La noche transcurría y la luna creciente parecía sonreír, ajena como todos a su propia desgracia. Las personas la veían con repulsión, escuchaba el tintineo de sus joyas y podía sentir el desprecio que irradiaban hacia ella "¿Por qué son así?". Rio con amargura. Ahora era una vagabunda ¿Qué podía esperar?

Cada día recordaba el evento que la había llevado a ese momento. Aún tenía un par de dientes de leche, 8 tiernos años, y lo perdió todo. Su feliz familia fue brutalmente asesinada frente a sus ojos... La mafia. Su padre había adquirido más deudas de las que era capaz de pagar, y ellos cobraban siempre los favores mal pagados.

Así, Uraraka Ochako quedó huérfana y sin una sola posesión, pues incluso su casa fue quemada con sus padres dentro, así hacía las cosas la mafia, sólo cenizas.

Aprendió a robar para sobrevivir. Cada día era una lucha, contra el mundo y contra sus propios fantasmas. El universo fue un lugar hostil para ella hasta que una mujer de noble corazón decidió darle un lugar en su casa y el amor de madre que tanto echaba de menos.

Entonces, como si la vida le pagará tantos años de dolor, conoció a su primer amor. Midoriya Izuku, hijo de la mujer que la había adoptado.

Y mientras su dulce amor florecía, Inko e Izuku le devolvieron su felicidad y sus ganas de vivir.

Pero todo duró un suspiro.

Ochako estaba aprendiendo a la mala que nada es seguro en la vida.

Cuando ella e Izuku cumplieron 15 años, Inko enfermó... "exceso de trabajo" dijeron los médicos, y se marchitó con la rapidez del trigo en invierno. El dinero en la cuenta voló pagando deudas y ceremonia luctuosa.

Pero ella había pasado cosas peores, y esta vez no tendría que pasarlas sola.

Izuku asumió sin dudar el papel de cabeza del hogar, y ella prometió mantener en orden la casa que habían podido conservar.

—Es como si estuviéramos casados... Deku—

Ese era el apodo de cariño que usaba la castaña con él, porque "Todo lo podía hacer". El peliverde se puso más rojo que un tomate ante las palabras que había escuchado.

Claro que siempre había querido a Ochako, y haría hasta lo imposible para proteger su sonrisa. Ella le daba sentido a su vida, sentido que no se sentía capaz de encontrar solo después del fallecimiento de su madre.

—¿Te gustaría que... que nos casaramos?— Lo dijo en un susurro casi inaudible, pero ella lo escuchó, y sus ojos se llenaron de inevitables lágrimas que escaparon de ellos pronto.

—¡A-AH! DISCÚLPAME POR FALTARTE AL RESPETO DE ESA MANERA OCHAKO, REALMENTE LO SIENTO, OLVIDA LO QUE ACABO DE DECIR POR FAVOR, NO LLORES— Gritó avergonzado hasta las orejas, cubriéndose el rostro y desviando la mirada.

—S-sí. Sí quiero...— Soltó en un sollozo la castaña.

Por un momento todo se quedó en silencio mientras se miraban el uno al otro.

—¿Eh?

—¡Que sí quiero!- Gritó eufórica mientras se aventaba a los brazos de su ahora prometido.

—Te amo Ochako- Al escuchar ese dulce susurro en su oído, su piel se erizó y su corazón cantó. Entonces él sujetó su rostro y tomó el primer beso de ambos, un beso anhelado por ambos de hacía tiempo.

Y ella quiso confiar en la vida, y disfrutar su felicidad.

La vida cambió para los dos, ella sentía que todo se acomodaba a su favor, los problemas económicos casi desaparecían, tenían una casa, un hogar, alguien a quien amar, y también una dulce promesa que esperar, cuando cumplieran la mayoría de edad, unirían sus vidas para siempre.

Tan crédula.

Su joven prometido, presionado por la ciega fe que ella le tenía, comenzó a exigirse más y más.

Cometió entonces el primer y peor error, empezó a trabajar con la mafia como asociado, escondiendo sus negocios turbios de su tierna novia, ella no debía saber nada de aquél mundo oscuro, ella pertenecía a la luz.

