Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de L.J Smith. Sólo la trama es mía. No gano nada al publicar esto. Punto.

¿Mi príncipe azul?

Capítulo 1

Rodeé los ojos por décima vez y suspiré, exasperada. ¡Estúpida revista! ¡Estúpido horóscopo!

-¿Cómo descubrir a tu príncipe azul? – me repitió Bonnie releyendo el encabezado de la página.

- ¡Ya, vamos! ¡Déjalo Bonnie! – rogué, tirando de una de sus manos, en un vano intento de que apresurara el paso. Paradójicamente, tuve que acompasarme al suyo, espantosamente lento, por el hecho de que caminaba y leía al mismo tiempo.

Observé mi reloj pulsera, irritada; aún teníamos cinco minutos. Alcé la vista al cielo de modo teatral; a un cielo completamente azul, donde las nubes brillaban por su ausencia.

A ver, a ver… ¡tauro! Elena, escucha. Esto es para ti. – a regañadientes me detuve al pie de las escalinatas que conducían a la entrada del Robert E. Lee. Aún el timbre no había sonado. – "Día 1: tu príncipe azul está más cerca de lo que esperas"- declaró, sus ojos abiertos de par en par. Volteó el rostro a ambos lados y deteniéndose en el grupo de estudiantes más cercano, sentenció, mirándome de soslayo – Tyler.

Me quedé mirándola, como si de improviso sus mejillas se hubieran vuelto azules. Lentamente me volteé hacia Tyler. Reía estrepitosamente, con sus atolondradas carcajadas, rodeado de sus enormes amigotes, con sus pequeños ojos oscuros y sus mejillas redondas.

¡Ay no! ¡Bonnie! – grité, golpeándola en el brazo. Ella rió, haciendo que los colorados bucles que enmarcaban su rostro saltaran como pequeños resortes.

Le quité la revista de las manos y la guardé dentro de su bolso, empujándola con los dedos. Subí los peldaños de la escalera y sus finas carcajadas aún retumbaban en mis oídos cuando empujé la puerta del aula de Historia Europea.

El profesor Tanner ya se encontraba en su asiento cuando ingresé y sus ojos me miraron con reproche a través de sus gafas redondas. Simulé una sonrisa a modo de disculpa. Crucé el aula bajo la atenta mirada del alumnado, para detenerme en un asiento junto al de Stefan. Él había seguido todos mis movimientos desde mi aparición con esos ojos relucientes suyos y ahora fruncía los labios reprimiendo una sonrisa. Evidentemente había una gracia adicional que me estaba perdiendo.

-¿Qué pasa contigo? – le susurré, mirándolo con ojos acusadores. Alzó las cejas y sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa.

- Con que Tyler eh…

La sangre se apresuró a colorear mis mejillas. Iba a matar a Bonnie. Ahí estaba el porqué de las insistentes miradas. Increíble. Realmente era increíble.

No seas estúpido. A Bonnie no le hace bien la semana. Eso es todo.- me excusé entre susurros. Pero sólo conseguí que se echara a reír, amortiguando las carcajadas con su libro de Historia. Lo miré, con el ceño fruncido. Sí. Se estaba riendo de las desgracias ajenas. Tanner nos lanzó una mirada severa.

Tonto – murmuré, y le di la espalda fingiendo poner atención a la clase.

Intenté ignorarlo e hice caso omiso a sus amortiguadas risitas. Pero sus burlas zumbaban en mis oídos como moscas.

-Oww, te está mirando – canturreó junto a mi oído. Apreté los dientes. Iba a golpearlo. Me volteé hacia él, dispuesta a soltarle una sarta de improperios, pero se me congelaron en la garganta. Él no se había alejado, su rostro seguí junto a mi oído. No esperaba que estuviera tan cerca. Cerca. Tragué saliva sonoramente.

Fruncí el ceño. Ya había oído eso. Y entonces lo recordé y me hice presa de los nervios. Bonnie. "Tú príncipe azul está más cerca de lo que esperas". ¿Stefan? ¿Mi príncipe azul? Me alejé repentinamente de él. Ganándome varias miradas curiosas. Corrí mi silla tan lejos como la mesa me lo permitía y antes de que volviera a darle la espalda, mi mirada se encontró con la suya. Sus relucientes ojos verdes se quedaron en mi mente, redondos como signos de interrogación, interrogándome.

¿Qué debía decirle? ¿Que la ridícula idea de que él era mi príncipe azul se había apoderado de mi mente? Bueno, no. No iba a hacerlo.

Golpeé rítmicamente el lápiz contra el papel. Lo miré de soslayo. Los rayos del sol que se filtraban tímidamente por la ventana destilaban destellos dorados a sus cabellos castaños, que caían desordenados sobre su rostro. Fruncía los labios, confuso, creando tiernos hoyuelos en sus mejillas. Bueno, no estaba tan mal en realidad. Agh. Vamos Elena. Escucha lo que dices. Lo conocía más que a nadie; y más que nadie sabía que era realmente insoportable.

Odiaba el viento, obsesión que personalmente encontraba ridícula. Siempre quería tener la razón y aún consciente de que no la tenía, seguía discutiendo contigo. Amaba hacer bromas, pero nunca debía cruzarse por tu cabeza jugarle una broma a él. Y lo peor de todo, solía levantarse con un humor de perros con frecuencia. Pero era realmente encantador verlo enfurruñado. Sacudí la cabeza.

Tragué saliva. El timbre estaba sonando. La clase había concluido. No me moví de mi lugar; él tampoco lo hizo. Debía disculparme ¿verdad? Él no era mi príncipe azul, ni verde, ni rojo; y nunca lo sería. No había un porqué por el que alarmarse.

Me giré lentamente. Él ya lo había hecho y me miraba atentamente.

Emm… - retorcí los dedos, nerviosa, y clavé los ojos en las baldosas del suelo. Resultaron más interesantes de que lo que esperaba. Sonrió, burlón. Pero ya me había cansado de sus burlas.

Intento disculparme contigo ¿si? Acepta mis disculpas ¿quieres? –le espeté casi con violencia y comencé a guardar los útiles en mi morral, para abandonar la habitación, dejando a un Stefan escéptico en su banco.

Definitivamente, hoy, era un día de esos.

Emm… es lo que hay. Se me acaba de ocurrir.

Realmente espero que les haya gustado y también espero sus comentarios al respecto.

Saludos!

Nati