DISCLAIMER: Los personajes del anime y el manga Candy Candy no me pertenecen. Son propiedad de Kyoko Mizuki y compañía, yo solo los tomo prestaditos para darle rienda suelta a mi imaginación y jugar a que les doy un final feliz.
El siguiente fanfic es acerca de como me imagino que hubiera seguido la historia original entre Candy y Albert después de terminado el anime.
Una canción para Albert
Capítulo I: Corazón de Poeta
Otra noche más escribiendo en mi diario, mientras escucho el golpeteo del viento en el vidrio de la ventana y veo las ramas de los árboles mecerse afuera en la oscuridad.
Algo me dice que esta noche para mí el sueño va a tardar, por lo que me levanto a observar el firmamento nocturno y trato de buscar la constelación de la Osa Mayor, que una vez me enseñaste.
Con pereza me apoyo en el alfeizar del gran ventanal y empiezo a unir con mi dedo las estrellas. Me siento orgullosa, pues me doy cuenta que lo he aprendido bien.
Con felicidad pienso que hay algo más de ti dentro de mí.
No se me dan muy bien esta materia, pero a ti te fascina y te admiro por eso. Por tu simplicidad para ver todas las cosas y tu facilidad para aprenderlas, para estudiar lo que te gusta.
Debo reconocerlo. No sé si estaba lista pero otra vez el travieso Cupido me ha atacado y cuando creía estar resquebrajada. Lo ha hecho por sorpresa, colocando un halo de luz ante mis ojos. Me ha sanado por una parte, pero sé que a la larga me va a volver a hacer enfermar.
Siento que esta vez el golpe se viene más fuerte y no hay manera en que lo pueda detener. Va a ser lo más grande que me haya sucedido en la vida. Lo presiento.
Mi corazón está agitado esta noche, y esa emoción se debe al solo hecho de pensar en ti… en tu nombre.
"Albert…"
Tiene la expresión de una flor,
la voz de un pájaro,
él ama como luna llena de un mes de Abril…
"¡Albert!"…Eso fue lo que exclamé sorprendida al descubrir tu verdadera identidad. No solo que eras el Jefe de la familia Andrew o el padrino que me había adoptado, sino que eras mi primer amor, el chico que encontrara una vez como en un sueño y que toda mi vida había anhelado volver a ver. Aquella cara dulce que me robara el corazón cuando era niña junto con la música encantada de una gaita que asemejaba el sonido de los caracoles y unas tiernas palabras formuladas para mi consuelo, para que dejara de llorar, me habían marcado para siempre. Eras quizá mi más dulce recuerdo hasta ese día, ya hace seis meses atrás en que me confesaste tu secreto.
Me pareció extraño caer en cuenta que tanto había deseado volver a encontrarte cuando siempre estuviste a mi lado, además se me hacía sumamente gracioso e increíble compararte con el alegre joven que pasaba los días conmigo, que compartía de forma tranquila mis alegrías y penurias, el amigo con el que podía pasar largas horas conversando y riendo, o cantando a todo pulmón. La persona que había permanecido siempre conmigo, demostrándome de la forma más sutil su amor.
Tienen sus palabras calor…
y frío de invierno,
Su piel es dura como el árbol
que azota el viento.
El amigo que me aconsejaba y daba aliento en mis momentos de tristeza, haciéndome recordar el lado positivo de la vida, y que podía ser duro también en otras ocasiones, llamándome la atención o hablándome sin piedad al ver que estaba actuando mal.
Albert, tu espíritu libre y trabajador te hace ser un excelente ser humano; tu fuerza adquirida por tus días de labor, un guerrero preparado para enfrentar cualquier territorio, tu fuerza de voluntad un individuo para no dejarse caer y tu sencillez a pesar de haber nacido en cuna de oro, simplemente admirable.
No sabes cuanto a mi me gustaría ser como tú, tener el coraje suficiente para enfrentarme al destino cuando es necesario, pero en mi vida han sucedido cosas y aunque he sido fuerte, también me he dejado caer.
