Disclaimer: Los personajes de Candy Candy no me pertenecen, son creación de la novelista Kyoko Mizuki. Otra como tú- Eros Ramazzotti.
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Otra como tú
Los sonidos de la puerta lo despertaron. Terry abrió perezosamente los ojos ante el insistente ruido.
-Adelante- dijo, al instante un hombre alto, de cabellos negros y mediana edad entró a su habitación
- Señor, su desayuno esta listo- le indicó el mayordomo en lo que colocaba la charola con alimentos en una mesa cercana a la cama.
Se levantó muy a su pesar. Las largas noches de insomnio sólo le daban dos o tres horas del sueño al día. Sin embargo, él tenía obligaciones que cumplir no solo como actor principal de la compañía Stratford si no ahora como socio, productor y segundo director de la misma.
Se acercó a la pequeña mesa a desayunar. Como siempre, su empleado había colocado un lado la prensa del día y algunas cartas. Antes de revisarlas tomó un poco de café, su sabor un poco fuerte y amargo se había vuelto su aliado en las mañanas, lo despertaba y daba energía. Ya un poco más despierto miró los mensajes que estaban en la charolilla del correo, un sobre con el remitente de Robert Hathaway llamó su atención: era un telegrama de su socio que en esos momentos se encontraba en Chicago. Lo abrió rápidamente y leyó: "Voy camino a N.Y. Inmediatamente comienza ensayos de "Hamlet". Función de beneficencia para nuevo hospital. Asistirá gente muy importante. Robert". Terry dio un profundo suspiro, tendría que suspender por el momento la puesta en escena de la obra "Mas allá del Horizonte" del dramaturgo Eugene O'neill, una obra nueva, controversial, hermosa pero muy trágica.
- ¡Robert, Robert, no me hagas esto!- exclamó molesto -Los ensayos de la nueva obra van muy avanzados, ¡ya esta casi lista! suspender sería valioso tiempo perdido para su estreno- con un sentimiento de frustración se levantó directo a bañarse para irse al teatro y preparar todo.
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- Buenos días a todos - saludo Terry
- Buenos días- le respondieron una docena de actores y actrices que estaban en el escenario esperando por él.
- Acérquense por favor. Tengo que informarles que posiblemente suspendamos los ensayos de esta obra y comencemos a ensayar Hamlet para una obra de beneficencia de un hospital. Como es una obra que ya conocemos, sólo bastará con darle un ensayo general y afinar los detalles que surjan. Los que fueron parte de esta obra quédense, los demás retirense por hoy, pero vuelvan mañana por la tarde, trataré de convencer al señor Hathaway que la obra que presentemos para la gala de beneficencia sea ésta nueva que ya está prácticamente lista. Eso es todo y gracias por su tiempo, en diez minutos comenzamos los que se quedan- concluyó.
Entre murmuraciones, cada una de las personas que no eran parte de los personajes de Hamlet se fueron retirando con sorpresa y desilusión. Terry se dirigió a su camerino a cambiarse ya que el interpretaba el personaje principal, atrás de él iba James Scott, su asistente.
Entraron al lujoso camerino y rápidamente Jimmy (como le llamaban el actor)buscó la ropa del personaje que ocupaban para los ensayos de la obra de Shakespeare y el libreto del mismo.
-Jimmy, ve al almacén de vestuario y busca el traje del estreno de Hamlet, súbelo para que me lo pruebe y después llama a alguna de las costureras para que le hagan los ajustes necesarios, creo que he abajo un poco de peso desde el estreno y habrá que dejarlo a mi medida.
La vida de Terry no había sido tranquila en los últimos meses, entre la carga del trabajo, el insomnio y la falta de tiempo para comer de una manera adecuada seguro había que hacerle algunos ajustes a su vestuario, no es que ahora estuviera debilucho y flaco, al contrario, siempre en su agenda había lugar para una rutina de ejercicio y por eso era un hombre fuerte y en forma, sin embargo, el ser sólo un actor de la compañía tenía sus privilegios, como el de una buena comida más frecuentemente por ejemplo, ahora que tenía muchas más responsabilidades tiempo de sobra era lo que menos tenía.
- Muy bien señor Grandchester, por cierto ¿esta beneficencia es para el nuevo hospital de asistencia social que financia el gobierno y el rico excéntrico de Chicago? ¿cual es su apellido?... Lo leí en el diario esta mañana.
- ¿Millonario excéntrico de Chicago?- se sorprendió, a él sólo se le ocurría un nombre.
-Sí- continuó James -Uno que es dueño de medio país, los tachan de excéntricos a él y su esposa por ayudar a la gente, que por cierto, tengo que decir señor Grandchester que la esposa de este magnate es una rubia muy muy hermosa, parece un ángel, lo sé por la foto que vi de ellos en el diario... ¡Ardley! ese es su nombre, ¡William Albert Ardley!.
Terry se quedo pasmado, hace mucho tiempo no sabía de él, lo último que supo es que hace unos años fue presentado como cabeza de uno de los clanes más importantes de América y Europa, pero que Scott mencionara a su esposa como " una rubia muy muy hermosa, que parece un ángel" sólo un rostro y un nombre se le vino a la mente: Candy.
