Kyaaaaaaaaaah! Mi segundo fic en ! Qué emoción! xD

Bueno, algunas advertencias antes de empezar. Lo siento por aquel que no le guste pero este fic va a ser yaoi, así que a quien no le guste que se abstenga de leer. Eso si, hasta que hay lemon falta muuuuuuuucho tiempo, porque la historia de Naruto empieza en su infancia y luego haré un salto a la adolescencia. Lo de rango M va por la temática, que yo considero que no es para sensibles ni para menores. El tema que trato no es una broma, ni mucho menos, es un problema serio para mucha gente (niños, mujeres, ancianos…). Y no, yo nunca jamás he sufrido malos tratos, así que si escribo algo raro perdonadme los que los sufrís por mi falta de comprensión.

Lo segundo es que este fic se desarrolla en el mundo real, en una ciudad normal y en un hogar ya no tan normal. Nada de fantasía, todo pura y dura realidad. Así que aquellos que no gusten de fic que no se relacionen con la temática del anime que los inspira… no lean esto tampoco xD.

Y ahora creo que ya sí, os dejo con el primer cap. No sean malos y déjenme review y así yo publicaré más rápido (tengo ya 7 cap, así que ya saben…)

Disfruten!

Capítulo I

Como todos los días, la campana sonó y poco a poco los impacientes padres recogieron a sus hijos tras otro día de clases en la guardería Arco Iris. Como todos los días, la profesora despidió a los niños con una amplia sonrisa y saludó a sus padres con educación. Como todos los días, la mujer recogió los juguetes esparcidos por el patio y ordenó las mesas y las sillas del aula. Como todos los días, salió a la calle y bajó la persiana metálica, preparada para marcharse a casa. Y como todos los días, encontró a un único alumno aún esperando en la calle a que llegaran a recogerlo sus padres.

La profesora suspiró y se acercó al niño de poco más de cinco años, acuclillándose al lado suyo.

-¿Aún no llega tu papá, Naru-chan?- preguntó con voz dulce y amable.

El niño, de alborotado pelo rubio y piel morena, alzó sus grandes ojos azul cielo y la miró un poco sonrojado.

-Pronto llega, Shizune-sensei.- respondió con una vocecilla aguda y adorable.

-Bueno, me quedo a esperarlo contigo.

-No hace falta Shizune-sensei, de verdad.- se apresuró a decir el niño negando fervientemente con la cabeza.- Ya va a llegar. Él estará trabajando pero llegará pronto, seguro.

-¿Si?- preguntó la mujer no muy convencida.- Va a anochecer y el frío es cada vez mayor. No es seguro que te quedes tú aquí solito.

Naruto asintió y sonrió levemente. La profesora volvió a suspirar y se incorporó.

-Está bien.- dijo Shizune.- Me voy, pero quiero que le digas a tu papá que quiero hablar con él ¿entendido?

-¿Por qué?- preguntó el niño con la voz de repente quebrada.- Es que… ¿es que me he portado mal?

-¿Qué?- se extrañó la mujer.- ¡Claro que no, Naru-chan! Tú eres un niño muy bueno. Pero tu papá casi nunca llega a la hora a recogerte y quisiera hablar con él respecto a su trabajo. Si no tiene tiempo de venir a recogerte entonces debería contratar una canguro. No es bueno que a tu edad estés solo a estas horas de la tarde, y menos en invierno que anochece tan pronto.

-Estaré bien sensei, lo prometo.- aseguró el niño rubio.

La profesora sonrió con pena y se quitó la bufanda para ponérsela al niño alrededor del cuello y la cabeza. Naruto intentó negarse pero la mujer no le dejó.

-Mañana me la devuelves. El tiempo está muy feo y las nevadas están a la vuelta de la esquina.- explicó mientras le abrochaba bien el anorak.- Me voy ya porque voy a perder el autobús. Acuérdate de decirle eso a tu papá.- Naruto asintió.- Adiós, cielo.