Pero haciendo a un lado mis recuerdos de desamor, mejor vuelvo a pensar en ti, que un día decidiste dejarlo todo y aventurarte a conocer el mundo, sin detenerte a pensar en lo que pudieran pensar los demás, aquellos que querían atarte. Como me hubiera gustado estar a tu lado entonces en cada uno de tus viajes, observar los paisajes que tu viste, los lugares que visitaste, las culturas que conociste. Ahora me doy cuenta que me hubiera gustado estar a tu lado siempre, mi eterno Príncipe de la Colina.
…Y tiene el corazón de poeta
de niño grande, de hombre niño
capaz de amar con delirio,
capaz de hundirse en la tristeza…
Mi Bert… como te decía tu hermana de pequeñito y como te suelo molestar. Cuantas veces no me has contagiado con tu alegría y tus bromas, eres la persona con la que puedo olvidar que tengo una edad o un estatus social, con la que me siento etérea. Contigo puedo dejar todas mis preocupaciones rutinarias, me olvido de todo... cuando nos ponemos a jugar como dos chiquillos, cuando me acompañas a subir a los árboles que sabes que adoro, cuando imitas el sonido de los pájaros con tu mano, como lo aprendiste en tu estadía en África... A tu lado puedo ser yo misma sin poses, eres el ser en quien más confío.
Sé que por las mañanas antes de ir a trabajar, te gusta pasear por los inmensos jardines de Lakewood disfrutando de la naturaleza, tomándote un tiempo para pensar, para encontrar en su cobijo la calma que hace falta para tu estresada vida. Sé que llevas un gran peso sobre tus hombros que va muy diferente con todo lo que te gusta hacer, pero lo disimulas bien y aceptas las responsabilidades que se te han dado, que cayeron un día sobre ti sin que te lo esperaras. Sin embargo le das cara a la vida poniendo lo mejor de ti sin pedir nada a cambio. Eso hace que te quedes profundo dentro del corazón de los pocos que en realidad te conocemos a fondo. Siendo imposible ignorarte y no quererte.
Cuando tengo algunos días libres en mi trabajo, me suelo quedar en Lakewood para hacerte compañía. Sé que te gusta trabajar por las noches en tu estudio, pues dices que solo así encuentras concentración. Yo te bromeo diciendo que eres un marciano o algo así y tú solo te ríes, sabes que yo también lo soy y en todo el sentido de la palabra. Somos almas parecidas.
Me gusta sentarme a leer en el sofá cerca de tu escritorio, o mejor dicho fingir que lo hago porque tu sola presencia me desconcentra. A ti también te encanta leer, creo que conoces acerca de la mayoría de las grandes obras de la Literatura Universal, compartes tus opiniones sobre ellas conmigo y me prestas libros, siempre dices que leer es el mejor remedio para abstraerse de la realidad y descubrí que es cierto... claro que en tu oficina a tu lado se me hace imposible... no obstante, permanezco allí en silencio... admirando tu semblante serio al estudiar minuciosamente los papeles, mientras trabajas con ahínco, revisando informes, firmando documentos, poniendo todo en orden para el siguiente día. Tal vez ni siquiera le das importancia al hecho de mi presencia, porque sé que aún no me miras como una mujer completa, sin embargo, lo hago porque quiero que sepas que estoy ahí contigo, para ti.
Y tiene… el corazón de poeta…
de vagabundo, de mendigo,
que así lo he conocido,
Y así me gusta a mi que sea…
Quien hubiera dicho, que el héroe que conociera como un trotamundos, cuya apariencia desaliñada a primera vista me había hecho asustar, se convertiría años después en la estrella que iluminara mi vida.