- ¿Será posible ?- susurró - Jimmy ¿tienes el diario? ¡Necesito verlo ahora!- el joven lo buscó y se lo entrego rápidamente extrañado del cambio de actitud repentina de su jefe -Ve a ver lo del traje que te pedí, déjamelo aquí y nos vemos en el escenario - lo despidió.
-Sí, señor- respondió un contrariado James.
Al quedarse sólo, buscó entre las hojas del diario aquella noticia con manos temblorosas, de pronto, encontró la nota, ahí estaba ante sus ojos, ¡no lo podía creer!, la mujer de la que hablaba su asistente ¡era Candy, ahora esposa de Albert! (Nombre por el cual lo había conocido tiempo atrás en Londres). Realmente se veía hermosa, su cabello antes sujetado por un par de coletas ahora lo llevaba suelto, se le veía hecha toda una mujer, una mujer que tal como dijo el joven Scott era "muy muy hermosa" no exageró "parecía un angel", ya no era más esa jovencita de la que se separó seis años atrás en una noche de invierno de 1914, ahora, en esta primavera de 1920 era una mujer muy bella y por lo que veía en la fotografía del diario también muy feliz.
Albert estaba a su lado, se le veía muy bien, alto y apuesto. En la foto ambos se veían directamente a los ojos, sonrientes, con una mirada cómplice que sólo los que se aman verdaderamente pueden lograr. Algo se decían sin duda, no con palabras, si no en esa mirada. Terry sintió una fuerte punzada en el pecho, pensaba que ya lo había superado, si bien con Susana cumplió su deber como lo prometió, al morir esta, dos años atrás, su vida amorosa no había sido del todo activa, o más bien no deseaba comprometerse con ninguna, sentía que a todas les faltaba algo, algo que el mismo no sabía que era.
Leyó la nota que venía al calce de la foto: "El señor William Albert Ardley y su bella esposa Candice Ardley, nuevamente invierten en un hospital para la asistencia social ahora en Nueva York. Los señores Ardley aseguran que la ayuda a los necesitados es la mejor inversión que se puede hacer. Desde que contrajeron nupcias, este será el quinto hospital en el país que financian con el gobierno. En breve, la sociedad de Nueva York podrá colaborar con esta loable labor, ya que se rumora de que la compañía Stratford dará una función de beneficencia para esta obra".
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Después del agotador día de ensayo, Terry llego a su mansión en La Quinta Avenida, que para su gusto ya se estaba volviendo "demasiado ruidosa" y aunque le era cómodo por la cercanía al teatro, estaba considerando seriamente mudarse a Long Island que estaba en pleno desarrollo.
Tras tomar una cena ligera, se retiró a su habitación con el diario en la mano, de hecho se dio cuenta que prácticamente no lo había soltado en todo el día. Se dio una ducha y nuevamente puso su atención en aquella foto. Acarició la imagen de Candy.
-Pecosa- susurró -Estas más hermosa que nunca- decía mientras acerco la foto más a su cara intentando captar cada detalle que esta le permitiera ver -No puede haber, ¿dónde la encontraría? otra mujer igual que tú- dijo con cierta nostalgia.
Aún en esa foto se podía ver su personalidad alegre, bondadosa y generosa, a nadie le cabría duda al ver esa foto que ella era simplemente maravillosa. Sintió un poco de tristeza al ver a aquel hombre que captaba su mirada, sin duda a él también se le notaba una bondad infinita y un inmenso amor hacia la mujer que tenía en frente y que miraba con devoción.
En ese momento se sintió terriblemente desdichado por que Candy sólo había una y ahora era de él.
-No puede haber, desgracia semejante... Otra mujer igual que tú... Candy-
Terry sintió dos gruesas lágrimas deslizarse por sus mejillas, seis años habían pasado y todavía le dolía como si fuera ayer. Esa noche que la dejó ir sin duda perdió medio corazón. Se levantó con el diario en las manos y caminó hacia el balcón, hacia calor por ser primavera. Miró hacia el jardín y sus ojos se posaron en un fuerte y alto árbol, a su mente vinieron recuerdos del colegio San Pablo, por lo menos hace ocho años de eso
- Tarzan pecosa- dijo riendo, recordando a aquella muchacha intrépida saltando de un árbol a otro hasta llegar al dormitorio de los chicos.
Flash back
Candy estaba en alguna parte del bosque que rodeaba el colegio muy apurada cambiando el disfraz de Romeo por el de Julieta, aunque se le había prohibido participar y se suponía que estaba en la celda de castigo, el muy oportuno regalo que el Señor William le había hecho llegar por medio de George, le dio la oportunidad perfecta para estar en el festival de Mayo sin ser descubierta. De repente, escuchó que alguien reía a carcajadas, volteó y lo vio ahí arriba de un árbol.
-¡¿Terry me viste mientras me estaba cambiando?!- preguntó Candy entre furiosa y avergonzada.
- Te vi pero no te miré - dijo Terry, riendo desde arriba del árbol.
De un salto bajó hasta situarse frente a ella. Al acercarse notó como se sonrojaba.
-Eres un mi...Eres un mir...
