Todo esto es un sinsentido. Piratas que ayudan a la gente, marinos que son piratas infiltrados...
¿Donde esta la justicia? Se preguntaba continuamente Tashigi. La experiencia en Punk Hazard le había dejado más secuelas de las visibles. Se sentía vacía, en un mundo incomprendido, donde las normas que ella siempre había creído claras y diáfanas se quebraban...
Se veía ella, patosa y torpe, en un mundo de hombres, incomprendida y aislada. Era una mujer pero para estar allí había renunciado a todo lo femenino. Pero tenía necesidad de sentirse querida, y la persona a la que le pertenecía su corazón no se daba cuenta de ella.
Todos los días lo veía, le ayudaba en todo lo que le dijera, siempre apoyándole y respaldándole. Pero siempre se estaba quejando de lo desastre que era ella, de que a ver cuando dejaría de romper las cosas... No se daba cuenta de la devoción que ella sentía por su superior. Las veces que él la había envuelto con su humo para protegerla, la sensación de estar en su sitio, a su lado, la reconfortaba.
¿Vale la pena seguir viviendo así? ese era su susurro mientras limpiaba a Shigure.
Mientras cavilaba, la alarma sonó. Eso significaba piratas en la zona. A regañadientes, se levantó de la cama, cogió la funda de la espada y salió de su cabina. Eso sí, tuvo que volver a entrar porque se había descuidado las gafas, como siempre.
Los piratas a los que se enfrentaba no eran muy fuertes, pero su peligro radicaba en el uso de armas con multitud de clases distintas de venenos.
Muchos soldados habían sido heridos por las armas envenenadas. Smoker al convertirse en humo evitaba los ataques, pero Tashigi estaba envuelta de enemigos. Uno de los piratas sopló una cerbatana y el dardo se le clavó en el cuello a Tashigi. Smoker la envolvió para evitar que la dañaran más pero ya era tarde. Le arrancó enseguida el dardo pero Tashigi ya estaba sumida en la oscuridad.
En la enfermería del cuartel los médicos hacían lo posible por salvar a Tashigi. Le habían inyectado un antídoto. Pero los médicos no sabían si se recuperaría. Solo decían
-Todo depende de ella, Vicealmirante Smoker, si tiene ganas de vivir se recuperará.
Smoker se sentía mal. Sabía que era un desastre ambulante, pero sin ella a su lado... Le faltaba algo. Añoraba su presencia, ver su sonrisa cada día. Se daba cuenta de que nunca le había dicho lo importante que era ella, y no solo como su faceta como oficial, sino como persona. Ahora que no estaba se daba cuenta de lo mucho que la necesitaba con él. Uno sabe lo que tiene cuando lo pierde.
Tashigi flotaba en la oscuridad y veía todo lo que sucedía alrededor. Se sentía aliviada. No tenía ganas de volver a un mundo que no entendía. Prefería seguir así, flotando, sin dolores, ni preocupaciones. Su cuerpo estaba tendido en la cama, con la sabana cubriéndole hasta el cuello. Smoker escuchaba a los médicos su diagnostico. Y tras escucharlo se largó de allí, sin mirarla.
El hecho de que Smoker se largará le dolió profundamente. Esperaba un milagro, ver una reacción en el hombre al que amaba en secreto.
Ya tenía claro que no iba a volver. El mundo no la necesitaba y ella no quería sufrir más. Cuando ya se iba a alejar, una presencia se plantó delante de ella. Era idéntica, con una mirada más dura. Y le espetó enfadada:
- ¿Que haces yéndote Tashigi? Tienes suerte de estar viva y no lo valoras
- ¿Quien eres tu? Eres idéntica a mi. ¿No serás la amiga de Roronoa?
- Si, soy Kuina. Y te lo repito, no eres consciente de lo que desperdicias.
- Si tanto lo quieres, todo tuyo. Estoy cansada de todo. ¿Vivir para que?¿Para estar sola?¿Para luchar en un mundo en que las reglas no valen, donde los piratas salvan reinos, y los marines secuestran niños?
- Dame un día y cambiaras de opinión.
- Trato hecho. Tienes un día para que valore la vida.
Y tras estas palabras, Kuina bajó y se metió dentro del cuerpo de Tashigi.
Kuina despertó sobresaltada. Había olvidado la sensación de respirar, el tacto de las sabanas... Todo le chocaba y la alegraba. Añoraba escuchar sus latidos y su voz. Se alzó de la cama y el poner los pies en el suelo fue una experiencia deliciosa. Sentir el mundo alrededor, formando parte de él y no siendo una mera espectadora. Gritó fuerte, escuchando la palabras que llevaba tiempo queriendo decir
- ¡Estoy viva!
