FECHA: 2012-07-26
FUENTE: SVR/IAB
CLASIFICACIÓN: CONFIDENCIAL
000328
SIPDIS: AMOS Y MAZMORRAS
LK POR Shizune HARUNO
KL POR KAKASHI HATAKE
MP POR SAKURA HARUNO
E. O. 32561: DECL: /23/2012
ETIQUETAS: Trata de blancas, sodomización, prostitución, esclavitud, tráfico de drogas
SUJETO: TFH04: Abierto y cerrado: el caso de Amos y Mazmorras
REF: WASHINGTON 939
Clasificado por: IAB Hiazhi Hyūga
Durante doce meses de formación, los agentes Naruto Uzumaki, Sakura Haruno, Kakashi Hatake, Ino Yamanaka y Sai XXX se infiltraron en el mundo de la dominación y la sumisión para resolver e investigar los homicidios de Irina, Katia, Marru y Roxana, y el origen de una variación nunca vista de popper y cocaína.
El descubrimiento del foro de rol Dragones y mazmorras DS y la llegada del segundo torneo que se inauguraba ese mismo año era el punto de partida de dicha investigación. Los agentes asumieron sus roles de dominantes y sumisos e investigaron a todas las criaturas hasta averiguar que eran un grupo llamado «los Villanos» los que manejaban los hilos.
Después de eso, y a pocos días de que empezara el torneo de Dragones y mazmorras DS, Sakura Haruno desapareció y, tristemente, se halló el cadáver de Sai XXX, su compañero de misión, muerto por asfixia.
Shizune Haruno, hermana de Sakura, fue contratada por el IAB para ayudar a desenmascarar a los Villanos y para entrar en calidad de sumisa como pareja de Kakashi Hatake, el agente al cargo de la misión.
En sus ratos libres, fuera de la organización, descubrieron que la droga que se les suministraba a los sumisos que no consentían era una variación de popper con cristal, que mejoraba la anterior fórmula y no provocaba choques anafilácticos.
El contacto directo con Sasuke Uchiha, agente secreto ruso que participaba en calidad de Amo del Calabozo, llevó a la aparición de Sakura Haruno. Su relación de conveniencia dio origen a la colaboración conjunta entre el IAB y el SVR, y lo hicieron juntos como amo instructor y como sumisa. Sasuke reconoció a Shizune Haruno en una prueba del torneo, y se la llevó a Peter Bay, donde tenía a muchas otras sumisas que había traído Deidara. Este era un mediador ruso entre villanos y compradores, y se encargaba de facilitar las sumisas a los amos instructores para que las prepararan y les hicieran la doma. Por lo tanto, entendieron lo que hacían los Villanos con las mujeres y los hombres que secuestraban: los adiestraban para ser los esclavos, cachorros y sumisos de auténticos sádicos multimillonarios. Algunos de esos sumisos sobrevivirían y los venderían al mejor postor; otros morirían en la última noche del torneo, llamada Walpurgis. Mientras los participantes celebraban el final de las pruebas, los/as sumisos/as drogados/as y secuestrados/as eran llevado/as a otra isla en la que debían ser sacrificado/as.
Así empezaba el informe en el que Shizune Haruno resumía toda la investigación del caso de Amos y Mazmorras.
El grupo de los Villanos estaba formado por Sombra Espía, Tiamat y Venger.
Sombra Espía era Mistress Pain, como se conocía a Kaguya entre los Villanos. Ella secuestró a Shizune Haruno y a Kakashi Hatake, y los llevó hasta Tiamat. Tiamat estaba formado por cinco cabezas pensantes con mucho poder, entre los que destacaban los Akatsuki.
Eran una conocida pareja de multimillonarios de Tokio. Shizune había encarcelado al hijo, acusado de violencia de género. El hecho de que los Akatsuki la reconocieran a ella en el concurso, así como a Sakura, que participaba como ama en los locales de BDSM, sabiendo que la primera era responsable directa de la infelicidad de su hijo, propició la aceleración del caso. Los Akatsuki querían una venganza personal, y esperaban acabar con ellas en Walpurgis.
La noche de Walpurgis quedó abortada por una excelente acción policial conjunta entre los equipos de las Islas Vírgenes, el IAB y la SVR.
Venger era Yuri Vasíliev, heredero de una dinastía siderúrgica única en Rusia. Su padre, Aldo Vasíliev, es uno de los diez hombres más ricos del país. El SVR está investigando la relación de Vasíliev con el negocio de la prostitución y la trata de esclavas en su tierra.
Tiamat, como ya se había mencionado, estaba formado por los Akatsuki, además de por un banquero americano que había triplicado su patrimonio comprando créditos baratos y que se llamaba Leonard Necho, y por los gemelos Taylor, los propietarios de una cadena de hoteles que había fundado su padre: Jonathan Taylor.
