Antes que nada buenas noches (al menos es de noche para mí), les traigo con mucho placer este fic que es una continuación directa de otro fanfic anterior llamado "Un Buen Omega". Me llegaron muy lindos comentarios sobre ese fic que escribí tan a las apuradas pero con tanto amor, que me dieron ganas de darle una continuación.
Quiero dedicar esta segunda parte a las personas que lo pidieron y por lo tanto me motivaron a hacerlo: Lenayuri, I-Am-Momo, maisfeliu, Lullaby Snape, Yuki Uzumaki, Laura, LizDe-Chan,SaSoRe-Nyu. Leo absolutamente todos los rr y trato de responder la mayoría, creo que lo hice pero quizás alguno lo leí desde el celular mientras estaba trabajando y no llegué a responder.
Muchísimas gracias por el apoyo, sus comentarios son muy apreciados, sus consejos escuchados y sus favoritos agradecidos. Les tengo mucho cariño porque son una comunidad que me dio lugar, el solo hecho pensar de que se sientan a leer lo que escribo ya sobrepasa mis expectativas.
Ahora un par de comentarios del fic: Un buen omega tuvo una recepción inesperada para mí, escribi ese fic desde la perspectiva de Sherlock porque a decir verdad siempre me resultó más fácil hacerlo. Esta segunda parte aborda todo lo que estuvieron pidiendo, según creo yo es como pasaría. Además esta vez utilice la perspectiva de John para contar la historia, como para tener una visión más amplia de lo que está pasando entre estos dos de verdad. Dicho eso tengo que advertir que es omegaverse por lo tanto habrá mpreg. Soy médica y traté de hacerlo lo más coherente desde la parte científica y lo más agradable como para no herir sensibilidades. Ahora sin más preámbulos los dejo con esta historia. Dios tenga piedad de mí, hice lo mejor que pude. Graciasssssss
PARTE UNO
John Watson era el alfa unido a Sherlock Holmes, no había duda de ello.
E incluso si John lo hubiese imaginado todo, la marca en el cuello del omega aún permanecía ahí, donde él la había dejado. Podía verla cada mañana, mientras hojeaba el periódico durante el desayuno, y en las tardes cuando el detective se echaba perezosamente en el sofá, de hecho podía tener un vistazo bien claro de la cicatriz casi siempre que estaban en el apartamento gracias a esas camisas que Sherlock usaba.
Y si sus ojos se desviaban automáticamente a la marca de unión, era porque su aún entumecido cerebro no podía creer que ese hombre, ese increíble omega que siempre había sido el personaje principal en sus fantasías (incluso desde antes que fueran inapropiadas), fuese suyo. Porque a decir verdad, aparte del hecho de que ahora ambos olían irrefutablemente a alfa y omega unidos, y un par de recuerdos borrosos de un celo compartido, no mucho más había cambiado entre ellos.
Por supuesto que él comprendía que no todas las uniones entre alfa y omega tenían que ser exactamente iguales, era más moderno que eso. John estaba conciente de que había más de una forma de vivir ese vínculo fuera de los clichés de las comedias románticas. No todas las parejas unidas tenían que ser afectivas, o siquiera tener debían tener sexo fuera de los días obligatorios por el celo. John sabía esto, pero parte de sí, una parte muy primitiva e inmadura contemplaba estupefacta las cosas que sucedían entre Sherlock y él.
Decepción no era la palabra para ello, porque tendría que haber tenido algún tipo de expectativa, y él había renunciado a Sherlock muchos años atrás. Tampoco lo había imaginado de forma distinta. A decir verdad antes de su celo juntos John ni siquiera había pensado que habría un después, mucho menos con un omega tan independiente y reacio a las costumbres de su género.
Al principio, la mañana en la que el celo de Sherlock concluyó y John se encontró solo en la cama, sintió que algo no estaba bien. Se había acostumbrado en esos cuatro días a tenerlo entre sus brazos, y el hueco de la ausencia de Sherlock lo desorientaron enseguida. Cuando salió de la cama y lo encontró perfectamente vestido y trabajando en uno de sus experimentos en la mesa de la cocina, hablándole como si nada hubiese cambiado entre ellos, John se sintió de pronto desnudo.
Por supuesto que estaba desnudo literalmente, pero considerando que el omega lo había visto así durante todo el celo, no entendía porque de pronto se sentía avergonzado de su propia desnudes. Se metió al baño, y media hora más tarde salió a la cocina y se preparó el desayuno, de la misma manera que lo hacía siempre.
Los primeros días se creó entre ellos una tensión que antes no estaba, pese a que se comportaban siguiendo su rutina. Los casos continuaban, los experimentos, y él volvió a su propio trabajo en el consultorio. La inquietud sobre si Sherlock se arrepentía de lo sucedido comenzó a crecer, y como no hablaban del asunto, comenzó a debatirse si tomar valor y enfrentarlo, pedir disculpas con profunda humillación y remordimientos. O quizás debería hacer como Sherlock, quien parecía haber eliminado el recuerdo de su encuentro. Claramente él no iba a poder olvidarse de lo sucedido ni aunque cayera cinco veces de la azotea de Barts, así que la decisión era obvia.
Era una unión después de todo, una jodida unión, John no podía ignorar las sensaciones que había empezado a sentir el día que se unió a su omega. Todo lo que Greg había mencionado era cierto, incluso cuando estaba tan abatido e inseguro como entonces, podía sentir la presencia de Sherlock con él si no estaban juntos.
Había decidido que después de tres días era hora de hablar del asunto, pero cuando llegó a Baker Street Sherlock le recibió con una taza de té y lo siguiente que supo es que tenía a su ridículo detective olfateando su cuello y él hacía lo mismo con el omega.
La pequeña sonrisa que Sherlock le dedicó cuando se separaron fue toda la confirmación que necesitó. Se sintió tremendamente aliviado y feliz. Y el tema no volvió a ser discutido.
John no tenía problema en ser esa clase de unión. Estaban bien, su amistad estaba conservada, todavía iban a casos juntos, Sherlock continuaba siendo insufrible con los de NSY y todavía discutían por estupideces. No había besos u otros gestos cariñosos, de hecho eran casi igual de cuidadosos por el espacio personal como lo fueron antes. Las veces que se olfateaban mutuamente como típico intercambio entre alfa y omega, eran breves y esporádicas, John había aprendido con el tiempo que entre ellos era una manera de comunicarse en situaciones de stress o agotamiento. Sucedía después de cada caso, o en medio de uno, cuando Sherlock llegaba a un punto muerto en la investigación y necesitaba algo que lo relajara. Una vez incluso, en voz baja, el detective le confesó que le ayudaba a pensar.
Cuando creyó que eso era todo lo que habría entre ellos, y el sexo sería algo que quedase en el olvido, el segundo celo del año llegó para su omega. Durante cuatro muy excitantes e increíbles días comprendió que el sexo no estaba fuera de la ecuación, solo que quedaba reservado para esos días. Y él estaba bien con eso, era mucho más sexo del que jamás pensó podría tener con Sherlock.
Ellos estaban bien, John estaba bien. Llegó a un punto donde no podía imaginar mejor final para su larga y complicada historia. Sin embargo, ninguno vio venir la fiesta de Mycroft.
John estaba sorprendido de que Greg pudiera haber ocultado la noticia de Sherlock por tanto tiempo, y el detective estaba indignado, cosa que le costó una tostadora a la señora Hudson.
