Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, le pertenecen a J.K. Rowling y la historia a Lynne Graham. Es una adaptación, espero que la disfruten.
Capítulo 1
Hermione bajó deprisa los escalones que daban al bar y entró. Estaba oscuro, repleto de bebedores que disfrutaban de su hora de almuerzo para tomar un trago. No veía a Cormac, no era lo suficientemente alta como para identificarlo entre las cabezas de los hombres de los hombres de negocios enfundados en chaquetas y corbatas que tenía a su alrededor. Mientras que se abría paso entre los clientes, sintió un estremecimiento. La idea de que la reconocieran ahí, la petrificaba. Por lo tanto, fue un alivio distinguir entre la multitud en el extremo opuesto del local la cabellera rubia de Cormac. Cormac, alto, sofisticado y atractivo, se puso de pie al verla aproximarse a él. Hermione se sintió orgullosa.
- Llegas tarde – se quejó él.
- Lo siento, no pude escaparme antes – explicó ella jadeando, mientras se dejaba caer en el asiento y echó otra ojeada al lugar, temerosa de encontrar alguna cara conocida. -
- No sigas. Estás en otra parte de la ciudad. La castaña bajó la cabeza, escondiendo la cara ruborizada detrás de la melena castaña con destellos miel.
- ¡Ese hombre de allí me está mirando! - respondió Hermione.
-La mayoría de los hombres miran a las mujeres bonitas... y tú eres exquisitamente bonita, mi amor – murmuró Cormac en voz baja, adoptando un tono íntimo mientras le tomaba la mano-. Me fastidia ver que te miran todos cuando pasas.
- ¿De verdad? – preguntó ella asombrada por sus cumplidos.
- ¿Por qué no vamos a mi apartamento? – sonrió McLaggen dibujando el labio inferior con el dedo. Hermione se puso rígida.
- No puedo. Todavía no. Ya sabes cómo me siento – musitó. El miedo se había apoderado de ella. Él cambió su expresión por un gesto frío y duro. - Cormac, por favor…
- Por lo que se ve, estás jugando conmigo mientras tu esposo está de viaje. - comentó enfadado.
-Te amo – los ojos de ella se llenaron de tristeza y ansiedad.
- ¿Entonces cuándo vas a decirle que quieres divorciarte? – le exigió Cormac.
- Pronto. Estoy buscando el momento apropiado – Hermione se había puesto pálida, y en los rasgos bonitos de su cara expresaba cierta tensión.
- Teniendo en cuenta que él solo duerme contigo una noche al mes, puedo esperar sentado aquí hasta el año que viene, según tú. Tal vez lo ames al desgraciado... -
-¿Y crees que es posible? Tú sabes bien que nuestro matrimonio no es como otros.- comentó nostalgica.
- ¿Y no quieren los periódicos aprovecharse de esa situación? – se rió Cormac burlón.
- No me hace ninguna gracia, Cormac.
- Bueno. Lo único que me tranquiliza es saber que si yo no soy tu amante, él tampoco lo es. Un verdadero misterio. Mírate. La esposa virgen después de cinco años. Y sin embargo a él rara vez no se le ve con una jovencita colgada del brazo. Quizás sea un homosexual no declarado.
El estómago de ella se revolvió. Pensó que había sido una locura contarle a Cormac la verdad sobre su matrimonio. No se trataba de que fuese a usarlo en su contra. Le tenía verdadera confianza a Cormac, pero se daba cuenta de que su confesión podía resultar peligrosa, si bien servía para calmar los celos de Cormac hacia Draco.
- ¡No hables así de él! – se quejó Hermione.
- ¿Acaso no estás cansada de él? No creo que jamás tengas la valentía de decirle que quieres ser libre nuevamente. Me parece que estoy perdiendo el tiempo contigo. - No, eso nunca – dijo ella aterrada ante la idea de perderlo. No podía imaginarse volver a los tiempos de su vida sin Cormac.. Una vida aburrida, vacía. Días interminables. Sin ninguna vida social. No tenía amigos. La observaban en todos los sitios a los que iba. La puerta de su cárcel se había cerrado el día de su boda, y ella había sido tan tonta, tan ingenua de no darse cuenta hasta que había intentado pasar las rejas.
- ¿Entonces cuándo? – presionó él. - Pronto. Muy pronto. Te lo prometo. - No entiendo por qué no recoges tus cosas y te vas. No se puede decir que no tengas motivos para divorciarse de él. El adulterio no va a pasarse de moda mientras ande por ahí Draco Lucius Malfoy.
- Tengo que hacerlo bien, Cormac. ¿No crees que le debo eso al menos? - contestó.
-No creo que le debas nada. Ni siquiera es tu esposo ante los ojos de la iglesia ni de la ley – Cormac insistió.
- ¡Me tengo que ir! – dijo Hermione mirando el reloj de pulsera. Cormac le rodeó los hombros y la besó con demostrada maestría. - Te llamaré – le prometió -. Te quiero.
Hermione salió corriendo. Estaba cerca de la peluquería en la que había reservado hora para una larga sesión de masaje. Era demasiado arriesgado encontrarse con Cormac. Y su cabeza le decía que cuanto más tardase en confesarle la verdad a Draco y pedirle el divorcio, más se arriesgaba a que fuese descubierta. Pero, entonces, ¿qué importaría realmente? A el hurón no le importaba lo que hacía ella. Lo veía una vez al mes cuando él pasaba por Londres, y el año anterior ni siquiera lo había visto con esa frecuencia. A veces Draco le pedía que organizara una cena de negocios. Pero no era frecuente. Había ocurrido pocas veces, y muy espaciadas. Incluso se solía comunicar con ella a través del personal de su empresa, en caso de necesitarlo. Durante el tiempo que llevaban casados, Malfoy no la había invitado a salir nunca, ni siquiera la había llevado a una fiesta. Solía llevar a otras mujeres en ese caso, pero a su esposa jamás. Draco dormía en el ala de la casa que había acondicionado para sí. E incluso las pocas noches que habían dormido bajo el mismo techo, lo había oído salir tarde, y regresar al amanecer. Es decir que ni siquiera se podían contar esas noches como compartidas con él.