Todos estos personajes eran descendientes de la Old Guard, o de simpatizantes de ellos; tenían inclinaciones sádicas y una alta propensión a experimentar placer al controlar el dolor, el sufrimiento y la muerte de otras personas. Con ello no pretendían nada. No buscaban nada.
¿Por qué hacían eso? Había cincuenta personas encarceladas a punto de ser sometidas a juicio. Cincuenta, hombres y mujeres, que habrían disfrutado de una noche en la que torturarían, mutilarían y acabarían haciendo una cremación de todos esos sumisos que se habían entregado a ellos, confiados y drogados hasta las cejas. ¿Y qué responderían en el juicio esos cincuenta imputados? Lo mismo que habían contestado en los interrogatorios.
—¿Por qué el sadismo? ¿Por qué matar?
—Porque la vida no aporta nada nuevo. Porque no hay mayor entretenimiento ni mayor poder que saber que tienes entre tus manos la última brizna de oxígeno de una persona —había contestado uno de ellos—. Ese es el placer que le encontramos. Hallar, en la confianza y la fragilidad de otros, todo tu poder.
Ese era el lema del maltrato. Abusar de la fragilidad y de la confianza de otros, de saber que se atrevían a ponerse en tus manos, atados, sometidos, esperando aquello que los haría volar, para encontrarse con la otra cara de la moneda. Un abusador que golpearía, cortaría, violaría y reduciría cada parte de tu alma.
Los auténticos amos y amas alimentaban y reforzaban esa confianza, y demostraban que el dolor solo era una antesala del placer, y que nunca era dolor extremo.
En el informe, dejaron claro que la dominación y la sumisión de Dragones y Mazmorras DS no tenía tendencias sádicas.
Los sádicos con sociopatías, como todos los multimillonarios aburridos de su realidad, como todos los Villanos, destruían y se centraban en el dolor y en el sometimiento auténtico hasta el extremo de arrebatar la vida.
De herir por herir.
De maltratar por maltratar.
Eran ellos los que debían pagar por sus crímenes.
Y así les hicieron pagar.
Sakura Haruno era una mujer práctica, disciplinada y, en ocasiones, fría. De hecho, ella y su hermana Shizune, a la que el IAB le había presentado una propuesta en firme para que ingresara en sus filas después de infiltrarse con éxito en el caso de Amos y Mazmorras, eran la noche y el día.
A ella le faltaba parte de la fantasía y la sensibilidad de Shizune.
Se consideraba pragmática y poco dada a sueños románticos; no creía en ellos…
No obstante, su hermanita pelinegra con rostro de hada acababa de demostrarle que incluso algunos sueños se cumplían.
Prueba de ello era que Kakashi Hatake, el agente al cargo que había liderado la misión junto a su hermana y que había adoptado el papel de su amo para entrar en el rol de dominación y sumisión, estaba oculto detrás de un árbol, dispuesto a sorprender a Shizune, seguramente para disculparse después del trato nefasto que le había dispensado en el hospital.
Y más le valía a Kakashi arreglar las cosas con su hermanita, o iba a aprender lo que era «tenerlos puestos por corbata», literalmente.
Sí. Eran muy distintas.
Ella era pálida, de pelo largo, lacio y de color rosa. Nada que ver con el tono azabache azulado de Shizune. Era más alta, algunos decían que de curvas más elegantes. Y sus ojos eran esmeralda, tan diferentes a los ojos negros de su renacuaja.
Sakura tenía treinta años, y Shizune, veintisiete, pero no importaba: seguía siendo su hermana pequeña y siempre la llamaría como le diera la gana.
Pero no solo en el aspecto físico radicaban sus diferencias. Sakura tenía veinticuatro ojos, y diez en la nuca, y, por alguna extraña razón, necesitaba controlar todo lo que la rodeaba. Posiblemente, por ese motivo, por esa ansia de mando, se había dado cuenta de que el león, Kakashi Hatake, permanecía oculto, esperando a tomar al camaleón por sorpresa.
Había visto a Kakashi por el rabillo del ojo y no había necesitado análisis ninguno para darse cuenta de que era él. Su cuerpo, su altura, su corte militar… Habían trabajado juntos demasiado tiempo en el IAB, se conocían desde hacía demasiado como para no localizarlo entre la multitud. Y sus movimientos ágiles y medidos lo delataban. Al menos, ante ella.
No para Shizune que, en cambio, seguía mirando cómo su madre y el grandullón de Magnus se daban unos bailoteos en Asakusa, bajo el ritmo de Westlife y su canción To be with you, ajena a la mirada que le prodigaba Kakashi Hatake.
