Hola Chicas de seguro ya muchas me conocen, por el Foro Rosa pues alli es donde publicamos este Fic que escribimos mi hermana Nathasha Grandchester y mi persona, pues ya publicamos una vez el primer capitulo aquí, pero es es casi no entendemos esta pagina... tal vez es mas fácil de lo que nos parece, pero no nos hemos plantado a darle la pelea... así que aquí va el segundo intento... la historia ya va bastante adelantada por lo que tratare de publicarles dos capítulos diarios hasta nivelarlo a como va actualmente, de seguro ya algunas las han leído, pero se que también muchas no entran al Foro y pues aquí les dejamos nuestro humilde trabajo... recibimos todo tipos comentarios... para las que no nos conocen también somos reconocidas como las hermanas del mal... bueno ya ustedes en este capitulo sabrán por que.
Sin mas el primer capitulo de Quédate
Capitulo 1
Puedes contar conmigo
Corría el año de 1917, todo estaba en completa tranquilidad en el hogar de Pony a pesar de que el mundo se encontraba en consternación, la guerra había evolucionado y llevaba tres años, mucho mas tiempo de lo esperado, y es que cuando se trata de las ambiciones de algunos pocos nunca se sabe cuanto puede durar con tal de obtener lo que aspiran esta personas sin escrúpulos, si personas sin escrúpulos esa es la denominación que merecen ya que envían a la guerra a jóvenes muchos de ellos engañados sin saber el infiernos que les tocara vivir, con ideales errados, desde hace algunos días se escuchaba frecuentemente que el País por fin entraría por completo a la guerra, ya que hasta el momento solo había enviado voluntarios entre ellos nuestro querido Alistear para defender el frente occidental.
Aun no puedo creer que rápido pasa el tiempo parece que fue ayer cuando nos toco el golpe de la muerte de mi querido amigo Stear, que falta me haces necesito tanto de tus inventos que me hacían reír, de tus ocurrencias, aun conservo con mucho cariño tu caja de la felicidad, este pensamiento llevo inmediatamente a Candy a tomar el curso de otro con la tristeza reflejada en el rostro aun recuerdo el día que me la entregaste estabas como despidiéndote, yo tomaba un tren con tantas esperanzas y alegrías sin poder saber que era la ultima vez que te vería, y partir para también ver por ultima ves el rostro de Terry y volver con mis esperanzas destrozadas. Pensaba la joven mientras ayudaba en la labores del hogar, donde se encontraba desde aquella reunión el día de Navidad. Los niños irrumpieron a toda carrera dentro de la concina. Sacándola de sus cavilaciones.
- ¡Candy! ¡Candy!
- ¿Qué sucede niños a que se deben esos gritos? - Preguntaba la joven mientras apaga la radio donde había estado escuchando las noticias de la guerra, estas le causaban una mezcla de tristeza, impotencia, rabia y dolor pero las escuchaba ya que era inminente que el País pasara a formar parte de la misma. Los niños quisieron hablar todos a la vez por lo que la joven no entendía nada de lo que trataban de comunicarle.
- A ver niños necesito que hable uno a la vez porque no entiendo nada. - Decía la joven mientras se llevaba las manos a la cintura. Se aventuro a decir uno de los chicos.
- Viene Albert, vimos su auto desde la colina y corrimos hasta acá para avisarte.
- ¿Albert? ¡Que extraño! - Esto sorprendió a la chica ya que el joven no visitaba tan seguido el hogar de Pony por sus múltiples ocupaciones en el banco y el solo hecho de viajar desde Chicago hasta Lakewood era algo agotador para hacerlo todas las semanas por eso prefería hacerlo cada quince días y dejar a George que se ocupara de todo lo referente a los negocios de la familia por el par de días que tomaba sus visitas al hogar de Pony.
Candy quien había olvidado que los chicos se encontraban a su lado proseguía en su monologo.
- Si solo la semana pasada nos visito. ¿Habrá pasado algo? ¿Será la Tía Abuela? - Con aire de preocupación y desconcierto reflejado en el rostro.
En ese momento llamaron a la puerta, sacándola de sus pensamientos Candy se quito el delantal que llevaba puesto y corrió a abrir.
- ¡Hola Albert que alegría verte de nuevo! - La chica lo recibió con una sonrisa que le iluminaba el rostro.
- Hola Candy, a mi también me alegra mucho verte, te preguntaras porque he decidido verte tan pronto. - Le decía el joven mientras entraba en la pequeña sala.
- La verdad si Albert, hace menos de una semana que recibí tu visita, y aunque no puedo negar que me alegra de sobre manera, al mismo tiempo me resulta un poco confuso. - Mencionaba la chica indicándole para que tomara asiento, al tiempo que ella también se sentaba en una silla de madera.
- Candy en realidad necesito hablar contigo de un tema bastante serio. - Menciono el joven frunciendo el seño y con un tono que reflejaba preocupación.
La joven se asombro un poco ante la seriedad del hombre quien siempre había mostrado un espíritu despreocupado.
- Claro Albert dime ¿Que es eso tan serio, que te preocupa?
Albert miro a su alrededor y vio a todos los niños parados junto a ellos con la misma mirada de expectativa que tenia Candy.
- La verdad, me gustaría hablar contigo a solas.
Candy se sorprendió aun más ante la petición de su amigo.
- Por supuesto Albert que te parece si vamos al escritorio de la Srta. Pony? - Dijo la chica mirando al muchacho tratando de descubrir que lo aquejaba.
- Preferiría ir hasta la Colina de Pony es un lugar que me trae hermosos recuerdos, es tranquilo. - Albert se puso de pie en es momento.
- Me resulta perfecto dame un segundo le aviso a la hermana Maria. - Candy se levanto de la silla sin apartar la vista del chico.
Albert solo afirmo. Candy salió en dirección a la cocina, en ese instante los niños no podían evitar mostrar sus sonrisas llenas de picardía. Al momento que uno le susurraba a otro al oído.
- Creo que Albert le va a pedir matrimonio a Candy. - El otro solo abrió los ojos hasta dejarlos como platos y asintió en silencio. Albert al observar la escena no pudo evitar dejar escapar una pequeña sonrisa, en ese instante llego Candy.
- Vamos. - Le dijo a Albert, este la siguió en silencio no sin antes hacerle un pequeño guiño a los niños, estos soltaron una estrepitosa carcajada.
Ya en la Colina de Pony, Candy le dice a Albert.
- Cuéntame que es eso que te tiene tan angustiado Albert. - Al tiempo que se sentaba en el verde pasto al pie del padre árbol.
- La verdad Candy no se por donde empezar, la semana pasada cuando estuve de visita venia con el claro propósito de contarte lo que me esta ocurriendo, pero al verte en esa casa, entretenida en tus cosas, con los niños y tus madres, no tuve el valor suficiente para contarte los problemas que me aquejan. - El joven se notaba realmente preocupado, en su frente se dibujaba una pequeña arruga, caminaba de un lado para otro y frotando sus manos. Candy miraba a Albert en silencio un poco confundida por la actitud del joven.
- Albert nunca te había visto tan serio antes, ni siquiera cuando me revelaste quien eras en realidad, aun en esa ocasión tomaste todo muy a la ligera, pero ahora veo que las cosas son mas seria de lo que puedo imaginar, dime ¿Acaso sucede algo con la Tía abuela? Ven siéntate. - Mientras le daba unos toques al pasto que se encontraba a su lado para que el joven tomara asiento. Él no dudo en hacerle caso y tomo asiento a su lado para decir.
- En realidad Candy son muchas cosas a la vez, la Tía abuela esta empeñada en que debo desposarme lo antes posible, pues dice que ya tengo edad para formar una familia, por otro lado también esta el asunto de los negocios de la familia que ocupan casi todo mi tiempo, además de los innumerables compromisos sociales a los que tengo que asistir frecuentemente, por si esto fuera poco la Tía abuela ha decidido ir a pasar una temporada con unos familiares en Londres, aunque esto ultimo mas que incomodarme representa cierto alivio, el problema en cuestión es que siento que tanto trabajo, tanto deberes y la inmensa soledad que estoy atravesando van a terminar por volverme loco. - La mirada del joven se perdía entre las montañas que se dibujaban a los lejos.
Candy quedo muda ante semejante declaración de su amigo, nunca imagino ver a Albert tan desconforme con alguna situación, es verdad el joven era un hombre de espíritu libre, muy lejano a todo aquello que debe representar una persona de negocios, en eso él y Candy eran muy parecidos y verlo ahora agobiado por todo el peso que implicaba ser la cabeza de la familia Andley era muy triste.
- Albert si estuviera en mis manos ayudarte de algún modo, por favor no dudes en pedírmelo, ya sabes que puedes contar conmigo. - Dijo la chica mirando fijamente a su amigo.
Él volvió la cara hacia Candy y en su mirada más que alivio se reflejaba una extraña desesperación que la chica nunca antes había visto, él le tomo las manos y mirándola a los ojos le dijo:
- Candy lo que voy a pedirte se que representara un verdadero sacrificio para ti, y te juro que si tuviera otra opción en mis manos no estaría aquí contándote mis problemas, mas aun sabiendo de ante mano cuales son tus sentimiento respecto a todo lo que implica ser una Andley.
Candy bajo la vista y solo asintió en silencio. Después de unos segundos se apresuro a decir.
- Continúa por favor Albert.
- Candy necesito de tu presencia en Chicago, necesito que me ayudes a llevar las riendas de la casa, estoy francamente desesperado y temo no poder seguir con la labor a la cual fui encomendado, no es lo mismo estar rodeado de sirvientes que contar con la ayuda de una amiga, casi una hermana. - El joven dijo esto y sintió como si se quitara un gran peso de encima.
Candy observaba a Albert todavía algo confundida, puesto que él sabia muy bien que la Tía abuela no vería con buenos ojos que Candy regresara a la mansión de Chicago y mucho menos la administrara, no entendía del todo la situación, ya que Albert en distintas oportunidades había dejado de lado sus obligaciones cuando estas se convertían en un peso y George era mas que capaz de llevar a cabo todo de manera eficiente.
- Albert, tu crees que la Tía abuela… - se aventuro a decir la chica. Pero en ese preciso momento él la detuvo.
- Candy, por la Tía abuela no te preocupes ya he conversado con ella sobre este tema y no le ha quedado de otra que comprender o al menos aceptar mi situación, te preguntaras porque no me tomo un tiempo y dejo a George encargado de todo ¿Verdad?
La chica se mantuvo en silencio. No hizo falta que pronunciara palabra ya él sabia que eso era exactamente lo que pasaba por la mente de Candy, solo continuo.
- La verdad es que ya estoy un poco cansado de estar huyendo, si quiero hacer las cosas bien debo quedarme y enfrentar la responsabilidad que he heredado con mi apellido… - Explicaba Albert con tono seguro.
- No te preocupes más Albert, puedes contar con mi apoyo incondicional, tú siempre has estado a mi lado en los momentos en que más te he necesitado, y nunca me has pedido nada a cambio, es lo menos que puedo hacer por ti. - Mientras decía estas palabras le sonreía al muchacho.
- Por favor Candy no digas eso, tu también me has ayudado en incontables ocasiones es por ello que quiero que pienses muy bien lo que te pido, no quiero que te veas forzada a entrar en un mundo como este solo por ayudarme, ni mucho menos quiero que te sacrifiques por algo que no tiene nada que ver contigo. - Agregaba Albert con la preocupación aun reflejada en su rostro.
- En eso te equivocas yo también soy una Andley ¿O ya lo has olvidado? si tienes que cargar con el peso de este apellido yo estoy gustosa de llevarlo contigo, no es ningún sacrificio si lo comparto con mi adorado hermano. - Le dijo Candy mientras le colocaba una mano en el hombro.
Esta vez Albert le sonrió a la chica con verdadero alivio, en su mirada la angustia había casi desaparecido por completo, Candy le respondió con una sonrisa que le iluminaba el rostro dándole un fuerte abrazo.
- Ya veras todo saldrá bien, solo espero que la Tía abuela no sufra un colapso cuando regrese de su viaje a Londres.
Esta vez Albert no pudo evitar soltar una fuerte carcajada, ante la cual Candy hizo lo propio.
- Se de alguien más que no estará muy feliz con la noticia de que vas a ser la ama de la mansión Andley. - Dijo el chico en tono despreocupado después de un rato.
- Bueno… ¿Y es que acaso hay alguien más obstinado que la Tía abuela? - Pregunto la chica intrigada.
- Claro, Elisa Leagan. - Dijo Albert de inmediato.
- Ahh no me acordaba de los Leagan, pues por ellos no te preocupes yo me las puedo arreglar sola, no es la primera vez que me toca enfrentarlos.
- La voz de Candy sonaba segura.
- De eso estoy seguro, debemos informarle a todos en el Hogar de Pony.
- En ese asunto si tengo que pedir tu ayuda, no será fácil para los niños explicarles el motivo por el cual me marcho. - Esta vez la chica no pudo evitar ponerse seria.
- Cuenta conmigo para lo que necesites, puedes tomarte el tiempo necesario para hacerlo, yo aun no estoy tan perdido. - Dijo él en tono de broma.
Candy tomo de la mano a su amigo y levantándose bajaron con pasos lentos, la gran colina, cada uno sumergido en sus propios pensamientos.
- ¡Candy! ¡Candy! - De nuevo los niños llegaron hasta donde se encontraba la pareja con sus hermoso y grandes ojos llenos de curiosidad.
- Cuéntanos Candy ¿Cuando es la boda? - Candy y Albert no pudieron evitar soltar una carcajada.
- A ver chicos ¿Quien les dijo a ustedes que yo me iba a casar? - Dijo la chica tratando de evitar la risa. Los niños respondieron algo sorprendidos.
- Es que así pasa en los cuentos que nos lee la Srta. Pony, siempre llega el príncipe y luego de confesarle su amor a la princesa ella acepta felizmente casarse con él.
Las carcajadas no se hicieron esperar, esta vez no solo Albert y Candy reían abiertamente sino también la Srta. Pony y la hermana Maria, quienes habían salido en ese momento para saludar al joven. Los niños ahora estaban mas desconcertado que curiosos no entendían porque les causaba tanta gracia sus comentarios.
- Albert, bienvenido ¿Como se encuentra? - Le dijo la hermana Maria después de un rato.
- Muy bien hermana Maria, estaba un poco preocupado por un asunto, pero como dicen es mejor compartir los problemas con los amigos, ellos siempre le consiguen la solución. - Dijo refiriéndose a Candy.
- Eso es verdad. - Dijo la Srta. Pony - ¿Porque no nos acompaña a tomar una taza de té lo acabo de preparar?
El joven le respondió a la gentil dama con una amplia sonrisa y un asentimiento.
Ya en el interior de la casa todos tomaron asiento, mientras los niños jugaban afuera. Candy abordó la conversación.
- Hermana Maria, Srta. Pony; debo comunicarles una decisión que he tomado, se que no se lo esperaban pero, regreso a Chicago con Albert, voy a ocupar el lugar que me corresponde dentro de la familia Andley.
