A/N: ¡Hola! Aquí vuelvo con otra historia, jejeje. Ésta también tendrá varios capítulos, y por favor, no me odiéis al leer el primero, dadme una oportunidad, creo que os sorprenderá. No sé si la leerá, pero quiero dedicársela a mi lectora americana, emyj. ¡Disfrutad! Y reviews, please.
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Capítulo 1
Aaron Hotchner se consideraba un hombre honesto, siempre anteponiendo los deseos del resto antes que los suyos, y un hombre con el que siempre se pudiera contar para cualquier cosa. Y por supuesto, alguien que nunca complicaba la vida a nadie, o al menos, eso intentaba. Solía ayudar en todo lo posible a la gente que lo necesitaba, nunca decía que no, y siempre era recompensado. Y eso lo hacía sentir bien. Satisfecho. Estaba en la vida para ayudar, ya fuera en el trabajo o en su vida privada, y eso lo enorgullecía. Era la Madre Teresa en masculino, así le llamaba Dave, burlándose. Hotch simplemente sacudía la cabeza, sonriendo.
Pero había algo en lo que había fallado enormemente. Y estaba empezando a obsesionarle bastante, y no sabía porqué. Desde que se había divorciado de Haley, todo había ido cuesta abajo, cómo cuando tiras una piedra desde lo alto de una colina e intentas ir detrás de ella, alcanzarla, y no puedes, porque la piedra es mucho más rápida que tú. Así se sentía Hotch, intentaba alcanzar la felicidad, volver a ser feliz, y cuando pensaba que lo tenía, se volvía a escapar. Había llegado un momento en que supo que no volvería con ella, mucho antes de Foyet, pero la seguía queriendo, aunque ya no estaba enamorado, no cómo antes. Luego vino Foyet, su muerte, y una confusión en sus sentimientos. Le había prometido a Haley que le enseñaría a Jack a amar, y eso intentaba, pero no se había imaginado lo difícil que resultaba.
Había salido un par de meses con Beth, la mujer que había conocido en el parque, pero aunque le gustaba, no llegaba a sentir nada más fuerte por ella, y antes de que fuera demasiado tarde, decidió romper por lo sano. Beth se dio cuenta de que Hotch estaba demasiado herido, pero tal vez no por su ex mujer, sino por el trabajo, por los monstruos que se llevaba a casa. "Es lo de siempre" pensó él, eso siempre será un problema. Aún así, quedaron como amigos, y hablaban de vez en cuando. Otra cualidad del agente Hotchner, hacer amigos allá por dónde va.
Y aquí está él, otro día más, reflexionando sobre su más nueva obsesión a las diez de la noche, en su oficina prácticamente a oscuras. Miró hacía abajo, y la vio, terminando de recoger sus cosas, poniéndose el abrigo y haciendo una llamada. Y se dio cuenta de otra cosa. Ella también le obsesionaba. Desde hace más o menos un mes, su subordinada le obsesionaba. Y ese pensamiento, le gustó. Sonrió para sí, recogió sus cosas rápidamente y salió de su despacho.
Desde hacía un año y medio, Álex Blake trabaja en la Unidad de Análisis de Conducta. Fue Aaron Hotchner, el jefe de la Unidad, el que le pidió a su supervisora una experta en lingüistica para un caso, y después de que gracias a ella resolvieran el caso, Hotch presentó formalmente la documentación para que la agente Blake se uniera a la UAC. No hubo ningún problema en su adaptación, todos la acogieron con los brazos abiertos. Al principio, sus superiores pensaron que ocho agentes serían demasiados, pero enseguida se dieron cuenta de lo bien que iban las cosas y que el trabajo no se veía afectado de ninguna forma.
Hotch llegó a la mesa de Álex justo cuando ella colgaba el teléfono y cogía su bolso. Ella sonrió tímidamente.
-¿Sigues aquí? -preguntó Hotch-. Creí que era el último, como siempre. Es demasiado tarde.
-Lo sé, pero quería terminar unas cosas, no me di cuenta de la hora que era. Tengo el coche en el taller, acabo de pedir un taxi - respondió ella.
-No te preocupes, yo te acerco -sugirió él, dando un paso hacia ella.
-Pero...-Álex echó una mirada de reojo al teléfono.
-Blake, ¿quieres pagar un viaje a tu casa o quieres hacerlo gratis? -su voz salió más sugerente de lo que hubiera querido. Ella lo miró a los ojos unos instantes.
-Está bien, vamos -empezó a caminar hacia los ascensores delante de él.
...
El viaje a casa de Álex transcurrió en silencio. Hotch puso la radio, para rebajar un poco la tensión. Tensión que sentía ella, en realidad, porque él se sentía bastante relajado. Podía contar con los dedos de una manos las veces que habían estado los dos solos en ese año y medio. Por supuesto, no cuentan las ocasiones debido al trabajo. De vez en cuando, la miraba de reojo. Estaba rígida, con las manos inmóviles sobre el regazo y la vista clavada en la carretera. Hotch no podía verle la cara, pues se la tapaba el pelo, pero podía decir que su expresión era una mezcla tensión y tristeza. Igual que la que la había acompañado los últimos seis meses, cuando James le había pedido el divorcio. Simplemente se cansó de su matrimonio, de la distancia, esa fue su excusa. Más tarde, se enteró que la estaba engañando con una jovencita diez años más joven que ella. ¡Qué típico!
Hotch aparcó justo enfrente de su casa, y apagó el motor. Ella seguía mirando hacia fuera, por la ventana. Hotch pensó divertido que era cómo las típicas escenas de las películas, en las que el chico lleva a la chica a casa, se produce un instante de silencio, y finalmente se besan románticamente. Le tocó con cuidado el brazo.
-Álex -susurró. Ella se dio la vuelta despacio, mirándolo a los ojos.
-Gracias por traerme. Te apetece...
Antes de terminar la frase, los labios de Aaron Hotchner estaban sobre los de ella.
Continuará...