-¡¿Tenías que destrozar la tostadora?!
-Es un experimento…- Murmuró con resentimiento el omega.
-No, no lo es. Esto Sherlock no es un experimento,- John señalo las piezas remanentes del ex artefacto- esto es tú siendo infantil todo porque no pudiste deducir que Mycroft y Greg están esperando un bebé.
-¡Si sólo hubiera estado prestando atención a Mycroft hubiera sido obvio! ¡Y ahora hay una fiesta! ¿Por qué hay una fiesta? No voy a ir.
Por supuesto que fue, no es como si pudiese competir con la terquedad de Mami Holmes y John pensaba asistir de todas formas. No sentía mucho afecto por Mycroft pero consideraba a Greg uno de sus mejores amigos, y su familia siempre había sido cercana a los Holmes, la obligación moral estaba.
La mansión Holmes había cambiado con los años, pequeñas modernizaciones aquí y allá pero el estilo clásico campestre todavía persistía. No había estado allí desde su ceremonia de Unión con Sherlock. Aunque esa reunión había sido mucho más rápida e íntima de lo que ésta auguraba.
Mami había decorado todo el jardín para aprovechar el buen clima, y la gente continuaba llegando. Sherlock se removía inquieto a su lado, e inconcientemente dejó caer su mano en la parte baja de la espalda del omega. Ninguno se sentía cómodo en esa clase de reuniones sociales, pero estando juntos se hacía más tolerable.
Se habían recluido a un rincón estratégico donde Sherlock aseguró que nadie se acercaría a saludarlos y aburrirlos con su charla sin sentido. También estaban convenientemente cerca de la mesa de bocadillos, cosa que John agradecía.
-Tampoco quieres estar aquí, no entiendo por qué seguimos en este lugar.- Dijo Sherlock sin quitar la mirada en la pequeña multitud de gente.
-Porque es familia, Sherlock… técnicamente es nuestro sobrino, ¿lo sabes verdad? Esto es muy importante para tu hermano y para Greg.
-Por supuesto que sé que es mi sobrino, pero no es como si Mycroft teniendo cachorros sea gran cosa…
-Mira,- se masajeó la sien donde sentía que el dolor de cabeza ya empezaba a formarse.- vamos a saludar a Greg y Mycroft, felicitarlos por su MUY importante noticia y desearles suerte. Después vamos a comer rápidamente y marcharnos porque estamos en medio de un caso.
-No estamos en medio de un caso.
-Pero ellos no saben eso.
-Lestrade lo sabría…
-¡Un cliente privado! A menos que se te ocurra otra solución a ese gigante cerebro tuyo.
Sherlock hizo una pequeña mueca en silencio.
-Eso pensé.
Cuando Mycroft y Greg finalmente aparecieron, tuvieron que esperar largamente porque todo el mundo quería ver de cerca a la pareja del momento. John no tenía idea qué pensaba encontrar al ver a Mycroft, pero sin duda no fue eso. Nunca había visto al omega vestido en otra cosa aparte de sus trajes de tres piezas, y ese día llevaba puesto una camisa azul claro y un pantalón de lino sencillo y elegante. En el momento que lo tuvo cerca vio que no solo su aspecto sino también sus gestos se habían suavizado. Por debajo de su camisa se notaba el pequeño bulto que su ojo clínico tradujo como cinco meses, recientemente alcanzados.
Mycroft le sonrió con sinceridad, cosa que nunca había visto en el rostro del hermano mayor Holmes, una sonrisa que de verdad le llegaba a los ojos. No solo a él, cada uno de los invitados recibió una, y John sintió una inmediata y nueva simpatía por el mayor de los Holmes. Había algo en el ambiente, la esencia de Mycroft había cambiado sutilmente a la de un omega en espera, algo que por su biología no podía evitar sentir que tenía que proteger. No era el único alfa afectado, casi todo los alfas ahí reunidos parecían irradiar un aura de alerta y protección alrededor de Mycroft.
-Felicidades.
- Gracias amigo.- Respondió Greg mientras le daba palmadas en el hombro. Si Mycroft relucía, Greg estaba radiante. Jamás había visto a alguien tan feliz y orgulloso, tenía una sonrisa amplia y no dejaba de abrazar, tocar y olfatear en dirección a su omega. Cualquiera pensaría que aquello molestaría a un Holmes promedio, pero Mycroft recibía la atención con la misma emoción.
Sherlock a su lado, estaba estático y silencioso. John no recordaba verle con una cara más cómica que la que portaba en ese momento, los ojos abiertos al máximo, inspeccionando a su hermano y a Greg, probablemente deduciendo mil cosas por segundo.
-¿Sherlock?- Lo llamó, pero enseguida otras personas quisieron la atención de la pareja y ellos fueron empujados a un lado. - ¿Estás bien?
Su omega asintió distraídamente, como si nada hubiese sucedido, pero se mantuvo relativamente silencioso hasta la cena.
Después de la recepción estaba preparada una cena familiar, solo para los más cercanos. Sherlock sentado a su lado apenas daba bocados pequeños a su plato, y lanzaba lánguidas miradas en dirección a Mami y Mycroft. Un par de veces encontró a los dos omegas Holmes en una intensa batalla de miradas. Qué significaba, John no tenía idea, pero a veces lo más sabio era no meterse entre esos dos dementes.
John se concentró casi toda la velada en dar asentimientos y contestar con educación cada vez que alguien le hablaba. Respuestas vagas pero corteses, sin prestar mucha atención a lo que se hablaba. Era un ejercicio que llevaba años perfeccionando.
También se distrajo con su comida, que le recordó a la de su propia ceremonia de Unión. El evento había sido mucho menos pomposo pero igual de elegante. John no había prestado atención a los detalles esa noche tampoco, lo único que tenía en mente era a su fantástico omega. Recordaba las palabras que Sherlock le había dicho en sus votos esa ocasión, le había hablado de cómo alguien en su niñez le mencionó que la lealtad era algo que aprendería a apreciar con los años. John le había dado su lealtad y él planeaba pasar toda su vida devolviéndole la misma devoción.
Todavía sonreía como un idiota con el recuerdo. Acarició distraídamente la mano de Sherlock, sacando al detective de su propia ensoñación. Algo estaba sucediendo y se lo preguntó con la mirada, pero Sherlock solo negó con la cabeza y le devolvió la caricia.
-¿Sherlock no tienes algo que decir a tu hermano en su gran día?
John vio venir el desastre apenas Mami Holmes lanzó la pregunta.
-Sí… Mycroft. ¿Qué se siente ahora que puedes engordar sin remordimientos?
Esa fue su señal de que era hora de irse. Esperaba algún tipo de respuesta sarcástica por parte del hermano mayor, pero nunca llegó, para sorpresa de todos. Mycroft sonrió en su dirección, con una expresión de diversión cínica.
-Fantástico.- Contestó, acariciando la mano de su propio alfa. Aquella respuesta pareció desestabilizar más a Sherlock que un insulto.
Se marcharon antes del postre, John fue el que dio las excusas como siempre, mientras Sherlock solo se largaba sin decir una palabra. Los invitados estaban acostumbrados a la naturaleza del menor de los Holmes, así que no fue más vergonzoso que en otras ocasiones.