Tú, que al cumplir mis dieciocho años (mi mayoría de edad), me organizaste una fiesta maravillosa, inolvidable junto con mis amigos, que como regalo reuniste a los dos viejos corceles de la mansión para que no estuvieran solos en su vejez, en un acto muy tierno, y que bailaste conmigo el vals principal en el salón, haciéndome sentir la mujer más feliz del mundo. La única, al reflejarme en tus ojos... permitiéndome también recostar mi cabeza en tu pecho mientras te abrazaba, tratando de gritarte en medio de mi desesperado silencio lo mucho que te había llegado a querer.
… Que tenga…
el corazón de poeta…
Creo que empecé a darme cuenta que lo que sentía por ti era más fuerte que la amistad o el agradecimiento, desde el día en que desapareciste de nuestro hogar en Chicago, al recuperar la memoria. Ese lugar donde habíamos forjado tantos ideales, tantos planes y sueños... Y terminé por confirmarlo unos dos días después de que me dejaras saber que eras el príncipe, cuando acostada en mi cama, observando el techo y meditando sobre la situación empecé a notar que pensar en ti me producía mariposas en el estómago, me ponía nerviosa y aunque sonara patético, de la emoción al saber que en cualquier momento iba a verte, ganas de vomitar.
Me producía sumo interés, el escuchar pronunciar tu nombre en cualquier conversación, quería tener cualquier noticia de tu existencia cuando te encontrabas lejos, para luego comenzar a juntar la información e ir intuyendo mi propia historia…comencé a vivir en una nube rosa, ilusionada, recurrí a trucos de belleza y me esmeré en mis estudios, en aprender modales de sociedad para ser una completa dama, por ser más bonita, soñando con que quizá algún día llegarías a quererme de la igual manera que yo a ti. No podía disimular la felicidad que me entraba al recibir tus cartas y la pena que me daba cuando estas demoraban más de lo normal. Te comenzaba a extrañar más de lo normal.
Con el tiempo todas esas sensaciones dentro de mí fueron variando hasta convertirse en melancolía y anhelos de ti durante tus viajes…y aquella tristeza se transformó en lágrimas que dejé cada noche sobre mi almohada después de elevar una oración por ti, para que te encontraras bien, donde quiera que estuvieras.
Tiene la arrogancia del sol,
Mirada cándida,
Su piel de nieve se hace fuego
cerca de mí…
Eres William Albert Andrew…el jefe de una de las familias más nobles de toda la ciudad y dueño de muchos negocios. Que podría tener todo lo que quisiera con el solo chasquear de los dedos, más las cosas materiales te importan poco, y sin embargo eres capaz de enfrentarte arriesgando incluso tu propia vida para proteger a los que amas.
Recordé esa noche en mi fiesta de cumpleaños, que con anterioridad al escuchar tu nombre imaginaba un abuelo de unos ochenta años de edad, cosa que me hizo reír. Tu a mi lado en el balcón me miraste con suspicacia y me diste un empujoncito con el hombro haciendome reír aún más, quizá pensaste que me estaba burlando de ti, pero es inevitable que el ser humano recuerde cosas graciosas y le den luego ganas de sonreír. Después te expliqué la verdad. Todo me parecía tan increíble en esos momentos, después de unos meses de no verte desde nuestra reunión en el Hogar de Pony, estabas allí a mi lado tan galante y buen mozo, aunque en el fondo solo seguías siendo el mismo intrépido aventurero, como un vendaval, inalcanzable y misterioso. Mi mejor amigo y compañero, cuya mirada azul me infundía calma y pasividad, haciéndome sentir segura, recordándome que todo estaba bien porque me encontraba bajo su protección.
Me estabas empezando a enamorar desde ya de una manera loca, como nunca antes había sentido, colocando dentro de mi sentimientos que con el tiempo amenazarían con explotar como una bomba de tiempo al no poder ser correspondidos.
