Toshiro pocas veces tenía la oportunidad de ver dormir a Karin.

Él y ella hace tiempo que eran los mejores amigos, pero él estaba muy enamorado de ella casi desde el principio.

Aun así era un capitán shinigami, y no tenía tiempo para verla muy seguido, solo lograba escaparse unas cuantas horas durante la noche de vez en cuando para observarla dormir.

Esperaba pronto conseguir permiso para unas vacaciones y finalmente tener oportunidad de declararle sus sentimientos.

Pero por ahora se conformaba con simplemente verla dormir.

Amaba el modo en que ella dormía.

No, no parecía un ángel.

Su boca estaba abierta de forma comica y sus largos cabellos desparramados tanto en la cama como en su rostro.

Sus brazos estaban torcidos uno encima de su cabeza y el otro haciendo que su mano toque el suelo.

Uno de sus pies tambien estaba tocando el suelo, y su otra pierna estaba estirandose hacia el otro extremo de la cama.

No se veía en absoluto como un ángel.

Solo se veía como ella.

Un adorable desastre.

Toshiro la amaba.

La amaba porque era imprudente, inteligente, agresiva, astuta, fria, seria, timida, fuerte, competitiva, infantil, descarada, amable, generosa y mil cosas más tanto buenas como malas pero que eran parte de Karin, eran los componentes que la formaban y él simplemente amaba todo de ella.

Amaba su cabello negro que hacía contraste con su piel blanca. Amaba sus ojos oscuros que le recordaban a la noche y brillaban como estrellas.

Amaba su cuerpo. No iba a negar que la deseaba. Soñaba constantemente con besarla, tenerla entre sus brazos, tocarla, acariciarla... hacerle el amor...

Amaba la idea de que ella le perteneciera.

Esperaba alguna vez poder gritarle al mundo "¡Karin es mía!" y aclarar tambien que él era completamente suyo.

Amaba amarla.

Porque aunque al principio se resistia a la idea del amor, y aun seguía teniendo tanto miedo al rechazo, simplemente no podía ni soñar con la idea de que existiera alguien mejor que Karin.

Tal vez pensar eso sea otro efecto de estar enamorado, pero era solo otra prueba de lo extrañamente hermoso que, a su manera, era el amor.

Y amaba verla dormir porque sencillamente amaba estar cerca de ella, amaba saber que estaba segura y tranquila. Y, tal vez y solo tal vez, esperando por él.

Amaba verla dormir porque le daba esperanzas de que ella estuviera soñando con él.