Entre dudas y lágrimas
TwoShot

Hacía rato que Katniss estaba oyendo la voz de su madre procedente del cuarto contiguo. Pegada al cristal miraba todo cuanto le rodeaba, pero la voz de su madre seguía penetrando en su cerebro. Además, esta era una mujer que solía hablar en voz baja, aunque en aquel instante, por la razón que fuera, Effie Everdeen lanzaba gritos extraños.

De repente, decidió prestar atención y escucho a la autora de sus días exclamar muy molesta:

—¡Pero que se abra creído ese cretino! No comprendo cómo se atrevió. Pero ya veo, ya veo el resultado. Es un cretino integral, pero el daño causado por ese tipo de persona resulta a veces indescriptible, sobre todo cuando la persona en si es un hombre sin honor.

Katniss Everdeen decidió saber porque su madre gritaba de aquel modo y hablaba tan desagradablemente de alguien que le había causado daño.

Cuando atravesaba el pasillo todavía oía la voz materna gritando.

—Snow, si… Snow… ¡Maldito Snow!

Katniss empujo la puerta sin llamar y miro a su madre que agitaba un periódico con furia incontenida.

—Pero madre… ¿Qué es lo que sucede? ¿Qué te hizo el señor Snow?

Por un segundo, Effie Everdeen se quedó inmóvil mirando a su hija con expresión enfurecida, pero de repente, volvió a reaccionar y sacudiendo el periódico con un dedo estirado, mostro a su hija una parte de este.

Katniss, por un segundo, sospecho algo monstruoso, y asiendo el periódico que su madre sostenía con mano temblorosa, lo leyó casi a borbotones. En las notas de sociedad, el periódico local hablaba de la ruina de la familia Everdeen, la ruina total y él, como banquero lo justificaba. Tenía todos sus viene embargados, la casa donde vivían y las cuentas corrientes que estaban en rojo. Sin tirar el periódico al suelo, pero retirándolo de los ojos, miro a su madre con expresión espantada.

—¿Qué ha ocurrido mama? Porque no creo que el señor Snow, así por las buenas, justifique todo eso.

—Me ha declarado su amor, Kat, y sabe bien que yo soy una dama de un solo hombre. Tu padre ha muerto y era su amigo… ¿Cómo no lo voy a llamar cretino? Es una vil venganza, querida Katniss, una venganza que les va a tocar por alguna parte a todas ustedes.

—No lo creas, mamá, ¿a qué fin? Prim y Darius están demasiado enamorados y además, esos no anda por la vida buscando dinero. Están estudiando juntos la carrera de medicina, y se casaran y serán felices. En cuanto a mí, Gale es demasiado noble.

La madre la miro con desaliento.

—Es San Bernardo y Hawthorne, querida Katniss, Marques de Hawthorne, ¿te das cuenta, hija mía? Porque hasta creo que el marquesado no les corresponde porque no pagan los derechos…

—¿Qué quieres decir mama?

—Que te vayas haciendo a la idea de que cuando Gale sepa que no tienes dinero, escapara a toda prisa. Piensa que él tampoco lo tiene, pero lo necesita para lucir su marquesado.

—Tienes muy mal concepto de él, mamá. ¡Qué lástima!

—Ya lo veras…

En aquel instante se oyeron pasos e irrumpieron en la habitación Darius y Prim. Darius traía el periódico en la mano y los mostraba sin poder pronunciar una palabra. Pegado a él estaba Primrose.

—¿Has leído esto mamá?— pregunto Prim mostrando el periódico que su madre sostenía aún.

—Es el tema del cual tratamos ahora, querida.

Effie Everdeen parecía ya más serena, no era ya la mujer que insultaba al director del banco que siempre figuro como amigo de su esposo.

—No es posible— decía Prim desconcertada — que el tío Snow dijera semejante cosa.

Intervino Katniss con voz monótona.

—Parece ser que pretendió a mamá y todos sabemos que ella no es de las que se vuelven a casar; además, hace tan solo un año que murió nuestro padre.

