Buenas noches, Emma.
Buenas noches, Regina – se despidió Emma, esta era una de las tantas cenas que habían compartido juntas luego de regresar de Neverland. Ninguna estaba segura del cómo o cuando había sucedido pero se habían encontrado pasando más y más tiempo juntas. Al principio se trataba simplemente de ayudar a Henry, el chico había vivido demasiadas cosas para su corta edad y ambas habían decidido poner fin a la guerra en la que vivian inmersas desde el momento en que se conocieron, por el hijo que compartían. Henry aún seguía viviendo en casa de Emma, junto a sus abuelos pero ahora pasaba también algunas noches en casa de Regina. Sin embargo, la gran mayoría de las veces los tres compartían las cenas.
Decir que fue fácil sería mentir, las primeras noches estuvieron cargadas de un ambiente tenso y silencios incomodos, ambas enfocadas en hablar con Henry o sobre él, evitando hablar entre ellas más de lo estrictamente necesario. Fue con el correr de los meses que esos silencios se convirtieron en conversaciones que duraban hasta altas horas de la madrugada, en tazas de café compartidas, en copas de sidra de manzana, o tazas de café fuerte, negro, caliente y humeante. Ninguna hablaba de sus pasados, ambos eran demasiados duros y dolorosos de recordar, en general hablaban sobre trivialidades, sobre Henry más que cualquier otra cosa, sobre la ciudad, o simplemente permanecían observando arder el fuego en la chimenea acompañadas de un silencio tan confortable que parecía increíble.
Emma se subió a su auto, o trampa mortal como prefería llamarlo Regina y condujo hasta el departamento en el que vivía con sus padres. Subió las escaleras hacia su habitación intentando no despertar a nadie, dejo su ropa tirada en el suelo y se colocó el pijama, que más bien consistía en una musculosa blanca y unos shorts negros. Tan pronto como su cuerpo hubo hecho contacto con la cama se quedó dormida.
Mientras tanto Regina daba vueltas en la cama, su cuerpo enredado con las sabanas mientras un sudor frio recorría su frente. Henry no había sido el único que había regresado de Neverland con pesadillas, las de Regina sin embargo involucraban heridas del pasado. La tortura física a la cual había sido sometida por Greg no era nada comparada con los demonios de su pasado que el simple hecho de encontrarse atada a una camilla sin poder hacer nada para defenderse había hecho resurgir. Al despertar nunca recordaba sus pesadillas, aunque el miedo que le invadía el cuerpo y la obligaba a permanecer inmóvil al menos media hora para lograr recuperar el control de su respiración le daban una buena idea.
Esa noche sin embargo, no fueron sus propios gritos los cuales la despertaron, o la sensación de estar sofocándose bajo el peso de un cuerpo que no era el suyo, sino una voz temblorosa que se encontraba al lado de su cama.
¿Mama? – Henry volvió a llamarla, sin animarse aun a tocarla – Mama, despierta es solo un mal sueño.
Regina se incorporó de repente con una bola de fuego preparada en su mano, provocando que Henry se alejara unos cuantos metros de la cama. Sus ojos se abrieron y apenas logro vislumbrar la silueta de su hijo extinguió las llamas en su mano y se cubrió el rostro con ambas manos.
Mama, ¿te encuentras bien? – Henry había vuelto a acercarse a la cama de su madre pero esta evito el contacto.
Estoy bien Henry – respondió ella aun cubriendo su rostro.
Parecía que estabas teniendo una pesadilla.
Siento haberte asustado – finalmente Regina decidió descubrir su rostro y si Henry vio las lágrimas que se acumulaban en sus ojos y amenazaban con caer decidió no decir nada – Vuelve a la cama – Regina dijo haciendo su mejor esfuerzo para controlar el temblor en su voz – Por favor Henry, vuelve a tu habitación.
Henry decidió hacerle caso al menos una vez en su vida a su madre y la dejo sola en su habitación, pero antes de cerrar la puerta pudo escuchar los sollozos ahogados que provenían del interior.
Así habían transcurrido todas sus noches desde el regreso de Neverland, las pesadillas eran distintas, los monstruos cambiaban de forma, pero el sentirse indefensa, incapaz, el sentimiento de no valer nada, de no merecer ser amada, esos sentimientos aumentaban cada día mas.
Regina necesito al menos media hora más para lograr que las lágrimas dejaran de caer y sus manos dejaran de temblar, sabiendo que ya no podría dormir esa noche decidió levantarse y darse una larga ducha. Luego decidió bajar las escaleras e ingresar a su estudio, al menos podría adelantar algo de trabajo para la oficina, le sorprendía que ninguno de los idiotas que Vivian en Storybrooke hubiese iniciado una batalla para quitarle su trabajo, y por otro lado estaba agradecida porque el trabajo siempre la ayudaba a centrarse en otras cosas y no pensar en lo miserable de su pasado, o presente.
