Se encontraba caminando, perdido. Era inicio de primavera, el sol se encontraba en su punto máximo pero el viento helado que lo acompaño le recordó la estación de año en la cual estaban. Se abrigo una vez más con su bufanda celeste. Su preciada bufanda. Escuchaba la risa alegre de los niños, buscando entre los matorrales algún secreto, un objeto en especial. Un huevo de chocolate. Aquellas risas evocaron recuerdos de su niñez, en su jardín, junto a su madre y su padre, con unas orejas de conejos.
-¡Marinette quiero mis chocolates!- Adrien busco con su mirada esmeralda el cuerpo de su compañera de clases, y ahí estaba ella dando una sonrisa sincera a la pequeña morena de coletas. Llevaba un bolso que sospechaba que era donde depositaria sus premios.
-Manon debes buscar bien, el conejo de pascuas de segura es muy bueno escondiéndolo. Haz tu mayor esfuerzo- le apoyaba, mientras se volvía a sentar para observar como la pequeña volvía buscar los chocolates.
-Hola Marinette-
-¡¿A-Adrien?!- la impresión fue tanto que cayó de sentón en el piso.
-El mismo... veo que estas de niñera-
-Eh... sí, sí. Es que su mamá tenía trabajo y no puedo resistir cuidarla-.
Adrien le ayudo a levantarse y se sentó a su lado, mirando como Manon se desesperaba por no encontrar nada. Una sonrisa nostálgica se posó en sus labios. La peliazul no lo paso por alto, entonces busco en su bolso unos dos chocolates.
-Toma- los recibió con tanta felicidad que la abrazo. Marinette le devolvió el abrazo cuando Manon la volvía a llamar.
-Felices Pascuas Adrien- el rubio también le hubiera despedido, pero estaba anonadado, su compañera de clases le había plantado el beso más tierno en la mejilla. Un sonrojo se asomó en sus mejillas.
-Felices Pascuas, My princess- susurro para volver a la comodidad de su solitario hogar.