La mujer le dio un beso en la poca frente que se le veía al niño bajo tanta bufanda y se marchó con pasos apresurados. Naruto la miró marcharse y luego permaneció allí quieto durante unos minutos, esperando. Eran las seis y media. El aire comenzó a soplar muy frío, haciendo que el pequeño se estremeciera bajo el anorak. ¿Cuánto más tardaría su padre en llegar? Miró su reloj de muñeca: las siete y cinco. Miró a ambos lados de la calle pero el hombre no aparecía y él tenía cada vez más frío. Finalmente dieron las siete y media y Naruto decidió ir solo a casa.

Las calles ya estaban oscuras y las farolas se habían encendido. La gente iba con prisa de un lado a otro buscando donde guarecerse del frío y el cielo se veía cada vez más encapotado. Naruto apretó el paso. Cruzó varias calles hasta llegar a la parada de su autobús y miró la hora. Bien, aún no habría pasado el de las ocho menos cuarto. Esperó un poco más dando saltitos primero con una pierna y después con otra para entrar en calor. Al fin el autobús llegó y abrió la puerta.

-¡Hombre, pero si es mi amigo Naruto-kun!- exclamó el jovial conductor al ver subir al niño.- ¿Otra vez papá llega tarde?

-Si.- respondió el niño sacando el dinero del bolsillo de su abrigo y entregándoselo al hombre.

-Ya es la tercera vez esta semana. ¿A qué se dedica él?- preguntó mientras ponía la vista en la carretera y arrancaba.

-Es funcionario.- contestó.

-Ya veo.

El conductor dedicó un instante en mirar al niño y luego le hizo un gesto para que se sentara mientras dirigía la mirada de nuevo a la carretera. Naruto se aupó para subirse a su asiento y miró por la ventana. Las calles ya estaban adornadas con luces de navidad y todo se veía alegre y festivo. Pronto llegarían las vacaciones, y con ellas la Navidad y Papá Noel. A Naruto, como a cualquier otro niño, le encantaban estas fechas y aquel año se había portado lo mejor que había podido para recibir regalo. "Seguro que este año sí" pensaba alegremente.

El autobús se paró y el pequeño bajó tras despedirse del conductor. Caminó por las calles vacías y oscuras hasta llegar a un bloque de apartamentos de aspecto descuidado y sacó las llaves para abrir el portal. Debido a su baja estatura debía valerse de una vieja caja de plástico, que le permitía abrir la puerta él solo. Dentro del edificio olía a humedad y moho y estaba tremendamente oscuro. Sin embargo, Naruto estaba tan acostumbrado a aquella oscuridad que no tuvo problemas en subir las escaleras hasta el cuarto piso. Llegó al apartamento 41, que tenía la puerta pintada de verde pistacho pero con la pintura descolchada, y abrió.

-¡Mizuki! ¡Mizuki, he llegado!- gritó mientras cerraba la puerta de nuevo con llave.

Pero no recibió respuesta alguna. Naruto se quitó la bufanda de su profesora y el abrigo mientras se preguntaba donde podría andar su padre. Desde siempre su padre le había prohibido llamarle papá, tenía que dirigirse a él por su nombre de pila. Naruto le había preguntado muchas veces porqué él no podía llamarlo como todos los niños hacían con sus padres pero él nunca le había respondido. Mizuki no solía responder a sus preguntas; es más, casi nunca estaba en casa. Y no era precisamente por su trabajo.

El niño fue hacia la cocina y se colocó un delantal, que le estaba exageradamente grande y que era más un incordio que una ayuda, y sacó del frigorífico dos grandes recipientes de ramen especial precocinado que había estado guardando para la ocasión. Por que aquel era un día especial aunque no lo pareciera. Aquel día de mediados de Diciembre se celebraba el aniversario de la muerte de su madre. Naruto no sabía gran cosa sobre ella: en casa no había ni una sola foto y Mizuki no la mencionaba casi nunca. Solo sabía que había muerto de enfermedad cuando él apenas tenía un año de vida. No podía recordarla, salvo quizás en sueños, así que él mismo se había creado una imagen de ella, una mujer agradable y muy cariñosa, dispuesta siempre a escucharlo y aconsejarlo, una madre que lo abrazaba y arropaba por las noches, que le leía cuentos y velaba sus sueños, que le preparaba cosas ricas de comer y jugaba con él. Así era para Naruto su madre. Aquel día hacia cuatro años de su muerte y eso al menos merecía una cena decente en su honor.