Más hay indicaciones que me dicen que también sientes algo por mí, lo puedo encontrar en tus ojos, lo reconozco dentro de nuestras miradas que a veces se abstraen la una en la otra al conversar sobre los mismos intereses y de las cosas que nos emocionan, pues como ya lo dije antes somos muy parecidos. Lo siento en nuestros inesperados roces que producen electricidad, también sé que a veces cuando te descubro mirándome te pones rojo, "En que estarías pensando"... todo eso me da un pequeño brillo de esperanza.
Y es así como llego a estos días, a la noche de hoy. Una de las últimas de mis vacaciones, las que decidí pasarlas en Lakewood para estar a tu lado. Más tú has estado ocupado con tus asuntos estas dos semanas...y no me has tomado en cuenta, casi no has tenido tiempo para mí…
...Me dormiré… trataré de soñar contigo… y con la posibilidad de que tal vez mañana por fin podamos estar juntos.
Es amigo y amante fiel
De las estrellas,
Camina junto a mi soñando
Con cosas bellas…
Todo ha sido extraño desde que me desperté...
Después de abrir los ojos por un momento hasta hubiera jurado que seguía durmiendo… si no fuera por que sentí el cálido dorso de tu mano rozando mi mejilla, preguntándome si estaba bien, y como había dormido…. Entonces recapacité que aún seguía en mi cama, en mi cuarto, en bata y tú también estabas allí.
-¡Albert!- exclamé sentándome, a la vez que me perdía en tu profunda mirada azul - ¿Qué haces… aquí?-
Entonces sonreíste dulcemente, con esa forma seductora que tanto te caracteriza y dijiste con tu voz profunda
-¿Quieres escaparte conmigo princesa…solo por hoy?-
Yo acepté en seguida emocionada sin detenerme a pensarlo, lanzándote los brazos al cuello, sin importarme ya nada, me sentía completamente feliz.
No sé de qué manera te amo Albert, ni como llegué a hacerlo. Pasaste de un amigo a un hermano, de un hermano a un padrino y ahora te quiero como un amor, como a un amante. Ni yo misma me entiendo con claridad pero solo sé que te amo.
Salimos de mañanita, sin ser vistos. Caminamos hasta el establo donde sacaste la motocicleta que guardas allí y que la tía abuela no soporta ver por considerarla peligrosa. Colocaste un casco sobre mi cabeza recordándome que era para mi protección y te ajustaste tus gafas para evitar el viento antes de subir, yo me senté detrás de ti aferrándome a tu cintura. Así arrancamos.
Me explicaste en el trayecto que efectivamente habías estado muy ocupado durante todos esos días y que por eso no habías podido dedicarme el tiempo necesario, pero que te hacía muy feliz que estuviera allí, ya que el ver mi sonrisa y mi paciencia te daba fuerza para continuar y esforzarte más en bien de la familia. Que en varias ocasiones habías querido enviar todo al carajo por estar a mi lado, pero que hasta ese día no habías podido conseguir tiempo libre. Por lo que le habías indicado minusciosamente a George que nadie nos molestara. Ese día querías que fuera solo para los dos.
De repente empecé a sentir que todo a nuestro alrededor en la naturaleza parecía mágico, brillante, el universo mismo parecía querer conspirar para que nuestro día fuera perfecto, o serían impresiones mías a causa del amor, a estas alturas no lo sé. Simplemente me dejé llevar y recosté mi cabeza sobre tu espalda, mientras se me escapaba un suspiro y sentía la fresca brisa del verano sobre mi cara.
-Sujétate bien Princesa – me dijiste y aceleraste, te encantaba la velocidad.
Yo sentía que mientras más nos alejábamos en esa motocicleta, dejábamos a un lado los papeles que nos tocaba representar a diario en el teatro de la vida, dejábamos atrás a la Enfermera y al Ejecutivo, jefe de familia, y volvíamos a ser los mismos verdaderos amigos, las mismas almas sencillas que se regocijaban observando un paisaje o mirando el firmamento estrellado al anochecer, aquellas que encontraban en el silencio de la soledad, consejos, y que se tenían el uno para el otro como apoyo…
…Y tiene el corazón de poeta
de niño grande, de hombre niño
capaz de amar con delirio
capaz de hundirse en la tristeza…
Nos adentramos en el bosque, que por cierto conocías perfectamente, alejándonos de la civilización. Antes de eso desayunamos en un hostal de los alrededores y conseguimos provisiones de comida para el resto del día.
