Este es el primer fanfiction que he escrito en mi vida. Espero que les guste y sus Reviews serán muy apreciados.
La historia está situada en una realidad alterna donde los saiyajin conquistaron a Tierra y los humanos sobrevivientes fueron llevados al planeta Vegeta para ser vendidos como esclavos. La pareja principal es Chi-Chi/Kararotto pero también va a contener algo de Bulma/Vegeta y Krilin/18. La clasificación es M porque en capítulos más avanzados contendrá violencia, lenguaje fuerte y contenido sexual.
¡Disfrútenlo!
Chi-Chi estaba sentada con la espalda apoyada contra unos barrotes de una enorme caja de metal. Era la tercera vez que pasaba por esta situación y se prometió ser fuerte. La primera vez que la habían vendido en el mercado de esclavos contaba únicamente con 5 años de edad y había llorado como si no hubiera un mañana. Aún recordaba a la perfección cuando los malditos saiyajin llegaron a la Tierra y mataron a la mayoría de la población humana. Incluso su padre fue asesinado frente a sus propios ojos. Después dos de esos humanoides con cola la llevaron a rastras a una gigantesca nave espacial y la amontonaron con otros seres humanos. El viaje duró varios días cuando por fin llegaron a un extraño planeta. Era un poco parecido a la Tierra, había oxígeno para respirar y agua que se podía tomar, sin embargo estaba poblado por esos seres con cola y mirada diabólica. Para la pequeña Chi-Chi todo esto era imposible de soportar, estaba huérfana, indefensa y en un lugar completamente desconocido. Desde que había llegado a la nave de los saiyajin hasta que aterrizó en el planeta Vegeta, se había aferrado a la falda de una mujer de edad que vivía en la misma aldea que ella. La señora, de nombre Eliza, se había encargado de tranquilizarla durante todos esos días, le decía a la niña que todo saldría bien, que tenía que ser fuerte; pero incluso la misma Eliza estaba preocupada por el destino de los pocos humanos sobrevivientes.
Cuando bajaron de la nave, todos los humanos fueron encadenados y llevados al gran mercado de esclavos en la capital, ahí acudían todos los saiyajin del planeta a abastecerse de esclavos para sus casas y negocios. Los nuevos esclavos fueron encerrados en prisiones con barrotes de metal mientras esperaban su turno para ser vendidos. Pasaron las horas y Chi-Chi no se soltó de la falda de Eliza mientras sollozaba. A mujer lo único que hizo fue acariciarle en cabello a la niña mientras ella misma intentaba contener las lágrimas.
— ¡Déjennos salir! — Gritaban algunas personas a través de los barrotes.
— ¡Piedad, por favor!
— ¡Quiero regresar a casa!
El mercado estaba completamente lleno. Los saiyajin habían escuchado el rumor que un cargamento de esclavos provenientes de un planeta llamado Tierra acababa de llegar, y esos seres conocidos como humanos eran extremadamente parecidos a los saiyajin, a excepción de la cola. Jamás había encontrado una raza parecida a ellos y estos nuevos esclavos los llenaban de curiosidad, todos quería echar un vistazo a esta nueva adquisición.
La reja se abrió y dos saiyajin vestidos con armadura entraron a la jaula de Chi-Chi y Eliza. Los guerreros comenzaron a buscar entre los humanos hasta que los ojos de uno se posaron sobre la pequeña niña. —¡Tú, ahí! Vienes con nosotros — gritó mientras comenzaba a jalonear a la pequeña que se aferró con más fuerza a la falda de la mujer. — ¡No! ¡No me lleven! ¡Eliza no dejes que me lleven! — gritaba Chi-Chi con fuerza mientras se intentaba librar del agarre de acero del saiyajin. — Chi-Chi, escúchame —, le dijo Eliza mientras arrastraban a la niña fuera de la jaula. — ¡Tienes que ser fuerte! ¡Nunca lo olvides! —. Las lágrimas abandonaron a la mujer mientras veía como se llevaban a rastras a la pequeña. Sabía que ésta sería la última vez que se verían.