Esta noticia tomo por sorpresa a las dos damas, quienes no encontraban palabras adecuadas al momento, Albert se apresuro a decir:
- Candy toma esta decisión por una petición que acabo de hacerle, como ya ustedes saben desde hace varios meses estoy a la cabeza de la familia y mis obligaciones han forzado a recurrir a la ayuda de Candy, la Tía abuela parte en pocos días a Londres donde pasara una temporada junto a algunos familiares, los negocios ocupan todo mi tiempo y sin ella la casa será un perfecto caos en mis manos, además asistir a los compromisos sociales no es de mi agrado y menos sin la compañía de alguien conocido, es por ello que le solicite a Candy me ayude. - Menciono el joven tratando de explicar de la manera más sencilla posible su situación.
- Bueno la verdad nunca había pensado en Candy administrando la casa Andley, pero la verdad estoy seguro que será capaz de llevar esta tarea a buen termino, es una chica inteligente y fue educada en parte para todo esto, puedes contar con mi absoluta aprobación, le dijo la Srta. Pony, con una pequeña sonrisa.
Por su parte la Hermana Maria, aun consternada solo pudo estar de acuerdo con lo planteado por su compañera.
Semanas después Candy se encontraba en la entrada del Hogar de Pony, lista para abordar el auto que la llevaría a una nueva vida, en realidad no tenia mucho de nuevo, ya ella había pasado por la experiencia de ser una Andley.
Candy abrazo fuertemente a las dos damas y dándole un beso en la mejilla a cada una, les dijo:
- Srta. Pony, Hermana Maria; les agradezco su comprensión y todo el apoyo incondicional que siempre me brindan, esta despedida no es para nada definitiva, en menos de lo que imaginan me tienen aquí de nuevo. - Soltando una carcajada la chica enjuago las lagrimas se que asomaban en el rostro de sus dos madres.
- Lo sabemos hija, cuídate mucho por favor, se consecuente con los asuntos de la casa y cuenta con nosotras, sabes que siempre estaremos aquí para ti.
- Gracias, ¡Las quiero mucho, los quiero mucho a todos!
Candy se despidió de sus seres queridos con una profunda tristeza, pero también con la convicción que estaba haciendo lo mejor para todos, incluso para ella misma, ya era hora de que ocupara el lugar que la vida le tenia destinado, aunque solo había pasado pocas semanas de la visita de Albert, la joven sentía que eran años, sus noches se habían vuelto eternas pensando en todo lo que le tocaba vivir de ahora en adelante.
El camino hacia la gran mansión era igual como lo recordaba no había cambiando nada, el hogar de la familia Andley desde hace más de 100 años; una inmensa mansión victoriana a pocos kilómetros del centro de Chicago se encontraba rodeada de varias hectáreas de verdes prados, entre setos, cuidados jardines, lagos y saltos de agua.
La poderosa luz solar ilumina el escenario campestre con tonos amarillos y verdes predominando en cada sector los hermosos rosas, rojos, blancos, amarillos, azules, violetas, y el conjunto resultante es de una belleza indescriptible.
Cuando el auto por fin se detuvo el corazón de Candy parecía querer saltar del pecho; el tener a Albert a su lado era un inmenso alivio, el joven le dedico una sonrisa y la tomo de la mano para inspirarle confianza.
- Vamos Candy, la casa no te va a morder. - Le dijo él con un tono de burla.
- Lo se Albert es solo que todavía no creo… solo no creo que todo esto este ocurriendo. - La chica titubeo por un instante.
Albert por un momento pensó que tal vez Candy no estaba totalmente convencida de su decisión, la joven pudo ver la preocupación reflejada en el rostro de su amigo y se sintió culpable.
- Albert por favor no pienses mal, es solo que…
- Te entiendo Candy yo aun no logro acostumbrarme del todo, pero con el tiempo ya veras que las cosas pueden llegar a mejorar, haremos de este lugar que ahora nos es completamente extraño un hogar, al igual que ese apartamento que compartimos en la ciudad ¿Recuerdas?
- Claro Albert como no recordarlo, creo que fue una de las épocas más felices de mi vida. - Dijo la chica con una sonrisa.
El joven soltó una carcajada mirándola.
- ¡Por Dios, Candy! Hablas como si fueras una anciana.
Ella no pudo evitar reír también, parada frente a la inmensa puerta de entrada a la mansión no consiguió más que sentirse pequeña y ante una gran responsabilidad, en ese momento Candy pensó. Bueno ya todo esta dispuesto, solo espero que Dios me guie de aquí en adelante como siempre lo ha hecho, lo que mas deseo es no defraudar a las personas que confían en mi.
Cuando la joven entro a la habitación que Albert había dispuesto para ella, no pudo mas sino quedar petrificada ante tanto lujo; las cortinas damasco marfil estaban confeccionadas a la perfección, muebles blancos tapizados del mismo color, tocador y mesa de noche de palisandra; todo de exquisito gusto. Papel tapiz de flores de fondo, café y leche, alfombra igual. Una elegante cama dorada con cortinajes blancos y glasé damasco con flecos, borlas y cordones del mismo color. Un silloncito de riquísimo tapiz bordado a mano, y un espejo dorado, gusto del Renacimiento, completan el mobiliario. Propio por la elección del color a la persona a quien se destino. El baño de mármol blanco de Génova, adornado con un rico fondo de batista con encajes, un tocador, un sofá y sillería marroquí; tocador sillón y servicio de caoba, tapizado de papel moaré claro, un espejo dorado a lo Luis XV, terminaban el adorno del baño.
Candy aun no salía de su asombro cuando se topo con el inmenso armario, este estaba integrado a una de las paredes, las puertas eran dobles con dibujos, bronces que seguían el mismo estilo del resto de la decoración, la joven pensaba que ya no podía asombrarla nada mas hasta que abrió las puertas, en el interior se podían contar mas de cinco docenas de vestidos diseñados en exquisitas y hermosas telas de diversos colores, ordenados cromáticamente con cuidado esmero, delicadas piezas en un blanco impecable se encontraban dobladas con sumo detalle, los zapatos no menos de 30 pares eran unos mas hermosos que los que seguían, los sombreros hacían juego con cada uno de los zapatos, al igual que las preciosas sombrillas trabajadas con sublimes encajes. La joven tuvo que cerrar las puertas y detenerse por un momento para tomar un poco de aire, jamás había soñado con tener tantas cosas, Albert no solo no había escatimado esfuerzo para hacerla sentir bienvenida, sino que además estaba exagerando con tantos obsequios.
En ese momento se escucho un suave golpe en la puerta de la habitación.
- Adelante. - Respondió la chica aun abrumada.
- Buenas tardes Srta. Andley, mi nombre es Angela y seré su dama de compañía, cualquier duda o solicitud que tenga por favor hágame saber de inmediato.
Candy observaba con mirada incrédula a la joven, era de estatura medina, de tez blanca, cabello oscuro y ojos marrones; en su rostro se dibujaba una tímida sonrisa.
- Buenas tardes, Angela es un placer ya debes saber que me llamo Candy, y que voy a tratar de llevar las riendas de la casa. - La chica solo asintió en silencio.
- El Sr. Andley nos informo a todos de sus llegada y nos pidió le colaboremos en todo lo que usted requiera.
- Muchas gracias Angela, no te imaginas cuanto bien me hace escuchar esas palabras.
- Descuide Srta. Andley estamos aquí para servirle, ¿Se le ofrece algo de momento?
- No… gracias Angela.
En ese momento la mucama le hizo una reverencia a Candy y salió de la habitación. La chica se encontraba como metida en una burbuja de aire, la actitud de Ángela mas que alagarla le resultaba incomoda, como se suponía que ella iba a llevar las riendas de la casa y lidiar con los empleados si ella misma estaba acostumbrada a servir a los demás, jamás a ser atendida.
Esa noche Albert reunió a todos los sirvientes de la casa para hacer las respectivas presentaciones, como siempre el joven animo a Candy jugándole pequeñas bromas en el transcurso de la cena que transcurrió sin muchas novedades.
No todo podía ser color de rosa, al día siguiente como era de suponer la presencia de Los Leagan no se hizo esperar; la noticia de que Candy quedaría al mando de la mansión Andley durante la ausencia de la Tía abuela, no solo les cayo como un balde de agua fría, sino que para la propia Elisa Leagan el suceso fue prácticamente una bofetada, ya que ella siempre se alababa de ser la preferida de la matrona.
Albert y Candy se encontraban desayunando en la terraza que da al jardín cuando George le anuncio la llegada de la familia.
- Joven Albert disculpe que lo interrumpa, pero la familia Leagan acaba de hacer acto de presencia en la casa y solicitan hablar con usted de manera urgente.
- La verdad no me extraña para nada esta visita, es más ya estaba preparado para la misma, pero en estos momentos estoy ocupado, por favor George diles que me esperen en la sala, en unos minutos estoy con ellos.
Candy observo a su amigo un tanto preocupada, pero al mismo tiempo desconcertada ante la actitud relajada de Albert, la joven jamás escucho de algún tipo de encuentro desagradable entre la familia de Lakewood y él.
En el gran salón de la casa Andley que servía de recibo a las visita se encontraban la Sra. Legan junto a sus dos hijos Neil y Elisa.
- Ojala que no nos deje esperando una eternidad solo por estar en compañía de esa mujer, mencionaba con resentimiento la joven pelirroja.
Por su lado Neil Leagan observaba con cierto aire de burla a su hermana, él sabia muy bien que Candy era su rival desde la infancia y que una afrenta como esta estaba más allá de todo lo que Elisa podía soportar.
La Sra. Leagan por su parte no lograba entender la actitud de la Tía abuela, lo mas indicado era haberle dejado a ella semejante responsabilidad, no a esa chiquilla que no tenía el mínimo conocimiento de administración y protocolo.
Cuando Albert hizo su entrada al salón estaba acompañado por Candy, quien tenia en sus ojos una mirada de preocupación la chica sabia que no podía esperar nada bueno de esta visita.
- Buenos días, Sra. Leagan, Neil, Elisa, saludo haciendo una reverencia.
- Buenos días, querido nos llena de alegría verte de nuevo. - Fue la respuesta de Sarah.
- Disculpa que te molestemos tan temprano pero nos ha llegado la noticia que la Tía abuela ha decidido tomarse una vacaciones en Londres y queríamos ofrecerte nuestra incondicional ayuda, Por favor no dudes en recurrir a nosotros si presentas problemas con la administración de la casa, estaremos gustosos de venir a hacerte compañía, además Elisa fue educada para ser una excelente compañía en reuniones sociales, esta a la altura de la mas distinguida concurrencia de Chicago te aseguro que junto a ella nunca temerás pasar por alguna vergüenza.
El joven escucho todo en completo silencio, sin dejar notar sentimiento alguno en sus facciones.
- Agradezco de sobremanera su ofrecimiento, la verdad no será necesaria su presencia en esta casa, puesto que Candy se hará cargo de todos los detalles relacionados, inclusive será mi acompañante a los eventos sociales a los cuales tenga que asistir, ella es una Andley y como tal debe cumplir con sus deberes al igual que lo hago yo; no olvide que ella también recibió una educación para tales fines, es más si no estoy equivocado fue en el mismo colegio que su hija Elisa.
En ese momento la joven aludida, sintió como si el dueño de la mansión la insultara, como podía compararla con aquella huérfana, inmoral y mal educada.
- Disculpe que lo corrija Tío, pero si mal no recuerdo Candy se escapo del colegio como una vulgar delincuente y lo peor es que lo hizo para salir corriendo detrás de un hombre.
Los ojos de Candy estaban casi a punto de salir de sus orbitas, ella nunca le había ocultado la manera como se marchó del colegio San Pablo a Albert, pero esto que estaba haciendo Elisa era jugar de la forma mas baja.
- Claro debo agregar, que Candy fue la única responsable de la salida del Colegio de mi estimado Terruce, él por su cuenta jamás lo hubiese abandonado, era un chico integro.
En ese momento Neil soltó una sonora carcajada con toda la intención de incomodar a su hermana.
- Le ruego que me disculpen, pero a veces creo que mi hermana confunde la grosería con caballerosidad. - Agrego el joven.
Albert que se había mantenido en silencio expuso:
- La verdad estoy al tanto de la situación que se presento en aquella ocasión en el colegio San Pablo y aun así te puedo decir Elisa que no tengo nada que reprocharle a Candy.
- ¡Ahh! Pero esto es demasiado, como puede justificar un acto tal, ella se comporto como una cualquiera.
En ese momento Elisa sobrepaso los limites que mantenía a Candy calmada, la joven la miro como si sus ojos fueran dagas, y Albert tuvo que reaccionar rápidamente para sujetarla del brazo y evitar que Candy se le lanzara encima.
- Elisa, he escuchado todas tus palabras sin mencionar nada, me has insultado de todas las maneras posibles, pero yo también tengo un limite y tu acabas de excederlo, no te permito que vengas a mi casa y me trates como si fuera tu sirvienta, por si olvidas lo que Albert acaba de decir yo también soy una Andley y tengo todo el derecho de estar aquí, si así lo ha decido él no voy a ser yo quien lo contradiga.
En ese momento la joven no se iba a dar por vencida, todavía Candy no tenia ni la mas mínima idea de hasta donde podía llegar.
- La verdad, no me extrañaría que hayas utilizado con el Tío las mismas mañas que utilizaste con Terruce, al ver el estado en el cual lo tienes, posees la capacidad de dominar a los hombres a tu antojo y eso te puedo asegurar no lo aprenden las señoritas en el Real colegio San Pablo sino las mujeres como tu en las calles.
- ¡Elisa! ahora soy yo quien no te permito que te expreses de esa manera en mi casa, no solo has insultado a Candy también me acabas de insultar a mi al pensar que tengo tan poca voluntad como para dejarme influenciar, Candy se ha ganado mi cariño y mi respecto de la mejor forma posible, en eso ella te lleva mucha ventaja, no en vano Terruce se fijo en ella y no en ti, y ahora les agradezco por favor que abandonen mi casa y no regresen si piensan mantener la misma actitud. - Con esto el joven dio por terminada la discusión y se retiro del salón tomando de la mano a Candy y dejando a las dos mujeres perplejas; antes que Candy y Albert salieran, Neil Leagan logro alcanzarlos.
- ¡Candy! ¡Espera por favor! Lamento lo ocurrido, la verdad sabes bien que Elisa esta resentida, por mi parte y seguro también hablo por mi padre te damos la bienvenida.
La chica miro atónita al joven sin poder entender este cambio, sin dejar de lado su recelo ante esta extraña actitud de Neil, solo asintió en silencio.
Elisa salió iracunda de la mansión Andley, su madre no se sentía menos ofendida y más aun después de ver la forma en que Neil le dio la bienvenida a aquella mujer tan indeseable.
Candy entro en su habitación casi corriendo, Albert sabia muy bien que Elisa había tocado un punto sensible para la chica, aunque ella no lo mencionaba era evidente que aun no se había recuperado de su separación con Terry.
Candy ya en su recamara caminaba de un lado a otro, la chica sentía que los ojos se le llenaban de lagrimas.
