Jamás olvidaría el día en que se besaron intensamente como nunca antes lo habían hecho; el recuerdo de aquel momento quedaría grabado en su corazón como fuego en la piel, y realmente estaba tan feliz después de ese suceso que comenzó a pensar un sinfín de planes a futuro para ellos, sólo ellos, y nadie más. ¡Nunca nadie los volvería a separar, jamás! El polaco irradiaba alegría, una energía muy bonita que llenaba el aire de frescura y amor, un amor que sólo su querido Liet podía recibir.

Supuestamente habían empezado a salir, aunque no habían hablado explícitamente de eso, pero Feliks estaba convencido de que ese amor no tenía que esperar más porque, como es obviamente sabido, ellos se conocen de prácticamente toda la vida. Habían dormido juntos aquella noche, ¡eso no podía significar otra cosa! Sentía cosquillas en el estómago el rubio al pensar en cómo había disfrutado su primera noche de amor con la persona a la cual había elegido desde siempre para ese momento; sólo él, su querido Toris, ocupaba lugar en sus fantasías más ocultas e, inevitablemente, pecaminosas, producto del gran amor que el joven de ojos verde sentía por su reciente y deseado compañero. Todo era perfecto, simplemente perfecto, ¡y nada ni nadie iban a arruinar semejante ocasión!

Bueno, justamente eso último le preocupaba un poquito. Antes de todo ese estallido de felicidad había pasado algo muy turbio que Liet no sabía solucionar, porque "sin querer" se había enamorado de alguien más, de un inusual hombre –mitad demonio- llamado Iván Braginski. Fuese el destino u otra cosa, terminaron consumando su amor, si es que se lo podía llamar de esa manera, y el pobre de Feliks tuvo la mala suerte de enterarse, aunque no de boca de las personas más adecuadas. El rubio estaba tan dolido y molesto que no quiso hablarle nunca más al lituano que sintió, quizás por primera vez, el verdadero remordimiento por lastimar al amor de su vida. Sin embargo no supo llevar muy bien la situación y, en vez de hablar del asunto de hombre a hombre, se acostó con él y le declaró sus sentimientos, diciendo que él era, evidentemente, el amor de su vida. ¡Vaya donjuán! Aunque el polaco tampoco se resistió mucho que digamos…

Y supuestamente la cosa estaba bien otra vez. Feliks, como decía, rebosaba de alegría; estaba totalmente feliz. Sin embargo el lituano no estaba en casa y las horas pasaron, pero él seguía sin volver, por lo que el polaco comenzó a preocuparse. Pues hacía bien, porque por la noche llegó el lituano con unas ojeras terribles y el cuerpo que parecía controlado por un titiritero; o sea, estaba borracho. Feliks corrió hacia él en cuanto lo vio, y notó que necesitaba ir al baño urgentemente, por lo que lo llevó a grandes zancadas. Por desgracia no llegó a tiempo y comenzó a formarse un camino de vómito que el polaco no se atrevía a mirar.

- ¡Demonios Liet! –exclamó sin poder evitar sentirse asqueado.- ¿¡Pero qué ha pasado!

El lituano parecía inconsciente, pero le respondió a duras penas:

- Lo siento, Feliks…

Pensando que se refería a la asquerosidad que acababa de dejar por el piso, sonrió algo aliviado.

- No te preocupes, tipo que luego lo limpiaremos –lo llevó al baño con cuidado y lo puso enfrente del lavabo esperando que continuara vomitando mientras se giraba un poco para evitar mirarlo sufrir de esa manera pues se veía algo patético, como cualquiera que está ebrio.

- N-no me refería a eso… -refutó el joven de cabello castaño sosteniéndose débilmente del lavabo, como temiendo caerse.

- ¿Entonces a qué te referías, mi amor?

El lituano sintió que el corazón se le contraía fuertemente al escuchar el "mi amor" saliendo de la boca del polaco, que sonaba preocupado y atento a la vez. Tuvo diferentes sensaciones, pero el mareo que estaba comenzando a sentir le impidió ordenarlos correctamente, por lo que dijo, temblando un poco:

- L-Lo siento Feliks, creo que me apresuré a tomar una decisión y ahora me siento culpable… Todavía no sé a quién debo amar… -se calló unos segundos intentando escuchar alguna reacción del polaco, pero no oyó nada.- N-no debí haberte dado ilusiones, t-todo es mi culpa… -quiso terminar la frase pero escuchó unos pasos que se acercaban a él fuertemente y sintió las manos del polaco aferrándose a sus brazos dolorosamente.

- Te voy a llevar a la habitación… -sin contar con que el lituano estaba temblando y apenas podía mantenerse en pie, el polaco lo llevó sin tacto por el pasillo hasta la habitación y lo hizo acostarse en la cama, con el semblante duro, sin saber qué hacer. El castaño se acostó y sintió su cabeza descansar. Ya no se sentía tan mareado.

- Gracias Fe… -cuando quiso girar la cabeza para mirarlo y agradecerle, vio que se estaba marchando de la habitación.- ¿A-a dónde vas?

- Descansa… –le dijo fríamente el polaco, dándole la espalda y a punto de salir del cuarto.

- ¿No te vas a quedar conmigo, Feliks? –preguntó suplicante el lituano, con un nudo en la garganta que le impedía seguir hablando.

El polaco se sentía extraño, tantos sentimientos mezclados lo estaban dominando, y sentía que se odiaría por sus palabras, pero no pudo evitar contestarle:

- ¿Por qué no le pides a Iván que se quede a cuidarte? Seguro él lo hará mejor… -abrió la puerta, decidido, lleno de rabia. Estaba tan enojado que los sollozos del lituano no le hicieron retroceder.

- ¡N-no digas eso…! –exclamó adolorido- Quizás no lo dije de la mejor manera, pero…

- …Pero has dicho suficiente –le interrumpió el polaco, aún sin darse la vuelta-, no necesito saber más.

El lituano intentó levantarse de la cama pero la cabeza le hizo un vuelco terrible, obligándolo a acostarse nuevamente. Sentía que no podía detenerlo, pero tenía muchas ganas de hacerlo.

- Si hay algo que pueda hacer para que me perdones… –le dijo el castaño llorando sin remedio- sólo pídemelo, Feliks… -el rubio se quedó inconsciente frente a la puerta, sin decir nada, generando un ambiente muy incómodo.- ¡Feliks, por favor!...

- ¡Cállate! –le gritó el polaco dándose la vuelta para mirarlo, con un odio indescriptible en los ojos, que estaban empañados en lágrimas.- ¡Que esto no se arregla con otra noche de sexo!

El rubio salió rápidamente de la habitación, haciendo estrépito con la puerta. El lituano se llevó las manos a la cabeza, adolorido por semejante ruido, y comenzó a llorar aún más. Aquellas últimas palabras le dolieron tanto que sentía que tenía razón, que solo fue eso,…sexo. No, no podía ser así…

Continuará D:


No me gusta mucho como escribí esto, creo que es demasiado corto, pero me da fiaca modificarlo. Esto está basado en un role-play que hicimos hace como un año con una amiga: ella hace de Liet y yo interpreto a Feliks. Es muy divertido, creo que tenemos mucha imaginación. Gracias a eso aprendí a hablar como Feliks casi a la perfección. (?

Mañana estaré subiendo la segunda parte. Y gracias a las poquitas seguidoras que leen mis fics bizarros y fantaseosos.