El caso Amos y Mazmorras en las Islas Vírgenes de Estados Unidos había fortalecido los vínculos entre Shizune y Sakura; y entre Shizune y Kakashi, que siempre se habían gustado. Y por fin lo habían aceptado y se habían rendido el uno al otro.
Pero, aunque esta vez, aquel amor no falto de dolor y de pérdida había triunfado por encima del bizarrismo y el sadismo, el caso también le había enseñado lo mejor y lo peor de las personas. Una realidad horrible y descorazonadora.
Todo tenía origen en el foro rol de Dragones y mazmorras DS.
Para infiltrarse, el gancho de atracción de domines y sumisos, Sakura, Sai, Ino, Naruto y Kakashi se tuvieron que preparar como dominantes y dominados. Se trataba de un rol inspirado en el famoso Dungeons and Dragons, pero adaptado a términos de dominación y sumisión, de ahí las siglas DS. Mediante ese rol, captaban a hombres y mujeres interesados en el tema, y los secuestraban para venderlos en la noche final de un torneo físico y apoteósico de amos y sumisos.
El torneo era real; sin embargo, muchos de los sumisos y las sumisas que jugaban con los amos en las performances no estaban ahí por voluntad propia. Los habían engañado y drogado, mediante una variante de popper que los desinhibía volviéndolos vulnerables al tacto, pero ajenos a la verdadera realidad que los envolvía.
Por supuesto, el torneo era solo una tapadera: el móvil real era la captación de venado para ser sacrificado y satisfacer las inquietudes sádicas y deplorables de gente asquerosamente rica que se había aburrido de sus facilidades y querían jugar a ser dioses. Necesitaban manipular las vidas de otros, decidir cuándo y cómo debían morir en sus manos, o entre sus cuerdas y látigos.
Ella y Sai, su pareja, llamaron la atención de los Villanos demasiado pronto. Sai fue asesinado a manos de la sádica de Sombra Espía. Por su parte, Sakura fue secuestrada y llevada a un amo instructor que la volvería una sumisa, enseñándole a recibir gustosa cada golpe, aguantando el dolor.
Cuando recordaba la sensación de encontrarse cara a cara con el hombre que la iba a tener oculta con otras mujeres secuestradas, se le encogía el estómago.
Y ese hombre no era otro que Sasuke Uchiha.
Un hombre que, como ella, no era lo que parecía.
Sasuke era un agente secreto de la SVR, el IAB ruso. Estaba infiltrado en el rol como amo instructor, o amo del calabozo, según la jerarquía del juego. Descubrir que era agente secreto la dejó impactada.
Se suponía que, al descubrirse el uno al otro, debían trabajar juntos; dos organizaciones completamente distintas, el IAB y el SVR, colaborarían y se ayudarían para resolver el caso.
Y lo hicieron. Pero Sasuke estaba en un caso mucho más complicado, en el que se veía involucrado su país mediante la trata de blancas. El agente quería llegar al capo de la mafiya rusa, quien se encargaba de organizarlo todo y recibía el dinero de todas sus ventas.
Y Sakura ahora formaba parte de su investigación. Juntos, debido a que los dos países tenían intereses comunes, trabajarían hasta destapar del todo cómo se organizaban para traficar con personas.
¿Dónde las cogían? ¿Cómo las captaban? ¿Quiénes las compraban? ¿Cuánta gente estaba involucrada? ¿Cuántos países lo permitían? Y, lo peor: ¿las bandas de tratas trabajaban con el consentimiento de la fiscalía de sus países?
Al margen de todo lo descubierto, lo vivido aquellos días le estaba enseñando mucho sobre ella misma; su necesidad de dominar era casi enfermiza; ese era el marco en el que ella se encontraba segura. Pero ser dominada por otro mucho más fuerte que una era mil veces más estimulante.
Sasuke nunca la tocó, nunca hizo el intento de ejercitarse con ella. Le tenía demasiado respeto.
Pero la noche en el Plancha del Mar, en la mascarada pirata, el mismo día en el que ella y Shizune se encontraron, Sakura decidió romper las reglas.
¿Por qué lo hizo?
No lo sabía. Solo entendía que tenía ganas de interpretar su papel lo mejor posible, y también de provocar al ruso con mirada oscura, tatuajes por casi todo su cuerpo y ojos ónix, que, con sonrisa indolente, sin muchas palabras, y con una actitud casi más altiva que la de ella, había logrado despertar su curiosidad como ningún otro hombre lo había hecho.
Sakura, por supuesto, había entrado como ama del fallecido Sai. Con Sasuke debía hacer de sumisa. Y aquella noche lo hizo por voluntad propia.
Recordó que estaban en una pasarela de modelos. Las sumisas se exponían a los participantes como si fueran comida. Sasuke estaba sentado en una especie de trono, después de haber presentado a Lady Nala y haber bailado con ella.