- ¿Por qué tenia que nombrarlo? ¿Por qué precisamente a él? Ella sabia muy bien el daño que el recuerdo de Terry le causaba y siendo ella la mayor culpable en la separación de ambos, ¿Cómo se atrevía a siquiera mencionar el asunto?
Cuando Candy se percato ya estaba llorando abiertamente, su corazón había sido lastimado en lo más profundo.
Una vez aclarada la situación con los Leagan los días en la mansión Andley trascurriendo en total normalidad, era Julio de 1917 y los rumores de que Estados unidos entrara por completo a la guerra habían pasado de ser solo eso rumores, para pasar a ser una realidad, la conmoción se había adueñado del país, mientras en la mansión Andley todo había acontecido en total naturalidad bajo la administración de Candy uno que otro traspié con la organización, pero la chica ya en pocas semanas se había ganado el cariño de todos los sirvientes de la casa, los cuales la ayudaban en todo lo necesario.
Un llamado a la puerta hizo despertar a Candy, sus ojos se entreabrieron observando los primeros rayos de la aurora, que se colaban a través de las cortinas de la habitación otro suave golpe en la puerta hizo que Candy recordara donde se encontraba. Ya habían pasado casi 6 meses desde su entrada a la mansión, gracias a Dios en el trascurso de ese tiempo las cosas habían ido de maravilla, la Tía abuela si bien no terminaba por aceptarla, se mostraba de manera cordial, al menos nos se desmayo ni le dio un colapso cuando regreso de su viaje; Candy aun recuerda la cara de la anciana revisando cada detalle.
- Adelante Angela…puedes pasar.
Ella entro a la habitación observando a Candy todavía en cama.
- Buenos días Señorita… ¿Como amanece hoy? - Al tiempo que caminaba en dirección a la ventana y corría las cortinas.
- Muy bien - Le respondió Candy con una amplia sonrisa.
Ángela abrió el gran ventanal dejando entrar una ligera brisa estival que corría entre los arboles del jardín trayendo con ella un fuerte olor a rosas. Candy se acerco, divisando el centelleo de las suaves flores. Cuyas ramas trémulas parecían no poder soportar el peso de tan magnifico esplendor.
- Disculpe que la haya despertado tan temprano, pero el Sr. Albert parte hoy para Nueva York.
- No te preocupes Ángela, pero dime ¿Como es que Albert parte hoy si su viaje estaba previsto para mañana?
- No le sabría decir señorita pero eso fue lo que me comento anoche cuando me pidió que le preparara su equipaje. - Decía la chica mientras le preparaba el baño a Candy
- Muchas gracias Ángela por favor ayúdame a vestir ahora, necesito hablar con Albert.
- Enseguida señorita, ya esta listo su baño puede pasar mientras busco lo que desea ponerse.
Candy entro deprisa al baño despojándose la bata de seda que usaba para dormir. Al sentir el agua de la tina se pudo percatar que estaba tibia. Se introdujo en ella dejándose embriagar por el suave aroma de las esencias que Ángela colocaba, que habrá pasado para que Albert adelantara su viaje, él es un hombre muy ordenado… Ángela la saco de sus pensamientos preguntándole que vestido prefería colocarse.
- El Blanco con bordado rosa, por favor Angela. Salió del baño envuelta en una gruesa bata de paño.
- Debemos apresurarnos, quiero hablar con Albert.
- Si señorita, el señor esta en el jardín tomando el desayuno.
Candy salió corriendo de la habitación y al llegar a las escaleras se tropezó con la Tía abuela.
- ¡Niña! ¿Cuando vas a aprender a comportarte como una dama? – Pregunto la mujer con molestia.
- Lo siento Tía abuela es que estoy algo apurada, necesito hablar con Albert.
- Él esta en el jardín, no tienes que correr.
- Gracias Tía abuela… lo tendré en cuenta…ah Tía abuela buenos días.
- Buenos días Candy. - Dijo la mujer un tono serio.
Candy bajo las escaleras tratando de mantener un paso adecuado. Mientras la Tía abuela la observaba…seria una gran dama solo si se lo propusiera. - Pensó la anciana.
Candy paso la puerta dirigiéndose al jardín, la casa de los Andley tiene una extraordinaria vegetación con árboles de hermosa belleza e impresionante altura, el lugar tenia cierto aire ostentoso mas sin embargo sus corredores con pisos de ladrillos le daban frescura y armonía al lugar. El murmullo cansino de las abejas revoloteando con insistencia alrededor de las polvorientas bayas doradas, de las madreselvas ubicada a al otro lado, producían un efecto sublime.
Pudo observa a Albert en la terraza que daba hacia el jardín rodeada de hermosas lilas y madreselvas, el joven se encontraba sentado en con una postura relajada pero elegante mientras tomaba el café y leía el periódico, Albert era un hombre alto, mas o menos de un metro ochenta y cinco. Sus cabellos rubios caían hasta sus hombros a pesar de la insistencia de la Tía abuela porque se lo cortara, él había decidido mantenerlo de esa manera. Sus ojos azules reflejaban una tranquilidad que Candy no había encontrado en ninguna otra persona.
La chica se acerco hasta él de puntillas, no quería que la descubriera.
- ¡Ajaaa! con que aquí estas, te pensabas escapar sin decir nada. - El hombre dio un salto por el susto. Y soltó una carcajada.
- Disculpa Albert no era mi intensión asustarte. - Le dijo ella mirándolo a los ojos sin poder ocultar una sonrisa de picardía.
- Solo quería darte una sorpresa. - Decía la joven al tiempo que tomaba asiento frente a Albert.
- Y vaya que me la diste Candy aparte del susto. - Contesto con una sonrisa que le llegaba hasta la mirada. - ¿Que haces levantada tan temprano?
- Es que quería saber porque has adelantado tu viaje ¿No te ibas mañana?
- Ah, Candy es que el señor con el que tengo la reunión de negocios no puede estar por mucho tiempo en América. Es el Señor Lucciano Di Carlo, el italiano del que te he hablado, es un hombre muy ocupado pero sobre todo es una excelente persona, además es un peligro que este viajando como esta la situación con la guerra.
- No te preocupes Albert, tienes que atender los negocios, además el señor tiene que ser muy buena persona para que se haya ganado tu aprecio. - Dijo ella mientras observaba el vuelo de unas golondrinas.
- Candy ¿Vas a desayunar? - Pregunto el muchacho.
- No te preocupes, no tengo hambre, bueno no por ahora. - Volviéndose para mirarlo.
- Debo decirte, que no te inquietes que así yo parta hoy de viaje, igual vas a ir a visitar a la señorita Pony y a la hermana Maria, ya deje todo listo para que George te lleve y también hay algo que le van a entregar a los niños unos regalos que les he comprado. - Menciono el joven tomando la taza de café que tenia en frente.
- Ahí Albert eres un Sol. - Dijo ella con una sonrisa enorme.
- Si por eso es que cada vez estoy más amarillo.
La chica no puedo evitar una alegre carcajada ante la ocurrencia de su amigo.
- Albert no digas eso, al contrario hoy tienes un bronceado muy lindo, solo mira tus mejillas. - Agrego Candy mientras le hacia un ademan.
Esta vez fue el joven quien se rio con todas sus ganas.
- Candy nunca cambias.
- Y tú tampoco querido hermano. - En ese momento Candy se levanto de la mesa dándole un beso en la frente a Albert.
- Espero verte antes de que partas.
- Seguro que si.
- Ahora con tu permiso me voy a buscar a George para que me muestre los regalos.
Albert la vio alejarse, Candy irradiaba una energía poco habitual en las personas de su medio, a pesar de los golpes que había recibido en la vida, la chica no perdía su entusiasmo y su buen humor.
- ¡George!, ¡George!
- Buenos días señorita… ¿Como amaneció hoy? - Saludo George en un tono casual.
- Buenos días George, muy bien gracias, necesitaba preguntarte algo. - Dijo la chica con la mirada brillante.
- ¿Dígame en que la puedo ayudar?
- Albert me comento que había comprado algo para llevar a los niños del Hogar de Pony. - Menciono ella.
- Si Srta. El señor compro varios juguetes ayer y encargue a dos de las empleadas para que los envolviera, hoy después de que dejemos al señor en la estación, vamos a llevarlos. - Respondió a la joven.
Después del almuerzo, Albert subió hasta la habitación de la Tía abuela para despedirse de ella; ya Candy y George lo esperaban junto al auto.
- Todo esta listo joven, partimos en cuanto usted ordene.
- Entonces no esperemos más, ya la Tía abuela esta al tanto de que iras hasta el Hogar de Pony Candy, no debes preocuparte por nada, aunque se sintió un poco extrañada pensaba que te quedarías en casa mientras yo estaba en Nueva York.
La chica miro un tanto extrañada al joven ante el comentario, no esperaba que la Tía abuela quisiera tenerla de compañía en la ausencia de Albert.
- Cada vez me asombra mas la actitud de la Tía abuela a veces me mira como si quisiera decirme algo y en otras me ignora totalmente.
Albert levanto una ceja ante la observación de Candy.
- Tal vez no deberías juzgar mal a la Tía, ella tiene su carácter pero en el fondo no es una mala persona, fue criada bajo mucha presión Candy.
- Lo se, por eso ruego siempre para que ella me deje demostrarle que no soy la chica alocada que piensa. - Dijo la joven colocándose un poco seria.
Albert dejo asomar una pequeña sonrisa en su rostro y dándole una palmada en el hombro a la chica le dijo:
- Es mejor que conozca a la alocada, esa es la que termina ganándose el corazón de todos.
Así transcurrió el camino hasta la estación de trenes, Albert le dio algunas indicaciones a George antes de abordar y se despidió de su hermana con un fuerte abrazo, la joven por su parte lo despidió con una de sus mejores sonrisas.
- Nos vamos Srta. - Dijo George un momento después que el tren partiera.
- Claro George, vamos nos espera un largo camino. Diciendo esto ambos subieron al auto que los llevaría hasta el Hogar de Pony.
Cuando llegaron ya las luces del día estaban casi extintas, los niños al reconocer el auto salieron en carrera a recibir a Candy.
- ¡Candy! ¡Candy!
La joven los recibió a todos con los brazos abiertos y con una enorme sonrisa que le iluminaba el rostro.
- ¡Hola niños! ¡Dios que grandes están todos!
En ese momento las dueñas de la casa salieron a recibir a una de sus hijas mas querida.
- ¡Candy, que hermosa te ves hija! Le dijo la Srta. Pony, mientras caminaba a abrasarla.
- Srta. Pony la extrañe muchísimo, los extrañe mucho a todos.
- ¡Por Dios! hija que dices solo hace un mes que nos visitaste, le dijo la hermana María.
- Pues para mi parece un año, ¡ojala! Pudiera tener lo mejor de mis dos casas, a ustedes y mi adorado hermano.
Todos entraron en la casa para celebrar la llegada de Candy con una cena especial que las dos mujeres habían preparado para la ocasión, la cena transcurrió entre risas y alegría y el momento más esperado por los niños llego al fin, George saco los paquetes envueltos en hermosos papeles de regalos, uno para cada chico, las carcajadas inundaron de nuevo el ambiente en el Hogar de Pony.
A la mañana siguiente Candy recibió una llamada de su amiga Annie Britter, quien le mencionaba que Archie estaba bastante preocupado puesto que la Tía abuela, había tenido un desmayo y se encontraba en cama.
Candy escuchando estas noticias no pudo menos que sentirse alarmada si bien la Tía abuela y ella no eran las mejores amigas, la joven había llegado a tomarle aprecio a la anciana; además en ausencia de Albert ella era la responsable por la casa en caso de que la Tía abuela estuviera indispuesta. Explicando la situación a la Srta. Pony y la Hermana María, la chica salió con George rumbo a Chicago.
Llegaron a la mansión entrada la noche, en la casa se encontraba su amigo Archie quien la puso al tanto de la situación de la Tía abuela.
- Candy, que alegría que estés de vuelta.
La chica agradeció la bienvenida de su amigo con una sonrisa que llegaba a sus ojos.
- Hola Archie que bueno encontrarte aquí, dime ¿Cómo esta la Tía abuela? Pregunto ella segundos después.
El joven subió las escaleras junto a la chica en dirección a la habitación que ocupada la señora de la casa.
- Ahora esta dormida, pero nos dio un buen susto, estábamos tomando el Té cuando se sintió mal, de repente tuvo un mareo e intento levantarse en ese momento, cayo desplomada en su sillón.
- ¿La ha visto ya el doctor?
- Si Candy, vino el doctor Stevenson y le hiso unos exámenes de rutina, nos dio una formulas para que las tomara con las indicaciones, al parecer es la presión, que le causa estos desvaríos.
Candy entro a la habitación y encontró a la Tía abuela dormida como le había mencionado su amigo, la anciana tenía el semblante sereno, al parecer dormía tranquila.
Candy salió de la morada de la doña, para despedir a su amigo que debía partir, después de esto le dio algunas indicaciones a Ángela y se dirigió a su habitación, la chica tomo un baño para relajarse un poco y ordenar sus ideas, cuando termino con su baño se cambio de ropa y se fue hacia la recamara de la Tía abuela, esta noche debía velar por la salud de la dama. Entro en completo silencio para evitar que esta se despertara, sentándose en el sofá que estaba cerca de la cama, la chica comenzó a leer un libro que su amiga Annie Britter le había recomendado, el titulo era Orgullo y Prejuicio escrito por Jane Austen, el rotulo era bastante conocido para Candy, si bien ella no había leído ni la primera pagina, si conocía mucho sobre la mezcla del orgullo y el prejuicio.
La Tía abuela respiraba de manera acompasada, ese era signo de que se encontraba relajada así que Candy también hiso lo propio; los nombres de los personajes principales eran Elizabeth Bennet y El Sr. Darcy una historia de amor, claro debía imaginarlo viniendo de Annie, la lectura de la chica era bastante fluida ya para la media noche llevaba varios capítulos, de pronto decidió dejarlo a un lado, el personaje masculino se le parecía mucho a Terry y en estos casos es mejor no traer recuerdos que después puedan resultar dolorosos; sin embargo la curiosidad era mucha así que solventó retomar la lectura.
A las primeras luces del día la Sra. Elroy se despertó observando con sorpresa que Candy se encontraba dormida en un sofá cercano a su lecho y pudo comprender que la chica se había quedado toda la noche vigilando su salud, la anciana sintió una especie de simpatía, si bien la muchacha no era de su total agrado, ella había aprendido a tenerle consideración pues, esta se desvivía por complacer a todo el mundo y sobretodo a su sobrino, quien la quería como a una hermana. Algo llamo la atención de la anciana, en el piso se encontraba un libro, seguramente era de Candy, ella se levanto para recogerlo y encontró que este estaba señalizado en el capitulo 12 la curiosidad pudo más que cualquier otra cosa y la mujer comenzó a leer:
"No se alarme usted, señora, al recibir esta carta, por el recelo de que repita en ella la expresión de unos sentimientos o la reiteración de una oferta que tanto le disgusto ayer noche. No tengo el propósito, al ponerme a escribir, de molestarla ni de humillarme insistiendo en unos sentimientos que deben ser olvidados lo antes posible para la felicidad de los dos"
La dama volvió a ver la cara de la joven esta vez más de cerca, parecía como si esta hubiese llorado, en ese momento Candy despertó y sus ojos no pudieron ocultar la sorpresa de ver a la Tía abuela con el libro en las manos, la dama también se sorprendió al verse descubierta.