-¿Un mirón quieres decir señorita Julieta?-
La melodía que empezó a sonar a lo lejos llamó su atención.
-Esa música, es la misma melodía que baile con Anthony- pensó Candy
-Es una hermosa melodía ¿me permite esta pieza señorita Julieta?-
Haciendo una galante reverencia, el joven la invitó a bailar con él. Candy sonrió y aceptó gustosa.
Terry la rodeó por la cintura con una mano y con la otra tomó delicadamente la pequeña mano de la rubia. Mientras bailaban el pensaba lo fascinante que era esa chica, aunque lo quisiera negar poco a poco de había metido en su cabeza ya que pensaba en ella gran parte del día. Pero lo más increíble, es que aunque él lo negara, también lo estaba haciendo en su corazón; escuchar su sonrisa, ver sus gestos cuando la hacia enojar o simplemente ver sus expresivos y hermosos ojos verdes, le hacían el día más alegre.
Si no la veía por algún motivo se ponía de mal humor, el cual muchas veces terminaba pagando la joven misma en alguno de sus repetidos ataques de enojo. Sin embargo, la rubia le tenía mucha paciencia y siempre que él volvía como si nada hubiese sucedido, ella lo recibía con una cálida sonrisa y unos ojos llenos de comprensión y ternura. Muchas veces se sintió un gusano por tratarla de esa manera.
Ambos se veían al rostro, mientras Terry disfrutaba de ese momento como hace mucho no disfrutaba. Tenerla entre sus brazos era una sensación estupenda.
-Me vienen los recuerdos, el césped, los rayos del sol, es Terry quien esta aquí, es Terry con su tierna sonrisa- pensaba Candy mientras bailaba al ritmo de la música.
Cuando lo vio en aquel barco, entre la niebla, pensó que era Anthony, pero al conocerlo mejor se dio cuenta que eran totalmente diferentes en todos los sentidos
- ¿Te sucede algo?- preguntó al verla pensativa
-¡Oh no! estoy bien, sólo recordaba que esa melodía es la misma de cuando baile por primera vez con Anthony- respondió alegremente. Se sorpendió que detrás de esa respuesta inmediatamente paró el baile de manera abrupta.
-¿Terry porque te detuviste de repente?- preguntó. Acto seguido Terry la besó.
Fin FlashBack
-Otra mujer, igual que tú, con iguales emociones, con las expresiones que en otras sonrisas no vería yo. Con esa mirada atenta a mi indiferencia cuando me salía de la situación. Con la misma fantasía, la capacidad de aguantar el ritmo despiadado de mi mal humor- pensó Terry con una sonrisa al recordar ese episodio de su vida -Pecosa, todavía me duele la bofetada que me diste ese día después de que te besé- dijo divertido acariciando su mejilla.
Sin duda, ahora se daba total y conscientemente cuenta de que sólo esa mujer tenía las cualidades perfectas para él. Esas cualidades que lo hicieron ser mejor persona, ya que no podía negar, que en gran parte el éxito que tenía en ese momento como actor, era por que ella lo impulso a buscar sus sueños con todos esos detalles que le regaló a su vida en el breve tiempo que estuvieron juntos.
-Otra no puede haber si no existe me la inventaré-sonrió resignado.
Recordar el pasado fue reconfortante. Con esos pensamientos por esa noche trataría de dormir, con el recuerdo de su maravillosa sonrisa y sus cálidas y enamoradas miradas.
Cerró el ventanal del balcón, se acostó en su reconfortante cama y le echó un último vistazo a aquella foto.
-Parece claro que aún estoy envenenado de ti, es la cosa más evidente- le susurró a la foto como si pudiera escucharlo.
Cerró los ojos para que esa imagen quedara en su mente y apareciera en sus sueños, increíblemente, después de noches y noches de insomnio, se durmió profundamente.
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Robert Hathaway meditaba en lo que Terry le exponía, si bien ambos eran adoradores de las obras de Shakespeare darle oportunidad a obras nuevas no era nada descabellado, sobre todo si podría utilizar la beneficencia para su lanzamiento y su posible gran éxito.
Aunque pensó que también cabía la posibilidad de que sí fracasaba, lo haría en grande, ya que el público que asistiría eran nada más y nada menos que las personas más importantes de los Estados Unidos, incluyendo políticos, empresarios, intelectuales y artistas. Era ir arriesgando el todo por el todo o ir a la segura con una obra que ya auguraba el éxito por sí misma como lo era Hamlet.
-No lo pienses mucho Robert, te garantizo que la obra será todo un éxito- lo alentó Terry al ver en la disyuntiva en la que se encontraba su amigo y socio.
-Terrence no dudo de tu buen juicio, sabes que tienes toda mi confianza, pero ¿te das cuenta que pasaría si la obra fracasa? ¡Prácticamente sería nuestro fin!- expresó, preocupado.
-No sucederá eso, al contrario, si triunfa, nadie sería más poderoso en Broadway y en todo el país que nosotros en cuanto a teatro se refiere y ¿quién sabe? Tal vez sería una oportunidad de incursionar en otros medios como el cine.