Él azotaba y besaba a todas las sumisas, que, envueltas en látex, caminaban a su alrededor, a cuatro patas, esperando, bajo los efectos de la droga, a que él las acariciara y las calmara como sabía hacer.
Su habilidad para ser dominante parecía innata; con solo una mirada, prácticamente, las sometía. Pero a ella nunca la miró así, y su orgullo femenino, aun comprendiendo que lo hacía por consideración, no salió indemne.
Por eso hizo lo que hizo. Se arrodilló entre sus piernas abiertas y musculosas, aprovechando que adoptaba un papel de animal play, como si fuera su perrita, y le bajó la cremallera del pantalón de cuero negro, asumiendo que él no podría hacer ningún gesto que los delatara.
Sasuke entrecerró sus ojos oscuros y le dirigió una leve mirada de advertencia.
Sakura no era precisamente una experta en temas sexuales, pero la instrucción como ama le había enseñado muchísimas cosas, y quería emplear unas cuantas con él.
Metió la mano dentro del pantalón hasta que abarcó la bolsa de sus testículos. Al hacerlo, el pene, semiendurecido, acabó por ponerse erecto y duro como una piedra.
Ninguno de los dos habló. Solo se miraron, acordando implícitamente que aquel era un paso nuevo en su relación especial. Ella no tenía por qué hacer eso, no tenía por qué hacerle una felación. Lo iba a hacer porque le apetecía.
Él levantó su mano izquierda, tatuada con calaveras y en la que reposaba un gato negro acomodado sobre su antebrazo, y la agarró de la cola alta de dominátrix que lucía. Arqueó sus cejas negras, desafiándola a que continuara.
Sakura no se echó atrás.
Sacó su miembro y abrió la boca para metérselo en el interior y acariciarlo con lengua y los dientes, con maestría.
Lo succionó y la masajeó con los músculos internos de sus mejillas, como si bebiera de un refresco con una caña enorme.
Nunca supo lo que pensó Sasuke de aquello, pues, después de eso, no hablaron mucho más, ya que él debía viajar y movilizar a todas las sumisas, incluida Sakura, y no podía mostrar deferencia hacia ninguna: en ningún momento debía desarrollar un vínculo afectivo con ellas, pues solo eran carnaza. Eran material a pulir de cara a los compradores sádicos. Tal vez, la azotaina en las nalgas que recibió después de que se corriera pudiera ser un indicativo de cómo se sintió en realidad. Pero ¿indicativo de qué? ¿La reprendía porque era muy mala? ¿O la azotaba por haber sido demasiado buena con él? ¿Le había gustado?
Después de la resolución del caso y de detener a los Villanos en la Walpurgis, Sakura se despidió del ruso con algo de frialdad, la verdad.
Al menos, le dio las gracias por cumplir su promesa: había defendido a las sumisas y había cuidado de Shizune a su manera. Sasuke solo asintió y le dio la mano con diligencia, como si fueran dos empresarios que cerraran un trato. Aquel gesto tan impersonal la molestó muchísimo.
Tarde o temprano volverían a verse las caras para averiguar quiénes dirigían el negocio de tratas en Rusia a nivel internacional. Sasuke iba detrás de ello desde hacía años, metido hasta las cejas dentro del mundo del mercado negro y de la mafia criminal. Se había hecho pasar por un simple domador de mujeres y se había labrado una leyenda y una reputación.
Nadie sabía que Sasuke era un agente y, por ahora, debía mantener su tapadera debía, para ahorrarse sorpresas desagradables. Nadie podía delatarle, porque ¿quién hablaba con los fantasmas?
El contacto vino en forma de whatsapp pasados unos días. Unos mensajes explícitos en los que Sasuke le decía que estaba en Tokio y que quería verla porque le debía una violación.
«Una violación… Será cretino», pensó Sakura sonriendo y clavando la vista en la distancia. El ruso estaba ahí. Lo sentía, lo podía oler en el ambiente, entre el olor de los gofres y las patatas con salsa cajún y la Coca-Cola… Por encima de la fragancia de las flores del parque, y de los perfumes de los hombres y mujeres de Tokio, subyacía la esencia del peligro y de la persecución.
Se verían las caras de nuevo, en un contexto menos al límite que el vivido en la Islas Vírgenes.
Y, al parecer, tenía cierto interés en ella. Un interés sexual.
A Sakura le parecía bien. Todo lo que no tuviera que ver con vínculos demasiado sentimentales y la alejaran de su profesión la entretenía y la satisfacía momentáneamente.
Volver a verle sería tan entretenido como jugar al Tetris. Una pieza por aquí y otra por allá bien encajada… y listos.