—¿Pero es cierto mamá? ¿Lo tenemos todo embargado?

La madre tardo un rato en responder, pero movió la cabeza afirmando.

—¡Dios mío! —murmuro Prim apretándose contra su madre.

Darius le pasó el brazo por los hombros y tiro el periódico en un rincón.

—No te preocupes, Prim —dijo a media voz—. Nosotros sabremos salir del bache. No vamos a necesitar más dinero del que ganemos ambos.

Katniss los miro con una gran ternura. Sabía que Darius iba a reaccionar así. En cuanto a Prim, ni siquiera mojó el rostro con una lágrima.

Su madre, sentada en la cama, ocultaba el rostro entre las manos.

—Yo tuve la culpa de todo —decía—. Sin duda debí aceptar a Snow pero me es imposible mirar a un hombre con intención sentimental… No siento nada, solo tengo el recuerdo de tu padre —y sollozaba ahogadamente.

Katniss camino hacia ella y se sentó a su lado. Prim a su vez y también Darius rodearon a la dama. Era elegante, joven aun y, sobre todo, hermosa. Una dama que fue feliz junto a su compañero, pero que de tanta felicidad vivida nunca amaría nuevamente.

Sabía que llegaría de un momento a otro, sabia, también, que nunca dejaba de leer el periódico. Minutos después vio el auto deportivo descapotable levantando polvo por la urbanización y haciendo curvas por la carretera que circundaba su casa. De súbito, el auto freno frente a la puerta principal: Katniss lo vio a través del cristal y con una tibia sonrisa descendió hasta el vestíbulo.

Ya entraba Peeta Mellark sofocado, con un periódico que sacudía en la mano con irritación.

Katniss evocó demasiadas cosas, pero solo una producía gran turbación.

—¿Cómo se ha atrevido…? —Grito Peeta Mellark desde la misma puerta avanzando por el vestíbulo al tiempo que murmuraba entre dientes —: le voy a comer el alma a ese Snow por perturbar a tu madre y por haber dicho todo eso que estaba muy bien ignorado.

—Olvídalo, Peeta —murmuró Katniss con tibieza —. Pasemos al salón y deja de gritar, no merece la pena, a fin de cuentas, tanto mi madre como yo sabemos la situación…

—Pero no tenía por qué ser proclamado a gritos. Y este periódico es también del señor Snow, y por lo tanto algo ha ocurrido para que ese cretino haya soltado la lengua e inducido a alguien a que usara la pluma. Hace tiempo que vengo pensando que las visitaba frecuentemente, demasiadas veces y miraba a tu madre con ansiedad. Apuesto a que fue una venganza.

—Pues sí. Imaginas bien, Peeta. Pero olvídalo. Es un tema que traerá sus críticas y sus murmuraciones, pero a nosotros seguramente no nos atañe nada, al menos así lo simularemos, y el día que llegue el dueño de nuestras hipotecas, nos iremos u lo dejaremos todo; pero hasta la fecha, nadie nos ha participado que debemos desalojar la vivienda ni desprendernos de los bienes que nos rodean. Por lo que dice este periódico, todo lo tenemos embargado.

Peeta miro a Katniss de una manera que la joven ya entendía.

—No —dijo ella sabiendo lo que Peeta iba a repetirle—. No Peeta, ya verás que Gale responde a todo esto con indiferencia.

—Te equivocas nuevamente. Te dejara provocando un escándalo social, son demasiado conocidos los Everdeen, y no te digo el tal Marqués, que según se comenta en voz baja, ni siquiera tiene para pagar los derechos de su título. Necesita un matrimonio esplendido, con una mujer rica que lo ayude a levantar su patrimonio y su nobleza.

—Siempre dices igual, Peeta, por una causa u la otra aseguras que Gale me quiere por interés.