El malhumor de Sherlock continuó durante todo el camino hacia Baker Street. Cuando llegaron subió directamente, dejando a su alfa con la cuenta del taxi. John subió por detrás, comenzaba a presentir que el dolor de cabeza no iba a disminuir en las siguientes horas. En el momento que entró a la sala encontró al otro hombre echado en el sofá cual doncella victoriana, en su típica pose de tragedia que tan bien conocía.
-Ok Sherlock… ¿Qué es esta vez?
El detective giró dándole la espalda.
-Si no vas a decírmelo entonces me voy a dormir, estoy exhausto. – Esperó de pie un momento más por si Sherlock se dignaba a hablarle, pero seguía sin contestar. – Buenas noches. - Iba a ser una de esas noches, pensó mientras subía las escaleras hasta su propia habitación.
A la mañana siguiente Sherlock continuaba en la misma posición en la que lo había dejado. Preparó té y tostadas para ambos en caso de que decidiera salir de su capricho.
-Buen día. – Sherlock se giró en silencio mientras él tomaba asiento en su sillón. - ¿Desayuno?
Ahora que podía verle el rostro, Sherlock tenía un aspecto cansado y melancólico.
-¿Ni siquiera té?
Quería preguntarle qué era lo que le pasaba, pero la experiencia en sus años de conocerlo le decía que su obstinado omega respondía mejor cuando nadie le preguntaba. Solo, y cuando estuviese listo, Sherlock le haría saber exactamente lo que estaba pasando por su cabeza, quisiera John escucharlo o no.
Continuó bebiendo su té mientras disfrutaba el silencio de un domingo en la mañana. Oía los movimientos de la señora Hudson abajo, olía los bizcochos que acababa de meter en el horno. Transeúntes en la calle, dos omegas en la calle del frente, niños, acompañados de un alfa.
-El té está frío. – Murmuró Sherlock con la voz ronca.
-No lo estaba hace un rato, idiota.
De soslayo vio cómo se lo bebía de todas formas, y complacido notó que mordisqueaba una tostada.
-¿Vas a decirme entonces qué te pasa? – Otro nuevo silencio.- Está bien, no lo digas, pero estoy seguro que de pasa algo.
-¿Cómo podrías estar seguro? – Preguntó con cinismo.
-Soy tu alfa, y tu amigo, por supuesto que sé.- Respondió con firmeza, girándose para verlo. Sherlock lo miraba con sorpresa, su seguridad lo había tomado por desprevenido. Tenía la misma expresión confundida que había visto la noche anterior.
-Es…- Miraba en todas direcciones, menos a los ojos de su compañero.- No tenía idea de que el embarazo podía hacer eso… Mycroft… ¿Es normal?
-Si estás preguntando si tu hermano es normal, yo no pondría mi dinero en esa apuesta.- Sherlock lanzó un bufido de protesta y John controló su risa. - No lo sé Sherlock… También me dejó sorprendido el cambio en tu hermano, supongo que el embarazo hace eso, cambios hormonales y toda la bioquímica del omega.
-¡Pero es Mycroft! Él estaba… sonriendo.- Masticó la palabra como si fuese totalmente alienígena.
- Sí, también me generó escalofríos. – Esta vez John no pudo contener su risa.
-No tenía idea de que la bioquímica hormonal del embarazo omega fuese tan compleja y poderosa. Es decir, sé cómo puede alterar el juicio de una persona, mi propio cerebro se vuelve una maraña de incoherencia cada vez que entro en celo, y soy una persona de gran autocontrol. ¿Crees que sea así, en un embarazo?
-Hum no…no Sherlock no creo que el embarazo sea similar al celo, son dos cosas muy distintas.
-¡Pero tiene que serlo! No hay manera de que esta despersonalización que vi en Mycroft sea síntoma de otra cosa que su gestación. Tiene que ser algún tipo de manipulación, niveles hormonales que incrementan su esencia para atraer la atención del alfa, hipersensibilidad a la misma, un maldito círculo vicioso. ¿Cómo más podría explicarse su comportamiento con Lestrade? ¡El prácticamente se estaba frotando contra Gavin en público!
-Ok, primero que nada es Greg, y estas perdiendo de foco dos hechos importantes.
-No, no lo estoy. ¿Cuáles? – Preguntó con indignación.
- El embarazo sí produce incremento del sentido de protección del alfa, eso lo dice cualquier libro de biología, pero estás pasando por alto el hecho de que son un alfa y omega unidos por voluntad y bueno…están enamorados.
-¿Y qué tiene que ver eso?
-No lo sé… es decir no se mucho sobre ellos, pero las veces que los he visto o escuchado hablar a Greg al respecto, parecen esa clase de unión. Ya sabes… cursi, pasado de moda… ¿tradicional?
Sherlock se le quedó mirando con la expresión que usaba cuando sentía que John estaba siendo deliberadamente imbécil al punto que ni si quiera su gran intelecto era capaz de comprenderlo.
-¿Que fue un embarazo planeado? No lo sé, solo están felices Sherlock, es algo que pasa cuando dos adultos responsables que francamente no tenían mucha esperanza se encuentran, hacen clic de alguna forma bizarra y de pronto van a tener una descendencia.
Ni siquiera él entendía cómo explicar bien lo que intentaba decir, pero al menos su respuesta dejo callado a Sherlock unos cuantos minutos más.
-¿Mycroft quería estar embarazado?
-Probablemente. No los veo como del tipo de pareja adolescente que llega a la consulta con un omega embarazado por accidente por no saber usar anticoncepción.
-¿Cómo diablos Mycroft quedó embarazado de todas formas?
-Seriamente Sherlock… no creo que ni siquiera tu hayas olvidado como se hace un bebé.- John comenzó a reírse pero se detuvo bruscamente cuando tuvo dos segundos para pensarlo.- ¿Verdad? ¿Sherlock?
-Por supuesto que sé cómo se hacen los bebés.- Repuso rápidamente, removiéndose incómodo en su lugar. La inquisidora mirada de John comenzó a afectarlo, podía ver el ligero rubor que intentaba esconder del alfa. –Es solo que… estadísticamente las probabilidades de concebir durante el primer año de Unión en una pareja de edad avanzada y después del segundo celo juntos, a juzgar por el tiempo de gestación de Mycroft, es inaudito.
-Bueno… seguramente lo intentaron bastante.- John lanzó el comentario con la intensión de humor, pero cuando la imagen mental de lo que acaba de insinuar penetró su cerebro, se arrepintió de inmediato. Sherlock también tenía una mueca en su cara.
-Estás insinuando que ellos tiene sexo fuera del celo. – Sonaba entre indignado e incrédulo.- ¿Solo por tener un bebé?
-¿Probablemente? O sólo porque…- Se encogió de hombros, empezando a sentirse avergonzado del rumbo que había tomado la conversación.
-¿Porque…?
-¿Porque quieren? ¿Porque se siente bien? ¿Porque son ese tipo de unión? No lo sé Sherlock, pero prefiero no pensar demasiado en la razón por la cual Greg y tu hermano se acuestan.
-Estás diciendo de nuevo eso…esa clase de unión. ¿A qué te refieres con "esa clase de unión"?
John pensó por un momento que el omega le estaba tomando el pelo, pero Sherlock se veía como si en verdad no tuviese idea de lo que estaban hablando.