Metió el ramen en el microondas y espero impaciente a que estuviera listo. Cuando al fin sonó el pitido, abrió el aparato y sacó los dos botes. Corrió hacia la mesa mientras murmuraba exclamaciones de dolor por culpa de lo caliente que estaba el ramen y se sopló en los enrojecidos deditos cuando al fin lo dejó sobre la mesa. El dolor pasó rápido y entonces Naruto fue de nuevo a la pequeña cocina para coger lo necesario para poner la mesa. Con ayuda de una silla, subió hasta la altura de la alacena y sacó dos bols grandes y dos vasos de cristal. Bajó de la silla de un salto y corrió hacia el salón de nuevo, abrió los botes de ramen y los vertió en los bols. Colocó los vasos y luego trajo limonada de la nevera y los palillos para comer. Ordenó la mesa de la forma que mejor pudo, poniendo incluso un viejo jarrón con una flor de plástico, que había encontrado en una olvidada estantería, en el centro. Cuando terminó se paró a contemplar su trabajo: sin duda había quedado bonito, pensó orgulloso de si mismo. El pequeño estaba seguro de que a Mizuki le encantaría.

Eran ya las nueve y cinco, debía estar al llegar. En ese momento llamaron a la puerta y Naruto fue corriendo a abrir. Pero no era Mizuki, sino uno de sus vecinos, llamado Iruka.

-Buenas noches.- saludó Iruka con una amplia sonrisa hacia el niño.

-Buenas noches, Iruka-san.- respondió él educadamente.

-¿Está en casa tu papá, Naruto?- preguntó amablemente.

-No, aún no ha llegado. ¿Puedo ayudarte en algo?

-¡Oh, vaya! Eres muy responsable para ser tan pequeño, seguro que papá está muy orgulloso ¿verdad?- comentó el adulto.

-Supongo.

-Verás, es que venía a pediros un poco de azúcar. Estoy haciendo un bizcocho de chocolate y olvidé comprarla.- explicó un poco avergonzado.

-Claro, pasa y te la doy.

Iruka entró en el pequeño apartamento y siguió a Naruto hasta la cocina. El niño comenzó a mover una silla para poder subir hasta el estante pero Iruka le detuvo.

-No te molestes. Tú solo dime donde está y yo lo cojo.

-Vale. Está allí, el bote blanco y rojo.- señaló Naruto.

-¿Éste?

-Si.

El moreno lo cogió y vertió parte de su contenido en un vaso.

-Con esto será suficiente.- dijo.- Muchas gracias Naruto. Cuando lo termine te traeré un trozo para que lo pruebes ¿quieres?

-¡Siiii!- exclamó el niño muy feliz.- ¡Me encanta el bizcocho de chocolate!

Iruka sonrió y alborotó los cabellos del niño con dulzura. Iruka vivía en el apartamento 42, puerta con puerta al de Naruto, y era profesor de secundaria. Era, porque actualmente estaba sin trabajo. Era una persona amble y educada, apenas se la oía en su casa y nunca causaba problemas. Sin embargo Mizuki lo odiaba y Naruto no comprendía la razón. Según las palabras de Mizuki, Iruka era un asqueroso gay de mierda. El niño no entendía que quería decir la palabra "gay", pero por como lo decía su padre no podía ser nada bonito.

Naruto lo acompañó hasta la puerta y se despidieron, prometiendo Iruka que volvería al día siguiente con el vaso y el trozo de bizcocho. Naruto lo despidió con la mano y cerró de nuevo la puerta con llave. Se sentó en el sofá a esperar que llegara Mizuki. El tiempo fue pasando y el hombre no daba señales de vida. Finalmente, cerca de las once, Naruto se quedó dormido en el sofá con el estómago vacío.