Comenzó entonces a tener mejores ingresos, dinero suficiente para consentir a su amada novia, darle todo lo que ella merecía. Y cegado por su amor y avaricia se le hizo fácil cometer el segundo error. Comenzó a trabajar con el grupo mafioso rival.

Y pronto descubriría, que la mafia no perdona la traición.

Ochako regresó a casa por la noche, se le había ido el tiempo escogiendo los mejores ingredientes para celebrar el "ascenso" obtenido por su prometido, quería consentirlo como él la consentía a ella.

Al llegar, algo estaba mal, la puerta de la casa estaba abierta, y algo en su corazón le dijo que lo mejor era salir de allí.

Pero atravesó el umbral aun contra todos sus instintos. La ventana de la cocina estaba abierta y sintió la brisa golpear su cara, y ahí, a media sala, la luna iluminaba la segunda escena más horrorosa de su vida.

Su dulce prometido, aquél que le cantaba cada noche mientras la acurrucaba al dormir, estaba en el piso, la cara escurriendo de sangre, y dos tipos lo golpeaban a punta de patadas.

Sintió náuseas.

La sangre de Izuku salpicaba esa bonita alfombra que había comprado la semana pasada, recordaba su propia felicidad al encontrar tan bonita pieza para su sala como un eco lejano. En ese momento parecía imposible que ellos hubieran sido felices alguna vez...

—Su-suéltenlo...— Susurró —Por favor...

—¡Sal de aquí ahora Ochako!— gritó con terror el peliverde, en un intento de levantarse. Mas aquellos hombres no se lo permitirían y de forma veloz, un disparo sonó.

Directo a la frente.

El sonido del arma llevó la adrenalina que necesitaba para despertar a las venas de la chica, quien salió corriendo mientras dejaba caer la bolsa del supermercado.

La pesadilla comenzaba de nuevo...

Y corrió.

Corrió por quién sabe cuánto tiempo. Podrían haber sido horas, o segundos. Pero de pronto estaba en un callejón alejado en quién sabe dónde. "¿Por qué corrí? ¿Por qué lo dejé? Debí morir con él, no puedo pasar por esto de nuevo"

El shock de la tragedia la golpeó de pronto, sintió el aire escapar de sus pulmones y comenzó a sollozar sin vergüenza, invadida por la desolación. Estaba sola de nuevo. ¿Por qué?

El mundo era cruel, amargo.

Entre lágrimas y desolación se quedó dormida, y pasaron los días.

Se sintió marchitar, su cabello y ropa estaban sucios, y recordó que debía comer algo, ya ni siquiera recordaba cuántos días llevaba sin probar alimento. Se obligó a arrastrarse fuera del callejón.

Y mientras caminaba distraída hundida en su propio infierno chocó con alguien y cayó al piso.

—¡Fíjate por dónde caminas niña estúpida!— Gritó el hombre furioso sacudiendo su elegante saco.

"Perfecto, un cerdo con dinero" pensó ella con molestia escaneando al hombre, quien llevaba todo tipo de joyería extravagante y dos vulgares mujeres ebrias colgando de su brazo "Prostitutas"

—L-lo lamento mucho señor— susurró mientras, recordando los viejos tiempos donde agachaba la cabeza fingiendo pena y miedo, y al levantarse del piso el tipo la sujetó contra la pared apretando su frágil cuello.

—¿Eh? ¿Qué dijiste? No logré escucharte— El sujeto rió con sorna, y mientras la escaneaba decidió que debajo de toda esa mugre había algo con lo que valía la pena jugar.

—Dije... que lo siento señor— Ochako alzó la vista hacia el sujeto, con los ojos desafiantes. Ya no tenía nada que perder. El hombre rió sarcásticamente y apretó el suave cuello de la castaña, ella peleó inútilmente contra el agarre de esas manos obesas y sudorosas.

—Oye imbécil, aléjate de la señorita.

La chica escuchó una masculina voz venir de algún lado, su conciencia se desvanecía por la falta de oxígeno.