-La típica unión, ya sabes, del tipo de las novelas de Jane Austen y películas de esa actriz omega rubia de piernas largas que tanto odias. El alfa frío distante y viril que un día conoce al omega independiente e inteligente que quiere algo más que solo ser el estereotipo del género, pero después se vuelven la típica pareja cariñosa e insoportable con todos los clichés… Es lo que te enseñan en la primaria. ¿No lo recuerdas?
-¿No lo sé…?- Sonaba como si en verdad fuera la primera vez que oía todo eso.
-¿Recuerdas cuando nos conocimos que fue lo primero que me dijiste?
Los ojos verdes se vaciaron por una fracción de segundos, señal de que se había marchado a su Palacio Mental. John no necesitaba ir a ningún lado, ese recuerdo era uno de los más difíciles de borrar.
-Tú no luces como un alfa…
-No luces como un alfa.- Dijeron ambos al mismo tiempo. –Exacto, habías estado leyendo un libro sobre alfas y omegas en la biblioteca de Mycroft.
-Debí eliminar todo eso en algún momento. Claramente era una estupidez.-Repuso enseguida, mirándolo con intensidad. John le dio una sonrisa de lado y acarició su mano.
-Algunas cosas son exageradas, piensa en ello como una ficción para niños. Pero es lo que la gente conoce y espera de una unión… no lo sé… lo siento Sherlock no soy bueno explicando esta clase de cosas.
Parecía que Sherlock se había vuelto a su Palacio Mental, porque cuando John decidió levantar su taza y llevarla a la cocina, el detective ni siquiera pareció notarlo. Por dentro agradeció la distracción para componerse, no era bueno abordando esos temas, sentía que él y Sherlock aún estaban en un punto inestable en ese sentido. Sabía que eventualmente iba a llegar el momento en que iban a tener que hablar de ese tema, pero este día Sherlock le había dado un adelanto de lo poco que deseaba convertirse en padre. Minutos más tarde lo escuchó correr en dirección a su habitación y cerrar la puerta con fuerza. Algún día hablarían de ese tema, pero no iba a ser hoy.
John en verdad pensó que esta era una de esas cosas que iban a pasar solas. Un par de días de incómodo silencio y luego todo volvería a la normalidad. Por lo general las cosas volvían a su ritmo con la llegada de un nuevo caso. Se durmió pensando en que necesitaban un caso urgente.
Tres horas después se despertó sobresaltado, el perfil pálido y espectral de Sherlock a unos pocos centímetros de su cara y el fuerte aroma a omega en estrés sacudieron sus sentidos en alerta.
-¿Sherlock? ¿Qué sucede?
El detective estaba reclinado casi completamente sobre él, hablaba en voz baja con el balbuceo a toda velocidad que John solo había escuchado en los momentos en que su cerebro estaba sobrepasando la capacidad de su boca.
-…no hice… estuvo mal, mal, mal, John es todo un error…
-¿Qué? Sherlock tranquilízate, explícame que está pasando.
Lo atrajo sobre su regazo y empezó a buscar señales de heridas, no olía sangre pero su parte irracional le obligaba a asegurarse. No olía nada en el ambiente aparte de ellos mismo, la señora Hudson en su apartamento, nadie más había entrado a su edificio en las últimas horas. El instinto de soldado tomó control de sus nervios y con cuidado agarró a Sherlock por el rostro. El omega no quería fijar su mirada en él, podía ver lo ansioso y angustiado que estaba, pero cuando John lo atrajo hacia su propio cuello, Sherlock se abalanzó sobre él, inhalando sobre su piel desesperadamente.
Sentía las palpitaciones en el pecho de Sherlock enlenteciéndose, y cómo el fino tremor en su cuerpo de iba. El olor a omega en calma le generó un alivio inmediato.
-John… John no se supone que duermas aquí.
-¿Qué? – Dio un rápido vistazo a la cama, buscando algo que estuviese mal.
-¡No! No… John… ¡¿Por qué no me dijiste?! – Lucía enojado de golpe, pero enseguida su mueca de enfado volvió a ser de inseguridad.
-¡¿Qué?! ¿Qué cosa?
-¡Que no estaba haciendo nada bien! – Gritó con su voz profunda, separándose bruscamente del rubio. De pronto estaba al otro extremo de la cama, pero parecía más coherente que minutos antes cuando habló.- Se supone que duermas abajo, conmigo, las parejas unidas no duermen separados. ¿Por qué no me lo dijiste?
-¿Qué? Sherlock no todas las parejas…
-Se registró que el 82% de las parejas unidas que no duermen juntas pertenecen a una unión incompatible que lleva a niveles reducidos de oxitocina, melatonina y eventual reversión hormonal que puede desencadenar enfermedades degenerativas precoces en alguno de sus miembros. – Recitó rápidamente.
-Eso…- John pensó un par de segundos en lo que había oído.- no está científicamente probado, son solo datos. ¿Has estado leyendo en internet?
-¡Por supuesto que sí! ¿Cómo más voy a saber todo?... ¡John!- Exclamó exasperado.
-Okay, okay, estoy despierto del todo. Por qué no vienes aquí y me explicas qué diablos está pasando por tu cabeza.- Abrió los brazos y por un instante pensó que Sherlock lo rechazaría, pero no lo hizo. El omega se acurrucó en su regazo y continuó lanzando datos y estadísticas sobre las parejas.- Sherlock déjame ver si estoy entiendo algo. ¿Todo esto es porque no dormimos en la misma habitación? No es gran cosa, ni siquiera duermes la mayor parte del tiempo y cuando lo haces es porque caes en coma sobre el sofá.
-No es solo eso, ¡es todo! Todo lo que no estamos haciendo… todo lo que no estoy haciendo como omega. ¿Por qué no hacemos nada de eso? ¿Por qué no me dijiste que se suponía que tenemos que tener sexo fuera del celo también?
- Ok detente ahí. Sherlock nosotros no tenemos que hacer nada, tú no tienes que hacer nada que no quieras. Lo que sea que hayas leído, probablemente viene de esas estúpidas páginas web para niños de secundaria, y no tiene nada que ver con la realidad. Eso no es real Sherlock, esto- señaló el espacio entre ambos.- lo es. No hay reglas verdaderas sobre cómo funcionan las Uniones, cada pareja hace sus propias reglas.
Sherlock no se veía convencido por sus palabras.
-¿Pero cómo se supone que todo el mundo sepa que eres mi alfa?
John no pudo suprimir el impulso de enterrar su nariz en el cuello de Sherlock y lamer la cicatriz de su Unión. Escuchó al omega exhalar en un quejido, sorprendido.
-Creo que esto es bastante elocuente.- Le dijo al oído, la voz enronquecida. – Y todo el mundo ya pensaba que estábamos Unidos desde antes que estuviéramos juntos.
Aunque dejó callado a Sherlock por un momento, todavía podía percibir todo el ruido que tenía en ese cerebro.
-Sherlock… No te dije nada porque en verdad no creo en eso, y porque no creí que todas estas tonterías sobre omegas fuese algo que estuvieses dispuesto a hacer. Sé cómo te sientes al respecto de tu género… lo he sabido siempre, y te amo de esa forma desde que tengo memoria.
Sherlock se sobresaltó y separó para verle a la cara. John no entendía lo que había provocado hasta que repasó la conversación en su cabeza. Sintió toda la sangre acumularse en su rostro. Había practicado y pospuesto esa confesión durante años, sabía que era una de esas cosas que ponía en peligro el delicado equilibrio de su Unión. Dios… se sentía un estúpido.