De repente, un jaleo lo despertó. Era el ruido de unas llaves que no atinaban a entrar en la cerradura. Naruto se restregó los ojos, ¿qué hora sería? No lo sabía, pero estaba muy oscuro. Un poco asustado, corrió hacia la puerta sin hacer mucho ruido pues temía que fuese alguno de los monstruos que mencionaban los cuentos que Mizuki le leía de pequeño. Pero las inconfundibles maldiciones e improperios que soltaba el hombre que había al otro lado de la puerta no dejaban lugar a dudas.

Naruto corrió la llave y la puerta se abrió. Mizuki entró en la casa pegando tumbos y apunto estuvo de caer de boca al suelo.

-¡Crío estúpido, no abras la puerta cuando estoy apoyado en ella!- gritó con enfado mientras se tambaleaba hacia el salón.

-Lo siento.- murmuró el niño.- No lo sabía.

-¡Claro que no lo sabías!- exclamó.

-Mizuki… ¿estás borracho?- preguntó el pequeño en tono suave, aunque no hacía falta: el alcohol se olía desde allí.

-Si.- respondió Mizuki, dejándose caer sobre el sofá.- Esta es la única forma que conozco de escapar de esta mierda de vida que tengo. ¡Todo en mi vida es una mierda! ¡Tráeme el vodka!- ordenó.

-Creo que ya has bebido suficiente por hoy.- contestó Naruto en un tono muy bajito, arriesgándose a contrariar al adulto.

-¡Yo seré quien decida cuando es suficiente, no tú, chaval!- gritó poniéndose en pie amenazadoramente.

Naruto se apresuró a ir a por la botella y volvió a todo correr, asustado por el tono del mayor. Mizuki le arrebató la botella y le pegó un largo trago a palo seco. Luego eructó con fuerza y volvió a dejarse caer sobre el sofá sin soltar la botella. Naruto iba a desaparecer de allí cuando el adulto comenzó a hablar:

-Ese cabrón de Fujioka, ¡¿cómo se atreve a despedirme?! ¡Será mamón! ¡Solo por llegar tarde un par de días!- empezó a desvariar. Naruto tragó saliva pero se quedó en silencio, consciente de que lo mejor cuando Mizuki llegaba borracho era mantenerse lo más callado posible e intentar pasar desapercibido para evitar su cólera. Se ponía muy susceptible… y muy violento.- ¿Acaso se piensa que a mí me gusta trabajar en su mierda de bar? ¡Ja! No existe nadie en este mundo que desee estar allí por su propia voluntad. ¡No es más que un antro inmundo! ¡Así las ratas los devoren a todos! ¡Panda de cabrones!- volvió a meterle un largo trago al vodka y se terminó la botella. Luego su vista se posó en la mesa, donde aún estaban los tazones de ramen, ya frío.- ¿Qué coño celebramos? ¿Era hoy tu cumpleaños?

-No…- murmuró Naruto mirando al suelo, sin saber si seguir o no.- Hoy estuve esperándote un rato largo en la guardería a la salida por que pensaba que hoy si vendrías a por mí…

-Se me olvidó.- intervino el otro.

-Ah… yo creía que como hoy era un día importante…- Mizuki le lanzó una mirada exasperada y el niño se apresuró a continuar.- Hoy… ¡hoy hace cuatro años que murió mamá! Pensé que sería buena idea cenar algo rico en su recuerdo.

-¡Bah, era eso! Desde luego si que es algo para celebrar, ¡esa furcia está mucho mejor muerta!- exclamó casi gritando y explotando en una loca carcajada.

-¿Qué?- murmuró el niño abriendo mucho los ojos.