En Akasuka había un pequeño estanque bordeado por un sendera y atravesado por una pasarela, donde Sakura posó su mirada esmeralda y no la volvió a apartar. Sasuke estaba sobre el puente, y sus ojos tenían un único destino: ella.
Llevaba una camiseta blanca que marcaba sus músculos y no ocultaba sus tatuajes; cualquiera que lo viese podría tomarlo por un cantante de rock, y no solo por los dibujos de su piel, sino por su pelo asimétrico, cubriéndole un ojo. Unos Levi's desgastados resbalaban un poco por sus caderas y ocultaban ligeramente su calzado: unas sencillas Munich negras de rayas rojas.
—Dios mío —murmuró Shizune—. Azabache a las doce.
—Lo he visto —aseguró Sakura—. Así que me ha encontrado… —Sonrió y se dio la vuelta, ignorándolo.
Sasuke, al ver que ella huía de él, negó con la cabeza y se echó a reír.
—¿Adónde vas, Saku? —preguntó Shizune.
—Voy a jugar al gato y al ratón —contestó, y le dio un beso en la mejilla a su hermana—. ¿Estarás bien?
—Sí. ¿Vienes a dormir a casa?
—Claro. —Frunció el ceño.
—No vendrás. Ya lo veo venir.
—Oye, ¿por quién me has tomado? —preguntó.
Su hermana creía que pasaría la noche fuera con Sasuke. Estaba equivocada. Ella no era de ese tipo de mujeres.
—Ya… ¿Quién es el gato y quién el ratón?
—Bueno, yo soy la gata. —Le guiñó un ojo—. Buenas noches, ratona.
Se alejó de su hermana al ver que el ruso avanzaba hacia ella. Y mientras caminaba hacia atrás, lo observaba con fascinación; aquel inmenso cuerpo del ruso, que se acercaba hasta ella, que la acechaba como un jaguar a un ratón, la hacía dudar de su anterior afirmación.
¿Quién era la presa y quién el cazador?
Sasuke pasó por el lado de Shizune, la valiente hermana de la agente Sakura Haruno. Como infiltrado debía apreciar el arrojo de ambas chicas; las Haruno llevaban con dignidad y orgullo el apellido de su padre, que se había erigido en un héroe en Tokio tras tsunami de Tōhoku Chihō.
Sakura llevaba un vestido violeta que le hacía pensar en flores e incrustaciones de piedras preciosas.
Nunca había conocido a nadie tan magnético como aquella mujer; estar cerca de ella en la misión le insuflaba una paz inquietante. Era extraño, teniendo en cuenta en qué asuntos turbios se habían visto involucrados, pero así era.
Sakura, sus ojos verdes y su cautivadora serenidad lo habían dejado tocado. Y lo peor era que la tendría como compañera en el siguiente y determinante viaje que esperaban realizar para desenmascarar y pillar con las manos en la masa a la red de mafias de trata de blancas. Al menos, a la principal de su país.
¿Cómo lo harían? Eso solo lo sabía el subdirector Hyūga. Al día siguiente tendrían la primera reunión con él.
Pero ahora, antes de trabajar y centrarse únicamente en sus principales objetivos, Sasuke le debía algo a aquella diosa nívea.
Y se lo daría.
Se lo daría porque la joven superagente, como él la llamaba, había colmado sus sueños más pervertidos, incluso cuando estaban en medio de la misión.
Y porque nadie lo había dejado tan intrigado como aquella chica.
Él nunca había mezclado el trabajo con el deseo. Siempre se decía: «donde tengas la olla no metas la polla».
Una vida no vida, llena de relaciones simuladas, eso era lo que él tenía día a día.
Sin embargo, Sakura había hecho algo por él que nadie había hecho antes; se había comportado con espontaneidad, rompiendo las reglas y poniéndoselas por montera.
Seduciéndolo así, sin más, como un zarpazo que no sabes de dónde te viene y que te deja marca.
—Khamaleona. —Sasuke saludó a Shizune con la mirada ónix fija en el vestido violeta que se confundía entre la gente.
—Sasuke —contestó ella con un gesto de complicidad, viéndole venir las intenciones.
Si algo sabía Sasuke sobre Shizune, era que sería siempre completamente fiel a su hermana mayor, así que tendría cuidado de tratar bien a Sakura, no fuera a ser que la pelirroja camaleónica se enfadara y le abriera en canal como a los pobres cerdos.
Sakura se había ocultado entre los árboles que cercaban una pequeña plazoleta resguardada casi de la vista de todos, a menos que te internaras dentro de la vegetación.
Sasuke dio un paso adelante, como si se introdujera en un mundo paralelo de pasión y enajenación: Sasuke en el país de las maravillas.
¿Cómo le haría sentir la reina? ¿Como un diminuto o como un gigante?