A las siete de la mañana volvió a encender la cafetera mientras subía las escaleras para despertar a Henry, sin dudas su hijo había heredado el sueño pesado de su madre biológica. Siempre le costaba más de diez minutos lograr que despertara, y si lograba sacarle una oración completa durante el desayuno se consideraba afortunada.
Henry, cariño despierta – susurro suavemente acariciando el cabello de su hijo – Henry – esta vez lo sacudió suavemente – Henry, vamos despierta – el niño empezó a abrir los ojos – No quiero sacarte las sabanas Henry – advirtió en tono burlón.
Mama – vino la respuesta camuflada debajo de las frazadas – Cinco minutos más.
Cinco minutos Henry, ni uno mas ni uno menos.
De acuerdo.
Si no estás listo para desayunar en quince minutos le daré los pancakes que estoy haciendo a Emma – si algo había aprendido durante los casi trece años en que había pasado criando a Henry, era que la comida siempre era un buen incentivo – Cinco minutos Henry – volvió a repetir mientras dejaba la habitación.
Regina volvió a descender las escaleras y una vez en la cocina comenzó a preparar el desayuno para su hijo, mientras recuerdos de la noche anterior volvían a su memoria. No podía dejar de repetir una y otra vez el rostro asustado de Henry cuando ella despertó con la bola de fuego en su mano lista para ser lanzada, las cosas estaban saliéndose de control.
Buen día Mama – la saludo Henry diez minutos después con un beso en la mejilla y un fuerte abrazo.
Buen día cariño – respondió ella dejando el plato con pancakes sobre la mesa, junto a una taza de té caliente – No te excedas con el dulce de leche – le recordó Regina al ver que Henry tomaba el pote de la heladera.
De acuerdo.
El desayuno transcurrió en silencio, ambos reviviendo los momentos pasados la noche anterior.
Mama – Henry rompió el silencio - ¿Quieres contarme de que tratan tus pesadillas?
La pregunta la tomó por sorpresa y por poco Regina casi se atraganta con el café que estaba bebiendo.
Ya sabes – continuo Henry al ver que su madre no respondía – siempre me dices que puedo sentirme mejor si te hablo sobre ellas.
Henry – comenzó a responder Regina cuando fue interrumpida por el timbre – Emma está aquí, ve por tus cosas.
Esa se había convertido en su rutina, los días en que Henry dormía en casa de Regina, era Emma quien se encargaba de pasar a buscarlo y llevarlo hasta el colegio, y viceversa.
Mientras Henry subía las escaleras para recoger sus cosas, Regina camino hacia la entrada y abrió la puerta.
Buen día – la saludo Emma, con una sonrisa brillante.
Buen día – respondió Regina, aun sosteniendo su taza de café en la mano.
¿Ocurre algo? – pregunto Emma observando que eran pasadas las siete de la mañana y Regina aun vestía una bata, además de que aún no se había maquillado y su cabello caía libremente sobre sus hombros, algo estaba mal - ¿Regina?
Todo está bien, ¿puedes volver aquí luego de dejar a Henry? Necesito hablar contigo.
De acuerdo – respondió, mirando extrañamente a Regina pero sin posibilidad de decir nada mas ya que Henry se acercaba a ellas en ese momento - ¿Listo Henry?
Listo – respondió el hijo de ambas – Adiós mama – Henry saludo besando a Regina en la mejilla y dándole un fuerte abrazo, el cual se prolongó durante algunos minutos más de lo habitual, provocando otra mirada sospechosa de parte de Emma – Te amo.
También te amo Henry - respondió Regina evitando de todas formas establecer cualquier tipo de contacto visual con Emma.
Emma subió al auto y espero que Henry abrochara su cinturón antes de encender el motor.
De acuerdo, habla Henry – se apresuró a decir Emma una vez que se habían alejado de la mansión en la calle Mifflin.
Son sus pesadillas – respondió su hijo.
¿Han vuelto?
No creo que alguna vez se hayan ido – respondió con sinceridad Henry.
¿Qué ocurrió anoche? – Henry le había contado a Emma de las pesadillas que Regina sufría desde que habían regresado desde Neverland, y si bien el tenia las suyas, las de su madre parecían mil veces más aterradoras.
Me desperté porque podía escuchar que Mama estaba hablando – Henry se quedó pensando durante algunos segundos – decidí levantarme e ingrese en su habitación, su cuerpo estaba enredado en las sabanas y no dejaba de dar puñetazos al aire o retorcerse como si quisiera sacarse algo de encima, me acerque un poco más a ella para intentar entender que era lo que decía, creo que susurraba "Por favor no, ya no puedo" – Henry decidió tomarse unos segundos antes de continuar hablando – Ella estaba muy asustada Emma – algunas lágrimas se acumularon en los ojos de su hijo – Empecé a llamarla para intentar despertarla y después de unos minutos, cuando lo hizo, tenía una bola de fuego lista en su mano, cuando me reconoció extinguió las llamas y me dijo que regresara a la cama.