Recorrimos la orilla del río, los alrededores de la cascada, las colinas y valles de las afueras de la ciudad. Lugares que para ambos encerraban tantos recuerdos.
Ibas señalándome paisajes y sitios, hablándome de ellos como un guía turístico en su trabajo, me complacía tanto verte en armonía con la naturaleza y tu afinidad con los animales, a quienes dedicabas tu verdadera profesión. Te me asemejabas a un espíritu de los bosques, encantador y bello, de esos que hablaban las antiguas leyendas.
Un dios juguetón, me corregí después de que te escondieras tras de un árbol, haciéndome llamarte, y que al salir me lanzaras un cerro de hojas secas. Entonces salí corriendo detrás de ti para vengarme. Nos pusimos a jugar como dos niños en la arboleda.
Rato después encontramos la vieja y desvencijada cabaña de los Andrew, aquella que había sido tu refugio en tus días de escape. La limpiamos un poco, luego hicimos un picnic junto al río cerca de allí y terminamos por bañarnos dentro de sus aguas. Reconozco que fue la mejor tarde de mi vida.
Ya casi al anochecer regresamos a la pequeña casa, porque debíamos cambiarnos antes de volver a Lakewood, pero debíamos calentarla antes de eso, puesto que ya comenzaba a hacer frío.
Te observe, mientras me sobaba yo misma los brazos, abrazándome para protegerme del fuerte viento de la ría. Estabas ocupado en talar madera para encender en la chimenea. Tenías el cabello húmedo cayendo hasta tus hombros desnudos, recientemente lo habías cortado un poco. Admiré tu fuerza, tus musculosos brazos, tu recio vientre. Todo aquello en ti que nunca podría ser mío. Sabía que si no me decidía pronto, terminaría por perderte de alguna manera. Encontrarías a alguien o el trabajo arduo nos separaría. Más sabía que tú no serías el que diera el primer paso, y si sentías algo o no, no lo confesarías pues respetabas los lazos legales que te unían a mí como padre adoptivo. Por lo que debía ser yo quien me armara de valentía para sacar a flote el asunto, para descubrir por fin si eran verdad mis suposiciones, si la ilusión que veía en tus ojos al mirarme no era solo un espejismo producto de mi imaginación… Pero era tan difícil hacerlo.
Sentí de repente que me invadían los nervios mezclados con la desesperanza de que pudieras no corresponder a mis sentimientos, entonces el frío empezó a cernirse más implacable sobre mi, por lo que tuve que agacharme abrazándome las piernas para evitar sufrir un colapso repentino de hipotermia.
Tú lo notaste y te acercaste enseguida preocupado, me tomaste entre tus brazos y me llevaste al interior de la casa mientras yo tiritaba. Una vez dentro, me colocaste suavemente sobre el sofá de la sala y pusiste una toalla sobre mí. Luego te encargaste de encender el fuego.
Fue así como lentamente, al sentir la calidez de las brasas me fue volviendo el alma al cuerpo.
-¿Qué te pasó pequeña, estás bien? – preguntaste sin poder ocultar la preocupación. Te había hecho asustar.
Asentí levemente, mirándote con ternura, agradeciéndote por todos tus cuidados
- Gracias- expresé
- Me diste un buen susto, te pusiste pálida- confesaste, acomodándome el flequillo de mi cabello que para entonces debía estar hecho un verdadero desastre, pero que sin embargo no te importaba, tu mirada solo reflejaba dulzura. Entonces hiciste algo que me dejó pasmada en el puesto, acariciaste mi mejilla y con tu dedo pulgar me rosaste los labios. Sentí que el corazón se me detenía un momento para luego empezar a latir desbocado. Que sucedería si me quedaba allí, pedí permiso presa de los nervios y salí disparada a una habitación cercana, con la excusa que tenía que cambiarme o pescaría un buen resfriado. Ni siquiera miré que expresión pusiste.
