CÓMO PROPONER MATRIMONIO

Okikagu.


El capitán de la Primera División del Shinsengumi se planteaba a sí mismo el cómo le propondría matrimonio a aquella china poco femenina, tragona y plana que tenía por novia. Claro, él no era un lolicón, lo de plana era sólo una palabra que ya no tenía sentido en ella. Al pasar los años se había vuelto una mujer hecha y derecha, con curvas bien definidas, aunque con la misma actitud y forma de pensar inmadura de hace años.

Él sabía que era una idiota, pero tenía que estar consciente de que con ese cuerpo atraía toda clase de hombres. Él estaba consciente. Por eso tuvo que actuar con "directas muy directas", para que aquella chica con falta de sentido común se diera cuenta de lo que provocaba. Si no lo hacía ella seguiría jugando a ser enemigos con intenciones de matarse, esto como consecuencia traería problemas, no es que le moleste, de hecho, le gustaba tener su cuerpo sobre él. Pero, el problema en ese entonces era el jefe, padre adoptivo de la china, si se enteraba de esas cosas lo mataría, y eso sólo era una pequeña parte de lo que se le vendría encima, teniendo en cuenta que faltarían su hermano y su padre.

Ahora, después de tantas "directas muy directas" ella estaba en una "relación de novios" con él. Y, si el sólo salir con ella le tomo tanto tiempo, el proponerle matrimonio sería mucho más difícil. Se planteó durante muchas horas la "proposición" que le debería ofrecer para que ella no renegara. Para el Cuartel del Shinsengumi fue extraño verlo actuar así, jurarían que nunca lo habían visto de esa forma. Para todos los que lo conocían fue extraño, incluso para Kagura. Esta última se preguntaba qué lo tenía tan pensativo.

Mientras él pensaba diversas formas de hacerlo, aunque todas y cada una incluían ofrecerle juguetes de S y M. Ideas que fueron descartadas, después de todo él sabía que lo rechazaría rotundamente si lo hacía de esa manera. Las ideas que se le cruzaban iban desde muy cursis para él, hasta muy sádicas para que ella lo aceptara sin chistar.

Quizás debía darle en lugar de un anillo, una caja de sukombu.
O, debía prometerle darle de comer hasta que sus bolsillos estuvieran vacíos, y, si se podía más, hasta que la muerte los separe.
O, quizás debía comprarle adornos nuevos para el cabello, o ropas chinas nuevas.

Y, después de pensarlo tanto, se rindió.
Simplemente compraría un collar y le propondría ser SU (con total énfasis) M para toda la vida. Y eso para él también sonaba cursi.

FIN