- Buenos días Candy, creo que esto es tuyo, se encontraba en el suelo.
Candy recibió el libro de manos de la anciana, todavía sin salir de su asombro.
- Buenos días Tía abuela, ¿Cómo se siente?
- Bastante mejor, pensé que estaba fuera de casa.
- Así es, pero me informaron que usted se encontraba delicada de salud y regrese de inmediato. Respondió la joven.
- ¡Ahh! estos criados siempre tan alarmistas, solo fue un leve mareo a Emilia Elroy no la vence cualquier devaneo. Menciono la mujer caminando hacia la ventana.
Candy suprimió una pequeña sonrisa y miro con ojos esperanzados a la mujer, al tiempo que observo el reloj en la pared faltaban diez para las ocho de la mañana, camino hacia la mesa de noche donde el doctor había colocado las formulas junto a las indicaciones para la Tía Abuela.
- Tía Abuela es hora de su medicamento, la señora sin decir palabra extendió su mano para tomar el frasco que la chica le ofrecía.
- Enseguida hago subir a unas de las mucamas para que le prepare el baño. La anciana asintió en silencio.
Candy bajo y llamo a unas de las criadas para que atendiera a la Tía abuela en lo que esta necesitase. En ese momento Elisa y Neil Leagan hacían acto de presencia en la mansión. Dándole apenas tiempo a George de anunciarlos.
- Srta. Candy los Srtos. Leagan desean entrevistarse con la Sra. Elroy.
En ese instante Candy se dio vuelta después de haberle dado las indicaciones a la mucama, para recibir a los hermanos.
- Buenos días, la Tía abuela se acaba de levantar en estos momentos no los va a poder recibir si son tan amables de esperar.
Eliza Leagan mirando de manera desafiante a Candy le dijo:
- Ya te crees dueña y señora de la casa, dándole indicaciones a las criadas y decidiendo quienes y cuando pueden ver a la Tía abuela, no crees que estas abusando de tu buena suerte.
- Eliza, creo que había quedado bien claro la ultima vez que estuviste en esta casa, cual era mi papel no entiendo a que se debe ese comentario. En es instante Neil intervino.
- Disculpa Candy, nos enteramos que la Tía Abuela se encontraba delicada de salud y quisimos pasar a verla. Explico con tono amable.
- Comprendo su preocupación, pero la Tía abuela en estos momentos esta tomando su baño, tengan la amabilidad de esperar, yo les diré cuando pueda recibirlos. Diciendo estas palabras Candy se dio vuelta camino a las escaleras, al mismo tiempo que Elisa la tomaba del brazo con fuerza.
- ¿Quien te has creído que eres, para darnos órdenes? Si yo quiero ver a la Tía abuela en este momento lo puedo hacer con o sin tu permiso.
Ante semejante provocación Candy se soltó de la mano de Elisa de un tirón.
- Yo no le estoy dando órdenes a nadie, pero tú tampoco tienes derechos dentro de esta casa, recuerda el lugar que ocupas. Menciono Candy en tono severo.
- ¡Claro! Olvidaba que todos los derechos de esta casa te los has ganado en la cama de Albert. Dijo Elisa con toda la intención de ofender a la chica.
En ese instante Candy se lleno de una ira que ella nunca había sentido, como se atrevía ella a hacer semejante comentario, esto era demasiado y en un impulso Candy le asesto una bofetada con todas las fuerzas que la rabia le permitió, volteando la cara de Elisa.
- Te exijo RES-PE-TO, le dijo la joven en un tono de voz iracundo.
Elisa trato de devolverle la bofetada a Candy pero Neil actuó mucho más rápido que ella y la detuvo con una mano en la cintura y la otra en la que tenia levantada.
- Mejor nos vamos Elisa veremos a la Tía Abuela otro día, esta vez has ido muy lejos. Diciendo estas palabras el joven saco a su hermana casi a empujones de la mansión.
- Eres un imbécil debiste de haber dejado que la colocara en su sitio no viste como me trato, dijo la chica casi llorando pero en su voz se notaba la rabia e impotencia.
- Yo seré un imbécil, pero tu eres una estúpida, que pretendías formar un espectáculo, que la Tía Abuela empeorara y llegara a oídos de Albert que todo fue por tu culpa, no basta con que nuestra situación económica este mal, quieres llevarnos a la ruina enemistándonos con los Andley.
La chica no pudo evitar derramar unas lágrimas, al tiempo que decía
- Si nuestra situación económica esta mal yo no soy la culpable, por lo tanto no voy a dejar que esa hospiciana me humille, no será hoy pero te juro que me las va a pagar, nadie le hace esto a Elisa Leagan y queda tan campante. Neil no menciono nada más y dejo que su hermana se retorciera en su propio veneno. Mientras que a él las imágenes de la última conversación que tuvo con su padre le llegaban a la mente, el Sr. Leagan había llegado una tarde ligeramente perturbado, en ese instante llamo a Neil a su despacho.
- ¿Me llamabas padre?
- Si, entra por favor hijo, cierra la puerta, necesito hablar contigo de algo sumamente importante.
- Tu dirás padre, ¿Que te tiene tan preocupado, y a mi madre tan angustiada?
- Neil, he perdido mucho dinero en un negocio que no salió como esperaba, como sabrás nuestras situación económica esta atravesando una Grave crisis, así que, me arriesgues en un negocio que ofrecía excelentes resultados pero al mismo tiempo era bastante riesgoso.
El joven observaba a su padre sin decir palabra pero al mismo tiempo estaba consiente de todo lo que aquello significaba, su situación económica había sido devastada por la guerra, las acciones de su padre en Europa se habían venido a pique desde los inicios de la misma y ya empezaban a sufrir las consecuencias.
- La situación es muy compleja Neil, nos veremos obligados a reducir algunos gastos, tal vez tendremos que vender algunas propiedades aquí en América, puesto que las de Europa están prácticamente perdidas. No solo la voz del hombre reflejaba la angustia también su rostro se encontraba desencajado.
- Padre, imagino que esta situación debe tener alguna solución, este negocio del que hablas ¿No tenia garantías? No se puede hablar con algunos de tus amigos, el mismo Albert Andley puede prestarte su ayuda, él es un hombre sensato, te conoce bien y sabe que toda esta situación es pasajera, que podrás pagarle una vez solventada la situación, no es que él sea de mi agrado pero si es la única solución yo mismo te acompañare a verlo y me comprometo complacerlo en lo que nos pida como garantía. Dijo el muchacho tratando de ofrecer soluciones, sintiéndose angustiado ante la actitud del padre.
- ¡Ojala! pudiera hijo, pero ya le debemos demasiado dinero a los Andley, si Albert hiciera efectivo los pagares que le he firmado nos quedaríamos en la calle.
El joven quedo petrificado al conocer a fondo cual era la situación que atravesaba su familia.
Elisa le grito para anunciarle que ya había llegado a casa y lo hiso volver de sus recuerdos.
- ¿Qué piensas quedarte a vivir allí?
Neil sin decir palabra le lanzo una mirada de ira, si tan solo supieras que acabas de insultar a la mujer que nos puede salvar de la bancarrota, niña estúpida e engreída, ¡Dios! como da vueltas la vida, Candy paso de ser nuestras sirvienta a la única persona capaz de evitar que nos quedemos en la calle, pero si Elisa sigue complicando las cosas, ella no dudara en hacer que Albert cobre esos pagares. Seguro ya él le habrá comentado de nuestra situación, son inseparables, no deben tener secretos; a decir verdad no seria extraño que dentro de poco los comentarios mordaces de Elisa tengan fundamento, ¿Si en verdad él y Candy son amantes y solo están esperando la muerte de la Tía abuela para casarse? ¿Si ya en el plano real es él su dueño absoluto?
- ¡No! ¡No! Eso no puede ser verdad, ella no puede… ella no.
El joven sacudió su cabeza en un movimiento de negación y al mismo tiempo para obligar a su mente a dejar a un lado esas ideas.
Neil Leagan se había obsesionado con Candy desde hacia mas o menos un año cuando esta lo salvo de unos delincuentes que pretendían cobrarle una deuda de juego, si bien el nunca vio nada resaltante en la chica antes, desde ese día le pareció que ella tenia un encanto que en la vida había visto en ninguna otra mujer.
Mientras esto ocurría en la casa de los Leagan, en la mansión de los Andley Candy caminaba de un lado a otro en su habitación aun molesta por los comentarios de Elisa, si ella no se había controlado y reacciono de esa manera era todo culpa de Elisa, esta vez había llegado muy lejos, mas allá de lo que Candy le podía permitir, en esos momentos un suave golpe en la puerta hiso reaccionar a la joven.
- Adelante.
En ese momento Ángela entro para anunciar la llegada de su amiga Annie Britter.
_Disculpe, Srta. La solicita la Srta. Britter
- Hazla pasar por favor Ángela, Candy se miro en el enorme espejo del tocador, debía estar toda descompuesta. Si tal como lo imagino estaba hecha un desastre, se acomodo los bucles sueltos dentro de la cola de caballo que llevaba sujeta con aire descuidado.
- Siempre luces hermosa, no veo porque te tienes que molestar tanto con ellos, le dijo la joven refiriéndose a la forma en como Candy le daba vuelta a su cabello.
La joven saludo a su amiga con una sonrisa esplendida.
- ¿Como estas? Annie que alegría tenerte aquí, le dijo dándole un fuerte abrazo.
- Bien Candy y tú ¿Como estas? Vine a acompañar a Archie quien quería saber como había amanecido la Tía abuela.
- Todo bien.
La chica miro a Candy con cara de incredulidad.
- Ese "Bien" parece un mas un menos, le dijo la chica haciendo un gesto para que tomaran asiento y le contara lo que pasaba
- ¿Tuviste algún problema con la Tía abuela?
- No claro que no, ella esta muy bien, amaneció con mejor semblante, es más me dio un susto inmenso, cuando me desperté esta mañana la encontré levantada frente a mi con el libro que me obsequiaste en las manos.
La joven de ojos grises miro a Candy completamente perpleja, en la última persona que hubiese pensado leyendo a Jane Austen era a la Tía abuela.
- ¿Esta segura Candy?
- Claro, yo puse la misma cara que tu acabas de hacer.
En ese momento las dos amigas rieron de buena gana, pero después de un rato Candy volvió a estar seria, su amiga de infancia noto el cambio de inmediato.
- Pero aun no me has comentado porque estabas enojada.
Candy suspiro profundamente, gracias a Dios ella podía contar con el apoyo y la comprensión de su compañera.
- Fue Elisa, vino hoy para saber del estado de la Tía abuela yo la recibí de la mejor manera posible, pero ella evidentemente no tiene ningún interés en demostrar al menos algo de cortesía en cuanto a lo que a mi se refiere, le comente que la Tía no la podría recibir en ese momento, que por favor esperara y empezó a hacer comentarios desagradables, yo no tuve mas opción que ponerla en su sitio. Dijo la chica al tiempo que su tono subía a medida que mencionaba las palabras.
- Me parece que hiciste lo correcto Candy, ya es hora que ella acepte que tu eres una Andley y que por lo tanto mereces respeto. Menciono Annie con orgullo.
- Bueno eso creo que esta vez le quedo muy claro, y mas después de bofetada que le di, la joven bajo la vista avergonzada, al recordar su actitud.
Annie por su parte miro a la chica con los ojos apunto de salirse de sus orbitas.
- Se que estuvo mal Annie, pero no pude evitarlo, esta vez Elisa sobrepaso todos los limites, no puede imaginar las cosas que dijo.
- La verdad Candy no me sorprende, es mas conociendo tu temperamento extraño es que hubieses soportado tanto, Elisa siempre fue una grosera, te humillo e insulto a su antojo, no te sientas mal, esto se lo tenia merecido desde hacia mucho tiempo. Esta vez Annie era la que aumentaba el tono de voz.
- Pero yo debí controlarme y compórtame como una dama, no permitir que ella me sacara de mis casillas.
- A veces las damas también nos vemos obligadas a defendernos Candy no por ello somos menos que las demás, pero dime ¿Que fue lo que te dijo Elisa para hacer que explotaras? Pregunto la chica llena de curiosidad.
- Ella… ella insinuó que Albert y yo…
Candy se quedo callada un instante solo de recordar lo que la víbora de Elisa le había dicho la sangre le hervía de nuevo, su amiga la ánimo diciéndole:
- Por favor Candy, puedes confiar en mi, se muy bien la clase de arpía que es Elisa Leagan.
La joven bajo sus hermosos ojos verdes y le dijo con voz apenas audible a Annie.
- Que Albert y yo éramos amantes y que por eso, él me concedía tantas atribuciones, que yo me había ganado todos los derechos para llevar esta casa en su cama.
Annie quedo ahora mas ofendida que su propia amiga, aquello era mas de lo que ella podía esperar de Elisa, esta vez esa mujer se había extralimitado.
- Candy, Elisa no se merecía una bofetada por eso, como mínimo merecía 10, yo en tu lugar no se ni como hubiese reaccionado, te ofendió de la peor manera en que se puede ofender a una mujer.
Esta vez la sorprendida era Candy, Annie siempre fue una chica tan calmada y centrada, es mas hasta cierto punto Annie siempre fue la mas tranquila de las dos, en cualquier pelea ella siempre servía de intermediaria y Candy de buscapleitos.
- La verdad no es que me sienta muy orgullosa de lo que hice Annie, pero ella no me dejo más opción. Menciono la joven tratando aun de excusarse.
- Estoy segura de ello, como se atreve a pensar ella que puedas tener algo con Albert cuando solo has tenido ojos para él como un hermano, y mas estando al tanto de tu amor por Terry.
En ese momento la sola mención de aquel nombre hiso tensar a Candy.
- Tal vez Elisa piensa que ya lo olvide, dijo la chica al tiempo que se levantaba y caminaba hacia la ventana.
- Aunque ese sea el caso ella no tiene ningún derecho a hablar así, la joven se levanto y camino hacia donde se encontraba su amiga mirando a través de la ventana a algún lugar en el inmenso jardín de la casa, colocando una mano en el hombro de Candy a modo de complicidad le dijo;
- Además es evidente que tú aun sigues pensando en Terry.
Candy volvió la cara como tratando de ocultar los pensamientos a su amiga.
- Si Annie a ti no te puedo mentir, la verdad no he dejado de pensar en él ni un solo día desde que nos conocimos, pero él ahora tiene otros asuntos en lo que ocuparse y yo tengo también mis propios problemas, Terry ha madurado mucho ya no es ese chiquillo del Colegio San Pablo a él que no le importaba sino su propio bienestar, él sabe que Susana lo necesita y debe velar porque ella sea feliz.