-¿Me amas?
Sí, ¿pero podrías borrarlo de tu memoria? O estaba la opción: ¡Por supuesto! Como a un amigo, mi mejor amigo. Pasó por su cabeza además fingir que no dijo nada, pero era Sherlock, no era sordo ni estúpido. O simplemente echarse a dormir… fingir sonambulismo. Al final con una sonrisa de resignación supo que no podía evitar lo que iba a ocurrir.
-Sí. Sí por supuesto que te amo… eres mi omega.
Ni siquiera se animaba a mirarle a la cara, no quería ver en la expresión de Sherlock como empezaba a desmoronarse todo. Esperó cualquier cosa menos la pregunta que vino a continuación.
-¿Cuándo sucedió eso?- Sherlock no solo sonaba y se veía intrigado, sino también un avergonzado. Incluso en la oscuridad John pudo notarlo. No parecía repelido por la situación, y eso en sí fue un pequeño alivio.
-Eh… no lo sé… -Pensó en aquel día en la biblioteca, casi quince años atrás, pero los recuerdos de las horas que pasaba en la computadora de la escuela escribiendo mails interminables y su reacción cuando le respondió, aparecieron de golpe.- Creo que desde siempre.
Ahora decididamente sonaba patético incluso a sus oídos.
-Esto no cambia nada Sherlock… entre nosotros, quiero decir. – Se apresuró a añadir tratando de salvar algo de su dignidad. Esta vez el silencio entre ellos fue más largo y significativo, las cosas iban a cambiar.
Sherlock lo abrazó, dejando caer su cabeza en el hombro de John.
-Te mereces ser feliz, John Watson. – El alfa reconoció las palabras que murmuró a su oído.- Yo voy a hacerte feliz.
Un nudo en su garganta lo silenció, y aunque pudiese hablar, aquella frase dicha con tanta franqueza lo dejó tan sorprendido que no podía pensar con claridad.
-Sé que quieres algo más entre nosotros John, puedo verlo cuando me miras y crees que no me doy cuenta. – Confesó en voz baja y aún avergonzado.- Todas las señales estaban ahí, pero no tenía idea que hacer con esa información, así que deliberadamente la ignoré. No me estás pidiendo que haga todas esas cosas que los omegas se supone que hacemos, pero es eso lo que me hace querer dártelo todo.
-Sherlock… Sólo lo aceptaré si me prometes también que no harás nada que no quieras. Si estamos cambiando nuestra relación, no quiero que nos precipitemos.- Y en eso te pierda completamente, quiso agregar, pero no lo hizo.- No se trata de que me des todo, sólo… no lo sé, busca en esa lista de todas las cosas que leíste algo que quieras hacer… Yo también quiero que seas feliz, idiota.- Le dijo con cariño, acariciando uno de esos pómulos imposibles que tanto le gustaban. El detective pareció pensarlo por un momento.
-No lo sé…
-¿Por qué no empezamos por algo sencillo? Hoy podríamos dormir juntos. ¿Crees que es algo que te gustaría intentar?
-Sí.- Asintió con más efusión de la que pretendió mostrar, provocando una pequeña risa en su alfa.- Eso suena…- se aclaró la garganta.- interesante.
-Ven aquí.- Le hizo un lugar a su lado.- Yo soy tu alfa, ¿entiendes eso? – Le dijo cuándo lo tenía acostado a su lado, era extraña la sensación de tenerlo así y poder decir esa frase con franqueza cuando no estaban afectados por el celo y Sherlock era tan… Sherlock. – Eso quiere decir que eres libre de intentar lo que quieras conmigo y no pienso alejarme de ti. ¿Ok?
Sherlock asintió, todavía intentando encontrar una posición en la que dos adultos pudiesen entrar en una cama tan pequeña. Finalmente quedó sobre su costado, mirando directamente al rostro del alfa. Había algo tan entrañable en Sherlock en esos momentos, sus largos y pálidos brazos saliendo por los lados de las sábanas, la manera en que miraba en todas direcciones, con curiosidad. Probablemente preguntándose si lo estaba haciendo bien. John sonrió, de repente enternecido por el maldito lunático que tenía de compañero. Se alegraba porque pese a todo, parecía que ambos habían sobrevivido a una de las conversaciones difíciles que tanto deseaba no enfrentar. Cuando Sherlock lo miró y le dio una pequeña sonrisa, no pudo contenerse y lo abrazó por la cintura, atrayéndolo hasta su pecho. John era más bajo, pero Sherlock se envolvía de una forma graciosa que lo hacía encajar perfecto en sus abrazos.
-John…
-¿Hum?
-Sabes que puedes hacer lo que quieras conmigo también, ¿verdad?
John abrió los ojos, los rizos de Sherlock haciéndole cosquillas en el mentón, agradeció que no pudiera verle a la cara. Porque entonces no habría forma de que el omega no notase lo que aquella frase le provocó. Cuando él se lo había dicho a Sherlock, de alguna forma había sonado cursi y noble, pero cuando el detective se lo dijo a él, toda clase de ideas peligrosas saltaron a su mente. Cosas que no eran nada platónicas ni nobles.
-Ok…
-Sherlock…
-¿Hum?
-¿Estás mirándome fijamente como un loco de nuevo?
-Sí.
-Me lo imaginaba.- John abrió los ojos en la mañana, por la semi oscuridad en la que se encontraba sumida la habitación deducía que no había terminado de amanecer aún, y por su aspecto alerta Sherlock parecía llevar mucho tiempo más que él despierto. No era la primera vez que despertaba con el detective vigilándolo mientras dormía para exclamar: ¡Oh John, ya estas despierto! Perfecto, Lestrade acaba de darnos un caso. El taxi esta abajo, tienes cinco minutos.
Esta vez era distinto, con Sherlock ahí echado lánguidamente sobre su costado, observando a John con atención. No podía negar que era extraño, pero a la vez tan suyo que una parte de él lo disfrutaba. Era prácticamente un elogio tener la atención del hombre con la mayor capacidad de aburrirse en todo Londres.
-John, creo que la experiencia de compartir la cama para dormir ha sido exitosa para ambos, y debería mantenerse de forma permanente.
No esperaba que los cambios fueran inmediatos, pero tenía que admitir que había dormido de maravilla teniendo a su omega con él. Había algo en el aroma de Sherlock que lo relajaban ridículamente.
-No estoy tan seguro de eso, sin embargo.- Sherlock señaló en dirección a su entrepierna, donde la sábana se había abultado sin un mínimo esfuerzo por ocultar su erección. Bueno, eso explicaba porque Sherlock se había escapado de su abrazo al despertarse, pensó mortificado.
-Oh Dios… Mierda. –Jaló tan rápido como pudo la manta que había ido a parar en el otro extremo de su cama para cubrirse. – Ahora voy a cepillarme los dientes y darme una ducha, y no vamos a mencionar esto. – Resolvió, fallando en su intento de no sonar avergonzado.
-No deberías avergonzarte, es una respuesta fisiológica nor…
-¡Sherlock no estamos hablando de ello!- Exclamó mientras salía de la cama.
-¡No es como si no lo hubiese visto antes!- Oyó a Sherlock gritarle mientras bajaba las escaleras, sonando frustrado por la situación.