—Te equivocas. Yo no dudo de su amor, pues conociéndote a ti es difícil que no te amé ese Gale. Claro que te ama y te desea, pero sin dinero doblegara su amor y buscara otro futuro.

—Peeta, por el amor de Dios, somos demasiado amigos para que me hables así. Me hieres mucho.

—No somos amigos, Katniss, seamos sinceros de una vez, te lo he dicho miles de veces, pero yo, aun poseyendo una fortuna inmensa, nunca dejare de ser el hijo del albañil que venía a tu casa a cortar la hierba del jardín, y yo le ayudaba. Pese a mi situación actual siempre seré aquel miserable al que tú salías a darle pan y chocolate.

—Por el amor de Dios, Peeta. Hace muchos años que deje de pensar así. Además, creo que nunca te he desdeñado como aseguras.

—Escucha, Katniss, una vez más me voy a humillar ante ti, voy a decirte que te amo… Yo si te amo de verdad, fieramente, y cada vez que vengo a tu casa me recibes con una sonrisa complaciente, pero en el fondo de tus ojos siempre existe el "no".

—Estoy enamorada de Gale, Peeta. Cuando me hablaste por primera vez de tu amor era demasiado tarde, esperaste mucho para hacerlo.

—No digas tonterías, Katniss, ataque cuando pude hacerlo, cuando después de tantos años volvimos a vernos. Recuérdalo, por el amor de Dios… Te fuiste a la universidad y no volviste en mucho tiempo, cuando regresaste eras una mujer hecha y derecha. Cuando te salude por primera vez después de tanto tiempo sin verte, ya eras novia de Gale. Y estoy aquí ahora mismo por qué sé que Gale provocara un escándalo como pretexto para dejarte y buscar a otra. Todos pensaban que eran muy ricos y Gale iba detrás de tu dinero. No me mires así, porque en Gale, pese a amarte, lo primordial es la sociedad en la que vive, donde quiere ser una marques esplendido.

—Por el amor de Dios, Peeta… Haz el favor de ser menos cruel. Yo te perdono todo lo que dices porque te quiero de verdad, pero te quiero sin amor y tú lo sabes desde siempre.

Por el salón entraba la señora Everdeen. Al ver a Peeta, este camino hacia ella y la abrazo cariñosamente, dándole un beso en cada mejilla.

—Ya lo sabes, ¿verdad, Peeta?

—Claro.

—Por eso estás aquí.

—Sí. Iba a desayunar cuando leí el periódico y vi en letras grandes lo que ese cretino de Snow había dicho.

—Lo peor —murmuro la dama con tristeza— es que el señor Snow era nuestro amigo y me duele que se halla comportado de ese modo por una venganza vil —y con un suspiro añadió—: El me propuso matrimonio… No era la primera vez, ¿sabes? Yo pensé que con el tiempo se olvidaría, pero nada más morir Haymitch, Snow empezó a mirarme con expresión gatuna, esa expresión que los traidores manifiestan como si fuera un pecado oculto y era solo una impertinencia, porque sabe muy bien que ni él ni nadie volverá a ser mi segundo esposo. Quise tanto a mi marido, que no voy a poder olvidarlo.

Peeta Mellark se quedó a almorzar como tantas veces en el palacete de los Everdeen. Tenía plena confianza en aquella casa, nunca perdió el contacto con la familia. Primero como niño, después como adolescente, y a la sazón, como hombre propietario de una empresa millonaria.

Él siempre contaba cómo había logrado aquella fortuna. Contaba como su padre había puesto un pequeño garaje con dos bicicletas. Las alquilaba los fines de semana, más tarde, habiendo dejado las bicicletas, e incluso el trabajo en la casa de los Everdeen, compro una camioneta y así empezó su empresa de transportes. Después, falleció. De eso hacía 20 años, en los que él pudo ir comprando camiones de transporte hasta lograr más de 60. Los años no habían corrido en vano; él había terminado el peritaje y conducía la agencia de transportes con mano firme. A la sazón, se había hecho millonario.

