No podía quedarse.

No podía vivir.

No podía respirar encontrándose en la Tierra. Era irónico.

Surcaban en su cabeza los pensamientos con demasiada rapidez, ¿hubiera sido mejor no llegar a la Tierra? ¿Quién o qué la hizo ponerse al mando de todo? No le hubiera importado morir pos su gente, por sus amigos pero llenaba su corazón cargado de angustia por llevar las muertes sobre su pecho y no sobre su espalda.

Oía a su madre suplicar a lo lejos que volviese, que no era seguro, que no podría vivir de nuevo sin ella, que sería perdonada y pronto se perdonaría a sí misma. No podría, jamás lo haría. El resto de sus compañeros simplemente la observaban alejarse, sin decir palabra, casi sin respirar, sabían cómo Clarke había cambiado, las decisiones que tuvo que tomar y lo mucho que le costaron, en muchos sentidos. Si casi ellos no podían con las imágenes en su mente, ¿cómo lo iba a hacer ella?

Cada trozo de bosque que cruzaba le traía algún recuerdo, quizás por su similitud con otros donde si sufrió, donde iba perdiendo cada parte de su corazón, de su necesidad de ser buena, de su fe.

Sin darse cuenta, allí estaba, en las alturas de la decisión más difícil que había tenido que tomar nunca, dudaba incluso que algún día tuviese que hacer algo peor que esto, en su visión el Monte Weather. Se acercó a la puerta que tanto les había costado derribar, al fin sin necesidad, y dejó caer su espalda y su vida sobre ella. Llevaba casi un día caminando y no había sentido cansancio hasta ahora, no había querido parar, ni dormir, las pesadillas vendrían a ella sin piedad alguna. No lo pudo evitar.

No sabía cuánto tiempo había pasado hasta que alguien comenzó a zarandearla sin cuidado alguno, se negaba a abrir sus ojos, a enfrentarse de nuevo a la realidad, a esos cuerpos vacíos frente a sus ojos. Quizás quien tanto pedía que se despertase era algún alma bondadosa en pequeña dosis que quería acabar con su vida por todo lo que hizo, realmente deseaba eso.

- Clarke, ¡despierta! – suplicaba una vez más aquella voz.

Esa voz. Esa voz en particular la hizo querer despertar de su letargo. Abriendo lentamente los ojos a otra realidad distinta, una que tampoco quería afrontar.

- Lexa – logró decir, sin vida en su voz, al ver que su mente no la había engañado.

- ¿Estás herida? – preguntó Lexa observando a Clarke.

- ¿Qué te importa? – la rabia había despertado, empujó a Lexa, la cual estaba de rodillas frente a ella, haciéndola caer – Hace menos de 48 horas te daba igual – se levantó, dispuesta a huir de una traición.

- Me importa bastante Clarke – dijo levantándose – Aunque creas lo contrario – comentó cabizbaja, sin entender aún como Clarke lograba hacerle dudar de todo.

- No intentes engañarme Lexa – la miró fijamente a los ojos – No otra vez, ¡podríamos haber ganado juntos, sin hacer lo que tuve que hacer luego de tu traición! Primero dejas morir a tu gente en la aldea para salvar la misión y luego, luego… - No podía continuar, si Lexa no la hubiese traicionado todo el peso en su corazón no sería tan grande – Adiós Lexa.

Zanjó la conversación y comenzó a andar sin oír lo que Lexa decía, sin querer derrumbarse delante de en quien confió, cuánto se había equivocado con ella. Pero no pudo, se giró y comenzó de nuevo.

- ¡Los tuve que irradiar a todos Lexa! ¡A todos! – dijo cayendo de rodillas – Incluso a los niños, incluso a quien nos ayudó.. – susurró, ahogando su llanto, intentando asimilarlo por fin.

- Clarke, yo no pretendía..

- ¡Cállate! – le cortó – Ni te atrevas, tus códigos de honor son despreciables, matas a alguien por algo nimio, ¿entonces qué debería yo de hacer contigo después de tan gran traición?

Lexa la observaba, derrumbada en el suelo, viéndola totalmente humana, más humana que toda la gente que había podido conocer, más humana que incluso la gente de las leyendas. Nunca cambiaría su opinión sobre Clarke, podía ser una gran líder solo por su corazón pero eso la llevaría al desastre. Y ahí estaba, un desastre.

Aprovechó, como un acto cruel, a hablar mientras Clarke se ahogaba con su llanto.

- Todos tenemos que hacer cosas que no queremos Clarke, créeme pero no podemos estar pensando en aquellos actos que nos hicieron vencer, solo tenemos que pensar en que la guerra fue ganada. – Vio como Clarke le dirigía una mirada ahogada, en lágrimas, de odio – Déjame ayudarte.

Logró por fin ponerse en pie – Jamás Lexa, jamás. Todo esto es por tu culpa, confiaba en ti, me importabas… ¡Me besaste joder! Y de postre, traición. Tenías razón, el amor es debilidad, y jugaste conmigo.

- Las cosas no son lo que parecen Clarke – dijo Lexa, sin mostrar nada en su rostro.

- Tienes razón. Adiós Lexa.

Se marchó esperando oír alguna palabra por parte de la comandante pero no llegó nada, no iba a admitir que hasta ese acto de ella le molestó. No podía pensar en ese momento, todos sus pensamientos se dirigían hacia Lexa, cómo todo se podría quizás, y solo quizás, haber evitado si no hubiese roto su pacto. Sintiéndose estúpida al sentir en aquel beso algo de esperanza después de la muerte de Finn.

Pasó un mes en el que nadie supo nada de Clarke, habían salido a buscarla al creer que ya era tiempo de que volviese a casa pero nunca encontraron algún rastro de ella. Quizás volvería algún día a casa.