-Lo que oyes niño. Esa mujer es la culpable de todos mis problemas.- Mizuki parecía completamente ido, nunca antes Naruto lo había visto así. Hablaba al aire y tenía los ojos desorbitados por culpa del alcohol y quien sabía que más drogas.- De no ser por su culpa yo no estaría viviendo en esta casucha, con un sueldo miserable y una vida de restricciones y obligaciones. Si no fuera por ella yo no tendría que perder mi tiempo cuidando de un mocoso como tú.

Naruto sintió una punzada de dolor y se mordió el labio. Se sentía muy mal con las palabras de su padre. ¿Por qué siempre le hablaba así, con tanto odio, con rencor? ¿Por qué Mizuki no podía ser como los otros padres, cariñoso y amable? ¿Qué había hecho él para que no lo quisiera, para que lo odiara de esa manera? Mizuki no era nunca amable con él pero aún así lo trataba con corrección la mayoría del tiempo, sin embargo la cosa era distinta cuando estaba ebrio. Solía decirle y hacerle cosas horribles cuando estaba así porque no era capaz de controlarse. Y era un muy mal bebedor.

El niño iba a huir antes de que fuera demasiado tarde, pero las siguientes palabras de su padre lo dejaron helado:

-Si ella no hubiera sido una estúpida fulana y no se hubiera dedicado a seducir con sus malas artes a los hombres no hubiera acabado como acabó. Siempre le gustó lucirse y coquetear hasta poner cachondos a los tipos para luego marcharse riendo. ¡Era una puta!

-No…

-Jugó conmigo lo que quiso y me trató como un idiota. Luego va y te tiene ¡y encima me deja a mí contigo! ¡Tuvo la desfachatez de pedirme que te cuidará a pesar de que me había sido infiel la muy perra!

-No le digas palabrotas… no digas mentiras…

-¡No miento, mocoso! Te digo la pura y dura verdad: tú madre era una egoísta y solo pensaba en sí misma. Te abandonó nada más cumplir el año.

-¡Eso es mentira! ¡Tú eres el egoísta y el mentiroso! Ella nunca me dejaría aposta… ¡ella me dejó solo porque se murió! ¡No lo decidió ella! ¡No la insultes porque tú eres mil veces más malo! ¡A ti no te importo nada, lo único que te importa eres tú! ¡Eres un mentiroso, un timador y un irresponsable y por eso te han despedido, por inútil!

El silencio inundó la sala como una ola devastadora. Durante unos segundos nada se movió. Mizuki se limitó a mirar al niño aún con los ojos desorbitados, intentando procesar todo lo que él había dicho en su cabeza alcoholizada. Naruto jadeaba después de aquel arranque de furia tan inusual en él. Era la primera vez en su vida que le había dicho todo lo que pensaba a su padre, la primera vez que lo había insultado y llevado la contraria. Hoy la gota había colmado el vaso y él había explotado. Pero sabía que había sido un gran error. Ahora llegarían las consecuencias.

Por fin Mizuki logró reaccionar, y lo hizo poniéndose furioso y levantándose de un brinco del sofá, olvidados ya sus titubeos producidos por la bebida. Lanzó la botella de vodka con todas sus fuerzas contra la pared y esta explotó en mil pedazos, sobresaltando al niño, que retrocedió asustado.

-¡¿Cómo te atreves al hablarme así, niño del demonio?!- gritó fuera de si y agarrando a Naruto por el jersey, alzándolo hasta que sus ojos estuvieron frente a frente.- ¡Eres un maldito malcriado! ¡Nadie me habla así, NADIE!- lo lanzó y el chico cayó con fuerza en el suelo.- ¡Eres exactamente igual de descarado que él!- Naruto no sabía de que estaba hablando y solo intentaba huir sin éxito.- ¡A los niños como tú hay que domarlos desde pequeños y yo sé la forma correcta de hacerlo! ¡Aunque sea lo último que haga te enseñaré lo que es el respeto!

Naruto vio con ojos horrorizados como el hombre comenzaba a desabrocharse la correa del pantalón. Intentó escapar hacia el baño, pero Mizuki fue más rápido. Un dolor lacerante recorrió su columna de arriba a abajo. Gritó.