Y la reina lo esperaba hermosa y etérea, apoyada con cierto abandono sobre el respaldo del único banco del pequeño cortijo. Un cortijo hecho a medida para ese tipo de encuentros.
—Hola, superagente —la saludó él, embebiéndose del resplandor que conferían las farolas del jardín a la nívea piel de Sakura—. ¿Conocías este lugar de antes? ¿Aquí traías a tus ligues?
Sakura, que estaba cruzada de brazos, posición que ensalzaba sus pechos a través del escote de su vestido, se encogió de hombros y sonrió desinteresada.
—Hola, Uchiha.
Se quedaron en silencio.
Se analizaban, como los expertos calculadores que eran. Y qué buena era Sakura a la hora de mantener la tensión. Hablaba lo justo y cuando convenía, pero lo que decía solía ser fulminante como una sentencia.
Sasuke no abría la boca. Prefería que sus ojos dieran su parecer, y nunca eran muy alentadores ni benévolos.
Pero en ese contexto de deseo y de pasiones escondidas a la luz de la luna, las miradas eran bien diferentes.
—Sin traje de dominátrix pareces otra. —Inclinó la cabeza a un lado, estudiándola. El pelo, peinado en una coleta alta, y los zapatos de cuña hacían que pareciera más alta, pero nunca más que él. Y a Sasuke le encantaba sentirse más poderoso en ese sentido.
Su cuerpo, con curvas suficientes como para empalmar a un caballo, pero nada exageradas, estaba embutido en un precioso vestido veraniego.
Joder… Se la había imaginado de todas maneras, montándola en muchas posiciones; sin embargo, la imaginación solo era eso: imaginación y fantasía. Bien sabía que no se involucraría con Sakura más allá de lo que aquella noche permitiera. Solo aquella noche, porque, al día siguiente, los sueños y las fantasías se esfumarían para mezclarse en la más cruel y triste de las realidades. Y no habría tiempo para desahogos físicos ni contactos llenos de sensualidad.
—Tú, en cambio, eres exactamente igual a cómo te recordaba. ¿Tu personaje te ha absorbido, Sasuke? —preguntó, provocadora, modulando su voz de un modo embaucador, tal y como hacían las sirenas antes de arrastrar a los marineros.
Era cierto. Sasuke seguía pareciendo un amo estricto y subyugante. ¿Sería así siempre?
—Soy lo que soy. Tal vez no esté adoptando ningún papel. —Se acercó, dando lentos pasos hacia ella—. Tal vez, lo que ves es todo lo que hay.
—¿Un mural andante? —preguntó adoptando también la seguridad y la petulancia de una verdadera ama—. Tribales, gatos, cruces, calaveras… —Señaló cada uno de sus tatuajes sin necesidad de tocarlos, pues los recordaba perfectamente. Recordaba cómo eran y dónde estaban—. ¿Dónde tienes el ancla de marinero y el «amor de madre»?
Sasuke alzó la comisura de su labio, sin llegar a sonreír.
Oh, sí. Aquella era la mujer que recordaba. Atrevida, grosera y tan severa y soberana que daban ganas de bajarle las braguitas y ponerle el culo rojo como un pimiento. Tal vez los años de su preparación para infiltrarse como amo le habían transformado más de lo que recordaba, aunque, para ser sinceros, Sasuke jamás tuvo una célula de sumisión y conformismo en su cuerpo.
Odiaba la incompetencia y la debilidad; no soportaba la mediocridad, por eso intentaba tomarse su trabajo con la máxima seriedad, hasta convertirse en alguien inflexible y que no aceptaba errores de ningún tipo.
—No uso ese tipo de tatuajes. Eso se lo dejo a los llorones y a los borrachos.
—No, la verdad es que no te pegan —aseguró ella, sin cambiar su posición ni mover un solo milímetro de su cuerpo.
—¿Sabes a lo que he venido?
—Por supuesto —contestó altanera—. Quieres darme lo mío. No te gustó que te cogiera por sorpresa la otra vez.
—¿La otra vez? ¿Cuándo? —preguntó haciéndose el loco—. Ah, sí. ¿Cuándo te metiste mi pene en la boca como si fuera un boli?
Solo el leve brillo de los ojos de la mujer le dio a entender que ella lo recordaba tan vívidamente como él. Y eso era bueno. Bueno porque los dos querrían volver a experimentarlo.
Pero, esta vez, se cambiarían los papeles.
—Creo que debo devolverte el favor.
Sakura emitió una carcajada, controlando en todo momento el tempo de la conversación.
—¿La felación? ¿Ese es el favor que me vas a devolver?
—Exacto. Quiero devolverte. Darte el equivalente a la felación. Haz los honores, Sakura. —Dirigió sus oscuros ojos a la parte inferior de su vestido y esperó a que ella le obedeciese.