Al salir de la ducha encontró que le había preparado el desayuno. Miró con escepticismo la taza de té que le correspondía y las tostadas que tenían un poco más de color que lo usual. Notando su reacción, el omega aclaró su garganta para darle una explicación.
-Proveer alimento es una de las tareas del omega que generan seguridad y aumentan la confianza de su alfa.
-Ok, suena justo. –Admitió John.- ¿Pero recuerdas la regla de alimentos que empezó a regir en esta cocina hace un año, Sherlock? Esta ahí escrita en el refrigerador por si alguno sufre un pequeño lapso de amnesia.
-"Desde hoy 5 de marzo de 2012 todo alimento y bebida ingerida en 221B Baker Street será provista por John H. Watson." El segundo párrafo es una excepción a la señora Hudson.
-Exacto, ¿y por qué está esa regla? Porque continuabas haciendo experimentos en mí, y no – repuso rápidamente, cuando Sherlock abría la boca para protestar.- mi forma descuidada de comer no es una excusa válida. Ambos acordamos que no puedo seguir perdiendo miércoles completos y que mi comida era de todas formas más deliciosa.
Había dejado pensativo al genio, quien asintió distraídamente.
-Es verdad…
-No se supone que hagas cosas que en verdad no quieres, pensé que habíamos dejado en claro eso anoche.
Sintió pena por el omega, quien se veía como alguien que estuviese siendo regañado.
-Es la única regla, ¿ok? ¡Ah! Y no experimentos con esto. Y sería mejor si me entero antes lo que está por pasar.
La rapidez con la que Sherlock pasó de lucir como la imagen de la mortificación a emoción curiosa lo puso en alerta.
-Me gusta cuando hueles a mí. Deberíamos hacer eso más.-Dijo bruscamente el omega.
Olfatearse a menudo era algo común en las parejas, y mientras más frecuente más se impregnaba el aroma de su compañero. Para John, quien secretamente era muy posesivo, aquello era más que bienvenido. Si Sherlock comprendía o no lo que implicaba, no tenía idea.
-Suena perfecto,-contestó, su voz enronquecida.- deberíamos hacerlo más. ¿Ahora?- Preguntó, tratando de no sonar impaciente. La pequeña sonrisa divertida de Sherlock le dijeron que falló.
El detective se puso de pie y bebió toda su taza de una sola vez antes de ir a su lado y atraparlo en un abrazo. Escondió su rostro en el cuello de John como siempre lo hacía, inhalando profundamente. A diferencia de otras veces John no sintió reparo en atraerlo por la cintura hasta hacer mínima su separación, y Sherlock parecía sentirse con confianza de inhalar no solo el olor de su cuello, subiendo por la línea de su mandíbula hasta su mejilla. El beso casto que Sherlock le robó fue una consecuencia tan natural que ni siquiera le importaba que estuviese rompiendo la regla. Como si fuese él quien hubiese sobrepasado algún límite, John se separó lo suficiente para preguntar.
-¿Eso estuvo bien?
Sherlock se alejó y entrecerró los ojos, sopesando la pregunta con la misma practicidad con la que lo haría si John le hubiese preguntado si quería sus tostadas con mermelada.
-Sí.- Contestó luego de un largo silencio, dando una sonrisa de lado a su alfa.
Ambos decidieron (Sherlock) que la habitación de John era la mejor opción para dormir, porque aunque el baño estaba más cerca de la de Sherlock, también los múltiples experimentos que estaba llevando a cabo. Sin embargo ambos convinieron (Sherlock) que la cama del omega era más grande y tenía que deberían mudarla (por John) al piso superior.
Si bien la bibliografía científica aún no podía probar todos los efectos que los distintos rituales entre parejas unidas provocaban en la fisiología del alfa y omega, existían muchas teorías dando vueltas por ahí. John decidió revisar alguna de las más serias, porque los pequeños cambios que habían empezado a dar en su relación estaban repercutiendo favorablemente en la salud de ambos.
El compartir lecho y aumentar la frecuencia de veces en el día en que se olfateaban inmediatamente les hacía descansar mejor, y en caso de Sherlock, hasta dormir más. John todavía preparaba la comida, pero cuando pedían delivery era Sherlock quien pagaba, y eso lo complacía a algún nivel instintivo que no comprendía y prefería ignorar.
Todavía hacían las mismas cosas, pero conforme fueron pasando las semanas John encontró que las miradas del detective, acciones y palabras gravitaban aún más alrededor de él. Ahora lo olfateaba cada vez que iban a salir a la calle, porque sentía que John no olía lo suficiente como él. Que ahora además de usar sus narices también usaran sus bocas para ello era algo que John no objetaba.
El contacto apareció como toques inseguros al principio, una mano en su bíceps, una caricia en el cabello de Sherlock. La primera vez que el omega le tomó de la mano en público fue en una escena del crimen, para sorpresa de varios y diversión del Detective Inspector. Conforme la distancia entre Sherlock y él se iba cerrando, John notó que su posesividad fue creciendo. Ahora estaba hiperconsciente de las miradas de otros alfas que su hermoso detective atraía, y más de una vez se encontraba apretando los puños e interponiéndose en la línea de visión de los demás. Sherlock era suyo, y aunque se avergonzaba de sus infantiles celos, la sonrisa entre complacida y divertida que el omega intentaba ocultar le decían que eran de alguna forma bienvenidos.
Sherlock también había cambiado, cuando en un principio sus avances habían sido calculados e inseguros, ahora tomaba lo que quería como si fuese suyo por derecho. Lo agarraba de la mano para arrastrarlo de un lado al otro en la ciudad. Sin contemplación le daba castos besos en público cuando consideraba que John había sido brillante como conductor de su propia genialidad, una de esas veces no hubo nada de castidad en la forma maníaca con la que Sherlock lo arrastró a uno de los armarios de New Scotland Yard para besarlo. Cuando se separaron, agitados y notando que la temperatura comenzaba a aumentar, Sherlock y él se miraron por un momento, la adrenalina y el reconocimiento reflejados en sus ojos. Tendrían que haber estado haciendo eso hacía mucho tiempo.
No había sido el único en notar la mejora en el aspecto físico del detective, la señora Hudson no paraba de alabar lo saludable que se veía. No eran solo las horas extras de sueño, sino a sus comidas más frecuentes. De un día a otro el apetito del omega se había incrementado y aunque John pensó que no iba a escuchar el final de esos reclamos, Sherlock parecía ni haberse dado cuenta.
-Terminaste todo el plato.- Comentó casualmente una vez que comían comida china frente al televisor, eran altas horas de la noche y ambos estaban en sus pijamas después de que Sherlock resolviera un caso de dos adolescentes desaparecidos.
El detective miró sorprendido el cartón vacío en sus manos y la molesta expresión de diversión que John tenía, alternativamente.
-¿Y? ¿No es de lo que siempre te estás quejando, que coma más?
-Oh no, no te equivoques, estoy muy complacido. – Sherlock entrecerró los ojos, no tenía idea lo que John encontraba tan gracioso.- Me encanta el nuevo aspecto que te ha dado.
-¿De qué diablos estás hablando? Estoy exactamente igual que siempre.
-Humm… ¿Cinco kilos?- Aventuró el alfa, inspeccionando su cuerpo descaradamente. Sherlock siguió su mirada y como si de pronto se hubieran materializado frente suyo, vio a lo que John se refería.
