Arena ardiente y secretos compartidos
Un mes después del combate contra Kimimaro, en Sunagakure:
En principio, aquella iba a ser otra noche cualquiera, una noche más. De nuevo Gaara del Desierto se dirigió al tejado de su casa para pasar la noche a la luz de la luna, solo de nuevo, sin nadie que le hiciese compañía. Una noche más en vela, una noche más de soledad.
Unos instantes antes, se había encontrado a su hermano Kankuro por uno de los pasillos acompañado de Hinata, la kunoichi de la Hoja con la que el marionetista estaba saliendo.
Gaara no sabría decir si lo que sentía era envidia… no sabía lo que era estar con una chica y estaba dispuesto a averiguarlo, pues estaba convencido de que ahí residía la felicidad y el amor, lo veía en el rostro de su hermano. Necesitaba saber, necesitaba desesperadamente ser amado.
Gaara se sentó en el borde del tejado, como era su costumbre, y sin pensarlo dos veces realizó la técnica del "Daisan no me" (tercer ojo), para espiar a su hermano.
Sabía que lo encontraría en su habitación y deslizó el ojo hasta la ventana de la misma, observando lo que ocurría en el interior.
Su hermano se encontraba cara a la ventana besando a Hinata, la cual se encontraba de espaldas, y este enseguida se percató de la presencia de la técnica de su hermano. Pero no dijo nada y siguió con lo suyo.
Al día siguiente, Kankuro se dirigió a la habitación de su hermano y habló sin titubeos.
- ¿Por qué nos espías, Gaara?
- ……………………. No se de qué me estas hablando.
Hablar con Gaara resultaba difícil, pero Kankuro tenía paciencia, sabía que su hermano estaba cambiando y quizás era el momento adecuado para echarle un cable. Con calma, se sentó en el borde la cama al lado de él y puso gesto serio.
- Gaara, se por lo que estás pasando y… en fin, puedes confiar en mi. Se que antes te daba de lado por lo que ya sabes, pero ahora creo que juntos podemos superar cualquier cosa, por favor, déjame ayudarte.
Pero Gaara no respondió inmediatamente, miró hacia el suelo y con las manos se aferró fuertemente la tela de sus pantalones a la altura casi de las rodillas. Aunque se mantenía serio, Kankuro notó a través de los ojos de su hermano un poco de vergüenza.
-……… yo no pretendía…… yo solo busco eso que tú has encontrado, Kankuro, nada más.
- Comprendo, no tienes por qué decir nada – Kankuro se levantó y puso su mano en el hombro de Gaara, este le miró.
- Esta noche, te enseñaré como.
Y antes de salir de la habitación, Kankuro vio como su hermano asentía con la cabeza.