Un saiyajin encadenó los brazos y las piernas de Chi-Chi y después la subieron a una plataforma. Por primera vez la niña levantó la mirada y se sorprendió de la cantidad de gente reunida. Eran miles y todos tenían sus ojos fijos en la pequeña.
— Es solamente una niña.
— ¿Ya vieron? Es muy pequeña.
— Yo la quiero, podría hacerle compañía a mis hijos.
Varios murmullos llegaron a los oídos de Chi-Chi pero ella apenas les prestaba atención. La niña estaba muerta de miedo y sentía que se podría desmayar en cualquier momento.
Los saiyajin comenzaron a ofrecer dinero por ella. Chi-Chi podía escuchar que gritaban diferentes cantidades. (¡Ofrezco 500! ¡Yo 700!) Finalmente la pequeña fue vendida por la cantidad de 1000, y la retiraron del estrado.
Chi-Chi tuvo algo de suerte. El hombre que la compró era bastante mayor y tenía una gran propiedad al sur del planeta Vegeta. El saiyajin, que se llamaba Apio, la llevó hasta su casa y le presentó al resto de la servidumbre. Apio poseía otras dos esclavas de un planeta muy extraño. Las mujeres tenían la piel de color violeta y el cabello de un rojo brillante, pero fuera de eso su apariencia era bastante humana. También había un hombre algo fornido, con piel oscura y cuatro brazos. La vida de Chi-Chi se volvió dura pero no imposible de soportar. Su rutina comenzaba a las 5 de la mañana. Ella y los otros esclavos limpiaban la casa, arreglaban el jardín y preparaban los alimentos de su amo Apio. Su rutina terminaba a la media noche y después los cuatro esclavos dormían en la misma habitación en pequeñas camas de madera. Las esclavas le habían contado a Chi-Chi que debía estar agradecida con su suerte. La mayoría de los esclavos de los saiyajin dormían en el suelo, pasaban varios días sin comer, tomar agua o dormir y eran azotados por sus amos. Por otro lado, ellos podían dormir en una cama, aunque fuera muy humilde, el señor Apio les procuraba tres alimentos diarios y jamás les había puesto una mano encima.
Pasaron diez años y Chi-Chi comenzó a tener cariño a sus camaradas esclavos e incluso al señor Apio. Lamentablemente su amo ya era muy mayor y cada día se volvía más enfermo. La mayor de las esclavas era una curandera en su planeta natal, y le enseñó a Chi-Chi como tratar enfermedades y heridas; pero, incluso con los cuidados de sus esclavos, el saiyajin falleció dejando desamparados a sus cuatro esclavos.
Cuando los soldados se enteraron de la muerte de Apio, llegaron volando hasta su casa. Era ilegal que los esclavos anduvieran por ahí sin ningún señor, y como Apio no tenía familia a quien heredarle su servidumbre, los cuatro esclavos fueron llevados hasta la capital, de nuevo al mercado.
La segunda vez que Chi-Chi fue vendida, no corrió con la misma suerte que cuando era pequeña. Esta vez la compró la familia de un saiyajin llamado Turles. Desde el primer día que llegó a la propiedad del extraterrestre, supo que su vida sería un infierno. Turles asesinaba sin piedad a los esclavos que se atrevían a mirarle a los ojos, les metía golpizas sin razón alguna y los obligaba a dormir a todos en el suelo de una pequeña habitación sin ningún tipo de cobijas o almohadas.
Cinco años después de servir en la casa del despiadado saiyajin, una terrible amenaza llegó al planeta Vegeta. Un tal Freezer comenzó una guerra contra los habitantes del planeta y muchas vidas se perdieron. Todos estaban muertos de miedo, e excepción de Chi-Chi. La terrícola pensaba que si Freezer ganaba, el planeta Vegeta sería destruido y su sufrimiento llegaría a un fin. Lamentablemente, cuando pensaban que todo estaba perdido, un guerrero saiyajin apareció y, según los rumores que escuchó Chi-Chi, el saiyajin cambió el color de su cabello y aumentó su fuerza de una forma increíble, derrotando a Freezer y a su ejército en una encarnizada batalla. Pero no todo eran malas noticias para la joven humana. Al parecer Turles había muerto en la guerra. Lo cual significaba no más malos tratos por parte de saiyajin. Chi-Chi y el resto de los esclavos continuaron sirviendo a la familia de Turles durante unos meses, pero, sin los ingresos que proveía Turles, pronto la familia saiyajin se quedó sin dinero y se vieron en la obligación de vender a todos sus esclavos.