Prim y Darius compartieron la comida. No estaban tristes, pues cuando terminaran su carrera esperaban casarse y lograr un puesto como médicos especialistas en el hospital de la provincia.

A media tarde, cuando Peeta y Katniss conversaban en la terraza, su madre se había retirado a dormir la siesta, y Darius y Prim jugaban al tenis, apareció un motorista. Era un cartero de esos que llevan la correspondencia urgente. Portaba un sobre y mostraba un recibo que indicaba acuse de la carta.

Katniss firmo y rompió el sobre sin demasiado esfuerzo. Extrajo un pliego y lo leyó sin inmutarse. Un nudo se le atravesó en la garganta y domino las lágrimas como pudo. Peeta, con voz tibia, dijo mirándola:

—No me digas lo que contiene…

Por toda respuesta. Katniss alargo la mano y se lo entrego. Peeta sabía lo que decía, o se lo imaginaba.

Gale rompía el compromiso con Katniss. Decía en su misiva que llevaban demasiado tiempo cortejando y que el amor se había convertido en una monotonía, y él temía no hacerla feliz; prefería romper y que ella fuera libre para elegir una marido más entregado que él. Pedía perdón y firmaba.

Peeta apretó el pliego entre los dedos e hizo una bola con él.

—Hoy te dejo —murmuró Peeta— pero volverá mañana. Y no temas por las hipotecas, mañana bien temprano pasare por el banco y pediré tregua. Me enterare por las escrituras que tiempo tiene para echarlas fuera la persona o la entidad que haya comprado esas hipotecas. Te aseguro que ni Gale ni nadie de en esta ciudad podrá verlas salir humilladas de sus posesiones. Mi poder en cuanto al dinero es infinito.

—Peeta… no sé qué decirte.

—No me lo digas, no me digas nada, no es preciso. Pero harías muy bien en aceptar mi amor. Aunque no me ames, Katniss, yo no te voy a tocar hasta no convencerte de mi amor.

Katniss bajo los ojos.

—Un día, cuando pase todo esto, hablare contigo y veras como te persuado para que no sigas amándome.

—Sería inútil, Katniss, empecé a amarte desde hace muchos años, y mi amor no es de los que se olviden. Ahora que eres libre de Gale, harías muy bien en casarte conmigo.

—Estás loco.

—No estoy loco, te hablo con toda sinceridad. Gale tendría que morderse los labios y agachar la cabeza cuando sepa que te vas a casar con Peeta Mellark. Él no sabe que soy hijo de antiguo albañil de tu padre, y aunque lo supiera, sería más honroso para mí. Ahora me voy, no quiero una respuesta. Espero que mañana y pasado y toda la semana se hable de ustedes y de la forma en que Gale te dejo, porque él lo dirá, tu no, pero él sí. Creo que no debes soportar tanta humillación. Soy tan arrogante con Gale, más atractivo incluso, soy un hombre que conoce toda la provincia, un empresario que nunca pasara inadvertido… Piénsalo Katniss, piénsalo una vez más.

—Me has declarado tu amor tantas veces, Peeta…

—Por eso mismo. Lo hice cuando eras novia de Gale, lo he hecho muchas veces, si, cada vez que te veo. Te llevo en la retina y en mis entrañas… Mi amor no es un juego de niños. No soy un tipo cono Gale que se pasea por los lugares sociales levantando la cabeza como un grillo, presumiendo un marquesado del cual ni siquiera paga los derechos… No soy ese hombre, yo soy un trabajador, un empresario, un hombre de 27 años. Mi padre emprendió un negocio y yo lo he desarrollado, pero sigo luchando como si mañana lo perdiera todo. Y no ocurrirá. Volveré, ¿sabes? —Añadió con una ternura que conmovió a Katniss—. Volveré y, además, volveré con la sortija de pedida e intentare convencerte para que te cases conmigo y des en las a ese Gale que ha tenido el atrevimiento de dejarte plantada. Adiós, Katniss. Volveré mañana o pasado. Tú sabes que para ayudarte estoy siempre cerca. A dos pasos de ti. Y quiero estar a tu lado salvando esa distancia que nos separa amor. Eres sensible y una gran persona, y estoy seguro que un día entenderás la forma como te amo y me corresponderás, estoy seguro de ello…