Robert lo miró a los ojos, si lo ponía de esa forma en realidad tenían mucho más que ganar.
-EstÁ bien Terrence, confió en ti, ¿crees que estará lista en dos semanas?
-¡Por supuesto! -Contesto con un gran sonrisa -Quédate al ensayo de hoy, verás que no te arrepentirás de tu decisión.
Se dieron la mano en señal de acuerdo
-Por cierto Robert, ¿quien te propuso la función de beneficencia o tú la ofreciste o... Porque incluso lo vi anunciado en el diario la misma mañana que recibí tu telegrama- Preguntó tratando de tantear el terreno, quería saber más si se podía de Candy.
-¡Oh tienes razón!, no te he contado como fue que se concretó lo de función. Saludé al matrimonio Ardley en Chicago ya que fuimos invitados a la cena de cumpleaños de la señora Candice, una joven muy hermosa, no sólo por fuera, también tiene un gran corazón. Cuando mi esposa y yo nos acercamos a desearle nuestros mejores deseos, el alcalde Hylan me informó que pronto inaugurarían un hospital para la asistencia social aquí en Nueva York y, aunque el hospital esta prácticamente terminado, lo que se obtenga servirá para comprar aparatos de última tecnología. Según Sir Ardley "todas las personas merecen el mejor servicio por igual", así que un poco por solidaridad y otro poco porque el alcalde Hylan estaba ahí, ofrecí la función de gala. Es gracioso, la señora Ardley dio pequeños saltos de alegría como si fuera una niña, es una mujer muy espontánea y Sir Ardley la adora, son una hermosa pareja, muy peculiar, parece que su misión de vida fuera ayudar a otros, ambos con el mismo deseo por igual. No cabe duda ese par fueron hechos el uno para el otro desde el cielo... En fin, así que la prensa lo supo esa misma noche, por eso la información se difundió antes que tu lo supieras... ¿Terrence estas bien?- cuestionó Robert al ver como su amigo de ponía blanco como una hoja de papel, tanto que pensó que se desmayaría ahí mismo. -Siéntate- le dijo al ver que no reaccionaba.
Se acercó al pequeño bar de su oficina, sirvió una copa y se la dio a Terry, el cual tomó un trago casi por instinto, al darse cuenta que lo que pasó por su garganta era alcohol, reaccionó, pues hace mucho no bebía ya, dejó la copa a un lado.
-Gracias Robert, estoy bien, tal vez me sentí un poco mal porque no me ha dado tiempo de comer casi nada en estos días y he estado trabajando mucho. Será mejor que descanse un rato antes de empezar el ensayo- mintió al ver la mirada preocupada de su amigo.
-Sí, un descanso te sentará de maravilla. Pediré que te traigan algo de comer, te hará bien
-Gracias Robert, me retiro, estaré en mi camerino.
Terry aceleró el paso hacia su camerino. Una vez allí se sirvió un vaso con agua, bebió un poco y se sentó dejando caer todo su cuerpo pesadamente en una silla, poniendo sus codos sobre sus rodillas, tapando el rostro con sus manos.
-Candy, Candy- sollozó -Tú si pudiste cumplir con la promesa que nos hicimos esa noche de invierno, tú si eres feliz, en cambio yo... ¡¿Cómo pudiste olvidarme?!- gritó lanzando el vaso a la pared -No tengo derecho a juzgarte finalmente yo fui quien te dejo ir- dijo reaccionando ante su impulso, se limpió las lágrimas y sonrió sin ganas -Veo que en el fondo sigues siendo la misma, aquella chiquilla llena de manías infantiles que tanto me alegraban.
Flash Back
Nunca pensó que viviría un verano como ese. Generalmente, sus veranos los pasaba en soledad o en enfrentamientos con su madrastra, así que cuando se enteró que Candy iría a Escocia al colegio de verano, no dudo en pedirle a su padre la villa que poseían en ese lugar y que generalmente estaba abandonada.
Su progenitor con tal de ahorrarse problemas con la duquesa de Grandschester, no dudó ni por un segundo conceder lo que le pedía, un verano sin gritos y peleas no le vendría mal a nadie.
Al pasar los días pudo conocerla mejor y enamorarse un poco más, ya que demostraba cada día su gran corazón. La manía que tenía de ayudar a otros incluso antes que a ella misma era admirable, ¿Cómo olvidar que le pidió que salvara a Elisa de ahogarse a pesar de lo mal que la trataba? o cuando lo hizo reflexionar acerca de que valorara a su madre porque todavía la tenía, ya que ella era huérfana y deseó siempre tener una, en cualquiera que hubiesen sido las circunstancias. Sí, ella era única.
En esto pensaba mientras galopaba tranquilamente por el bosque rumbo a la fiesta que daba Elisa en su honor en agradecimiento por haberle "salvado la vida". A pesar de que no tenía humor para convivir con la odiosa pelirroja, el saber que Candy también estaría ahí lo animaba a soportar por un rato a tan desagradable jovencita. Inesperadamente, escuchó un ruido y vio algo grande deslizarse por la rama de un árbol. Con curiosidad, se acercó a ver qué era.
-¡Candy!- exclamó asombrado,
-¡Terry, me asustaste!
