Disclaimer: Los personajes empleados para la elaboración de éste fanfiction no me pertenecen, son propiedad de Akira Toriyama.
Lluvia
Fría y déspota. Su inexorable amargura me desgarra, su crueldad me desarma. Es un estupefaciente que recorre lentamente mi mente, infectando mis recuerdos, rezagando mi lucidez. Las gotas caen libremente, impactando contra el cristal de la ventana y resbalando irremediablemente, creando un camino descendiente, al igual que mis emociones.
Un vacío carcome mi pecho, deteriorando mi fortaleza. Las lágrimas comienzan a acumularse en mis ojos, haciendo difícil mantener la promesa que hice en tu tumba. Una gélida corriente se esparce por la habitación, recordándome el hecho de que estoy sola. Nuestro hijo se ha ido, en estos momentos está en el pasado, remediando el futuro de nuestros homólogos…lástima que ya es demasiado tarde para nosotros.
¿Cuántos años han pasado? Diecisiete, tal vez dieciocho, y sigo sufriendo tu partida. Por las noches ansío el cobijo que tu cuerpo me proporcionaba, por las mañanas extraño ver tu rostro al despertar. A veces me pregunto cómo habría sido nuestra vida de no haber llegado ésos malditos androides; no lo sé, quizás igual te habrías ido algún día. Por el momento me consuela saber que al menos en otro Universo, estarás vivo…
Mis piernas se sienten débiles, dificultándome el seguir de pie. Mi piel comienza a temblar incesantemente, clamando un calor que ya no tengo, el tuyo. Me obligo a caminar hasta la cama, el cansancio comienza a nublar mi juicio. Mi visión se hace borrosa, amenazando con obscurecerse por completo.
— ¡Mamá! ¡Mamá!—escucho a lo lejos, todo es tan confuso. Caigo al piso, ante la imposibilidad de mantenerme despierta. Siento que alguien toma mi cuerpo y lo sacude bruscamente, en un intento por reanimarme…
Luz, es lo primero que mis ojos perciben al abrirlos. Parpadeo en repetidas ocasiones, pretendiendo observar con más claridad el lugar en que me encuentro. Árboles y flores de diferentes tipos me rodean, hay césped por doquier, el trinar de las aves forma una bella canción y el cielo azul está adornado por el Sol en pleno esplendor.
Me incorporo lentamente, pues mis extremidades aún siguen dormidas. Trato de caminar, pero tropiezo en seguida. Cierro los ojos, preparándome para el impacto, mismo que nunca llega. Unos fuertes brazos me detienen, estrechándome contra su dueño. Una exclamación de sorpresa emana de mi boca al descubrir mi vista y observar a mi captor.
— ¿Vegeta?—un beso en los labios es la respuesta que recibo de él. El contacto hace que se me erice la piel y mi corazón acelere la marcha. — ¿Cómo llegué aquí? ¿Y Trunks?—pregunto al separarnos.
Su semblante se torna serio, después de unos segundos de silencio me suelta y se da la vuelta, alejándose de mi.
— ¡Vegeta, regresa!—grito desesperadamente. Trato de ir tras él, pero nuevamente mis pies no obedecen mis órdenes y termino en el suelo, confundida— ¡Vegeta! ¡Vegeta, vuelve!
El cielo se ensombrece, enormes nubarrones aparecen. De a poco la lluvia se hace presente, mojando mi piel; los truenos resuenan por todo el lugar, opacando mis lamentos.
— ¡Madre, tranquilízate!—al oír esto salgo de las sombras, para encontrarme con mi habitación.
Mi hijo me mira con preocupación, puedo notar que está empapado. En medio del mar de emociones que tengo internamente, sólo atino a abrazarlo con todas mis fuerzas.