—Piérdete idiota. Métete en tus asuntos. Yo encontré primero a esta zorra, yo la educaré— Dijo mientras se pasaba la lengua por los gruesos labios de forma desagradable y apretaba más fuerte el cuello de su víctima.

—No lo diré una tercera vez cerdo, suéltala.

Las acompañantes del pez gordo jadearon asustadas al notar la espada que se asomaba del bastón del chico que acababa de llegar, el tipo también lo notó y soltó de inmediato a la castaña, para salir de ahí rápidamente con su par de mujeres.

Ochako quedó en el suelo tosiendo mientras sostenía su cuello, aún sentía el asqueroso olor a tabaco y ron de su agresor.

—Hey ¿Se encuentra bien?

Su salvador se puso en cuclillas para quedar frente a ella, la chica asintió y el joven la ayudó a levantarse.

—Gracias por ayudarme—

Por fin ella alzó la cabeza para mirar la cara de su salvador. Un par de afilados rubíes enmarcados en un ceño muy fruncido la atravesaron. Era un hombre alto, delgado pero con mucho tono muscular. Iba vestido en un elegante traje tipo frac en color negro, su cabello, rubio cenizo, iba peinado hacia atrás con un único mechón rebelde que se escapaba en su frente. Llevaba en sus manos un elegante bastón con una cabeza de espantapájaros y un sombrero a juego con su traje.

El rubio ladeó la cabeza, desconcertado al ver la mirada de la castaña fija en él.

—D-debo irme— Tartamudeó la chica —...antes de que "él" vuelva por esto— Alzó triunfante la billetera y anillo que había tomado de forma discreta del cerdo que la atacó. Probablemente podría vivir un par de días con eso.

El rubio se sorprendió y mientras soltaba una carcajada se llevó la mano a la cara.

—No eras precisamente una damisela en apuros ¿Cierto?

—La verdad es que no exactamente, pero me ha ahorrado mucho trabajo.

Él la observó seriamente, mientras una salvaje media sonrisa aparecía en su rostro.

—Tú nombre.

No se lo estaba preguntando, se lo estaba exigiendo. Ella dudó, ¿Decirle su nombre a un desconocido? Pero después de todo, llegada a ese punto, las cosas sólo podían mejorar.

—Uraraka Ochako... señor.- Él bufó

—No soy un señor- Entrecerró los ojos y la atravesó con sus rubíes, ella sintió frío y tembló levemente.

—Ten, mañana a las 8. Me presentaré un bar en la ciudad vecina. Ven y toma algo conmigo.

El hombre le entregó una tarjeta y se despidió con una cordial reverencia y caminó en dirección contraria a ella.

Ochako observó la tarjeta que le había entregado aquel rubio, era un boleto con la dirección y el nombre del bar, al reverso había un croquis elegantemente dibujado, con instrucciones precisas para llegar. "¿Lo habrá hecho él?"

"No más falsedad"

Aquellas letras estaban debajo del nombre del bar, la chica quedo ensimismada mirando el boleto y aquella frase durante un largo rato, hasta que escuchó pasos acercarse. Con rapidez guardó el boleto y las cosas que le robó al hombre en la pequeña bolsa de mano que llevaba, un antiguo regalo de Izuku, y caminó, alejándose de esa desolada calle.


Notas de autor: Bueno, dude un poco en subir este fic a esta plataforma, pues ya lo publico en wattpad, pero, nunca esta de mas, pues no todos leen en wattpad.

Será un fic largo, larguisimo, pero las actualizaciones serán super lentas, pues mi beta y yo tenemos vidas ocupadas (?) En wattpad, suelo apoyarme de dibujos para situaciones o sus vestimentas, pero como aquí no puedo, estoy enojada alv (?

Bakugou conservará su actitud de "siempre estoy emputado no me toquen alv" (?) pero será muchísimo mas maduro y menos castroso xD

Como dije, las actualizaciones serán muy lentas, así que por favor quieranme, comprendanme y tenganme mucha paciencia, por fi. (?)

(Ya casi termino el capitulo de Demente, pero consegui nuevo trabajo y me esta consumiendo mucho, perdón)

Hasta la próxima!