—Pero Peeta…

—No me hables ahora, y llora, te hace falta. Vete a tu cuarto y desahógate. Ayuda a tu madre a soportar lo que está pasando, y diles a Prim y a Darius que no se agobien, que nadie los va a echar de esta casa. Te aseguro que lo arreglare. Tengo poder suficiente para entrar en los bancos y que uno de ellos me diga quien tiene las hipotecas o que entidad las posee.

Katniss lo vio alejarse sin atreverse a decir palabra. No era la primera vez que Peeta hablaba de aquel modo, aunque antes no solía tocar lo de las hipotecas, pero lo ignoraba, como ellas. Su madre no, no ignoraba nada. Y ella casi tampoco, aunque Darius y Prim si no lo sabían…

Tenía razón Peeta. Con su visión de hombre de negocios había vislumbrado lo que iba a ocurrir y Katniss supo que estaba pasando. Darius y Prim fueron los primeros que observaron el vacío en los clubes, la mirada de lastima de aquellos con quienes compartían vida social. Katniss, entonces, no se atrevió a salir, pero saber a través de Primrose y de Darius, que ellos pasaban a ser personas de tercera o quinta categoría en aquella sociedad donde antes eran los primeros. ¡Qué ironía!

—Se nota —le dijo Primrose a Katniss en voz baja— que lo saben todo. Es más, Gale nos ha vuelto la mirada y sabemos, por lo que ocurre, que lo ha dicho a todo el mundo.

Katniss se mordió los labios. Su madre, en cambio, exclamó tranquila:

—Ya lo suponía. En el fondo, me alegro, nunca me gusto Gale para marido de Katniss —y como la hija la miraba desconcertada, añadió—: Sí, Kat, sí, tu eres una muchacha tranquila, solo tienes 23 años, sueñas con el amor como cualquier chica de tu dad. Gale busca una mujer que cubra espléndidamente sus escamosas espaldas, que estén vacías. Aun si fuera una seños con categoría personal, pero es un hijo de familia que se ha sostenido a base de un nombre que ya ni siquiera les corresponde. No, Katniss, no. Me alegro. Me duele que no tengamos dinero, pero por el hecho de que Gale te haya dejado, no sabes la satisfacción que me produce habernos arruinado.

—¿Desde cuándo lo sabes mamá? —pregunto Prim.

—Antes de morir tu padre me lo dijo.

—¿Y quién tiene las hipotecas? Porque cualquier día nos echarán de aquí… —dijo Katniss.

—No. Las tiene un banco. Afortunadamente, no el de Snow. Y se además que dichas hipotecas no vencen hasta el año próximo. Tenemos, pues, un año para reflexionar. Por ejemplo, Prim, tú y Darius terminaran el internado y se casaran. Darius no busca en ti la fortuna. Te ama intensamente.

—Eso es cierto —exclamó Darius —. Además, Effie, porque cuando terminemos el internado buscaremos un apartamento y nos casaremos.

Darius y Prim se marcharon porque tenían guardia en el hospital. Effie guió a su hija hasta el living, y ambas sentadas allí, se miraron un largo rato.

—Gale nunca me gustó —le dijo la madre con ternura—. Solo te lo dije una vez… Yo no tenía derecho a persuadirte, pero me alegro, pese a todo este escándalo, que Gale te haya dejado. Me duele por el hecho de que te sientas herida, pero solo por eso.

Katniss pensó demasiadas cosas en un segundo y a punto estuvo de contarlas todas, pero solo murmuró:

—¿Y qué opinas de Peeta Mellark?

Effie levanto vivamente la cabeza.

—Me parece que sé lo que estás pensando y no estoy de acuerdo.