Así que aquí estaba otra vez, en el mercado de esclavos esperando su turno para ser vendida a un completo desconocido. Chi-Chi ya había dejado de preguntarse hace mucho tiempo si su próximo amo sería bueno o malo con ella, lo único que quería era que acabaran rápido con la venta de esclavos, poder ir a su nuevo hogar y continuar con su miserable vida.
— ¿Qué opinas Krilin? ¿Ves a alguien que te convenza?
— No lo sé, señor. Es usted quien debe elegir al esclavo que más le convenga.
Kakarotto paseaba por el mercado de esclavos mirando entre las jaulas esperando encontrar lo que buscaba. A decir verdad el saiyain jamás había estado en ese lugar. Los únicos dos esclavos que tenía eran el anciano Gohan y Krilin, y a ambos los había comprado su padre Bardock, 15 años antes. Usualmente los soldados de élite contaban con 5 o 10 esclavos para cubrir todas sus necesidades, pero él era un saiyajin de gustos simples. Dos esclavos le bastaban para mantener su hogar. Krilin era pésimo para las tareas domésticas, pero era un excelente cazador y guerrero, así que él se encargaba de llevar la comida a la casa y de cuidar el lugar cuando Kakarotto estaba ausente. El abuelo Gohan se encargaba de cocinar y tener el lugar limpio. Sin embargo, la salud del anciano no había sido la misma últimamente. Kakarotto no quería admitirlo, pero era hora de conseguir alguien más que sirviera en la casa.
Ahora se encontraba en el dichoso mercado de esclavos buscando alguien decente que pudiera ayudar al abuelo Gohan. Kakarotto estaba pensando en algún hombre fuerte que pudiera ayudar a levantar objetos pesados y a defender el lugar contra los bandidos, pero que al mismo tiempo supiera algo sobre los labores del hogar. Había llevado a Krilin para que le ayudara a elegir al esclavo más conveniente ya que Kakarotto no sabía mucho de estos asuntos, pero el humano no estaba siendo de mucha ayuda. Lo único que contestaba era "cualquier esclavo que usted elija será una buena elección, señor".
Kakarotto siguió mirando entre las jaulas cuando algo llamó su atención. Sentada en el suelo y apoyada contra los barrotes estaba una mujer. Era pequeña y delgada, bastante delgada. "Seguramente su antiguo amo no la alimentaba bien" pensó el saiyajin mientras se acercaba a la jaula para observarla mejor. Su largo cabello negro caía sobre su espalda y su pecho, y estaba vestida con un sencillo vestido blanco. La chica miraba al cielo, a través de los barrotes y parecía estar concentrada pensado en algo.
Chi-Chi llevaba varias horas sentada en ese lugar. Había comenzado a dolerle el trasero y la subasta de esclavos ni siquiera había comenzado aún. De pronto, la mujer humana sintió una mirada sobre ella así que ella comenzó a buscar con sus ojos al extraño hasta que su mirada se posó sobre otra y la mujer ahogó un grito. ¡No podía ser! El saiyajin que la miraba era idéntico a Turles, pero… ¡no podía ser! Ese maldito saiyajin estaba muerto. Freezer lo había matado con sus propias manos. ¿Acaso ese sería su gemelo? Chi-Chi bajó la mirada y rogó a Kami que ese saiyajin no la hubiera visto. La humana comenzó a temblar de miedo al pensar en terminar sirviendo de nuevo en un infierno parecido al que había vivido.
Kakarotto parpadeó atónito. ¿Por qué esa mujer había reaccionado así al verlo? Tal vez se había enterado que él era el que se convirtió en Super saiyajin en la batalla contra Freezer y terminó la guerra. Eso debía ser.