-Y tú a mí, no sabía que había monos en este bosque- dijo divertido bajando del caballo -¿Qué haces? ¿No irás a la fiesta blanca?
-¡Por supuesto que no! No fui invitada- contestó despreocupada
-Entonces yo tampoco iré- espetó decidido. Si ella no iba a estar ahí no valía la pena estar junto a la insoportable Elisa
-¿En verdad, Terry?- Candy dio pequeños saltos de alegría ante la decisión del joven, a él se le hizo muy gracioso esta forma de mostrar su alegría.
-No te alegres tanto Candy- le dijo dándole un pequeño coscorrón, ella le respondió sacando su lengua como sin fuera una niña, esas manías infantiles eran algo que empezaba a adorar.
Después de pasar un rato recorriendo la Villa Grandchester en busca de fantasmas e inventar cualquier pretexto para asustarla y hacerla venir a sus brazos, se quedaron un rato conversando frente a la chimenea ya que afuera había comenzado a llover.
Terry le contó que se había reconciliado con su madre después de tantos años y todo gracias a ella. Omitió contarle que le había ofrecido que se fueran juntos a Estados Unidos y aunque él pensó que algún día le encantaría vivir en ese país por el simple hecho de que ahí había nacido Candy, en ese momento prefería estar cerca de ella. Escogía, quedarse a su lado.
Cuando cesó de llover salieron al jardín. Terry la llevo hasta un sucio hangar donde había un viejo avión inservible. Candy entusiasmada le propuso que invitara a su amigo Stear a repararlo ya que era un genio con las máquinas y le apasionaban los aviones. El castaño lo pensó por los constantes enfrentamientos que había tenido con Archie, quien seguramente asistiría a su hermano en la reparación. Tras insistir la rubia, el joven por fin accedió.
- Está bien, hay que admitir que no se te puede negar nada- le dijo cruzado de brazos.
-¡Gracias!- festejó la afirmación dando pequeños saltos de alegría.
-Dame un beso en vez de decirme gracias- se acercó a ella señalando su boca,
-De acuerdo, pero cierra los ojos- Terry cerró los ojos, esperando lo prometido -¡Tóma!- escuchó decir, al tiempo que sentía alfo en sus labios. Abrio los ojos y se dio cuenta que era la hoja de un árbol lo que había sentido, al verse descubierta Candy rió y emprendió la carrera alejándose de él.
-¡Espera un momento, tú!- Exclamó
Fue tras ella asombrado por la ocurrencia, ambos reían divertidos mientras correteaban por el jardín. Después de un rato de esquivarlo, Terry le dio alcance.
-¡Es mi turno!- sosteniendo su brazo la atrajo hacia él.
-Ten cuidado, el pequeño mono te morderá- dijo, con un mohín gracioso.
Terry la miró fijamente, su cara, sus ojos, su alegría, ¿cómo no enamorarse de esa chica? Lentamente acercó su rostro al de ella, Candy esta vez no se resistiría deseaba ser besada por ese joven que estaba segura quería con todas sus fuerzas. Sus miradas se cruzaron, ya no había que negarlo, ambos compartían el mismo sentimiento: Amor.
Candy cerró los ojos para recibir el beso. Él dudó por un momento, se debatía entre su deseo y el respeto que ella le inspiraba y, pese a que su más profundo anhelo era probar sus labios nuevamente, decidió muy a su pesar, darle un besó en la frente.
Fin del FlashBack
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Esa noche optó por acostarse temprano. Tras el largo día de ensayo, sólo deseaba refugiarse en la seguridad que le proporcionaba su habitación.
No importaba que fuera viernes y tuviera muchas invitaciones para fiestas y salidas. Esa noche no tenía ganas de nada. Recordar aquel verano feliz en Escocia ahora le dolía. Se sentía sólo y triste.
Después de darse una ducha se recostó en su cama, sacó de su cartera el recorte del periódico donde estaba la foto de Candy, esta vez ya no esta Albert juntó a ella. Nuevamente la miró detalladamente.
-Candy- susurró -No sabes como me hacen falta todos los días tu sonrisa, tu presencia y tu paz- dijo con melancolía -Y me faltan cada noche todas tus manías aunque más enormes eran sin las mías, y me faltan tus miradas por que se están allí donde yo las puse apasionadas, justo sobre ti-.
El sonido del teléfono lo sacó de sus pensamientos, lo dejó sonar varias veces, pero ante la insistencia levantó la bocina con fastidio.
-¿Sí?- Contestó con una voz rasposa fingiendo que estaba dormido.
-¡Terry, cariño! ¿Qué haces a esta hora dormido? ¡Son apenas las once de la noche!, ¿no vas a salir de fiesta con nosotros? Me dijo Robert que te sentiste un poco mal por la mañana, no lo note en los ensayos, querido ¿estás bien?...
Terry separó el auricular de su oído, a lo lejos podía escuchar la voz femenina que no paraba de hablar, con molestia, lo acercó nuevamente.
-...Los chicos dice que se lo pasaron genial la otra noche en ese club de Harlem- seguía diciendo la voz femenina.
-¡Karen! ¡Alto! ¡para de hablar! Por sí no lo habías notado estaba dormido- reclamó molesto.