—Me será difícil soportar la humillación de esta sociedad donde fui la primera joven de renombre y Peeta Mellark es multimillonario.

—Peeta es tu amigo y mi amigo, querida Katniss, es el hombre que nos orienta y nos ayuda, pero de ninguna manera lo veo como un marido al que puedas amar.

—También se aprende a amar mamá.

—Eso tiene sus matices, muchas veces negativos. Peeta es el hombre de esta casa que siempre nos orientó, pero no lo veo como tu esposo, Y no porque él no te amé, que ya lo sé, no lo oculta, pero tú no lo amas y posiblemente, aunque te casaras con él, no lo amarías nunca. No sabes lo que es vivir con un hombre al que no se ama.

—Mamá, no creo que tú sepas eso.

—No. Claro que no. Yo fui feliz con tu padre, inmensamente feliz. Era un caballero y, además, un hombre enamorado de mí, un hombre que las adoraba a ustedes dos… Un hombre que cuando Prim le confeso su amor por Darius, su compañero de facultad, recibió una gran alegría… pero no creo que estuviera de acuerdo en que tú te casaras con Peeta solo por venganza a Gale.

Kat no respondió. Se levantó y paseo por el living con lentitud. Vestía un pantalón blanco y un suéter tipo deportivo de color rojo. Calzaba mocasines negros. Era esbelta, castaña y de ojos grises, tenía una expresión delicada, frágil, pero inmensamente femenina; era una joven bella por supuesto.

En aquel instante tenía los ojos brillantes y dos lágrimas le resbalaban por las mejillas. Las seco con el dorso de la mano y, al volverse, miro a su madre que seguía sentada en el sofá con aquella expresión irritada en los ojos.

—Lo voy a pensar, madre, Peeta me adora y, además, esa adoración es firme y sincera, nacida desde joven. Es de esas pasiones que no decaen nunca.

—Y tú no correspondes a tal pasión… Ojalá lo hicieras, ¡qué más quisiera yo que verte casada con Peeta! Pero así, por venganza, te haces daño a ti misma, y a los demás.

—Tal vez sea fácil amar a Peeta.

—¿Cómo él te ama a ti? Claro que no. Kat. Podrás se una esposa digna, pero solo eso. No sabes lo difícil que es casarse sin amor. Yo no lo sé por mí misma, pero recuerda a tu tía Octavia. Por falta de amor se divorció y se marchó por esos mundos son que volviésemos a saber de ella, y todo por falta de cariño hacia el esposo con el equivocadamente se casó.

Katniss se dirigió a la puerta y se volvió en el umbral.

—Voy a descansar un rato, mamá.

—Voy a darte un consejo —le dijo Effie palmeándole en el rostro—. Ve a tu cuarto y llora lo que gustes, tienes mucha necesidad de desahogarte y olvidar lo que piensa esta sociedad.

—Gracias. Mamá.

Y se alejó a paso apresurado. Al subir las escaleras hacia la segunda planta, no pudo contener el llanto.

Cuando entró en su cuarto y cerró la puerta de golpe, se tiró sobre la cama y sollozo durante mucho rato. Imagino las miradas de sus amigos, la sonrisa burlona de los conocidos, la lastima fingida de sus amigas…

Por la noche, Prim tocó a su puerta.

—Soy Prim, ábreme, por favor.

Katniss se tiró de la cama. Limpio los ojos con la mano y camino pesadamente hacia la puerta. Sabía ya lo que pensaba hacer. Necesitaba aquella venganza. Y, sin duda, Peeta le ayudaría a lograrla. Además, aunque su madre dudara, ella necesitaba afianzar el patrimonio y ¿Quién mejor que Peeta para hacerlo? La fortuna de Peeta era colosal, por una parte, y por otra, era una hombre comprensivo, que sabría esperar.

Abrió la puerta y se encontró con Primrose. Mudamente, su hermana se abrazó a ella y le palmeó la espalda.