—Por favor, tomen sus asientos, la subasta va a comenzar — anunció un saiyajin bajito y calvo.
— Vamos, amo. Será mejor que vaya rápido o se llevarán a los mejores esclavos —, le dijo Krilin.
— Está bien, vamos —, le respondió Kakarotto apartando la mirada de la mujer de cabello negro y caminando hacia la explanada que estaba cubierta de sillas. El saiyajin tomó asiento y esperó a que comenzara la subasta. Como era costumbre, primero se vendía a las mujeres y después a los hombres. Aunque Kakarotto no estaba interesado en comprar una esclava, en su opinión las mujeres eran demasiado débiles, no le molestaba mirar a las chicas lindas que traían de otros planetas.
— Buenos días tengan todos ustedes, muchas gracias por estar aquí hoy. Les prometo que la mercancía que les mostraremos es de la mejor calidad. Primero comenzaremos con la subasta de esclavas y después le seguirá la venta de esclavos —. Dijo al público el mismo saiyajin bajito y calvo.
Kakarotto miró sin mucho interés la subasta. Mujeres de todas las razas y edades desfilaron en la plataforma. Unas tenían aspecto parecido al de los saiyajin y otras tenían la piel y el cabello de colores muy extraños. Por fin, después de lo que le pareció una hora, subieron al estrado a la misma mujer de cabello negro que había visto en la jaula. De pie era aún más hermosa. Aunque era delgada, estaba bien proporcionada y su pequeño vestido blanco no dejaba mucho a la imaginación. Sus pechos sobresalían por el escote y también quedaban a la vista la mayoría de sus piernas, que estaban bien formadas. Si no fuera porque no tenía cola, la mujer podría haber pasado por una saiyajin. Tenía el mismo cabello y ojos oscuros característicos de la raza guerrera y poseía una mirada desafiante mientras miraba al público. Estaba parada muy derecha, a pesar de que las cadenas que tenía en sus muñecas eran muy pesadas, y tenía un aire algo altanero. "Estoy seguro que ésta no es la primera vez que la venden" pensó Kakarotto. El saiyajin miró su alrededor y se dio cuenta de que él no era el único que había notado la belleza de la chica. Los otros saiyajin se la comían con la mirada, mientras cuchicheaban entre ellos y algunos asentían con satisfacción ante lo que veían.
"No olvidaré lo que me dijiste, Eliza. Debo ser fuerte". Chi-Chi se repetía eso en la mente como un mantra. No mostraría su miedo ante los saiyajin, no esta vez.
— Esta esclava es una humana del planeta Tierra —, anunció el saiyajin calvo y bajito, — ha trabajado en dos hogares diferentes durante 15 años y en una experta en limpieza, cocina e incluso en sanar heridas. Comenzaremos la subasta en 3 mil.
— ¡Ofrezco 3 mil! — gritó un saiyajin mientras se ponía de pie.
— ¡Yo ofrezco 3 mil 200! — gritó otro.
— Le daré 5 mil por ella —, un saiyajin se puso de pie y el público giró la cabeza para observarlo con curiosidad. No era común que alguien ofreciera una cantidad tan alta por una esclava.
Kakarotto miró hacia atrás y el corazón le dio un vuelco al ver quien había ofrecido tanto por la chica del cabello negro. ¡Era Beans! Beans era conocido por tener el burdel más grande y famoso de la capital. Ahí se encontraban solamente las mujeres más jóvenes y hermosas de diferentes planetas y era natural que hubiera puesto sus ojos en la hermosa esclava. Kakarotto se imaginó a la mujer en ese horrible lugar, siendo abusada por cientos y miles de saiyajin una y otra vez y se le revolvió el estómago. No sabía por qué pero no podía permitir eso. Tenía que proteger a la joven del terrible Beans.
— ¡Ofrezco 6 mil por ella! — gritó Kakarotto y se puso de pie para que todos lo vieran. De pronto todos empezaron a cuchichear. ¿Acaso ese no era el legendario super saiyajin que había derrotado a Freezer meses atrás? Chi-Chi también observó al saiyajin que había ofrecido semejante suma por ella y casi le da un infarto. ¡Imposible! Era el doble de Turles. Por favor ¡todos menos él!