-¿En verdad estabas dormido?
- No, fingía, soy actor, ¿recuerdas?- Dijo con sarcasmo, escuchó una carcajada del otro lado del teléfono.
-¡Oh cariño que gracioso eres!, anda, ¡anímate! Yo quiero estar contigo, hace mucho que no salimos juntos.
-Si tantas ganas tienes de estar conmigo porque no vienes y me haces compañía... y, tal vez, un poco más...- dijo, con picardía.
-Imposible cariño, ¿y perderme conocer el Cotton Club? ¡ni lo sueñes!
Terry sintió una pequeña opresión en el pecho, no por el rechazo de Karen, si no porque corroboraba lo que en los últimos días le había quedado más claro que el agua.
-Adiós Karen- colgó el teléfono con fuerza y al instante lo volvió a descolgar para ya no ser interrumpido una vez más.
Nuevamente posó sus ojos en la foto de Candy.
-Parece claro, otra no puede haber, si no existe me la inventaré- sonrió -Como si fuera tan fácil... Lo más seguro es que Dios al hacerte rompió el molde pecosa. ¿Pero qué digo? ¡Si yo no creo en Dios!- rió -¿Ves lo que me haces hacer pecosa? ¿El efecto que causas en mí? ¡Hasta creer en Dios!-
Conversó con la foto gran parte de la noche en un monólogo triste. Por fin, cuando no pudo más, se recostó en su cama y con la foto abrazada en su pecho, se rindió al sueño.
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La obra ya estaba lista, las entradas agotadas, Robert Hathaway no podía sentirse más orgulloso, ahora si no le cabía duda que la obra sería un éxito. Con Terrence Grandchester, Karen Kleiss y Charles Boyer, (un talentoso joven francés que se abría camino en E. U), en los papeles principales de "Robert", "Ruth" Y "Andrew", respectivamente, sólo auguraba un rotundo triunfo.
Terry estaba en su camerino quitándose los restos de maquillaje tras el último ensayo general. Estaba agotado, el día siguiente lo tomaría para descansar, relajarse y repasar algunas líneas del libreto. Era jueves y la obra sería el sábado a las ocho de la noche. Hathaway se ofreció a ultimar algunos detalles de producción pendientes para que el pudiera descansar un poco. Tocaron a su puerta
- Adelante- dio el pase, James su asistente, entró con el vestuario listo para el estreno.
-Señor Grandchester, el vestuario esta ajustado ya- le informó mientras lo colocaba en el armario
-Gracias Jimmy ¿no sabes si el Señor Hathaway sigue en el teatro?
-El señor Hathaway no se ha ido todavía- dijo Robert, entrando al camerino.
-Hola Robert... gracias Jimmy, espérame en la puerta del teatro, ahora voy- James asintió con la cabeza pidió y salió del camerino.
-¿Para qué me buscabas?
-Sólo quería preguntarte si querías que te ayudara en algo de la producción, ya que pensaba tomarte la palabra y mañana tomarme un descanso- Terry lo miró por el espejo mientras daba final a la limpieza de su cara.
-Precisamente de eso vengo a hablarte, malas noticias para tu descanso, no necesito que mañana vengas al teatro pero si hay algo que debes hacer, solicitaron nuestra presencia en la inauguración del hospital. Mañana es el corte del listón por la mañana y después habrá un almuerzo, así que iremos tú, Karen, Charles y yo. Es algo que no durará mucho tiempo pero como anfitriones de la gala de beneficencia es necesario que estemos ahí, Sir Ardley mandó personalmente la invitación.
-¿Sir Ardley?- se giró para ver de frente a Robert.
-Así es, como ves no nos podemos negar, la señora Ardley cortará el listón de inauguración, es a las nueve de la mañana en el hospital y el almuerzo al medio día en el hotel Plaza, puedes llegar solamente al almuerzo si así lo deseas.
- ¡No!- dijo Terry rápidamente -Asistiré a ambos eventos.
Robert lo miro con sorpresa, sabía que su amigo odiaba ese tipo de eventos aunque fueran por una causa noble. Pensó que tal vez por fin el corazón de aquel joven rebelde se ablandaba ante el altruismo de algunas personas sinceras como los Ardley o tal vez...¿habría otra causa?
-Muy bien, entonces ahí te veré.
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La mañana estaba soleada, el clima cálido y agradable, mejor día no podía ser. Terry miraba desde su ventana al jardín de su mansión. No había dormido toda la noche pensando que después de tanto tiempo la vería a ella nuevamente.
Seis años... seis largos años desde aquel invierno y ahora estaban ahí, nuevamente, en la misma ciudad. Sus caminos se volverían a cruzar pero en circunstancias muy distintas. Cerró los ojos e inhaló profundamente tratando de controlar sus emociones. Miró la hora en su reloj de bolsillo y vio que eran las ocho con treinta, la hora de partir hacia el encuentro había llegado. Tomó su chaqueta, se acomodó por última vez su corbata frente al espejo y salió.
Al llegar al hospital, un gran número de periodistas y fotógrafos corrieron a su encuentro, les parecía extraño que el hermético actor se presentase a un evento de esa índole, así que no perdieron la oportunidad de la exclusiva.