—Verás que todo se arregla, Kat.

Katniss ya sabía que iba a arreglarse, pero de la forma como ella sabía, no como pensaba Prim.

—Te estamos esperando para comer —dijo Prim—. Darius y yo tenemos guardia esta noche y nos vamos a ir tan pronto comamos.

Ambas caminaban hacia el comedor. Nadie habló de lo que tanto le hacía sufrir a Katniss, pero los tres sabían que Gale iba pregonando entre amigos y conocidos que había dejado de a amar a Katniss Everdeen, y por lo tanto, era libre nuevamente.

La comida fue silenciosa, Después cuando ella y su madre pasaban al living a tomar el café, Darius y Prim se levantaron para marcharse.

—Tenemos que irnos —dijo Darius—. Hasta mañana estaremos de guardia en el hospital.

Cuando desaparecieron asidos de la mano, Effie suspiro. Miraba la puerta por la cual habían desaparecido con una expresión un tanto vacilante.

—Espero que te hayas desahogado un poco, Kat.

—Lo suficiente, mamá.

—No vas a salir mañana, ¿verdad, Katniss? O me equivoco.

—No soy de las que hago frene a cosas imposibles.

—Tampoco me gustaría que te vengaras. Lo lamentarías después.

Katniss no respondió. Se levantó del sillón que ocupaba, tomo el café y luego se inclinó hacia su madre.

—Me voy a descansar, mamá.

—Sí, hija y olvídate de lo ocurrido. Mañana visitare el banco donde tu padre ha vendido nuestros bienes. Quiero que sepas que no ocurrió todo de golpe, sino que lo fue vendiendo poco a poco. Carecemos de dinero y tu padre lo consiguió hipotecando las tierras que rodean este palacete, y después el mismo palacio. No me lo dijo a su muerte, no, fui sabiéndolo y consintiéndolo. Además, tu padre sufría una enfermedad mortal, de esas progresivas que van agotándolo poco a poco hasta la muerte. Nunca pude contrariarlo, lo ame hasta el infinito, por eso creo que Snow ha sido un cretino, capaz de vengarse pregonando lo que aún no sabía nadie.

—Buenas noches, mamá.

Durmió mal. Sabía que Peeta aparecería al día siguiente, además era sábado y los sábados siempre las visitaba.

Era cierto que era el hijo del hombre que fue el albañil de sus padres, pero nunca lo apreciaron por esa razón, sino porque Peeta nunca dejo de visitarlas a medida que iba enriqueciéndose y era dueño de una agencia llamada Mellark. Poseía una empresa sólida y multimillonaria, con clientes fijos.

Escucho su voz desde su cuarto. Peeta era rubio, de ojos azules, esbelto. Un hombre capaz de enamorar su ella no hubiera encajado con Gale en su momento, hacía de ello más de tres años, hubiera sido más fácil de amar a Peeta Mellark, pero la vida se encargaba por si misma de equivocar las cosas y de confundir a los seres humanos.

Sentía a Prim y a Darius nadar de un lado a otro en la piscina, y se imaginaba a Peeta. Su madre se lo dijo subiendo las escaleras.

—Peeta ya vino. Lo invite a almorzar. ¿No bajas, Kat?

—Sí, ahora mismo.

Katniss se miró al espejo y se dirigió al baño para lavarse los ojos; los tenia enrojecidos, y alrededor de las pestañas algo seguía humedeciéndose.

Mientras tanto, abajo, en el salón, Effie se aferraba al brazo de Peeta y ambos entraron hasta el fondo, donde la chimenea chisporroteaba.