- Entiendo tu punto Candy, pero ¿Quien va a velar por la felicidad de ustedes dos, o al menos por la tuya? Pregunto la joven evidentemente preocupada.
La chica camino hacia Annie y dándole un abrazo le dijo:
- Yo soy feliz, todos ustedes me hacen sumamente feliz, por ejemplo cada vez que te veo junto a Archie y veo el amor que día a día crece entre ustedes, mi corazón canta de alegría.
- No es lo mismo Candy tu sabes a que tipo de felicidad me refiero, algún día vas a necesitar mas que las nuestras para llenar tu corazón. Los ojos de Annie no podían ocultar la tristeza.
En ese momento se escucho un toque en la puerta seguida de la vos de Archie.
- Chicas ¿Puedo pasar?
- Claro Archie, adelante.
- Ya van a servir el Té me gustaría que nos acompañaras Candy, si no estas muy ocupada.
- Por supuesto y hace mucho tiempo que no estoy ocupada con nada, he pensado en pedirle a Albert que me deje volver al trabajo con el doctor Martin. Menciono la joven con una sonrisa.
Los tres jóvenes caminaron hacia el salón de Té de la Tía abuela. Cuando los sirvientes hubieron servido el Té, todos estaban en silencio hasta que la Tía abuela rompió el silencio.
- Candy quería agradecerte, por estar a mi pendiente durante la noche de ayer.
Los jóvenes no esperaban semejante comentario de parte de la anciana y Candy duro unos segundo para poder responder a las palabras de la dueña de la casa.
- No tiene nada que agradecer Tía abuela, me pareció lo mejor.
La anciana asintió en silencio.
- Annie, escuche que tocas muy bien el piano.
- Así es Sra. Elroy.
- ¿Podrías tocarnos alguna pieza?
Annie camino hacia el gran piano forte con sumo cuidado, la Sra. Elroy sabia como intimidar a las personas, pensaba la chica mientras colocaba las manos sobre las teclas y empezaba a alcanzar las primeras notas.
Al día siguiente Candy se levanto muy temprano, estaba mas alegre que de costumbre, busco entre su guardarropa algún vestido apropiado para la ocasión, ya que iría con George a recibir a Albert que llegaba de Nueva York, al fin con la ayuda de Ángela escogió un hermoso vestido de Broderie y Muselina en colores blanco y verde oscuro, que hacían juego con unos pequeños pendientes de esmeraldas, el sombrero era negro con detalles del mismo color de la falda completando de esta forma la indumentaria de la chica.
Cuando la joven bajo las escaleras ya George la esperaba.
- Buenos días Srta. Candy. Luce muy linda esta mañana. - Candy le dedico una hermosa sonrisa al hombre.
- Buenos días, George muchas gracias es muy amable.
- Soy completamente sincero Srta. ¿Ya estamos listos para salir a la estación de trenes? Pregunto el hombre en su habitual tono lleno de formalidad.
- Claro no hagamos esperar a Albert. Dijo la joven llena de entusiasmo. Al tiempo que George le abría la puerta del auto.
Cuando llegaron a la estación, el tren de Albert aun no había llegado, Candy camino hasta los andenes para recibir a su amigo en cuanto se anuncio el tren proveniente de Nueva York.
George por su parte había comprado los periódicos del día y los coloco en el asiento del copiloto para entregárselos al señor una vez que este estuviese en el auto. Cuando Albert logro bajar del tren vio a Candy parada junto a los andenes, esta lo recibió con una de sus mejores sonrisas y un enorme abrazo.
- ¡Albert! ¡Que alegría tenerte en casa de nuevo!
- ¡Candy te extrañe mucho! Dijo el chico demostrando la misma alegría de la chica. - En ese momento George llego para ayudar al joven con su equipaje.
- Buenos días Sr. ¿Como estuvo el viaje? pregunto en tono casual
- Buenos días, George la verdad estuvo bastante tranquilo, gracias a Dios llego sin retraso. Respondió Albert en el mismo tono.
- Me alegra mucho. En ese momento los tres salieron rumbo a donde se encontraba estacionado el vehículo.
Capitulo 2
Serás, amor un largo adiós que no se acaba.
Una vez en el auto Albert y Candy conversaban animadamente.
- Déjame verte un momento, le dijo el joven a la chica acomodándose en el asiento trasero del auto. Candy se sorprendió ante la petición.
- ¿Pasa algo? Pregunto sorprendida.
- No se… es que te veo un poco más alta. ¿Sera que creciste unos centímetros esta semana? Le dijo Albert tratando de ocultar una sonrisa.
- ¡Por Dios! Albert solo fueron 4 días. Le dijo la chica haciendo una pequeña mímica con la nariz, ante esto Albert no pudo evitar reír abiertamente, Candy aunque un poco molesta por la broma de su amigo no pudo evitar sonreír.
- Pues no habrás crecido pero si estas muy linda el día de hoy. Le dijo él con una sonrisa.
- Gracias, con ese cumplido te perdono la broma de mi estatura. Haciéndole un guiño. - Así transcurrió parte del viaje, cuando estaban cerca de la mansión George se dirigió al joven.
- Sr. Disculpe había olvidado entregarle los periódicos del día de hoy. - El hombre le entrego los periódicos a Albert y en ese momento se le escapo uno de las manos cayendo a los pies de Candy, la chica se doblo a recogerlo en un acto reflejo, al darle vuelta se encontró con la fotografía de alguien conocido.
¡Es Terry! pensó la chica, por lo que no pudo evitar leer el encabezado del artículo:
"Fallece en trágico accidente el famoso actor Terruce Grandchester"
Candy apenas podía creer lo que sus ojos leían.
"En aparatoso accidente de transito ha fallecido el famoso actor Terruce Grandchester en la ciudad de Nueva York ayer en la noche, según información del comando policial".
La joven no lograba entender lo que sucedía, esto era imposible, tenía que ser mentira, sus ojos llenos de lágrimas y sus manos temblorosas llamaron la atención de Albert que se encontraba distraído ojeando los demás diarios.
- Candy ¿Qué sucede? ¿Te pasa algo? Pregunto Albert alarmado. El joven no recibió respuesta de parte de la chica, esta solo lloraba con la mirada perdida en algún punto, su rosto también había perdido el color y ahora todo su cuerpo temblaba. Albert alcanzo a ver el titular en el diario que mantenía Candy entre sus manos.
- ¿Que es esto?
El joven retirando el diario de las manos de Candy pudo leer:
"Fallece en trágico accidente el famoso actor Terruce Grandchester"
"En aparatoso accidente de transito ha fallecido el famoso actor Terruce Grandchester en la ciudad de Nueva York ayer en la noche, según información del comando policial. Se presume que el actor manejaba su auto bajo los efectos del alcohol, el cual colisiono y se incendio de inmediato, según las declaraciones de Robert Hathaway, Director de la Compañía Stanford a la cual pertenecía Grandchester, "el joven venia atravesando desde hacia algún tiempo crisis personales, esta es una gran perdida para el mundo del teatro" comento Hathaway, aun no se ha anunciado la fecha ni el lugar de los servicios fúnebres.
En ese instante, el joven lanzo a un lado el periódico y tomo a la chica y abrazándola, la coloco sobre su regado.
- ¡Candy! Cálmate por favor tiene que haber una confusión.
Ella aun no lograba pronunciar palabra, las lágrimas no dejaban de brotar de sus ojos, sentía como si su pecho se estuviera partiendo en dos. En ese momento George se percato de la situación y dirigiéndose a Albert le dijo:
_ ¿Le sucede algo a la Srta.? ¿Nos dirigimos a algún hospital Sr.? Pregunto el hombre extrañado ante la actitud de la joven.
_ No, George por favor sigamos camino a casa. - Respondió. Cuando llegaron a la mansión, Albert tomo el rostro de la chica entre sus manos.
- Candy, ya llegamos. Ella parecía no escuchar las palabras del joven, quien la tomo de la mano y logro sacarla del auto, en ese instante las piernas de Candy no pudieron resistir su peso y la chica cayo desmayada en los brazos de Albert, el joven tomo a Candy en sus brazos y con la ayuda de George quien también se encontraba alarmado entro a la casa a toda prisa, mientras subía las escaleras Albert pensaba, Candy por favor no te derrumbes, tienes que ser fuerte, por favor no te caigas; Dios esto no puede ser verdad Terry no puede estar muerto.
Una vez en la habitación Albert coloco a Candy en la cama, la chica no daba señales de volver en si, en ese minuto hiso entrada la Tía abuela.
_ ¿Que sucede Albert? ¿Por qué tanto alboroto? Pregunto en tono molesto.
Albert sin apartar la vista de Candy.
- Candy sufrió un desmayo Tía, acabamos de recibir una noticia muy fuerte. La angustia era palpable en la voz del joven.
- Explícate ¿Que ha pasado? Demando la mujer.
_Al parecer Terruce Grandchester falleció ayer en un accidente. - La señora se llevo la mano al pecho y exclamo.
- ¡Era el hijo del Duque Grandchester! - Albert atendiendo ahora a las mucamas que había llegado para auxiliar a Candy solo afirmo.
La dama mirando a Candy, dijo:
_Según tengo entendido él y Candy eran muy amigos, es una lastima era muy joven. Menciono la mujer sin salir aun de su asombro.
Albert mirando desde un extremo de la habitación, le dijo a su abuela:
_Candy apreciaba mucho a Terry, y también se gano mi simpatía, era una excelente persona. ¡Dios! Me parece imposible que todo esto este sucediendo.
_ ¿Quien les informo del hecho?, pregunto un rato después la Tía abuela.
Albert se encontraba sentado en una silla con las manos en la cabeza.
_Nos enteramos a través de los periódicos Tía.
_Lo mas sensato seria confirmar la noticia muchos periódicos publican titulares solo por vender.
En ese instante Albert se levanto de la silla la anciana lo siguió con la mirada y le pregunto.
_ ¿A donde vas Williams? El joven le respondió.
_A confirmar la noticia Tía, Dios quiera tengas razón y solo sea un rumor mal sano.
Albert entro a su despacho y le pidió a George que le trajera todos los periódicos del día. Seguido de eso el mayordomo salió para hacer lo que el señor de la casa le había pedido.
Unos minutos después George entraba con todos los periódicos que había logrado encontrar.
Albert busco en todos lo periódicos con dedos nerviosos albergando las esperanzas de que todo fuera un rumor, al parecer la noticia de la muerte de Terry era titular de primera plana en todos los diarios.
El joven se dejo caer en el sillón y no pudo evitar que unas lágrimas salieran de sus ojos, aun confirmando la noticia, su corazón se negaba a aceptar la realidad, esta vez dejo correr el llanto libremente. Minutos después George toco la puerta.
_Disculpe, Sr. Albert, la Srta. Annie Britter vino a ver a la Srta. Candy esta visiblemente alarmada, ¿Desea hablar usted primero con ella? La voz de George también demostraba su consternación.
_Si por favor George, hazla pasar. Respondió el joven. - El joven trato de recobrar la compostura y ocultar su pesar. En ese instante entro Annie.
_ ¡Albert! ¿Como estas? Por favor dime ¿Como se encuentra Candy? Annie se encontraba en la misma situación que los demás, era evidente que ella también había llorado.
El joven invito a Annie a que tomara asiento diciendo:
_Nos enteramos de la noticia por los periódicos en realidad Candy lo hiso primero, desde ese momento se quedo en estado de Shock no pronuncio palabra y cuando llegamos a la casa se desmayo. Explico Albert.
_ ¡Por Dios! Comprendo como se debe sentir Candy, en cuanto me entere de la noticia salí corriendo para verla, quisiera estar con ella ahora si no te importa. Dijo la chica casi como un ruego.
_No, claro que no Annie en estos momentos ella necesita de nuestro apoyo mas que nunca. La joven asintió y salió hacia la habitación de Candy.
Entretanto Albert busco la libreta que guardaba en una de las gavetas del escritorio, él sabia que en algún lado tenia anotado el teléfono de Eleanor Baker, quien se lo había dado a Candy durante una presentación de ella en Chicago.
_ ¡Aquí esta, lo tengo! El joven pensó ¿Como hago ahora para llamar, que digo por quien pregunto? - En ese momento sonó el teléfono Albert lo contesto enseguida.
_Familia Andley, Buenas Tardes.
_Buenas tardes, por favor me podría comunicar con la Srta. Candice Andley. Dijo la voz al otro lado.
_En estos momentos no creo que la pueda atender, ¿Quién desea hablarle? Pregunto Albert intrigado.
_Le hablo de parte de la Sra. Eleonor Baker. Respondió la voz.
_En este preciso instante iba a llamar a su casa, le habla Williams Albert Andley, el hermano de Candice. Dijo el chico sintiendo que aquello era un verdadero alivio.
_Mucho gusto Sr. Andley en estos momentos la Sra. Baker esta dormida pero me encomendó con insistencia que me comunicara con la Srta. Andley.
_Candy al igual que yo éramos grandes amigo de su hijo estamos muy consternados por la noticia.
_La Sra. Baker se encuentra devastada, el Duque Grandchester ya esta aquí, pero ella suplicó tener a su lado a la Srta. Andley, se que esta situación es difícil pero de verdad le ruego haga lo posible por acompañar a mi señora en estos momentos, ella se encuentra muy mal, la mujer al otro lado del teléfono dijo entre sollozos.
_No se preocupe hoy mismo viajaremos a New York. Le aseguro el joven.
_Le agradezco muchísimo Sr. Andley que tenga buenas tardes. Con estas palabras la mujer colgó el teléfono y Albert quedo aun mas afligido.
Tendría que reunir todas sus fuerzas para apoyar a Candy en estos momentos.
Annie toco la puerta suavemente, una de las mucamas le abrió, en la habitación Candy se encontraba aun inconsciente en su cama, en uno de los sillones estaba sentada la Tía abuela, mientras el doctor tomaba el pulso de la joven y hacia unos chequeos de rutina.
_Buenas tardes Sra. Elroy. Saludo la chica.
_Buenas tardes Annie. Respondió la mujer.
Annie se acerco hasta la cama de su amiga y le tomo de la mano. Mientras pensaba, Candy amiga ¿Por qué Dios te coloca estas pruebas tan difíciles? No es justo que alguien como tu sufra tanto, la chica no pudo evitar derramar una lagrima; ¿A donde se ira tu felicidad ahora? Esto no puede estar pasando.
En ese momento la joven abrió los ojos, sin recordar muy bien lo que sucedía, se sorprendió de ver a Annie a su lado, la amiga levanto los ojos y pudo notar que Candy había recobrado el conocimiento.
_ ¡Candy! Fue lo único que alcanzo a decir.
La joven Andley sintió que su cabeza iba a estallar y de manera instintiva se llevo la mano libre a la frente, de repente todas las ideas se agolparon de manera desordenada, ella en la estación del tren recibiendo a Albert, las bromas que él le había hecho en el auto, la nota en el periódico sobre Terry.
_ ¡Dios!, exclamo la joven horrorizada.