—¿Qué esperas que haga, Uchiha?
—Súbete la falda y deja que te baje las braguitas. Será divertido y lo disfrutarás.
—¿Por qué debo seguirte el juego? Ahora no estamos actuando.
—Porque me lo has seguido desde que nos conocimos, y creo que te gusta tanto como a mí.
—¿Qué te hace pensar que deseo lo que sea que me quieres hacer? —No sabía de dónde nacía la necesidad de hacerse la dura, pero le urgía comportarse así con él. Si fuera más fácil, seguro que Sasuke perdía el interés.
Sasuke alzó la barbilla y sonrió con más seguridad.
—Tienes los pezones en punta, se te marcan a través del vestido. Se te han hinchado los labios ligeramente, eso es producto de las hormonas, de que deseas que te besen. Tus pupilas se han dilatado y tu sangre se ha acumulado en tus mejillas y en el puente de tu nariz. —Alzó su mano y la colocó en el lateral de su garganta—. Tu corazón va muy rápido, superagente… —ronroneó.
—¿Acabas de hacer un inventario de mis zonas erógenas?
—No. El inventario real llegará cuando meta la mano entre tus piernas y verifique que estás tan mojada como duro estoy yo. No me gusta deber nada a nadie, Sakura. Deja que te coma.
Claro. Cuando un hombre así te pedía que te dejaras comer, una no tenía ninguna duda. «Dios, sííííí», sonrió para sí misma.
Dejaría que él la tocase y se la comiese. ¿Por qué no? No tendrían nada que perder. Es más, sentía esa curiosidad insana hacia él. ¿Sabría hacérselo? ¿Sería tan mandón y estricto como lo había sido con las demás sumisas? ¿La complacería?
Sakura había utilizado el sexo como vía de escape. Era un tipo de sexo atípico, cierto.
Tenía treinta años y seguía siendo virgen, así que atípico debía de ser, para no dejar que la penetraran.
¿Por qué era así? ¿Por qué había detenido a los hombres cuando la habían querido poseer? Ella sabía por qué: no soportaba la vulnerabilidad ni lo que implicaba entregarse a otro. De hecho, ni siquiera le había atraído la idea de acostarse con nadie, fuera hombre o mujer. Durante un tiempo, incluso pensó que, tal vez, con las mujeres le iría diferente, pero, durante la instrucción como ama, se había puesto en manos de mujeres y tampoco se había imaginado acostándose con ellas.
Era algo tan íntimo… que todavía no había encontrado a esa persona a la que se quisiera entregar.
No obstante, aquel pensamiento había cambiado con Sasuke.
Desde que él se la llevó, no había pensado en otra cosa que en estar completamente a su merced, subyugada y sometida por él.
Pero no voluntariamente. Si Sasuke debía ser el hombre que la poseyera, se lo tendría que ganar.
Y Sakura no cedía con tanta facilidad. De hecho, lo fácil le parecía aburrido. Y todo en su vida había resultado demasiado sencillo: todos los hombres que quisiera, notas excelentes, cualificación inmejorable en el IAB…
Posiblemente, por eso trabajaba como infiltrada. Porque necesitaba sentirse viva y en peligro. Y, en esos instantes, el peligro era Sasuke.
—¿Quieres probarme, Sasuke?
El azabache afirmó con la cabeza. Sus ojos brillaban a través de la oscuridad como los de un lobo hambriento repleto de determinación.
—Pruébame —le desafió ella. Cerró las piernas con fuerza.
Sasuke se apoyó en el banco, con cada mano al lado de las caderas de Sakura, cercándola.
El ruso se relamió los labios y ella hizo lo mismo, sin dejar de mirarse el uno al otro. Sakura tenía el flequillo demasiado largo, apenas se le veían sus preciosos ojos. Sasuke deseó retirárselo de la cara.
—¿Cierras las piernas?
—Sí.
—Ábrelas.
—No.
—Voy a probarte igual. —Cogió un caramelo de su bolsillo—. Este korouka Rushen es de menta. Son muy fuertes —aclaró.
Y, de repente, Sasuke hizo algo que Sakura no comprendió hasta que se vio tumbada de espaldas en el suelo, con los muslos abiertos de par en par sobre los anchos hombros del agente.
Él le rompió las braguitas por la mitad. Ni siquiera se las quitó delicadamente. No. Fue un animal. La inmovilizó por completo.
—¿Creías que ibas a luchar conmigo, superagente? —Él se rio, pasándole uno de los dedos por su vagina desnuda—. No puedes.
—¿Cómo que no puedo? —protestó ella temblando al roce de sus dedos—. Suéltame, así no…
Solo sus hombros y su cabeza se apoyaban en el suelo, todo lo demás lo cargaba Sasuke y su cuello, como si ella fuera un koala invertido.