-¡No entiendo qué es lo que encuentras tan divertido!- Contestó con enojo, pero John sabía lo avergonzado que se encontraba debajo de todo eso. Tenía esa expresión graciosa con los labios apretados y el rubor comenzaba a subirle por el cuello, mucho más notorio ahora que había perdido su palidez insalubre.
Lo atrajo a su regazo en un abrazo sin dejar de reír, sólo Sherlock, que era tan seguro sobre todo, podía ponerse sensible por el hecho de que ahora se veía más apetecible que nunca. El omega se relajó en sus brazos como siempre, pero el mohín de resentimiento seguía ahí.
-Te ves increíble y hueles fantástico.- Confesó en un arrebato de sinceridad. Sherlock relajó su rostro, pero aprovechó la ventaja de su posición para quitarle su plato.
-Si no te molesta entonces me quedo con el tuyo.
-Ohhh noo, no, no, te adoro pero estoy muriendo de hambre.
Sherlock se quedó con su plato de todas formas, pero cada bocado que daba compartía otro con John.
Debieron estar viendo una película o quizás fueron las noticias, lo único que John recordaría de esa noche es que Sherlock estaba insultando a la televisión mientras le servía un bocado, lo tenía sentado en su regazo y se sentía eufórico. Jamás había pensado que momentos de felicidad domestica le pasarían a él.
-Hueles a Gerard.- Replicó Sherlock cuando parecía haberse cansado de corregir a la tv.- No me gusta, ven aquí.
Había estado en una oficina de NYS con Greg toda la tarde llenando papeles mientras Sherlock y Donovan se hacían cargo del sospechoso en la sala de interrogación. Él no percibía rastros de Lestrade en sí, pero probablemente para un omega el olor de otro alfa era más obvio. Idiota por lo feliz que se sentía en ese momento, se dejó hacer sin reproches cuando Sherlock prácticamente se lanzó sobre él para cubrirlo con su esencia y su boca atrapó la del alfa.
Besar a Sherlock también había sido una de esas cosas que mejoraron con las semanas, él estaba muy fuera de forma y sospechaba que Sherlock jamás había besado a otra persona (el alfa en el gruñía complacido), por lo que eran torpes y ansiosos. A veces se entusiasmaba de más y lo mordía (Sherlock no lo notó la primera vez, pero las siguientes le lanzó una resentida mirada a través del espejo mientras curaba su labio herido), o había demasiado saliva, o poca lengua. Además estaban esas erecciones incontrolables que ninguno mencionaba. Pero como todo en la ciencia era ensayo y error, continuo, insistente y maravilloso.
Había aprendido además a ceder el control en los momentos correctos, Sherlock el artista era quien marcaba el tempo que necesitaban, justo como si pudiera leerle la mente. No sólo había dominado el arte de complacerlo con su boca, también hacía esos sonidos como gemidos reprimidos en su garganta, y por dios, olía a omega entrando en estado de excitación.
Por supuesto que con todo esto era imposible controlar las erecciones, pero había aprendido que tomando a Sherlock por su cadera con ambas manos, tenía dos ventajas: controlaba la distancia entre sus pelvis (lo que Sherlock no sentía, no le molestaba) y además, podía agarrar a su antojo el increíble trasero de su omega. Esos kilos extras le habían dado mucho más que disfrutar en ese terreno, y era exactamente lo que estaba haciendo cuando el más joven exhaló un jadeo que sorprendió a ambos.
Como primer instinto él pensó que le había hecho daño, pero de inmediato se percató de lo que Sherlock estaba mirando. El sonido que salió de su garganta fue vergonzoso, algo entre un jadeo y risa, mientras contemplaba con escepticismo el bulto bastante sorprendente en los pantalones de Sherlock.
-¿Qué… debería hacer?- Preguntó el omega, lo que sonó bastante inocente considerando la situación en la que estaban.
-¿Te desagrada?
-No.- Confesó para su alivio.- ¿Debería alejarme?
-¿Quieres hacerlo? – Sherlock negó con la cabeza rápidamente.- En ese caso voy a sugerir algo. ¿Ok?
Antes de que terminara de asentir, John lo volvió a besar y presionó su propia erección contra la del detective, ocasionando que ambos gimieran.
-¿Ok? – Preguntó una vez más apenas a centímetros de sus labios, y Sherlock lo atrajo para volver a besarlo y repetir el movimiento.
Estaban en la oscuridad de la sala, en un sillón que definitivamente no estaba diseñado para dos adultos, pero Sherlock lo tocaba, besaba, se retorcía encima de él y John jamás disfrutó un calambre en su espalda tanto como esa vez.
Las manos del omega se deslizaron por sus hombros, y la boca de Sherlock encontró su cicatriz. Embriagado por las feromonas de su compañero no se había dado cuenta en qué momento había quedado sin su camiseta.
-John. John no puedo hacer esto.- Murmuró de repente el omega sobre sus labios, sacándolo de pronto de su estupor. Sherlock lo miraba, aún encima suyo, el rostro enrojecido y las pupilas dilatadas. – No estoy seguro de que podamos tener sexo John.
Tomó aire lentamente, tratando de buscar las palabras correctas porque ciertamente toda su sangre cerebral se había mudado al sur, y estaba tan gloriosamente caliente que había olvidado sus modales.
-¿Por qué no estás seguro? – Preguntó con toda la tranquilidad que pudo reunir. Aún jadeaba.
-No es que no quiera.- Aseguró, aunque por el aspecto que tenía era obvio.- Pero mi cuerpo… no me voy a lubricar si no estoy en celo. – Largó la frase rápido y sin mirar a los ojos de su amante.
-Eres tan dulce.- Contestó John, con una sonrisa aliviada que Sherlock no encontraba nada divertida.
-No es divertido, ¿te recuerdo que tengo mi rodilla exactamente en tu entrepierna, soldado?
Sólo Sherlock podía pasar de ser totalmente ingenuo e involuntariamente dulce a hacer una amenaza con lesionarle sus partes.
-No me estoy burlando, sólo necesitaba escuchar que quieres continuar. Estoy seguro de que tu cuerpo puede lubricarse perfectamente bien sin que estés en celo.
-John, puedo asegurarte de que nunca ha pasado ni está pasando ahora mismo.
-No es igual, en el celo por supuesto que es más intenso y espontáneo, pero se supone que puedas lograr una lubricación adecuada en cualquier momento de tu ciclo, sobre todo en respuesta a mis feromonas. Yo puedo mostrarte cómo, si me dejas.
Nunca había hecho eso, obviamente, esto de tener relaciones sexuales con un omega fuera de celo era tan nuevo para él como para Sherlock. Y las nociones que tenía de lo que se suponía podía ayudar a estimular correctamente a su omega venía de libros de medicina y pornografía. Ninguno una guía de primera mano para esos momentos.
-De acuerdo.
-Excelente… Quítate los pantalones.
Sherlock se puso de pie a un lado del sofá, deslizando sus pantalones y ropa interior hasta el piso. Cuando volvió al sillón, le dio una mirada llena de determinación.
-John, no quiero estar sobre mis rodillas y manos.
Lo había hecho de esa forma otras veces, múltiples veces lo había penetrado así, pero siempre durante el celo. Comprendía que Sherlock no quisiera hacerlo en esa posición en ese momento.