Pero Beans no se iba a dejar derrotar tan fácilmente. Esa belleza terrícola podría hacerle ganar mucho dinero y, quién sabe, tal vez también podría divertirse un rato con ella antes de exhibirla al público. — Le daré 8 mil — dijo el saiyajin y miró a Kakarotto de manera desafiante.
— Yo le daré 10 mil — refutó Kakarotto y el público se quedó boquiabierto. Nunca antes habían ofrecido semejante cantidad por un esclavo.
— ¡Ofrezco 12 mil! — "Con esto ganaré", pensó Beans. "Esto es más de lo que gana un soldado en un año".
— ¡Le doy 15 mil! — Kakarotto gritó. Había recibido una gran bonificación por parte del rey por haber derrotado a Freezer y podría igualar, y superar, cualquier precio que Beans ofreciera.
Beans se quedó estupefacto. Era demasiado dinero, si seguía aumentando la oferta, se quedaría en bancarrota. No podía permitirse eso. No le quedó de otra más que resignarse y esperar comprar a otras esclavas decentes para su burdel.
— Retiro mi oferta — comentó Beans y volvió a tomar asiento.
— ¡Vendida al comprador que está allá! — gritó el saiyajin bajito. No cabía en sí de felicidad. Se acababa de volver rico y solamente con vender a una esclava. Ésta había sido la mejor venta de su vida. A su lado, Chi-Chi no podía creer lo que acababa de pasar. Se había convertido en la esclava que se había vendido a un mayor precio en toda la historia del planeta Vegeta. Sin embargo, el alma se le había ido a los pies. De nuevo tendría que soportar el mismo infierno que vivió con Turles durante cinco años, y esta vez no sabía cuánto duraría.
— Pero… amo… pensé que no quería comprar una esclava —. Krilin miró atónito a Kakarotto. Su amo nunca se portaba con tanto entusiasmo a menos que fuera en una pelea. ¿Qué lo habría orillado a comprar a esa humana? Es decir, era linda y todo eso pero nada fuera de lo ordinario. Era más bonita la esclava que ahora estaban vendiendo. Era rubia, su cabello estaba partido en un lado y le llegaba casi hasta los hombros y tenía unos grandes y hermosos ojos azules. Krilin incluso pudo jurar que la esclava lo había visto desde el estrado y le había guiñado un ojo. El esclavo comenzó a sonrojarse y reír nerviosamente cuando la voz de su amo lo sacó de sus pensamientos. — Krilin, vamos a pagar y a recoger a la nueva esclava, date prisa —, le dijo Kakarotto mientras le ponía una mano sobre el hombro. — Sí señor, vamos — Krilin le lanzó una última mirada a la esclava rubia y después siguió a su amo.
Chi-Chi se encontraba sentada en una banca de madera donde esperaban los esclavos a que sus nuevos dueños fueran a recogerlos. La humana miró las cadenas en sus brazos y piernas. Eran muy pesadas y aunque lo intentara, no podría huir. Los terribles años que pasó con Turles volvieron a su mente. Recordó todos los insultos, los abusos y las golpizas, y Chi-Chi rogó a Kami que su nuevo dueño solamente se pareciera a Turles en el físico y no en personalidad. No podría aguantar de nuevo ese estilo de vida.
— ¡Tú, esclava! —, un saiyajin de cabello largo sostuvo las cadenas que sujetaban sus manos y la levantó de un tirón —. Han llegado por ti. Date prisa.
Chi-Chi siguió al saiyajin y se encontró con dos personas que la miraban fijamente. Uno era calvo, bajito y vestía el atuendo blanco típico de los esclavos. El otro era el saiyajin que la había comprado. Era alto, musculoso, con cabello negro que sobresalía en todas las direcciones y su mirada era amable, parecida a la de su antiguo amo Apio y muy diferente a la de su antiguo amo Turles. "Tal vez él no sea tan malo", pensó Chi-Chi "además, debo ser fuerte".