Por un momento recordó cuánto había llorado y se había preguntado qué había hecho para que las cosas fuesen así, y que podía hacer para atraer su atención. Con rabia, quiso borrar esos recuerdos de su mente. El tiempo se había ocupado de que aquellos tiempos hubiesen quedados sepultados. La joven novia había crecido y era más sabia ahora.
- Lo siento. Me olvidé de la cita – murmuró Hermione en la recepción de la peluquería, y además insistió en pagarla de todos modos. El propietario,Blaise Zabini, le ofreció comenzar con ella una sesión inmediatamente, pero ella se disculpó diciendo que se le hacía tarde, y se sentó a esperar a su peluquero.
- ¡Oh! Señora Malfoy, su guardaespaldas ha dejado un mensaje para usted – le dijo Blaise bajando la voz y la cabeza. Hermione se puso tensa y pálida. - Tranquilícese – Zabini la miró con complicidad -. He dicho que estaba en la sesión de masajes.
- Gracias – ahora Hermione se había puesto colorada.
- Será mejor que le de el mensaje. El señor Malfoy le está esperando en casa. ¿Que Malfoy qué? Draco la estaba esperando... ¿Draco, que nunca la había esperado en cinco años? ¿Draco estaba en casa cuando no lo esperaba hasta la siguiente quincena? Involuntariamente, Hermione se estremeció; se le revolvió el estómago. Sintió terror.
Blaise se sentó a su lado, y le dijo: - Pequeña, tú no eres el tipo de chica para jugar a esto. - No sé lo que estás... - Llevas viniendo a este salón desde hace cinco años. Y desde hace dos meses no haces más que ponerte colorada – suspiró -. Y no quisiera pasar a la historia como un estúpido capaz de facilitarle una coartada a la señora Blaise. Me da la impresión de que tu marido es un tipo capaz de romperle los dedos a quien haga una falta así. Me dan temblores de sólo pensarlo.
-Lo siento – Hermione se sintió avergonzada. - Y yo siento no poder ayudarte más, porque ha sido bonito verte feliz por un tiempo.
- ¿Señora Malfoy? Hermione miró a Theodore, su guardaespaldas, que proyectaba una sombra grande y oscura sobre ella se puso de pie, Nott le echó una mirada de desconfianza a Blaise, quien se encontraba demasiado cerca de la esposa de su jefe.
Tan pronto como se acomodó en la limusina se desmoronó. Blaise sabía que ella estaba viendo a alguien. Se sentía tan humillada. Y también se sentía terriblemente culpable. Su peluquero además tenía miedo de verse envuelto en un escándalo matrimonial. Aunque lo cierto era que nada de eso sería posible, ya que Draco no tenía ni la menor idea de lo que hacía ella. Pero el dicharachero Blaise, que tantas veces se había reído de sus depresiones, estaba sinceramente asustado. Todo el mundo le tenía miedo a Draco. Y sin embargo ella jamás lo había oído gritar. Durante los primeros tiempos de su matrimonio, Hermione había sentido terror hacia Draco, pero con el tiempo ese terror se había ido difuminando, y adquiriendo la forma real de la indiferencia de Draco hacia ella. Simplemente parecía que Leah no existía en la escala de seres humanos importantes para Draco.
Él se había casado con Hermione para obtener las acciones que su padre le había cedido a ella. Su esposa era parte de un acuerdo de negocios, nada más. Y sin embargo, ella hubiera jurado que había habido momentos, al principio de la relación, en que Draco la había mirado con odio; un tiempo en que cada palabra de él sonaba como una amenaza hacia ella, cuando la sola presencia de Draco la hacía sentir en peligro. Entonces había aprendido a evitarlo siempre que podía. Había aceptado casarse con ella por las acciones. Pero no obstante el divorcio no parecía una idea que lo convenciera. Y esto era algo que Hermione no alcanzaba a comprender. Y ahora Draco, que no había dado la más mínima señal hacia ella en cinco años, había vuelto a casa y la estaba esperando. Era algo que la ponía nerviosa. Subió los escalones de la enorme casa aferrada a su bolso como si buscase protección en algo. "La esposa infiel ", pensó con tristeza. Pero ella no era su esposa en realidad, se recordó, como lo había hecho desde que había conocido a Cormac. Tendría que haberle pedido su libertad mucho tiempo atrás. Pero su padre se hubiese puesto fuera de sí, y se hubiera sentido terriblemente decepcionado. Hermione se había pasado los primeros diecisiete años de su vida complaciendo a su padre, Granger. Y hacía cinco años, por consejo suyo, se había casado con Malfoy, y ése había sido el error más grande de su vida. Draco le había quitado la libertad, y no le había dado nada a cambio. Pero todo eso era historia pasada, se recordó a sí misma. Hacía apenas dos meses que su padre había muerto, a causa de la enfermedad coronaria que había dañado su salud durante años.
- El señor Malfoy la está esperando en la sala – le informó Ronald, el mayordomo.
Espero que le haya gustado….. Nos vemos en la próxima.