Emma permaneció callada el resto del camino, hasta que detuvo el auto frente al colegio de Henry.
¿Tú sabes de qué se tratan sus pesadillas Emma? - pregunto Henry, la preocupación marcando cada rasgo de su joven rostro.
No Henry, no lo sé.
Pero intentaras ayudarla, ¿verdad?
Te prometo que voy a intentarlo, ahora quiero que entres al colegio y no te preocupes por tu mama, yo voy a preocuparme por ella. ¿De acuerdo?
De acuerdo – respondió Henry, la esperanza marcando su voz.
Emma permaneció sentada dentro de auto durante algunos minutos más, reflexionando. Durante el viaje a Neverland Regina y ella habían dormido en la misma habitación y ella nunca, ni siquiera una sola vez había oído a Regina teniendo una pesadilla, ahora sin embrago, se preguntaba si Regina había dormido alguna de todas esas noches. Recordaba que durante esos días las marcas debajo de los ojos de la mujer se habían acentuado y había perdido peso, cosas que había atribuido a la constante preocupación por el paradero de Henry, ahora se preguntaba si esos efectos podían deberse a otra cosa.
Emma condujo nuevamente hacia la mansión en la calle Mifflin, cientos de pensamientos dando vueltas en su mente. Estaciono el auto a un lado de la acera y antes de que siquiera pudiera golpear para anunciar su llegada, la puerta de la mansión fue abierta, allí se encontraba Regina, esta vez vestida con su atuendo habitual para ir a la oficina, su maquillaje y cabello tan perfectos como siempre.
¿Esperas una invitación real? – y allí estaba también el sarcasmo, sin darse cuenta Emma se había quedado mirando a Regina por más tiempo de lo normalmente aceptable, siguió a Regina hacia la cocina luego de cerrar la puerta - ¿Quieres algo para beber? ¿Café? Hice pancakes.
Café y pancakes están bien – respondió Emma, Regina trabajando en silencio durante algunos minutos - ¿Vas a decirme que ocurre o tendré que jugar a las veinte preguntas?
Regina deposito la taza con café humeante y el plato con pancakes frente a Emma, parecía estar juntando coraje para pronunciar sus próximas palabras y Emma se lo permitió, no volvió a apresurarla sino que opto por comenzar a devorar los pancakes.
Quiero que Henry viva contigo, de forma permanente.
Le tomo a Emma unos minutos procesar las palabras en su cerebro, y una vez que las hubo comprendido por poco termina escupiendo el trozo de pancake que aun permanecía en su boca.
¡¿Qué?! – Pregunto prácticamente gritando - ¿De que estas hablando?
Lo que oíste, quiero que Henry viva permanentemente contigo – repitió Regina intentando mantener la calma en su voz.
¿Por qué? ¿Qué ocurrió?
Nada ocurrió, simplemente creo que es mejor para todos si él vive contigo.
¿Tiene que ver con tus pesadillas? – en el momento en que las palabras dejaron sus labios Emma supo que había cometido un error, pudo presenciar en vivo y en directo los muros contrayéndose alrededor de Regina.
¿Henry te conto?
Si, lo siento. Es solo que él estaba preocupado por ti.
Bueno, no tiene por qué estarlo. Me encuentro perfectamente.
¿Defines "encontrarte perfectamente" a despertarte gritando todas las noches?
Veo que Henry ha hablado bastante – respondió Regina mientras un escalofrió recorría su cuerpo - ¿Qué más te ha dicho?
Nada más – mintió Emma.
Está mintiendo Señorita Swan, no es la única que puede decir cuando una persona miente. ¿Te conto sobre la bola de fuego?
Si – respondió Emma.
Si sabes eso no entiendo que más tienes que comprender, podría haber lastimado seriamente a Henry anoche.
Pero no lo hiciste.
Y por eso voy a estar eternamente agradecida, pero no pienso arriesgarme.
¿Qué vas a decirle a Henry?
Lo aceptara fácilmente, durante años rogo por irse a vivir contigo y los idiotas de tus padres, estoy segura de que no va a quejarse.
Las cosas ya no son como lo era antes Regina, todo ha cambiado, tú has cambiado.
No veo porque debemos seguir discutiendo este asunto, Henry vivirá contigo de ahora en más. Me encargare de trasladar las cosas de su habitación a la tuya en la casa de tus padres.
Emma podía reconocer una batalla perdida en cuanto la veía, sin embargo aún no había perdido la guerra.
Se levantó sin decir una palabra, coloco la taza y el plato de pancakes sobre la mesada y se dirigió hacia la puerta.
Estas cometiendo un error – dijo segundos antes de abrir la puerta – No estás sola.
Que tenga un buen día Señorita Swan – fue la única respuesta que recibió.
Regina permaneció de pie junto a la puerta, esperando hasta que ya no podía vislumbrar el auto de Emma, sus piernas finalmente cedieron y se derrumbó sobre el piso, sus rodillas pegadas a su pecho y sus manos rodeándolas.
