Anuncio de responsabilidad: Todos los personajes pertenecen a Andrew W. Marlowe, a pesar de que han encontrado su propio camino a mi corazón.


So here's a penny for your thoughts,

a nickel for a kiss,

A dime if you tell me that you love me.

-Tavares, 1982-


1. CAMBIO DE BOLSILLO


La vasta oficina de la comisaria está a oscuras y reina un profundo silencio. Sólo hay una lámpara de escritorio iluminando suavemente la superficie de la mesa de la detective Beckett. Castle la observa. Beckett se muerde la uña del pulgar y luego hinca sus dientes en la carne rosada de su labio inferior. Está estudiando detenidamente los garabatos y las notas escritas en las hojas de papel en sus manos. Un profundo pliegue entre las cejas le oscurece el ceño mientras se concentra, intentando leer los espacios blancos entre las líneas, intentando averiguar el mensaje invisible oculto tras los vacíos, intentando escuchar los susurros silenciosos que tratan de hablarle.

—Un centavo por lo que piensas —murmura el escritor, rompiendo el silencio.

Kate respira profundamente antes de responder, y cuando lo hace, es como si estuviera hablando consigo misma, su mirada pegada al dossier.

—Sólo estaba pensando que… —Parece perderse de nuevo en sus pensamientos, pero parpadea un par de veces y sus ojos se levantan del documento en sus manos. Alza la cabeza y su mirada se encuentra con la de él—. Estaba pensando que quizás nos estamos centrando en la víctima equivocada. ¿Y si…? Ah... No sé… —Exhala un suspiro, pasándose una mano por la cara.

Un instante de silencio cae de nuevo sobre ellos.

—Cinco centavos por un beso —dice Castle.

Beckett cierra la carpeta y la deja sobre el escritorio.

—¿En seeerio? —responde, arqueando las cejas. Con una pequeña sonrisa apareciendo en la esquina de su boca, la detective se deja caer hacia atrás en la silla y cruza los brazos sobre su pecho.

Castle busca en el fondo de su bolsillo, saca algunas monedas desgastadas, comprueba el cambio en su mano y desliza una moneda de cinco centavos sobre la mesa con el dedo índice. Kate contempla brevemente esa pequeña pieza y luego vuelve a mirar al escritor, estudiando las intenciones jugando en su rostro. Le encanta tomarle el pelo así que Kate decide que quiere hacerle creer que no caerá en las redes de su pequeño jueguecito. No aparta los ojos de la cara de Castle mientras alarga una mano lentamente hacia delante, como si fuera a coger de nuevo el dossier sobre su mesa. Los ojos de él siguen el movimiento de su mano y ella ve la decepción comenzando a emerger en sus facciones. Beckett se detiene, sus dedos suspendidos encima de los documentos por unos segundos, y luego, de repente, cambia de dirección y la palma de su mano aterriza sobre la moneda. Los ojos azules de Castle, ahora llenos de esperanza, se clavan en los suyos. Ella se inclina hacia delante por encima del escritorio y se para a un par de centímetros de la boca de Rick. Él permanece inmóvil también. Beckett se acerca un poco más hasta estar separados por tan solo un suspiro, el aliento del uno acariciando los labios del otro, cada uno sintiendo el calor irradiar de la piel del otro.

—¿Quieres el beso? —susurra ella.

—¿Quieres los cinco centavos? —responde él en un tono igual de suave.

De repente la situación parece convertirse en un concurso por intentar contenerse, una búsqueda de poder. ¿Quién aguantará por más tiempo? Ninguno quiere rendirse pero tampoco pueden resistirse al deseo. La fuerza les empuja por encima del borde y ambos cruzan la línea juntos, cerrando la distancia inexistente que los mantiene separados. El beso es lento y rápido, tentador y ardiente, perezoso y apasionado. En definitiva, es increíble. Pero después de un largo minuto, finalmente se ven obligados a separarse, desesperados por una muy necesaria bocanada de aire.

—Eso vale mucho más… que cinco centavos —exhala ella sin aliento, entre jadeos.

Castle abre la mano, pesca una moneda de diez centavos de entre la calderilla y la coloca sobre la mesa. La expresión de la detective se ensombrece al instante. Su rostro se convierte en una máscara indescifrable. No puede apartar los ojos de esa pequeña pieza de cobre de color gris. Sus latidos vuelven a acelerarse, su corazón zumba erráticamente dentro de su pecho.

—Diez centavos si… —La voz de Castle se apaga con un temblor. Se siente repentinamente inseguro, convencido de que acaba de estropear el momento.

Beckett no se mueve, apenas respira. Está completamente inmóvil, totalmente cautivada por el pequeño objeto entre los dos. Todo había comenzado como un juego inocente pero ahora ha girado en otra dirección, ha tomado el rumbo opuesto. Castle desearía poder borrar los últimos 30 segundos porque le parece que está presionando a Kate, que la está forzando a decir algo que él desesperadamente quiere oír. Pero lo cierto es que no lo necesita, en absoluto, porque ya sabe lo que ella siente por él, aunque ella no se lo haya dicho nunca. Y esto no es lo que él quería, y todo es un grave error y...

—Te quiero —dice ella de pronto. No hay ningún indicio de duda en su voz, ninguna agitación, ningún temblor. Es directo y firme. Y… sienta bien decirlo. Es apropiado y es…

La mirada de Kate se eleva al rostro estupefacto de Castle. Éste tiene la mandíbula desencajada, la boca ligeramente abierta por la gran sorpresa, completamente incrédulo.

—Te quiero —expresa ella de nuevo, esta vez directamente a su cara, y no puede detener la gran sonrisa que se extiende sobre sus labios.


Espero que os haya gustado :)