Digimon Adventure no me pertenece.
Once rosas
—¡Yamato! —Sora casi saltó de sorpresa, pero eso le habría herido la espalda. Mientras que ella era sana para su edad y todavía tomó paseos largos cada tarde, incluso Takenouchi Sora parecía un poco cansada estos días. Ella sonrió, y las arrugas alrededor de sus ojos se hicieron más pronunciadas. Ella había sonreído tantas veces a lo largo de los años. —¿Qué es esto?
Yamato subió las escaleras a su esposa. Alto, delgado, su pelo totalmente plateado, con los mismos sabios ojos azules. Un bastón en la mano derecha y un ramo de rosas en la mano izquierda. Sí, Yamato había envejecido bien.
—Feliz Nochebuena, mi amor. —Dijo en su barítono familiar. Le presentó las flores y le besó la frente.
—Ah, Yamato… —Sora olía las rosas rojas. —Son hermosas.
—Doce rosas para la mujer más hermosa del mundo.
La mujer se echó a reír. —Hay once rosas.
—Hay… ¿Qué?
—Hay once rosas. Mira.
—¡Compré doce! —Yamato frunció el ceño y contó las flores en las manos de Sora. —Once… —Yamato se golpeó la frente. —Soy idiota.
—No te preocupes nada, querido.
—Debería haberlos contado en la tienda. ¡No soy tan viejo que ya no puedo contar! Debe haber doce, como es apropiado, y como diciembre es el duodécimo mes del año.
—No seas dramático. Son hermosas y las amo. Nos hicimos amigos cuando teníamos once años, y planeo vivir contigo hasta que tengamos 111.
Yamato se sentó a su lado y le tomó la mano. —Sora, no tendré una vida tan larga como tú.
—Shh. —Sora le apretó la mano. —El amor alarga la vida.