Una vez dentro de la habitación, después de cerrar la puerta y apoyarme en ella, me reproché el haber huido de esa forma. Tanto me esmeraba por demostrarte que no era una niña y terminaba comportándome como una, tal vez era cierto como decían mis madres del Hogar de Pony y sí me hacía falta madurar.
"Cobarde" me recriminé
… Y tiene el corazón de poeta
De vagabundo de mendigo,
Y así lo he conocido
Y así me gusta a mí que sea…
Rato después cuando salí, tú ya te habías cambiado y permanecías cerca del fuego sentado en el piso, viendo arder las llamas mientras sancochabas un malvavisco. Me hiciste señas sobre la alfombra que hacia unas horas habíamos barrido para que me sentara a tu lado. Fui hasta allí.
-¿Cómo sigues?- quisiste saber con interés, pasándome un palito con malvavisco pero entonces pasé, no tenía ganas – Pensé que te ibas a desmayar, tenías los labios azules- confesaste
- Siento mucho haberte asustado- respondí, notando como tu cercanía me causaba timidez. Bajé la mirada
- A veces me recuerdas tanto a mi hermana Rosemary – comentaste – una mirada, alguna acción… quizá es el color de tus ojos tan similar a los de ella…- analizaste, y yo me dije
"Perfecto", tenías que compararme con tu hermana. Más, pronto alejé cualquier sarcástico pensamiento de mi cabeza, al recordar que Rosemary Andrew había muerto joven y era además la mamá de mi amado e inolvidable Anthony, mi primer gran amor, quien estaba ahora en el cielo junto a ella. Una sombra de tristeza comenzó a invadirme pero se disipó con prontitud al escucharte aclarar…
-Pero no eres ella…-
Me dieron ganas de abrazarte
- ... Sin embargo, no quiero perderte de la misma forma- agregaste, haciendo alusión a la enfermedad que terminara con ella. La Neumonía. Vi como tus ojos también reflejaban tristeza por lo que sin poder contenerme te tomé una mano, para recordarte algo que quisiera que siempre tuvieras presente.
- No me perderás, siempre tendrás a la revoltosa Candy a tu lado para hacerte la vida de cuadritos – bromeé, moviendo los dedos de mi mano derecha de forma maquiavélica y acercándolos a tu cuello para hacerte cosquillas. Logré mi propósito que era hacerte sonreír.
- Mi Candy - exclamaste, acercándome a ti para encerrarme en un abrazo. Casi nunca hablábamos del tema pero conocía cuanto te dolía. Sabía que al igual que yo eras un solitario y que habías pasado por momentos duros en la vida como la perdida de tu madre al nacer y después la de tu padre cuando eras todavía un niño. Tu hermana se había hecho cargo de ti con mucho amor entonces, pero el destino aciago a la larga también te la había quitado. Yo en cambio ni siquiera sabía quienes eran mis padres, si vivían o no, a veces me ponía a pensar que podrían ser cualquier persona que se cruzara conmigo en la calle y yo ni siquiera lo sabría.
Poseemos historias paralelas, por ello entiendo perfectamente tu rebeldía y tus sentimientos de soledad. Es curioso que la vida haya juntado nuestros caminos para complementarnos mutuamente.
-¿Qué edad tenías cuando se fue? – me atreví a preguntarte
- Trece, la edad que tenía cuando me encontré en una colina a una linda niñita llorona - respondiste.
-¡Albert!- te empujé por broma, porque claramente te referías a mí
- Sí… sus ojos se parecían tanto a los tuyos, pero eran más oscuros- repusiste, acariciándome la mejilla. Yo disfrutaba tanto de estar a tu lado, quería que aquel momento para los dos solos durara toda la eternidad. Afuera ya había anochecido inundándonos de oscuridad. Podía ver reflejado el crepitar de las llamas de la chimenea en tus ojos mientras me mirabas.