—Así no… ¿qué? ¿Creías que podías chuparme la polla delante de todos en el Plancha del Mar sin que eso tuviera consecuencias? Te respetaba porque eres agente como yo, y encima japonesa. Pero después de lo que hiciste… He pensado que no sería tan malo que yo me cobrara un precio por el servicio prestado.
Sasuke deseaba a esa mujer. Deseaba probarla como ella había hecho con él, así que, con sus dos manos sostuvo sus tobillos y sus muñecas, y posó la boca abierta en su vagina.
Sakura lanzó un grito al experimentar la lengua fría por el caramelo en su parte más íntima. La azotó con pericia y sin preliminares, directo al grano y a conseguir su objetivo que no era otro que darle un orgasmo demoledor como el que ella le dio.
Hundió su lengua por su entrada y la removió como un lagarto, y después la lamió de arriba abajo hasta volver a succionar su clítoris con los labios. Lo mordisqueó, la acarició y disfrutó al sentirla hinchada y húmeda.
Para Sasuke el sabor de Sakura era una especie de paraíso. Un limbo al margen de la no vida que tenía. Un paréntesis entre hipocresía y segundas identidades. Su textura y lo sensible que era a él no era mentira, y aunque no se conocían íntimamente, no necesitaba saber más.
Igual que no necesitó saber el momento exacto en el que ella se corrió, pero no por su grito, inexistente, sino por los temblores de su vientre y de su clítoris.
«Guau, eso ha sido muy sexy», pensó él.
Sasuke alzó la cabeza de nuevo, se limpió la boca y la barbilla con el antebrazo y miró a Sakura con intensidad. La chica no había gritado, porque había sepultado la boca en su propia rodilla, y se había mordido para no gemir y así soportar el orgasmo.
O Sakura Haruno tenía orgasmos silenciosos, o bien disfrutaba complicándose las cosas.
De un modo o de otro, su manera de correrse le había puesto tan duro que hasta era doloroso. Así que se levantó rápidamente y dejó que ella recuperara la posición y una postura más cómoda y digna que aquella, a pesar de que a él le encantaba. Tenía un cuerpo muy bonito.
—Te has dejado una marca en la rodilla, salvaje —le dijo Sasuke tocándose el paquete disimuladamente para reacomodar su erección.
—Y tú te has olvidado la barra de pan en los pantalones. —Señaló cogiendo aire para levantarse del suelo y recolocarse la falda. Estaba desnuda de cintura para abajo; si levantaba un poco viento, enseñaría las nalgas a todo el que quisiera mirar.
Él frunció el ceño y después sonrió.
—En fin, señorita Haruno. —Levantó la mano y se dio la vuelta—. Ya estamos en paz, ¿no crees?
Sakura parpadeó confusa.
¿Ya estaban en paz? ¿Así? ¿Sin más? ¿Tan rápido?
No habría esperado que después de su orgasmo todavía quisiera más, y se sorprendió cuando se dio cuenta de que lo que realmente deseaba era que el azabache se bajara los calzoncillos y la penetrara.
Jamás le había sucedido eso con nadie.
—Sí. Ya estamos en paz —contestó peinándose el flequillo con los dedos.
Sasuke se alejó del pequeño cobertizo, pero antes la miró por encima del hombro y le dijo:
—Te veo mañana.
—¿Mañana?
—Sí. Ah, y Sakura…
—¿Qué?
—Retírate el flequillo de la cara. Así no se te ven esos ojos de vedma que tienes.
—No tengo ojos de bruja —replicó ella. Entendía el ruso y tres idiomas más, como Shizune.
Sasuke se echó a reír y negó con la cabeza. Su cabello iba de un lado al otro.
—Ya lo creo que sí. Tokio está lleno de ellas.
Notas:
La presente historia es una especie de adaptación de la serie de libros de Lena Valenti; Amos y Mazmorras, por si gustan buscarlos y descargarlos, de alguna forma me dejaron mejor sabor de boca que el veintiúnico libro que leí E.L. James, con respecto a dominación y sumisión.
Con respecto a los personajes intenté que estos se acoplaran a las personalidades de los protagonistas de los libros, sin embargo pueden ver que algunos quedaron OCC, me hubiera frikeado hacer una mezcolanza extraña y estoy segura de que me hubiera perdido entre los matices de los personajes del manga y del libro, sin embargo eso no significa que en el transcurso de la historia quite, ponga o modifique la versión original.
Si asigne el papel de hermana a Shizune fue porque no me imaginé a Karin (que tiene similitudes físicas con Sakura) como familia cercana de Haruno.
Recuerden que esto lo hago sin fines de lucro o de ofender a alguien, disfruten de la lectura.