Y así fue, cuando ya creía que podría vivir con ese peso sobre su corazón, cuando observaba el arca algunos días a lo lejos, cuando veía que la gente empezaba a ser feliz de nuevo, cuando los veía sonreír, pensó que era momento de volver a casa, de ser feliz.

Regresó de noche, cuando casi todos dormían y algunos seguían en aquel improvisado bar, ¿cómo acercarse a las puertas sin que alertasen a todos? ¿Sin parecer una amenaza? No hizo falta plantearse mucho esa pregunta, según se iba acercando las puertas se abrieron y salió una persona en su busca. Se asustó, quizás le iban a negar la entrada, no fue así.

- ¿Marcus? – susurró casi a su encuentro.

- ¡Clarke! ¡Por fin! – se acercó a paso ligero, sosteniéndola en sus brazos al tenerla cerca.

Se dejó abrazar y habló con lágrimas en los ojos, con una voz entrecortada - ¿Puedo volver a casa? – preguntó.

- Nunca deberías de dudar eso Clarke, todos te echamos de menos – se separó, sujetándola suavemente de los hombros – Ya era hora que dejases de mirarnos y bajases la colina.

Con unos ojos confundidos, preguntó - ¿Cómo sabes eso?

- Te vi un día, por casualidad. No dije nada porque pensaba que sería peor. Luego te vi dos veces más hasta hoy, hasta que te vi comenzar a caminar hacia nosotros. Ven, - dijo apartándose a un lado – entra en casa.

Bajo su brazo protector se acercaron al arca, recibiendo sonrisas de aquellos que se habían dado cuenta de su regreso. Podría, tal vez, superarlo todo. Marcus le indicó que su madre estaba aún despierta en la zona de la enfermería, haciendo inventario. Se cruzó con caras amigables por todo el arca, los pocos que aún estaban despiertos, hasta llegar a la enfermería. Su madre estaba de espaldas a zona de entrada, no había notado su presencia y Clarke se limitó a observarla y sonreír. De verdad que la había echado de menos.

- Mamá – susurró, únicamente.

Y como si todo se viese a cámara lenta, observó a su madre girarse y soltar todos lo que tenía en su mano, que parecía no tocar el suelo en ningún momento, hasta chocas su madre en un abrazo con ella, trayéndola a una realidad aceptable.

No sabe cuánto tiempo estuvo ahí, cuántas preguntas recibió de su madre mientras esta inspeccionaba cada parte de ella asegurándose que su hija estuviera realmente sama y salva. Cuando por fin Aby pudo contener las lágrimas, llegó otra persona que se había enterado de su vuelta.

- Clarke.

Se giró en busca de esa voz, esa odiosa y agradable voz – Bellamy.

No dijo más y este la abrazo, al parecer era la orden del día, y por una vez, realmente se dejó abrazar. Sabía que el peso que ella tenía, lo tenía compartido con él, él que había sido valiente y no un cobarde como ella.

- Pensé que jamás volverías – dijo sincero.

- Yo también lo pensé – se confesó, mirándolo a los ojos.

- Te hemos estado buscando casi todos los días estas dos últimas semanas – rompió el abrazo y, en silencio, se sentó sobre una camilla - Fuimos a hablar con Lexa – el rostro de Clarke cambió – y no estabas con ella, no sabíamos dónde buscar – Aby asintió, espectadora de la conversación.

- No sé por qué debía estar con ella – dijo con deje de dolor en su voz, cruzando sus brazos sobre el pecho.

- Porque ella fue en tu busca el mismo día que te marchaste – habló Aby.

Confundida por tal declaración, visible en su rostro, preguntó - ¿Cómo sabes eso?

- Porque vino a buscarte primero aquí, casi no sale viva por cierto – dijo Bellamy.

Ante la cara de confusión que tenía Clarke, creían que no habían hablado lo suficiente como para saber eso.

- ¿No lo sabías? – miró Aby confundida a Bellamy, buscando ayuda con la mirada.

- No. ¿Qué más sabéis? – exigió, rasgándose poco a poco su voz.

- Necesitaba encontrarte, saber que estabas bien, se enteró de lo sucedido en la montaña y no dudo en venir en tu busca – habló Bellamy.

- ¡Eso es una tontería! Ella sabía perfectamente que yo no iba a parar aunque me dejase sola, ¿qué pretendía? – dijo ya, enfadada.

- Se ha criado como se ha criado cariño – comentó su madre.

Los ojos de Clarke se clavaron como cuchillos sobre su madre, ¿realmente estaba defendiendo a Lexa? - ¿La estás defendiendo?

- Clarke – interrumpió Bellamy – Hizo lo que hizo por ti, por los suyos, pero por ti – confesó.

- ¿Por mí? – dijo incrédula – Tienes que estar bromeando

- El trato con los de la montaña era qué, si se retiraban y nos dejaban solos, liberarían a los suyos…

- Si, hasta ahí llego Bellamy, no hace falta que lo digas, eso no es hacerlo por mi – interrumpió Clarke.

- Si me dejases acabar princesa, lo entenderías – dijo con voz cansada.

Clarke se cruzó de brazos en espera de cualquier tontería que fuese a decir Bellamy.

- Lexa agregó otra condición al trato – la mirada interrogante de Clarke le escrutaba – Que, pasase lo que pasase tu fueras libre, que no te matasen, que no te hicieran daño – terminó Bellamy.

Clarke, en ese momento, no creía una palabra, no creía esa situación.

Tenía que encontrar a Lexa y, esta vez, dejar que hablase.


Bueno, hasta aquí esta OS, pero pretendo que, si tiene buena acogida, aunque sea mínima, haremos una segunda parte con el reencuentro... y algo más.

Muchas gracias, simplemente por leer.