- Debió ser muy duro para ti- comenté. Tú volviste la vista hacia el fuego para empezar a recordar.
- Rosemary era mi pariente más cercana, se transformó en una madre para mí, sustituyendo a la que nunca llegué a conocer… Mi padre secretamente siempre me culpó de la muerte de mi verdadera madre, por lo que jamás se atrevía a estar cerca de mí. Al morir él, yo recibí por derecho al ser el único varón portador del apellido Andrew la responsabilidad de dirigir todos los negocios de la familia. Tuvieron que esconder mi identidad por ser demasiado joven, me convertí como te conté en mis cartas en un preso en mi propia casa, un títere que podían manejar a su antojo, me privaron de mi libertad de niño. Rosemary era la única persona que me comprendía y no me juzgaba, que me aconsejaba y me daba fuerza, valor… Cuando falleció no podía creerlo, me quedaba completamente solo, no era justo…Estaba enojado con todo y con todos… fui entonces enviado al internado San Pablo, que era solo una prisión más, al igual que en la que había vivido toda mi vida… aunque debo reconocer que allí adquirí los conocimientos necesarios para desenvolverme en mi entorno, en los negocios y en la carrera que amo que es la Veterinaria…- hiciste una pausa corta perdido en tus memorias -…Más no lo reconocí desde un principio y lo primero que hice al salir de allí fue revelarme ante al mundo, estaba resentido. Ir a recorrer mi propio camino, tenía dinero en cuentas bancarias, más abrí otras diferentes para que la tía abuela no pudiera manipularlas o localizarme, y me desaparecí por un lapso de dos años…porque quise…quise aprender cosas nuevas y lo conseguí. Cuando me sentí preparado regresé para hacerme cargo de mis responsabilidades aunque aún vivía bajo mis preceptos, dejándoles claros a todos que ya era mayor de edad y no podían controlarme-
-Te entiendo Albert- comenté- … Cada palabra que has dicho, yo también a lo largo de esta vida me he sentido muy sola, pero me he obligado a mi misma a no dejarme caer, a ser fuerte, a aprender de las adversidades y tomarlas como experiencias, a buscar mi propio camino…y seguir de pie- La emoción acudió a mis ojos debido a nuestras confesiones y tú te acercaste más para consolarme, tomando mi rostro entre tus manos -…pero gracias al cielo te encontré a ti, que siempre has sido como mi hado padrino, un genio o un mago… un ángel de la guarda o algo así, permaneciendo junto a mi, ayudándome cuando más lo he necesitado, muchas veces sin siquiera decírmelo - continué con ternura – por todo eso hoy quiero decirte gracias, creo que nunca había tenido oportunidad más clara de hacerlo…gracias por estar allí para mí Albert –
Despacio limpiaste las lágrimas de mis mejillas, y acercaste tus labios a mi frente para depositar sobre ella un beso, yo cerré los ojos.
- Pequeña mía, a veces pienso que el destino nos juntó por algo…para acompañarnos quizá nuestras soledades- dijiste
-... quiero que así sea toda la vida mi Bert…- te susurré acariciándote también las mejillas. Sabía que te enternecía que te llamaran así y por eso mismo lo hice. Pude notar que tus ojos también se ponían brillosos, era el momento más dulce que había vivido en mucho tiempo.
Me separé un poco para buscar algo que tenía en mi bolso, mientras tú me veías con una mezcla de emoción e interrogación. Era algo muy importante para mí.