—Pasé por los bancos y encontré el que tiene tus hipotecas —dijo Peeta de súbito—. Logre que se detenga el proceso y no les pasarán las responsabilidades mientras yo responda por ustedes. Y respondí, de modo que sobre el particular, puedes estar tranquila. Tú sabes, que yo los amo a todos y no sabes cuánto daría por entrar en tu familia, pero no por vanidad, sino porque me siento tan de ustedes, tan cerca de todos y amo tanto a Katniss, que no sabría cómo explicar todo lo que siento. Es como una avalancha emotiva que me obliga a diario a venir a verlas. No me mires así, Effie, ya sé que sabes, ¿Cómo no vas a saber? Que cosa no sabrás tú… Estabas preparada para rechazar a Snow, pero para lo que no están preparadas tus hijas, y seguro que tú tampoco, es para la venganza de ese hombre que antes fue amigo de la familia y que no acepta tu rechazo.

—Gracias por tus halagos, Peeta, no sabes cuánto celebro que vengas por aquí. Pensaba ir esta mañana a visitar el banco donde trabajaba mi marido.

—Ese es el que tiene las hipotecas, y no temas, no pertenecen a nadie en particular, nadie vendrá a echarlas de este hogar donde todos nacieron.

—Una vez más te lo agradezco, Peeta, me evitas tener que enfrentarme a un asunto muy desagradable.

—Pero tú lo sabias, ¿eh, Effie?

—Pues sí, yo fui viendo como mi marido, mes a mes, año a año, fue destruyendo el patrimonio de la familia, por negocios que fracasaron, mientras tú hacías otro mucho más elevado… Pero Haymitch no pudo evitar el desastre. Había vivido siempre de sus rentas, y administraba sus bienes. Pero donde se saca y no se mete, ya sabes lo que pasa… eso por una parte, por otra, su salud precaria no podía de ninguna manera enfrentarse a la situación. Además, yo lo vi desesperado cuando, haciendo un esfuerzo, hipoteco tierras para comprar acciones, las compro a un precio regular, pero de súbito bajaron, de tal manera que le comieron todo aquel capital expuesto Y cuando el dinero se necesitaba, las acciones son un recurso, pero al venderlas, consiguió una parte del capital invertido. Estas operaciones las hizo con frecuencia, con muy mala suerte. Al enfermar ya gravemente me lo advirtió, aunque yo ya lo sospechaba.

—Pues no temas, Effie, el banco no va a molestarte, de modo que sobre el particular, vive tranquila.

Impulsiva, Effie, con aquella elegancia que significaba toda su persona, apretó la mano de Peeta.

—Gracias, Peeta, gracias. No sabes cuánto te agradeceré esta ayuda.

En aquel momento, Katniss aparecía en el umbral. Vestía unos pantalones rojos estrechos, apretados en el tobillo, y sobre el busto una especie de camisola muy juvenil, de esas que se usan para hacer deporte.

—Supongo que tendrás la raqueta en el coche —dijo por todo saludo —. Te desafío a una partida.

Se acercaba a é con una tibia sonrisa. Aun se notaba en sus ojos la leve rojez de su llanto.

—Me cambio de ropa en un segundo —dijo Peeta.

Y se fue hacia la cancha de tenis donde había una caseta para cambiarse. Cuando Katniss llegó a la cancha, él ya salía con su ropa deportiva.

—Vas a morirte de frío.

—No creas, el frio no me afecta —y en voz le preguntó— ¿Has pensado en lo que te propuse ayer?

—Sí —dijo Katniss con energía—. Y he decidido…

—¿Qué has decidido?

—Casarme contigo.

HOLAA que tal?

Jajaja que tiempos :$ no creo que me hallan extrañado mucho :( es broma jaja yo los extrañe mucho ;)

Bueeno aquí les atraigo una pequeña adaptación que comencé hace mucho y que bueno aun no termino y que quería subir en un one shot pero es un poco demasiado larga jjajajaj.

La cosa esta que decidí que mejor la iba a separar y hacer un two shot y espero poder contar con el tiempo de adaptar la segunda parte pronto.

Así que espero que la disfruten esta novela corta es de Corin Tellado, y yo solo estoy tomando los amados personajes de Suzanne Collins para poder mostrarles esta bonita historia.

Espero la disfruten! :D

Nos leemos pronto!