-Señor Grandchester, ¿qué opina de la labor de la familia Ardley alrededor del país?- preguntó entre gritos y empujones un periodista.
-Creo que la labor de los señores Ardley es por demás loable, ojalá existieran más personas como ellos en este país- declaró sin dejar de caminar ni un instante -No tengo más declaraciones, como comprenderán el evento requiere puntualidad y voy un poco atrasado. Gracias- concluyó, ignorando la ola de preguntas que no cesaban.
Al llegar al lugar, con la mirada empezó a buscar a Candy. A lo lejos distinguió la alta figura de Albert que platicaba con el alcalde y casi de inmediato un par de mujeres se acercaron a ellos, una era la esposa del alcalde y la otra era... ¡Candy! ¡ahí estaba! ¡Por fin después de tantos años!, aunque le daba la espalda pudo distinguir sus hermosos bucles rubios. Albert galantemente le dio un beso en la mano y ella respondió regalándole una maravillosa sonrisa y una caricia en el rostro. Pudo ver su perfil, su naricilla respingada y llena de pecas, sus labios rosa, su piel clara, sus ojos verdes, era una hermosa visión.
Después de los discursos, Candy cortó el listón de inauguración y se anunció formalmente abierto el nuevo hospital de Nueva York para la asistencia social. La rubia dio unos pequeños saltos de alegría. Albert divertido ante ese gesto tan suyo, le dio un fuerte abrazo y un besó en sus cabellos. Sorpresivamente, el joven empresario distinguió una figura conocida entre la multitud. Parado, a tan solo unos metros de ellos, estaba su antiguo amigo observándolos con la expresión más triste que le hubiera conocido. Las miradas de ambos caballeros se encontraron, una mirada azul celeste llena de alegría y una azul zafiro llena de nostalgia. Albert lo saludó con la mano y le sonrió. Terry le devolvió el saludo con una melancólica sonrisa de lado y se dio la vuelta para marcharse.
Justo cuando se marchaba, sintió una mano en su hombro
-¿A dónde crees que vas jovencito?- le dijo Robert presintiendo su huida.
- Robert, me siento un poco mal, en verdad, creo que lo mejor sería que descanse un poco, no creo que pueda ir al almuerzo.
Hathaway lo miró, lo conocía muy bien, todavía no podía olvidar a esa chiquilla rubia por la que tanto había sufrido y de la que separó por cuidar a Susana.
Cuando Terry volvió nuevamente como el "hijo pródigo" a la compañía de teatro después de desaparecer un tiempo dejando prácticamente tirada la obra "Romeo y Julieta", Robert estuvo a punto de rechazarlo, pero Eleonor Baker intervino por él. Le le contó la triste historia de amor que pasó su hijo al separarse de una hermosa y dulce chica llamada Candy, el amor de su vida y, aunque le prometio a la madre del actor no mencionar nada del asunto, Robert ahora entendía, la mujer de la que seguía enamorado el histrión era ella, la ahora señora Ardley, Candice Ardley.
Bastó con ver cómo no le quitó la vista en todo el evento, estuvo pendiente hasta del más mínimo movimiento de la dama. Robert sintió pena por su joven amigo
-Ven, caminemos un poco- Robert pasó su brazo sobre los hombros de Terry invitándolo a caminar -No la has podido olvidar, ¿verdad?- Terry lo miró con el ceño fruncido -No es necesario que disimules, te doblo la edad mi querido amigo y eso me da más experiencia en cuanto a las cosas de la vida, ahora se quien es la mujer por la que suspiras desde que llegaste ese día de otoño hace tantos años pidiendo una oportunidad para audicionar y entrar a la compañía. Ella siempre estuvo ahí, contigo, todos lo sabíamos, aunque tu pensabas que lo disimulabas bien, desgraciada o afortunadamente el amor no se puede ocultar, y esa mirada tuya hacia la señora Ardley sólo me confirma quién es ella. Tu musa, tu amor de juventud que no has podido sacarte de la mente y del corazón-
Terry no podía articular palabra, se sentía descubierto, expuesto, pero a la vez aliviado de poder compartir con alguien ese sufrimiento guardado hace tanto tiempo.
- Robert yo...- trató de decir mientras algunas lágrimas recorrían su rostro, Hathaway paró el andar y lo tomó por los hombros.
- Terry, sabes que te quiero como a un hijo, y es por eso que me tomó este atrevimiento, lo menos que quiero es verte sufrir más, debes cerrar este ciclo y continuar. Eres joven y tienes mucha vida por delante, no te niegues a ti mismo la felicidad y la posibilidad de encontrar un nuevo amor. Vayamos al almuerzo, estoy seguro que en ese lugar encontrarás el motivo que necesitas para cerrar este hermoso pero doloroso capítulo en tu vida. Tienes que continuar tu camino.
Sin decir más, Robert le dio un fuerte abrazo. Terry sollozó su tristeza en los brazos del que por momentos consideraba el padre amoroso que nunca tuvo.
-Vamos, no estarás sólo, yo estaré ahí para apoyarte.