- Una vez nos prometimos compartir nuestras cosas. No lo he olvidado…Tenías razón es hermoso compartir secretos entre dos- dije sosteniendo el pequeño cuadernillo rojo entre mis manos para después entregártelo –
- ¿Qué es esto Candy?- preguntaste observándolo
- Ahora más que nunca… estoy segura que deseo que tú lo tengas- continué – Es mi pequeño cofre de secretos, donde guardo mis anécdotas, mis aventuras, mis más bellos recuerdos, también mis peripecias, mis tristezas y mis alegrías…es mi diario-
-¡Candy!- exclamaste impresionado
- Por favor tómalo, deseo compartirlo contigo, ya no quiero que haya secretos entre los dos...- tú Albert cambiaste mi vida, mi historia y cada día que vivo sigues dándole un final feliz, es solo un presente…para el príncipe…para mi mejor amigo…-
Lucías sorprendido, apuesto que creías no merecerlo, pero sin embargo lo aceptaste. Yo no pude seguir aguantando tu mirada y bajé la mía.
- Gracias - te escuché mencionar, antes de que me halaras hacia tu cuerpo y me fundieras en un fuerte e intenso abrazo, meciéndome entre tus brazos, hundiendo tu rostro entre mis cabellos, haciéndome llorar bajito de la emoción pero también elevándome a la gloria. Se sentía tan bien estar así. Quería que Dios congelara el tiempo, juro que hasta lo pedí. Me aferré fuertemente también a ti, a tu fornido cuerpo, dándote un beso en el hombro y después recargando mi cabeza sobre el, perdiéndome en el aroma de tu colonia que ni el agua del río se había podido llevar.
Mi diario estaba escrito con amor y rabia, demostraba todos mis sentimientos, mi interior, demostraba quien en verdad era yo, y quería que tu lo supieras a totalidad. Si bien a lo largo de muchas páginas estaba mencionado el nombre de Terry, mi ex novio y el desamor de esa antigua relación, ese era un capítulo que había decidido dejar atrás hacia meses y las últimas páginas eran un soplo de alegría pues solo hablaban sobre el príncipe, de quien poco a poco iba descubriendo sus secretos y me comenzaba a enamorar.
Esperaba que lo leyeras a fondo, anhelando que a partir de ese momento las cosas cambiaran entre los dos hasta hacernos dar el siguiente paso, confesar nuestros sentimientos. Sospechaba que me amabas, y esa noche el latido de tu corazón me lo confirmó.
- Te amo Candy...- me pareció escucharte susurrar mientras besabas mi pelo y apoyabas tu mejilla sobre mi cabeza, pero no sé si fue solo producto de mi delirio, puesto que en esos instantes estaba perdida en tu abrazo sintiéndome la única mujer para ti y deseando serlo siempre.
Quiero que sepas que yo también te amo con toda mi alma, como nunca antes amé a nadie, lo hice una vez antes de que supiera lo que era el amor y lo haré toda mi vida. Es más creo que ya lo entendiste, pues he sido demasiado obvia con todas mis acciones, y sé lo que te detiene a confesarme lo que tú también sientes, que es algo que te ata al igual que a mí, el asunto legal que de violentarlo parecería incestuoso. Sé que no quieres complicar las cosas pues deshacerlo llevaría tiempo, pero ya veremos como remediarlo. Presiento por como me has mirado hoy bajo la luz de la luna, antes de volver a la mansión, y el beso profundo que has depositado en mi mejilla tan cerca de mi boca que pronto te me declararás, el corazón me lo dice.
...Mientras tanto... seguiré disfrutando de mis días a tu lado, junto al hombre que con la bondad de su corazón me conquistó… y tú por tu parte disfruta leyendo mi diario, apaciguando tu curiosidad jejeje y sigue escribiendo mis historias…
…Que tenga
el corazón de poeta…
Continuará..
Canción: Corazón de Poeta de Jeanette
Nota de la autora: Hola a todas (os), me complace darles la bienvenida en este nuevo proyecto que estoy empezando =). En realidad soy una Anthonyfan de corazón, pero a veces, solo a veces cuerneo a mi guerito con su bello tío como en esta ocasión jajaja.
¡Muchas gracias a todas (os) por leer! Un abrazo
Belén