Annie se sobre salto y la tomo de ambas manos.
_ ¡Candy! ¡Candy! Por favor mírame, estoy aquí, ¡Candy!
_Annie, ¡Terry! ¡Terry! Logro decir entre sollozos.
En ese instante Albert entro a la habitación y corrió a donde se encontraba Candy, la Tía abuela se había levantado de su asiento y miraba desconsolada a la joven, mientras pensaba; Pobre muchacha perder a otro ser querido de esta manera, aun recuerdo todo lo que sufrió con la muerte de Anthony, la anciana no pudo evitar que sus ojos humedecieran ante el recuerdo. Albert ya se encontraba al lado de Candy y la abrazaba con fuerza.
_ ¡Albert! ¡Por Dios! Dime que no es cierto, dime que todo es un error, que Terry esta bien, por favor, pedía Candy suplicante, mientras su voz se cortaba por el llanto.
_Candy tienes que tratar de calmarte, tienes que ser fuerte. Decía el joven tratando de mostrarse calmado.
_ ¡No! No puedo Albert, le decía la chica mientras lo miraba con ojos horrorizados y lo sujetaba del cuello de la camisa, ¡Por favor! ¡Te lo suplico dime que no es verdad! Albert no sabía como reaccionar en ese momento y su silencio le confirmo a Candy lo que tanto temía, en un impulso por aplacar el dolor la joven se levanto de la cama e intento dar unos pasos, Albert la observaba sintiéndose impotente ante el sufrimiento de su hermana, esta se dio vuelta para verlo, con una pregunta en la mirada y aunque lo ultimo que quería Albert era verla sufrir mas sabia bien cual era la respuesta a esa pregunta y también que debía contestarla de inmediato.
_Candy… Terry tuvo un accidente ayer en la noche… y murió.
Escuchando estas palabras la joven se desplomo y cayó de rodillas al suelo. Candy soltó un grito desgarrador.
En ese momento Annie quien había roto en llanto salió de la habitación acompañada por la Tía abuela.
_ ¡Noooo!
Albert corrió hasta donde se encontraba la joven y le tomo de las manos. Candy cada vez se ahogaba más por las lágrimas, escucharla llorar erizaba a piel, en ese momento el joven pedía fuerza a Dios para poder ayudar a Candy, no soportaba verla sufrir de ese modo.
_Albert siento que no puedo respirar, siento que mi pecho se abre en dos, es como si estuviera cayendo en un abismo, ¡Por favor ayúdame!, siento que me muero, no puedo respirar ¡Ayúdame! El joven abrazo a Candy con todas las fuerzas que aun le quedaban y le dijo, tomando su rostro entre las manos.
_ ¡Candy por favor Escúchame! tienes que tener fuerzas.
_Yo no se como, no puedo soportar esto, enséñame como aliviar este vacio, ¡Siento que no puedo más!
_Pues debes poder, tienes que poder, debes estar ahora al lado de Terry debes al menos despedirte de él.
_ ¡No! Yo… yo no puedo, no puedo Albert
_Candy por favor, hazlo por él tienes que ser fuerte por él, al menos trata de calmarte.
La joven sin decir palabras se abrazo fuertemente a su amigo y lloro.
En el pasillo de la casa, Annie Britter lloraba desconsolada.
_ ¡Dios esto es demasiado Candy no merece esto! Exclamo la joven entre sollozos.
_Lo designios de Dios nunca deben ser reprochados Annie, por más fuerte y dolorosos que estos sean. Menciono Emilia Elroy.
_Lo se Tía abuela, pero Candy ha sufrido tanto. Dijo Annie sintiéndose impotente.
La anciana asintió en silencio.
En la habitación Albert seguía tratando de calmar a Candy, Ángela le había traído un té de hierbas para tratar de relajar un poco a la chica, aunque esta estaba renuente Albert la convenció para que lo tomara, a los pocos minutos la joven se quedo dormida, el joven salió de la habitación en busca de George para que preparase todo para su salida a New York esa misma noche. Annie entro y se acostó al lado de su amiga abrazándola como solía hacer cuando eran niñas y esta tenia miedo, con sumo cuidado le acariciaba los rizos, mientras trataba en lo posible evitar su propio llanto.
La Tía abuela se encargo junto con dos criadas de hacer el equipaje de Candy. Mientras Albert ya casi sin fuerza se metió a la ducha dejando que el agua caliente lo relajara un poco, el agua caía sobre su espalda, su efecto era precisamente lo que él necesitaba,
_ ¡Dios! ¿Cómo hago para darle fuerzas a Candy, como hago para darle palabras de aliento y no perder yo las pocas que tengo cada vez que la veo llorar de ese modo? Se dijo el joven sin poder evitar llorar.
Cuando Albert salió de su habitación ya estaba listo para el viaje que le esperaba, momentos antes el joven miro su reflejo en el espejo aunque trate de ocultar mi dolor no se si podre hacerlo, Terry era casi como un hermano, aunque no compartí con el como hubiese deseado, le llegue a tomar mucho cariño a ese chiquillo que cuido de Candy en el Colegio San Pablo y que tiempo después sacrifico su felicidad por cumplir con un deber, ¿Qué estarías pasando Terry para dejarte llevar por el alcohol de nuevo? Entre estos pensamientos Albert salió de su habitación para encontrarse con George y Archie quien había llegado minutos antes, el joven se entero por al noticia al igual que todos y quiso estar al lado de Candy.
_Buenas tardes Albert, ¿Cómo estas? Pregunto el chico.
_Bien Archie, un poco conmocionado aun, tu ¿Cómo estas? Respondió Albert.
_Bien, bien; ahora lo importante es apoyar a Candy. Dijo el joven con palabras seguras.
Albert le respondió a su sobrino con una afirmación.
La Tía abuela se encontraba en su salón de Té, tratando descansar un poco habían sido muchas emociones para un solo día, los hechos que transcurrieron, le trajeron recuerdos muy dolorosos, la perdida de sus dos sobrinos era un golpe que la abuela había recibido con resignación, pero que no dejaba de doler, aun con el pasar del tiempo.
En la habitación de Candy la chica dormía, aunque era evidente que su sueño no era tranquilo, pues en varias ocasiones nombro a Terry y en otras también le había parecido escuchar el nombre de Anthony, Annie seguía a su lado no se había apartado ni un minuto de su amiga.
Mientras Candy dormía tuvo un extraño sueño, en este se encontraba con Anthony en el hermoso Rosal de la Mansión Andley en Lakewood, este la miraba con ojos tristes, se acerco a ella y tomándola de las manos le dijo Candy no debes sentirte mal ni llorar, recuerdas que una vez te dije que el hombre muere pero revive eternamente en corazón de quien lo ama, en sueño Candy no pudo evitar sentirse desolada, Anthony la abrazo y le dijo yo nunca te he dejado siempre he estado junto a ti, en ese momento la chica se despertó con una extraña sensación de tranquilidad, no lograba explicarse porque precisamente Anthony se había presentado en sus sueños y menos en este momento, desde hacia mucho tiempo ella había dejado de soñar con él; la voz de su amiga Annie, la hiso volver y recordar donde se encontraba.
_ ¡Candy! ¡Candy!
La joven miro a su amiga quien no podía evitar mostrar la angustia y el dolor en sus hermosos ojos grises, Annie había llorado mucho eso era evidente, la muchacha haciendo un intento por calmar a su amiga la abrazo fuerte y le dijo:
_ Estoy bien Annie, estoy bien.
En ese momento entro Albert acompañado por Archie,
_Candy, ¿Ya estas despierta? Dijo Albert acercándose a la cama. La joven solo asintió.
Archie se mantuvo de pie junto a Albert no sabia como actuar en una situación como esta; aunque él ya había compartido situaciones similares con Candy era evidente que esta vez la chica esta mas desbastada, sus ojos estaban hinchados por las horas de llanto, su rostro mostraba el enorme sufrimiento que llevaba.
Annie tomando la mano de su amiga le preguntó:
_ ¿Quieres que haga venir a Ángela para que te prepare el baño?
_Si, por favor Annie. Respondió.
La joven salió de la habitación para buscar a Ángela, Archie se acerco a la cama de Candy, esta lo tomo de la mano.
_Gracias Archie.
El joven tomo la mano que la chica le ofrecía y le dio un suave beso.
_No tienes que darme las gracias Candy, tu eres mi amiga y la mejor amiga de Annie, nosotros siempre estaremos aquí para ti. Albert se acerco a Candy y le dijo:
_Todo esta listo para salir esta noche a New York, pero tu decides si vamos o no.
Candy miro al joven a los ojos, era evidente que el también había llorado y que estaba tratando de ser lo más fuerte posible, ella no podía exigirle más a Albert, tomándole la mano a su hermano le dijo:
_Esto va a ser muy difícil, pero yo voy a poner todo de mi parte para tener las fuerzas que necesite. La voz de Candy se sentía asombrosamente calmada.
En ese momento entraron Ángela y Annie, la mucama saludo a Candy con la tristeza reflejada en su rostro era incuestionable que a ella le afectaba el dolor de la joven y se dirigió al baño. Los caballeros salieron de la habitación para permitir que Candy se preparara para el viaje.
Después de unos minutos las tres mujeres salieron de la alcoba, Candy llevaba puesto un vestido negro, la blusa con botones hasta el cuello, con volados en el frente, un amplio cinturón que marcaba todo el talle de la joven, la falda era amplia y llegaba hasta los tobillos, todo en el atuendo de la chica marca el aire sobrio que ameritaba la ocasión. Su cabello se encontraba recogido en un moño.
_Estamos listo, dijo el joven tomando a Candy del brazo.
Antes de subir al auto donde ya los esperaba George, Annie le dio un fuerte abrazos a su amiga.
_Candy, te quiero mucho, por favor se fuerte, te llevas todas mis oraciones contigo.
La joven solo asintió en silencio, Archie por su parte la tomo de la mano y dijo:
_Recuerda lo que te dije siempre estaremos aquí para ti.
En ese momento la Tía abuela que se encontraba en la entrada de la casa camino hasta donde estaba su sobrino, lo tomo de la mano y le dio la bendición.
_Hijo cuídate mucho por favor y cuida también de ella, todavía no ha pasado lo peor, el joven asintió en silencio sabiendo a lo que la Tía abuela se refería. Dándose vuelta miro a Candy y le dijo:
_Ten valor Candice, los designios de Dios a veces no tienen explicación pero deben ser aceptados con resignación. La joven solo le dedico una mirada llena de una mezcla de dolor y compresión. En ese momento los jóvenes subieron al auto y este salió camino a la estación de trenes.
Una vez en la misma, Albert le dio unas indicaciones a George y subieron al tren.
Candy se sentó frente a Albert, la chica observaba en silencio a través de la ventanilla.
"Candy, no quiero dejarte, no digas nada, déjame quedarme así un momento, quisiera que el tiempo se detenga para siempre" La joven no pudo evitar derramar una lagrima al recordar la palabras de Terry, esa misma noche ella salió en tren para Chicago, pensado que tal vez nunca mas lo vería, pero ahora que tenia la certeza de que nunca mas podría ahogarse en los hermosos ojos azules del joven, la sola idea la volvía loca, ¡Dios! ¿Como hare para soportar todo esto, como hare para vivir solamente con la imagen de nuestra despedida, de sus palabras suplicándome que fuera feliz?
Ahora regreso a New York, pero esta vez para verlo por última ocasión, para despedirme de él para siempre, siento que el corazón se me desgarra y este dolor en el pecho es mucho más fuerte, es insoportable.
Levantando la vista se percato que Albert la observaba preocupado, la chica se levanto de su asiento para ir al lado de su amigo, este la recibió con un gesto cariñoso acomodando la cabeza de la joven en su pecho y colocándole un brazo sobre sus hombros, le dio un beso en la frente.
_Trata de dormir Candy el viaje es largo.
La chica se quedo callada un rato escuchando el latido del corazón de su amigo que ahora se volvía mas lento, pensó que tal vez este se había quedado dormido, seguramente esta cansado, la noche anterior había realizado el mismo viaje. El pensó lo mismo de la chica y al intentar verificar si Candy estaba durmiendo se dio cuenta que esta aun observaba a través de la ventanilla con la mirada perdida, como sumergida en sus propios pensamientos, después de un rato la joven le dijo:
_ ¿Albert?
_Si Candy, dime, la joven se mantuvo en la misma postura que había adquirido con la ayuda de su amigo.
_Soñé con Anthony, me abrazo y me dijo que él nunca me había dejado, que tenia que ser fuerte. Este comentario tomo por sorpresa a Albert que no supo que decir y guardo silencio por varios minutos, para después decirle a su amiga.
_Candy, ¿Recuerdas cuando te dije que después de la muerte de mi hermana sentía que me había quedado solo en el mundo?
_Si, dijo la chica levantando el rostro para ver al joven a los ojos.
_Pues estaba equivocado, ella siempre estuvo a mi lado, cada vez que la recordaba ella estaba a mi lado, la mejor forma para mantener a las personas que amamos cerca es recordándola, cuando yo me iba de viaje, tu me mantenías a tu lado cada vez que me recordabas, la diferencia es que no vamos a poder tener a los que hemos perdido en estado físico a nuestro lado, pero esto no quiere decir que ellos no estén con nosotros cada día de nuestras vidas. Después de esto ambos quedaron en silencio por el resto del viaje.
Cuando se anuncio la llegada a New York, ya los primeros rayos del sol se asomaban, hacia casi nueve meses desde que Candy había estado en esta misma estación y si bien su corazón estaba herido no cargaba con la pena que ahora la destrozaba.
_Candy vamos el auto nos espera, Albert tomo de la mano a la chica y la llevo hasta donde se encontraba un Rolls Royce negro que los llevaría hasta el Hotel Palace, Candy estaba tan ensimismada que no podía prestar atención a las cosas que sucedían a su alrededor, cuando llegaron al hotel, el hombre que conducía el auto, entro y camino hasta la recepción y segundos después le entregaba a Albert dos juegos de llave. Ya en el pasillo que los llevaría hasta las habitaciones Albert condujo a Candy hasta la suya, al ver que la chica se recostaba, salió a la de él.
Estando en la habitación Albert hiso varias llamadas, la primera a Chicago avisando que ya se encontraban en New York y Candy se encontraba calmada, la segunda fue a la casa de la Sra. Eleonor Baker, para notificarles que ya estaban en el hotel y dentro de un rato pasarían a verla.
El joven se sentía tan exhausto que no dudo en recostarse un momento en la cama y organizar sus pensamientos.
Candy por su parte estaba sentada en la cama y veía a través de la ventana, sus ojos se perdían en la inmensa ciudad de New York, instintivamente se llevo las manos al rostro, así estuvo unos minutos, hasta que decidió levantarse y se encontró frente a un enorme espejo de bordes dorados que le mostraba la imagen que tanto temía, no solo se sentía devastada por dentro, su perfil también mostraba el dolor interno.