Terry, limpió sus lágrimas.
-o-o-o-o-
Robert y Terry arribaron al hotel Plaza nuevamente esquivando a un grupo de periodistas y fotógrafos que insistían en fotografiarlos o sacarles alguna respuesta a sus inaudibles preguntas. Con un poco de dificultad, llegaron al salón que ya estaba lleno de gente de la alta sociedad de Nueva York.
Poco a poco se fueron mezclando entre las personas saludando a algunos a su paso. Terry nuevamente empezó a buscar a Candy con la mirada. Distinguió entre los presentes a Archie Cornwell al que alguna vez apodó "el elegante" y a la joven que llevaba del brazo, Annie Britter "la tímida", sonrió al recordarlos.
En ese momento se escuchó un anuncio: "Damas y caballeros, el Señor William Albert Ardley" todos los presentes aplaudieron.
-Muy buenas tardes tengan todos damas y caballeros, es un placer para mí recibir a cada uno de ustedes en este evento que promueve una de los más valiosas acciones que el hombre puede hacer: el servicio a otros. Hoy, gracias a la invaluable ayuda del señor alcalde Hylan se pudo abrir otro hospital que brindará a personas con posibilidades limitadas servicios de primera calidad como todos las merecemos. Señor alcalde muchas gracias - se escuchó una fuerte ovación para el alcalde- También quiero agradecer a la compañía Stratford, que generosamente el día de mañana darán una función de beneficencia, cuyos fondos serán destinados para equipar con la mejor tecnología este nuevo hospital, estimado Robert Hathaway y a todo el grupo de actores que participan, mi sincero agradecimiento y reconocimiento por su altruismo- Robert y los actores hicieron una reverencia ante los aplausos que les brindaron -Pero debo confesarles algo queridos amigos, este sueño no surgió sólo en mi mente, también hay alguien detrás de esta ilusión y es quien me impulsa a realizarlo, mi amada esposa, que como todos saben es enfermera de profesión y vocación, querida pasa aquí conmigo-
Albert extendió su mano y al instante otra se posó sobre la suya. Terry estaba petrificado con lo que veía, Robert lo tomó por los hombros.
-Esta hermosa mujer- continuó Albert -No sólo gesta maravillosas ideas en su preciosa cabecita, si no que ahora también gesta en su vientre a nuestro primer hijo.
Aplausos y ovaciones se escucharon durante un buen rato. Albert besó la mano de Candy y tocó su pequeño y abultado vientre.
-Que disfruten su almuerzo- gritó, ante las fuertes ovaciones que se escuchaban.
Terry sentió que le faltaba el aire ante el descubrimiento de ver a Candy esperando un bebé de su antigüo amigo. Salió del salón a un balcón que daba a la calle, se aflojó la corbata y se recargó sobre el barandal, respiró hondamente tratando de llenar sus pulmones de aire.
-Parece claro qué aún estoy envenenado de ti- dijo al tiempo que trataba de recuperar la compostura -Es la cosa más preocupante- expresó con un poco de desesperación tomando sus cabellos entre sus dedos desordenandolos un poco.
-Evidentemente preocupante- se oyó una varonil voz detrás de él.
-¡Albert!
-Hola, Terry- cuando estuvieron frente a frente ninguno de los dos sabía que hacer o que decir. Albert estiró su mano para ofrecérsela en señal de paz. Terry la estrechó con fuerza.
-Terry, todavía la amas.
-Así es, tú mismo lo escuchaste, pero me tranquiliza ver que la has hecho feliz, muy feliz.
-Amigo, yo la amo más que a nada en este universo, pero debo decirte algo, ella te tiene en un lugar muy especial en su corazón, te recuerda con mucho cariño y se que le haría muy feliz saber que estás bien.
Terry sonrió
-Albert, nadie la merece más que tú. Hace poco escuché a alguien decir que ustedes fueron "hechos el uno para el otro desde el cielo" y ahora veo que no exageró.
-¡Terry!- Lo miró con cariño -¿No irás a saludarla?
-No amigo, es hora de cerrar este capítulo- Terry ofreció su mano en señal de despedida. Albert se la estrechó y lo jaló para darle un fuerte abrazo que fue correspondido.
-Cuidala mucho por favor y también al pequeño Ardley- Pidió con una sonrisa
-Con mi vida.
Ambos se vieron a los ojos, el rubio le dio una ligera palmada en la mejilla y le sonrió
Terry salió del balcón, dentro del salón, tal como se lo prometió, Robert Hathaway lo esperaba.
-¿Listo para continuar el camino?- lo recibió, con una sonrisa.
-Estoy listo.
-o-
Los aplausos no cesaban, la obra había sido todo un éxito, mucho más del que pudieron imaginar.
Terry volteó hacia el balcón donde se encontraba Candy. Se miraron fijamente. Ella le sonrió y le guiñó un ojo. Él en respuesta le devolvió la sonrisa e hizo una ligera venia. A su lado Albert lo miraba amistosamente. A lo lejos, los vio partir.
-No, otra mujer, no creo- pensó con nostalgia y sonrió. -Adiós Candy-.
Entre ovaciones y una nueva esperanza el telón se cerró.
