentó en su estómago y volvió a golpearle el rostro varias veces. Rosalie gritó y le rogó que se detuviera, una y otra vez, pero no funcionó.
- No fue así… por favor… -pidió cuando ya no podía más.
- Eres una prostituta. Fui para darte una sorpresa y tú te le estabas abriendo de piernas a otro. –le reclamó con los ojos ardiendo en llamas. – Pues si eso quieres, eso vas a tener.
Se acercó a sus labios y los traspasó con violencia, fue un beso como agresión y mientras tanto la tomó de ambas muñecas y se las acomodó rodeándole la cintura, como si deseara que lo atrajera hacia ella. Rosalie se quedó quieta, descansó las palmas de sus manos en el cuerpo de Royce y trató de no pensar ni resistirse porque por experiencia sabía que sólo le dolería más.
Intentó dejarlo hacer y no sentirlo, no quería el dolor de esos recuerdos acompañándola por siempre, no deseaba que el hombre que le hacía el amor se mostrara así… que en lugar de sentir placer a su lado utilizara su cuerpo. Se sentía herida, más por dentro que por fuera, esa era una de las pocas veces que se cuestionaba cómo alguien que la amaba podía lastimarla así.
Él le levantó la falda con ambas manos y le quitó la ropa interior jalándola sin delicadeza, a su paso hiriéndole la piel. Después, se bajó los pantalones y sus bóxers, para ese momento a pesar de que nada más transcurrieron un par de minutos desde su decisión, desde que determinó probarle a Rosalie qué era bueno, él ya estaba listo. Con un solo movimiento se adentró en ella y sintió la resistencia, pero eso nada más acentuó su excitación. Se retiró un poco y volvió a entrar, jadeando… y lo repitió varias veces hasta que terminó en su interior.
Una vez consumado su acto simplemente se levantó y se subió los pantalones.
- Eso querías, eso tuviste. –le dijo con desprecio y se marchó.
Rose se quedó ahí en el suelo llorando, sintiendo en el cuerpo las múltiples heridas, el brazo que le lastimó al jalarla tanto, la cabeza que se golpeó al caer, los golpes en el rostro que ya se le estaban hinchando… y el interior de su cuerpo que palpitaba inclemente. Con las manos temblorosas se puso de pie y tomó su bolso y su ropa interior que quedaron tirados en el suelo. Fue a la habitación y puso el primero sobre una silla y luego tiró las pantaletas al cesto de basura, sin deseos de volver a mirarlas nunca y le trajeran recuerdos de esa noche. Luego se quitó el resto de la ropa y se metió a bañar con agua caliente, iniciando así su ritual… ese que seguía después de que él se mostraba así, haciendo cada cosa que la ayudara a que el cuerpo le doliera menos. Aunque por su alma, poco se pudiera hacer.
&..&...
Emmett se subió al auto después de abrirle la puerta a Victoria y arrancó en silencio, dirigiéndose a casa de la mujer pues después de lo sucedido no estaba de humor para hablar sobre matrimonio.
- ¿Vamos a mi casa? –preguntó cuando se dio cuenta del rumbo- Dijiste que querías que saliéramos.
- Será otro día. –contestó él.
- Estás molesto por lo de la mesera. No lo puedo creer ¿tan amiga tuya es? –lo cuestionó sabiendo que no era cierto, pero deseando dejarle bien claro que estaba molesta y no le iba a permitir que la tratara así.
- No entiendo lo que hiciste. Sólo estábamos conversando como cualquiera, ni la conozco y viste lo que causaron tus estúpidos celos. –le reprochó con más rudeza de la que hubiera hablado nunca.
- Te estaba coqueteando y no estoy celosa, simplemente no me gusta que creas que puedes burlarte de mí así nada más. Y lo que pase entre ella y el animal ese, no es ni mi problema ni el tuyo.
- Eso lo sé. –respondió ahora con pesar, porque en efecto no podía hacer nada para ayudar a Rosalie. – Pero de todas formas, me pareció innecesario.
- Piensa lo que quieras, Emmett. –sentenció ella y él ya no contestó.
El resto del camino lo hicieron en silencio, ambos molestos, y al llegar a su destino ella se bajó dando un portazo después. Emmett arrancó el motor y se fue directo a su departamento, acelerando todo lo posible en el camino, no tenía prisa por llegar, pero tampoco le apetecía conducir con calma como si todo estuviera bien. Cuando estuvo en su hogar fue directo a la habitación y se quedó en ropa interior para tirarse en la cama, todavía exasperado. En su mente revivió mil veces la reacción del imbécil, la forma en que sin dudarlo golpeó a Rosalie y como ella parecía no estar extrañada, obviamente no era una circunstancia inusual. Pronto llegó a la conclusión que ella estaba en una de esas típicas relaciones abusivas, que de seguro él hacía con ella lo que deseaba y ella lo aguantaba todo por amor. Pensó en las palabras que le dijo, cómo ella piensa que el amor justifica todo para quedarte al lado de un hombre… y de repente el sentido romántico que les había dado, desapareció por completo y casi sintió náuseas al pensar en todas las cosas que ella soportaba por amar a una bestia violenta.
A pesar de que estaba cansado, no pudo dormir casi nada en toda la noche. Pensó en que debería ir y enseñarle una lección al tipo, o usar sus conocimientos e influencias como abogado para darle un susto y enviarlo a prisión… también quiso ir y disculparse con Rosalie por lo que hizo Victoria. Pero cuando su despertador sonó, él no llegó a ninguna conclusión y tuvo que levantarse para iniciar un nuevo día.
CoNTiNuaRá...
Hello! Después de mil años heme aquí de nuevo. como pueden ver es una historia un poco diferente a lo que acostumbro y sólo de Rose y Emmett (en el futuro aparecerán algunos otros personajes, pero la trama central es de ellos). Planeo que no sea un fic muy largo. Espero les haya gustado el principio y continuen leyendo. Mil gracias por estar aquí y si tienen dudas, comentarios, pedradas o lo que sea con un review se puede decir! siempre me animan mucho a seguir escribiendo. Nos leemos pronto!