La chica se dirigió hasta el baño de su habitación y despojándose lentamente de su vestimenta se metió en la ducha, deseaba con todas sus fuerza que el agua se llevara el dolor, los recuerdos, la verdad, todo, quería perder todo; de nuevo el dolor y el recuerdo de la realidad golpearon con todo su poderío, las lagrimas se confundían con el agua que bajaba por su rostro, el tratar de mantenerse en pie era imposible Candy se desplomo sin oponer resistencia, su llanto se volvió cada vez mas amargo.
Después de dos horas Albert se despertó un poco aturdido, miro su reloj, quiso ir a ver como se encontraba Candy pero pensó que era mejor dejarla sola un momento, en ese instante el hombre aprovecho para darse un baño.
Cuando el joven toco la puerta de la habitación de Candy, esta ya se encontraba vestida, su vestido era con mangas que llegaban hasta los codos, escote cuadrado pero muy discreto, todo de negro, su cabello se encontraba recogido en un moño poco elaborado, era evidente que la joven había llorado de nuevo, sus ojos estaban hinchados y rojos.
_Candy veo que ya estas lista. Dijo el tratando de mantener su voz calmada.
_Si, nos podemos ir cuando tú decidas. Respondió la chica de forma automática, pero sin poder ocultar la pena.
En ese momento llamaron a la puerta, era el servicio del hotel con unas bandejas llenas de fruta, pan, leche, jugo de naranja, entre otras.
Albert le entrego al hombre la propina y este salió en silencio. Candy se había dado vuelta y observaba a través de la ventana, Albert sabia bien que este movimiento de la chica era defensivo, para evitar probar bocado, pero mientras él estuviera con ella no iba a permitir que Candy se abandonase.
_Candy por favor, ven a comer algo. Ella no se movió, él no tuvo mas remedio que ir hasta donde ella estaba y traerla.
_Por favor, Candy, debes comer algo, no has probado bocado desde ayer.
_No tengo hambre, estoy bien Albert. Dijo ella intentando convencerlo.
El joven corto un pedazo de fruta con el tenedor, sosteniéndolo en sus dedos le dijo:
_Pues no nos vamos a mover de esta habitación hasta que no comas algo y en esto voy a ser determinante.
Candy no tuvo mas remedio que abrir la boca y comer lo que el joven le ofrecía, él le dedico una sonrisa y le dijo:
_Ves así esta mucho mejor, Candy me prometiste que ibas a tratar de tener fuerzas, pues si no comes no vas a poder ni caminar, mucho menos estar al lado de los familiares de Terry, piensa en la Sra. Eleonor, en ese momento la chica se sintió algo egoísta y bajo la mirada, es verdad ella no era la única que sufría, la madre de Terry debía estar destrozada.
Cuando hubo terminado de comer obligada por Albert, salieron de la habitación, su corazón de repente se acelero, cuando las puertas del ascensor se abrieron, y puedo percibir un olor particular que ella conocía muy bien. No puede ser me estoy volviendo loca, es el olor del perfume de Terry, esto es imposible pensó la chica mientras el ascensor bajaba.
Una vez que el elevador se detuvo en la planta baja, Candy y Albert caminaron hacia el lobby estando en el, se encontraron con el Duque Richard Grandchester, quien reconoció a Candy de inmediato y se acerco hasta donde se encontraba la chica.
_Duque Grandchester dijo la muchacha bajando la vista.
_ ¿Candice Andley?
_Si, señor déjeme decirle que siento muchísimo lo de Terry y que no tengo palabras para poder expresar mi pesar. Dijo la joven aun con los ojos fijos en el suelo.
En ese momento al hombre se le humedecieron los ojos.
_ Es una terrible desgracia yo aun no lo creo, llegue hace dos días para hablar con él y limar asperezas entre los dos, quería que las cosas mejoraran entre nosotros, solo viaje con ese propósito, durante todo el viaje venia pensando que decirle, como acercármele para lograr que me escuchara, sabe bien como era mi hijo, diciendo esto el hombre no pudo evitar derramar unas lagrimas, y me encontré con un hijo al cual no le pude pedir perdón, al que tenia mas de tres años sin ver, y ahora no se como viviré con esto.
_Señor se que Terry lo perdono desde hace mucho, desde el momento en que lo dejo seguir su camino, y no hizo nada para que volviera a su lado, aun cuando usted podía hacerlo. Menciono Candy alzando la vista.
En ese momento Albert le dijo:
_ Candy el auto nos espera. La chica se volvió hacia el Duque y le dijo:
_Disculpe Duque, Albert Andley, mi Hermano.
Albert le tendió la mano al caballero y este la recibió con un fuerte apretón.
_En estos momentos salíamos para ver a la Sra. Baker. Agrego Albert.
El hombre suspiro y dijo:
_Precisamente iba camino a verla, pase todo el día de ayer con ella y esta realmente destrozada, tu presencia le hará mucho bien Candice. En ese momento la joven le ofreció la mano al caballero.
_Espero verlo dentro de unos momentos. El caballero asintió en silencio, con ese gesto se despidieron.
Albert y Candy subieron al auto que ya los esperaba frente al hotel, la casa de la Sra. Eleonor Baker, quedaba en la isla de Manhattan, a varias cuadras se podían observar algunos fotógrafos de prensa. Cuando el carro se detuvo frente a la casa, la joven sintió que su corazón se aceleraba, de nuevo en ese momento Albert le tomo de la mano para bajar del vehículo, una vez en la puerta Candy sintió como si sus piernas nos respondieran, el joven noto que el rostro de la chica había perdido el color.
_Candy ¿estas segura que quieres hacer esto?
La joven miro a Albert con ojos suplicantes, le dijo:
_ Debo hacerlo Albert.
El joven toco la puerta y un minuto después los recibía el ama de llaves de la casa.
_Buenas tardes la Sra. Eleonor Baker por favor.
_Buenas tardes Sr. ¿Quien la solicita?
_Soy Albert Andley y ella es mi hermana Candice Andley.
El rostro de la mujer se suavizo e hiso un ademan para que pasaran.
_Tomen asiento y esperen un momento ya le aviso a la Sra.
_Muchas gracias. Respondió el muchacho.
La mujer salió del salón en ese momento. Candy observaba las líneas de la enorme chimenea, esta se parecía mucho a la de la casa de los Grandchester en Escocia, pudo divisar sobre la misma unas fotografías en las cuales aparecía Terry en diferentes etapas de su vida la chica no puedo evitar levantarse y dirigirse hacia ellas, tomando una de la época de Terry en el colegio San Pablo, llevaba puesto el uniforme, su rostro reflejaba la usual altivez propia del joven.
En ese instante, Eleonor se detuvo a su lado y observando la foto que Candy tenia en sus manos, le dijo a la chica.
_ ¡Hija mi vida se ha ido!
Candy se volvió y abrazo fuertemente a la mujer quien rompió en llanto.
_No se que voy hacer de ahora en adelante, Terry era mi fuerza, por lo único que luchaba, lo que hacia que cada día me levantara y siguiera adelante, quería recuperar el tiempo perdido y ahora el ya no esta, no se que voy hacer.
Candy no pudo evitar, acompañar a la mujer en su llanto.
Albert al otro lado del Salón estaba presenciando una de las escenas mas triste que había visto en su vida.
Candy trato de calmar a la mujer y ofreciéndole la mano camino con ella hasta uno de los sillones de la sala.
_Sra. Baker, tiene que calmarse, yo se muy bien lo difícil que es para todos, pero tenemos que ser fuertes, Terry… no estaría bien sabiendo que nos esta haciendo tanto daño… su hijo era una persona extraordinaria… debemos recordarlo así, se que no es fácil pero debemos hacer un esfuerzo.
La mujer tomo la mano de Candy y la miro directamente a los ojos.
_Creo que tu al igual que yo sabemos que por ahora eso es imposible, que no hay palabras de consuelo que nos den aliento en estos momento, ¡Ojala! Pudiera yo dejar de sentir este vacio que se ha instalado en mi pecho, desde que recibí la notica no he dejado de preguntarme ¿Por qué? ¿Por qué Dios se llevo a mi hijo? Él era todo, lo único bueno que había en mi vida.
_Sra. Baker, él no nos ha dejado… Terry va vivir en nuestro recuerdo y aunque en estos momentos el dolor sea irremediable, debemos resignarnos. Candy trataba por todos los medios permanecer calmada.
_ ¿Acaso ya tu lo conseguiste, ya lograste resignarte? Le dijo la mujer con voz incrédula.
La joven bajo los ojos en un acto reflejo y la mujer pudo ver que Candy solo estaba dándole ánimos y sacando fuerzas de donde no tenia, pero era evidente que ella también esta sufriendo.
_Candy, perdona es solo que no puedo aceptar que no volveré a ver el rostro de mi hijo nunca más, con esta palabras la mujer rompió a llorar de nuevo. Candy la abrazo muy fuerte y le dijo:
_No tiene nada por que disculparse, no le puedo pedir algo que ni yo misma no se como lograr, apenas en un susurro.
En ese momento llamaron a la puerta, la empleada pasó en completo silencio para atender el llamado, Susana Marlowe y su madre entraron a la gran sala deteniéndose en seco ante la presencia de Candy, quien se encontraba abrazada a la madre de Terry. La primera en hablar fue la madre de la joven.
_Eleonor, disculpa que viniéramos hasta acá directamente, pero esta mañana cuando me desperté no lograba quitarme la angustia del pecho; veo que tienes visitas, buenos días, disculpen mi descuido.
Albert fue el primero en hablar, pues era evidente que ni Candy ni la Sra. Baker se encontraban en condiciones.
_Buenos días, mi nombre es Albert Andley y ella es mi hermana Candy Andley, vinimos a acompañar a la Sra. Baker en tan penoso momento.
La mujer le ofreció la mano.
_Mucho gusto, soy Victoria Marlowe y ella es mi hija Susana.
La joven solo hiso una breve reverencia, luego se aventuro a saludar a Candy.
_Hola Candy, ¿Como has estado?
Susana se regaño a si misma por no saber que decir y solo atinar a preguntar por el estado de Candy, acaso no era evidente que esta afligida por la muerte de Terry.
_Estoy bien Susana, gracias y tu como vas con tu rehabilitación veo que has avanzado le dijo la joven percatándose de que Susana traía una prótesis, aunque era evidente que aun no se había acostumbrado a ella.
_Es un poco difícil pero trato de poner todo de mi parte.
El ambiente se sentía tenso a pesar de la aparente cordialidad que existía entre las dos jóvenes.
Después de un rato el ama de llaves se acerco hasta Eleonor que aun seguía sentada junto a Candy y le dijo en tono muy discreto:
_Sra. Ya casi es hora, es mejor que empiece a prepararse, su baño esta listo. La actriz asintió en silencio, antes de salir del salón tomo las manos de Candy y le dijo
_Hija por favor podrías venir conmigo un momento hay algo que quiero entregarte. La joven asintió y siguió a la dama hasta salir de la sala.
El silencio era casi insoportable hasta que la madre de Susana se aventuro a romperlo haciéndole preguntas a Albert.
_Y dígame Sr. Andley ¿A que se dedica?
Esta pregunta tomo por sorpresa al joven que no esperaba una conversación de ese tipo en una situación como esta, pero era tal vez la mas indicada para aligerar la tensión del momento, era evidente que Susana se encontraba algo incomoda ante la cercanía de Candy con la que ante todos era su suegra.
_Administro las empresas de mi familia, estamos en el negocio de la banca.
_ ¿Usted es de los Andley dueño de varios banco a lo largo del país? Pregunto la mujer con evidente asombro.
El joven pareció divertido ante la sorpresa de la mujer.
_Así es señora, no es un trabajo muy divertido que se diga, pero como cabeza de la familia tengo la obligación de encárgame de ello.
_Imagino ante tanta responsabilidad. De esta manera la conversación transcurrió sin muchas novedades.
Cuando Candy entro a la habitación de la Sra. Baker era evidente que la dama había lanzado algunos recuerdos en un ataque de impotencia y dolor y que seguramente la servidumbre no había movido nada por petición de la misma.
_Candy… ayer apenas recibí la noticia entre en shock, gracias a Dios conté con la ayuda de mi ama de llaves y con la de Richard quien había venido hasta la casa pensando encontrar a Terry acá, luego no lograba coordinar lo que estaba sucediendo así que salí corriendo y me fui directamente hasta el apartamento de Terry, allí pase la noche tratando de absorber todo lo que mi hijo representaba, sus cosas estaban organizadas era obvio que él tenia días sin aparecer por allí, hay muchas cosas de las cuales me arrepiento pero hay una en especial que no perdonare nunca y es el no haberte llamado antes y haberte hablado de la situación por la cual atravesaba Terrence, fui una verdadera cobarde, sabia que si él se enteraba que yo te había buscado para contarte no me lo hubiese perdonado, sabes lo obstinado que podía llegar a ser.
La joven escuchaba las palabras de Eleonor sin poder comprender a donde quería llegar, la mujer siguió aun observando a través de la ventana.
_Cuando él y tu terminaron… mi hijo sufrió una terrible depresión, se hundió en la bebida y aunque después de un tiempo regreso y todos creíamos que lo peor había pasado, en el fondo… Terry nunca volvió a ser quien era, Candy mi hijo solo se coloco una mascara para representar el mejor papel de su vida.
Estas palabras cayeron en los oídos en Candy con tanta fuerza que el dolor en su pecho creció de manera sorprendente, la chica sentía que de nuevo el aire le faltaba a sus pulmones.
_Sra. Eleonor yo… no imaginaba por lo que… Terry estaba pasando, él y yo tomamos la decisión que pensamos era la mejor… yo creía que todo estaría bien… yo… lo lamento tanto, ¡Dios! Dijo la chica entre lagrimas y con la respiración entre cortada.
_Hija no te preocupes no tienes porque culparte por algo que se les escapo de las manos a ambos, cuando me entere de lo ocurrido con Susana le di gracias a Dios por tener a mi hijo a mi lado, no tenia la mas mínima idea de hasta donde nos llevaría todo esto, él se sentía tan culpable y responsable por lo sucedido a la muchacha, pero al mismo tiempo lo angustiaba lo que pasaría entre ustedes, Susana salvo a Terry de morir aquel día, sin embargo después que tu te fuiste mi hijo era un fantasma y yo no tuve el valor para enfrentarlo y hacer que reaccionara, si tan solo él se hubiese dejado ayudar. Candy estaba ahora sentada en un sillón sin poder entender todavía, su llanto ahora era silencioso.
_Ayer en su apartamento encontré varias cosas de él que quisiera conservar, algunas anotaciones, varias cartas y también encontré esta armónica. Candy se volvió para ver el instrumento en las manos de la Sra. Eleonor, sus ojos no alcanzaba a creer lo que veían, después de tanto tiempo Terry aun conservaba la armónica que ella le regalo en el colegio. La dama entendió de inmediato que esa pieza tenia un importante significado para la joven extendiendo la mano se la ofreció a Candy.
_Deseo que la conserves.
La chica miraba aun sin salir de su asombro lo que Eleonor le ofrecía, con manos temblorosas la tomo como si esto fuera lo más preciado que tenia en ese momento.