-No te preocupes. ¿Está bien si estás sobre tu espalda? Yo voy a estar entre tus piernas. – Intentó que la voz no le temblase demasiado. Sherlock se echó sobre su espalda en el sofá y abrió sus piernas para él. Ahí supo que su cerebro probablemente nunca funcionaría de nuevo.
La manera en que los ojos de Sherlock lo miraron, con total confianza y entrega, fue tan abrumante como la belleza que era verlo así. Totalmente expuesto y abierto para él, desnudo salvo por la camiseta gris que tenía subida hasta el pecho, completamente erecto.
No podía dudar en estos momentos, no cuando su omega confiaba en su experiencia. Se aclaró la garganta y se arrodilló entre las piernas de Sherlock.
-El estímulo es diferente.- Empezó a explicar, pero no supo cómo seguir. –Si algo no te gusta podemos parar cuando tú lo pidas. ¿Me oíste?- Sherlock asintió, sin quitarle la mirada de encima. Su vergüenza inicial se había transformado en expectativa y curiosidad.
John llevó dos de sus dedos entre sus glúteos, deslizándolos despacio hasta su orificio, primero acariciándolo sin dejar de verlo a la cara. Cuando los metió fue repentino pero no doloroso, el ano de un omega era mucho más adaptable que el de otros géneros; Sherlock hizo una profunda inhalación de sorpresa, mas no disconfort. Eso fue todo lo que John necesitó ver antes de empezar a moverlos.
Exactamente como lo había planeado, mientras sus dedos entraban y salían de Sherlock, su cavidad comenzó a lubricarse. Le mostró sus dedos brillantes por la viscosidad al omega, que había empezado a respirar con dificultad.
-¿Ves?
Separó más sus piernas y esta vez fue su boca la que Sherlock sintió entre sus glúteos. Probó con su lengua el increíble sabor de su omega, conocía la reacción de Sherlock a esta posición, le encantaba sentir la lengua de John entrar y salir de su abertura, dilatándolo y lubricándolo aún más. Cuando estaba en celo lo volvía una maraña de gemidos y exclamaciones alentando a su alfa; ahora en sus cinco sentidos jadeaba y respiraba con dificultad, pero en silencio se aferraba con fuerza a los cojines del sofá.
John recorrió con besos la cara interna de uno de sus mulsos, mientras su mano se cerraba alrededor del pene de su compañero. El pene de un omega era mucho más pequeño que el de un alfa, pero John tenía que admitir que poseía una belleza innegable. Su mano disponible fue hasta su propio miembro, que ya no podía dejar sin atención por más tiempo. Empezó a masturbarlos al mismo ritmo, y atrajo a su omega para besarlo otra vez.
Los labios de Sherlock lo recibieron hambrientos, necesitó toda la fuerza de voluntad para separarse unos segundos y hablarle.
-¿Estás listo? - Dirigió su pene a la entrada del omega, apenas acariciándola con la punta. Sherlock asintió sin abrir los ojos. –Necesito escucharlo, por favor Sherlock… necesito que me digas que está bien.
-¡Sí! Sí, hazlo de una vez.- Su voz cargada de desesperación había sonado tan sexy, que John tuvo que contenerse para no correrse en ese momento. Volvió a atrapar su boca, y lo besó mientras lo penetraba lentamente. No porque temiese dañarlo, estaba más que preparado para recibirlo, sino porque podía, porque la sensación de enterrarse en lo profundo de su omega sin prisa era desconocida y placentera en extremo. Ambos jadearon cuando estuvo completamente dentro y empezó a moverse.
Sherlock lo abrazó enredando sus brazos alrededor de su cuello, y atrayéndolo tan cerca que respiraban el mismo aire. A diferencia del celo no hubieron gritos, ni exclamaciones sobre lo bien que el otro se veía u olía. John tenía su rostro enterrado en su cuello y ambos estaban en silencio, solo el sonido de sus respiraciones agitadas y el movimiento de sus cuerpos contra el sofá era todo lo que se oía.
Esta vez estaban ahí, podía sentir a Sherlock pensando a toda velocidad, captando cada estímulo con todos sus sentidos alertas. John no necesitaba decirle que era lo más hermoso que había visto, ni siquiera podía tener los ojos abiertos porque era como mirar al jodido sol de frente. Y no hacía falta que Sherlock le dijera lo mucho que le gustaba el olor a alfa excitado que despedía en esos momentos, porque las bocanadas profunda de aire que daba, como un ahogado aferrándose a su última gota de oxígeno, lo decían todo.
No había nudo esta vez, su nudo solo podía ser estimulado por las hormonas de un celo, pero igual se sintió fantástico cuando Sherlock acabó y en su orgasmo cerró las piernas alrededor de su cintura, atrayéndolo hasta enterrarlo en lo más profundo de su cuerpo. John se corrió dentro de él inmediatamente después.
-Eso fue definitivamente diferente.- Habló el detective, después de estar varios minutos en silencio a su lado. John hizo un sonido afirmativo, comenzando a sentirse adormecido.- Deberíamos hacerlo en una cama la próxima vez.
-Sí.- Su espalda ya no estaba para esos trotes. -¿Asumo que esto del sexo fuera del celo fue un éxito?
El sonido apreciativo que hizo su omega mientras se estiraba a su lado le hizo sonreír como un idiota.
Por supuesto que llevaron su nueva actividad a la habitación, Sherlock le obligó a admitir que mudar la cama más grande había sido una acción muy acertada. Eso no les impidió explorar otras localidades del apartamento. El sillón de John un par de veces, la cocina había visto cosas de las que John estaba muy orgulloso, y nunca más iba a mirar la mesa de la sala sin recordar lo que había pasado ahí y ruborizarse.
Conforme Sherlock fue ganando confianza en sí mismo, mayor era el apetito y el control que tenía por el sexo. Por supuesto que todavía los casos eran prioridad. Durante el trabajo poco tenía más importancia que el caso del momento. Pero cuando estaban libres de uno era bueno saber que Sherlock había encontrado una manera de evitar el aburrimiento. Se había vuelto un manipulador de primera, después de unas semanas sabía exactamente dónde tocarlo, que ruidos hacer y que palabras decir para tener al alfa completamente a su merced. Y si la mayoría del tiempo Sherlock prefería estar arriba de él y montarlo a su antojo, él no tenía ningún reclamo. Quizás otro alfa tendría algo que decir, la mayoría de su género no disfrutaba perder el control y mucho menos entregárselo a un omega; pero John nunca había sido parte de la mayoría.
Notaba que su omega también disfrutaba mucho esos roles, una tarde mientras estaban abrazados, envueltos en la languidez post coital, Sherlock le admitió que disfrutaba poder conservar todos sus sentidos y tener control de su cuerpo y acciones, a diferencia de cuando estaba en celo. El celo rompía todo su autocontrol y lo liberaba de sus inhibiciones, donde una parte muy primitiva de su cerebro lo único que deseaba era ser tomado y llenado por un alfa. Sherlock reconocía que esa faceta era una parte de él, pero no era todo lo que quería ser. Por eso el sexo fuera del celo era tan bueno para él. Fue el sexo, su Unión, o quizás todo lo demás, pero John tuvo la impresión que con los días Sherlock había empezado a hacer las paces con su naturaleza.
