Disclaimer: Todos absolutamente todos los personajes le pertenecen a Rowling. Yo no he hecho nada nuevo y nada me pertenece (a menos que lo haya comprado, cosa que no creo XD)

MANUAL de Manipulación para el mago y la bruja modernos

La verdad esta pareja no es de mi agrado, pero el fic simplemente se me ocurrió y pues, aquí está, escrito. Dedicado a mi amiga Andrea, fiel seguidora de esta pareja sin futuro.

CAPÍTULO PRIMERO

Salió sigilosamente de la sala común, cuidando de no hacer ruido para no despertar a nadie. Era medianoche y esa era una de las cosas más arriesgadas que había hecho en su vida; después de haberse montado en un hipogrifo salvaje, de haber luchado contra una horda de mortífagos y después de haber...

Bien, no era ni sería lo más peligroso que había hecho, pero iba contra las reglas de Hogwarts, y ¡ podrían expulsarla por eso! Y eso, sí que era peligroso.

Además, nadie debía enterarse. Como lo habían hablado antes, eso dañaría su reputación. No la de ella, por supuesto, a ella no le importaba en absoluto ese tipo de cosas. Pero él, con su "tiquismiquis" del qué dirán, estaba algo preocupado. Había intentado convencerlo de que no se ocultaran más pero él se mantenía inflexible.

Total, eso era lo que él decía, y en el camino a una relación sana hay que saber respetar las decisiones de tu pareja. Además, hoy era un día muy importante para ella. Había terminado de analizar un libro muy interesante con suficientes datos para obtener algunas cosas que quería. Si todo marchaba bien, este sería el paso cumbre de su relación.

Caminó sin darse cuenta, hasta toparse con un espejo. Su reflejo le guiñó el ojo descaradamente. Era la imagen de una muchacha de dieciséis años, que llevaba puesta una larga pijama azul. Tenía una cascada de rizos que caían naturalmente sobre sus hombros y un maquillaje de esos en los que se trabaja mucho para que no parezcas maquillada.

Hermione sonrió satisfecha hasta que reparó en algo. Sólo uno, un pequeño detalle, tan pequeño que nadie en el mundo lo hubiera notado salvo ella: un solo pelo, rebelde, se alzaba curvado y desafiante de su cabeza, como diciendo "Estoy aquí y no podrás peinarme!". La Hermione del espejo empezo a chillar y la real estuvo a punto de pegar un grito de horror. Tardó...¿Cuánto? Tres horas! Haciéndose con las tenazas y untándose tanto productos muggles como encantamientos para que su cabello, "un poco" enmarañado, cayera elegante y natural como el cabello de una estrella de cine, para que, ahora, ese maldito pelo se saliera de su maldito lugar!

Suspiró. Él y ella se citaban tres veces por semana para poder verse con más tranquilidad.

Pero salir con él era algo más que eso.

Requería de un gran esfuerzo por parte de Hermione, pues a él no le gustaban las mujeres despeinadas.

Cuando cumplieron su primer mes de encuentros secretos (no había otra forma de llamarlo), él le regaló un cepillo.

Por Merlín, le regaló un cepillo el día de su primer mes de aniversario! Un bonito cepillo de madera con flores grabadas, pero un cepillo al fin y al cabo.

Aquella indirecta no pudo ser más directa.

Hermione se sintió tan ofendida que estuvo a punto de mandarlo al diablo.

Cómo fue posible que pensara que ella era una mujer despeinada? Su cabello era abundante y esponjoso, simplemente.

Ni siquiera Ron, en el tiempo que duró su corta y tormentosa relación, le había dicho algo como "Me gusta tu peluca, linda".

Pero Hermione pensó las cosas mejor y entendió que decirle sutilmente las cosas a la gente no era el fuerte de él. Mandarle el cepillo como regalo y poner esa frase en la tarjeta fue el mejor intento que pudo hacer él por hacerle saber lo que pensaba sin hacerla odiarlo. Así que lo tomó como una simple petición y a partir de entonces tardaba "algún" tiempo en arreglarse el cabello todas las noches que se citaba con él.

En ese instante le hubiera gustado mucho tener aquel cepillo en las manos, como un símbolo de los pequeños sacrificios que se hacen por amor. Lastimosamente se le partió en dos las primera vez que intentó peinarse con el.

Hermione Granger continuó andando hasta llegar a una vieja y angosta escalera que estaba en una esquina y se estrellaba contra la pared sin llegar a ningún lado.

En el fondo de ésta, sentado en el último escalón se encontraba el aludido del que no hemos mencionado su nombre: Draco Malfoy.