_ ¡Gracias! alcanzo a decir la muchacha.
_Espera aun tengo algo más, estas cartas tienen fecha de hace meses atrás pero al parecer nunca fueron enviadas a su destino. En ese momento la mujer le entrego a la joven un paquete con varias cartas amarradas con una cinta roja, en el sobre se podía leer Candy White Andley escrita con la letra de Terry, la chica cada vez mas perturbada no lograba entender todo aquello, Terry… él me seguía queriendo… él no me había olvidado. No pudo contener mas las lagrimas y las dejo salir en absoluto silencio.
Media hora después las dos mujeres salían de nuevo a la sala donde se encontraba Albert, Susana y la madre de esta. Eleonor traía un vestido negro con el mismo carácter sobrio de la ocasión su cabello se encontraba recogido en un moño en la base de su nuca y un gran sombrero con un velo que le cubría la cara por completo. En perfecto silencio salieron de la casa, en las afueras de esta el Duque Grandchester los esperaba, habían más de 15 autos todos negros, los periodistas que se encontraban a varias cuadras de la casa ahora se habían instalado justo al frente, el padre de Terry se acerco y les dijo:
_Ya estamos prácticamente listo, la carroza esta por llegar Eleonor tu iras conmigo en uno de los autos, Candy y el Sr. Andley pueden seguirnos en el suyo, los compañeros de Terry ya están todos distribuidos, Sra. Marlowe, Susana pueden ir en este.
Señalando un Mercedes Benz, la joven actriz no dejaba de mirar el paquete que Candy traía en las manos. Cuando el hombre termino de decir estas palabras. Candy miraba distraídamente los suaves cabeceos de los arboles que se encontraban en la calle frente a casa de la Sra. Baker, en ese momento noto que el brazo de su amigo Albert al cual estaba agarrada se puso tenso, al mismo tiempo se escucho un leve rumor y pudo ver que los fotógrafos se movían discretamente, la chica sintió que sus piernas desaparecían y que era presa del vértigo, Albert vio el rostro de su amiga y nunca había visto un blanco tal, Candy había perdido todos los colores del rostro, sus manos temblaban, la chica sintió como su amigo se acercaba y le susurraba:
_Candy por favor no te derrumbes ahora, la voz de Albert también se encontraba un poco alterada por las emociones, la chica mirando a los ojos al joven le dijo:
_Albert por favor ayúdame a subir al auto… no me permitas verlo, por favor no ahora.
El joven hiso lo que ella le pedía sin pronunciar palabra, antes de subir al auto Eleonor se acerco a ella y le dio un beso en la frente, la chica tomo la mano de la mujer y le dio un beso también.
_Gracias, le dijo Candy incapaz de decir nada más.
Candy no lograba explicar lo que su corazón sentía, nunca antes experimento un dolor semejante, en un acto reflejo tomo las cartas que llevaba en las manos y trato de absorber el aroma que ellas tenían impregnada, no había duda, era Terry. La chica alzo la vista unos minutos después y pudo ver a varias personas a lo largo de la calle con flores Candy observaba como las lanzaban a la carroza, la mayoría de la mujeres estaban llorando, los hombres se quitaban el sombrero con solemnidad, aun ahora Terry seguía al lado de su publico.
La entrada quedo limitada al húmedo trayecto en el automóvil a lo largo de un mojado y oscuro camino por entre melancólicos arboles que llevaban a la ladera del campo santo, en donde se observaban grises estatuas mojadas, a pesar de que hacia horas había dejado de llover el cielo seguía gris.
Cuando los autos se detuvieron Candy volvió a tomar aire y se llevo las cartas al rostro, Albert la observaba con suma atención.
_No tenemos que bajar si no quieres, le dijo después de un momento, la joven lo miro con una extraña serenidad y le dijo:
_Necesito estar aquí Albert, ya hui una vez, no pienso hacerlo ahora, no pienso abandonarlo de nuevo. El joven asintió en silencio y tomando las cartas de sus manos le dijo:
_Es mejor dejarlas aquí, ella se las entrego y acto seguido se coloco la mantilla de encajes negro que traía.
Cuando Candy bajo del auto ya la mayoría de los compañeros y amigos de Terry se encontraban rodeando el féretro, el cual llevaba encima una bandera con el escudo de la Familia Grandchester. Candy tomo la mano de Albert y camino hasta donde se encontraban, cuando la joven llego hubieron mas de un par de ojos curiosos que volvieron a verla, en unos instante ella se encontró frente al cuerpo sin vida de Terry, como quería correr hacia él y pedirle que la perdonara, que por favor despertara, que nunca mas volvería a dejarlo.
El sacerdote llego y comenzó la ceremonia, la chica estaba perdida en sus propios pensamientos, estaba como adormecida, solo era consiente del féretro con el cuerpo de Terry en su interior. Daria lo que fuera por volver a ver tus ojos, pensaba Candy, en un momento pensó que su corazón dejaría de latir. El padre cedió la palabra a los presente y varios amigos del joven salieron para mencionar alguna anécdota. El primero fue Robert Hathaway que con lágrimas en los ojos pudo decir:
_ Terry era un ser humano único, todos los que lo conocimos sabemos a que me refiero, cuando se apasionaba con algo se entregaba por completo, era de carácter voluble, pero así aprendí a quererlo como a un hijo, recuerdo la primera vez que lo vi, entro en el teatro porque quería ser actor, la verdad veía en el un aire de arrogancia, pero nunca imagine lo que sucedió después el joven se paro en el escenario y recito algunas líneas de Shakespeare, jamás olvidare como erizaba la piel con tan solo verle, la fuerza que colocaba en cada línea, fue un verdadero placer conocerlo, sin poder pronunciar mas, el hombre se retiro ahogado por el llanto. Así pasaron varios compañeros todos evidentemente afligidos, entre ellos Karen quien recordó a Terry con las siguientes palabras.
_Terry fue actor, fue hijo…dirigiendo la mirada a Eleonor y Richard para continuar, compañero de equipo y amigo ahora solo nos queda este duelo que es tan profundo y oscuro como el océano… es tan grande que no cabe en nosotros…el dolor es como un ladrón en la noche tranquilo persistente e injusto disminuidos por la fe y el amor. con estas palabras termino dando un paso atrás y mirando a la joven de rizos dorados.
Candy se acerco al oído de Albert y le dijo
_Es tu turno para despedirte de él, el joven la miro con ojos de sorpresa no esperaba que la chica le pidiera eso, después de unos segundos entendió a lo que ella se refería, dio varios pasos al frente y dijo:
_Yo conocí a Terry en su época del Colegio San Pablo, el destino no quiso que compartieras mucho, pero tanto confié yo en él que le deje a su cuidado a lo más preciado que he tenido en la vida y no me arrepiento ni un solo día de haberlo hecho.
Candy le dedico una sonrisa a su amigo y este dejo al fin correr unas lágrimas.
Después de este momento el sacerdote indico que había llegado la hora de proceder a la sepultura. Eleonor se lanzo en ese momento al féretro diciendo:
_ ¡Esperen… por favor… esperen! ¡Richard por favor diles que no se lo lleven! ¡Diles que no se lleven a mi bebe! En ese momento el Duque se acerco hasta Eleonor y la abrazo muy fuerte.
_ ¡Por favor, Eleonor! ¡Cálmate, por favor amor, cálmate!
_ ¡No quiero que me separen de él de nuevo!, ¡Por favor no dejes que se lo lleven!
Al mismo tiempo Albert abrazo a Candy, la chica parecía haber agotado todas sus fuerzas, ya no podía sostenerse.
El Duque miro a Eleonor a los ojos y le dijo:
_ ¡Eleonor! ¡Mírame! ¡Eleonor! Él esta aquí contigo le dijo señalando el corazón de la mujer. _Nunca se va a ir, él nunca te dejo y nunca lo hará.
Candy escucho las palabras del Duque y le parecía oír a Anthony en el sueño.
El Duque Grandchester pudo al fin separar a Eleonor del féretro, los hombres procedieron a retirar la bandera y bajarlo, cuando comenzaron a lanzar la arena un sollozo general se dejo escuchar, Susana Marlowe se sujetaba al brazo de su madre mientras lloraba desconsoladamente, Eleonor seguía abrazada al Duque, Albert le dijo:
_ Candy ¿Quieres irte ya? sintiendo el estado en el que se encontraba la chica, ella negó con la cabeza sin decir palabra.
Para cuando terminaron de sepultarlo, colocaron encima la bandera con el escudo, si bien Terry no era el heredero directo del Duque este lo sepulto como si lo fuera, con todos los honores. Los presentes empezaron a retirarse unos tras otros, Susana estaba renuente a irse pero su madre, la obligo viendo que la chica se encontraba muy abrumada, quedando solos Eleonor, El Duque, Albert y Candy, al fin el padre de Terry convenció a Eleonor para irse, lo mismo intento hacer Albert, pero Candy le dijo:
_Albert por favor, necesito estar a solas un rato.
_ ¿Estas segura Candy? Pregunto Albert algo preocupado
_Completamente.
El joven miro a la muchacha a los ojos y entendió en ese momento que Candy de verdad necesitaba estar sola, solo afirmo en silencio y camino hasta donde se encontraba el auto.
Una vez sola Candy se arrodillo sobre la tumba, tocando con dedos nerviosos los grabados del escudo, dejo caer una lagrima de sus hermosos ojos verdes.
_Amor de mi vida no me dejes, robaste mi amor y ahora me abandonas, no podre volver a ver el azul de tu mirada ¿Por qué? estoy aquí, escúchame, veme llorar, despierta dame un lugar, una señal para encontrarte, te ruego que vuelvas. ¿Dios porque a mi, porque todas las personas que quiero te las llevas? En ese momento Candy se dejo caer y quedo tendida sobre la bandera, Extendiendo su mano para acariciar el epitafio el cual rezaba:
"Terruce Greum Grandchester Baker
1897-1917
El hombre es como la espuma del mar, que flota sobre la superficie del agua y cuando sopla el viento se desvanece como si no hubiera existido. Así arrebata la muerte nuestras vidas"
_Me quiero morir, no puedo con todo esto ¿Cómo sigo Terry? no puedo hacerlo; siento dentro todas la palabras que no te dije me estoy derrumbando, te daría todo lo que me pidieras, sabes cuanto te he querido y ahora todos mis sueños están cayéndose arrastrándose a mi alrededor, sálvame quédate no me importa como ni con quien los hagas, solo quédate estoy esperando, siento que mi corazón no puede con más dolor, mi vida se va contigo, Amor, ¿Por qué? ¿Por qué me dejaste así? ¿Como hago para no perder el rumbo? ¡Terry! Dios sabe que te amo, que nunca pude olvidarme de ti, he llorado tanto desde que nos separamos, ¡Aaahh! La joven dejo salir de su garganta un grito ahogado por el sollozo, su voz era como el llanto de un animal herido de muerte, su corazón se desgarraba.
_ Terry estoy vencida no tengo fuerzas para luchar, Terry, regresa por favor, regresa aunque no sea mi lado...Yo solo quería que fueras feliz… Yo no quería perderte, aunque renuncie a ti, tenía la esperanza de volver a ver tus ojos, de volver a escuchar tu voz, tu sonrisa y ahora no me ha quedado nada, no tengo nada.
_No quiero dejarte así, no de esta forma, no quiero decirte adiós, ¡Terry! Candy grito, dejo que el llanto rodara libremente por su rostro, dejo que el dolor en su pecho la ahogara, dejo que el frio se apoderara de ella, que la oscuridad se apoderara de ella.
Vagamente Candy reconocía ante si misma que en cierta manera se estaba desintegrando, vagamente sabia que había perdido el contacto, que había perdido la conexión con el mundo de la sustancia y de la vida.
Albert se acerco hasta donde se encontraba Candy tendida sobre la tumba de Terry, la chica término por colapsar, el dolor y el cansancio hicieron estragos en ella y terminaron por vencerla.
_ ¡Candy! ¡Candy! Le dijo el joven tomándola en brazos, era inútil la chica no respondía a los llamados de su amigo, se encontraba inconsciente.
Minutos después Candy se encontraba en el cuarto del hotel, acostada en su cama, Albert se encontraba sentado a su lado y el doctor del hotel había subido para examinar a la joven, un momento después el medico miro a Albert y le dijo:
_La chica se encuentra bien, este estado se debe a la presión a la cual a sido sometida la joven, el ser humano es así mediante la fuerza de voluntad aísla el conocimiento intuitivo interior del reconocimiento consiente eso produce este estado que causa que el golpe resulte diez veces peor de cuando se recibe, Sr. Andley, según lo que usted me conto ella esta en una fuerte depresión por la perdida de un ser querido ¿No es así? El joven asintió.
_ ¿Que me recomienda doctor?
_ Por los momentos le administre un sedante, eso la mantendrá tranquila por las próximas 36 horas, es lo más conveniente en estos casos, usted también debería descansar, el medico le ofreció a Albert unas pastillas pero este le dijo:
_Tranquilo doctor, yo creo que el cansancio será mas efectivo que los medicamentos, muchas gracias por venir.
_Entiendo, le respondió el hombre, _ No se preocupe Sr. Andley la joven estará bien en unos días.
Albert despidió al caballero con una amable sonrisa.
Se quedo por varias horas observando el rostro de la chica, Candy quien siempre había reflejado una hermosa lozanía en su rostro, estaba demacrada, y su color había desaparecido casi por completo, el hombre dejo a Candy con una enfermera que había recomendado el doctor.
_Temo que no podre sostenerme mucho tiempo más en pie, estoy totalmente exhausto, por favor cuide muy bien de la Srta. Andley, cualquier novedad no dude un segundo en llamarme, estaré en la habitación contigua, la mujer asintió en silencio al hombre, este salió después de echar un ultimo vistazo a Candy.
Cuando Albert abrió los ojos, ya el sol se encontraba en lo alto del cielo, aunque el joven había corrido algunas cortinas, todavía la luz se podía observar sin ningún problema, parpadeo varias veces para poder acostumbrar la vista ya que los primero rayos del sol que percibió hirieron sus ojos, con los cabellos ligeramente desordenados, y el torso desnudo el joven se quedo un rato mas en la enorme cama tratando de aclarar sus pensamientos, en ese momento pudo ver su reloj en la mesa de noche, rodo sobre su costado y lo tomo.
_ ¡Dios! ¿Por cuánto tiempo había dormido?
En ese momento se levanto de súbito y sufrió un leve mareo era evidente que la falta de alimentos estaba comenzando a hacer de las suyas, camino hasta la ventana, solo llevaba puesto el pantalón de su pijama de seda gris, acostumbrado a dormir con poca ropa había dejado la otra pieza sobre un mueble, la amplia y definida espalda abarcaba gran parte del ventanal que Albert no había cubierto con las cortinas, el hombre tenia un cuerpo formado gracias a los diversos trabajos que desempeño antes de tomar posesión de su papel como cabeza de familia.
En ese momento se paso las manos por el cabello, hermoso y completamente rubio, cerrando los ojos por un minuto, recordó al instante siguiente que Candy tal vez ya habría despertado, fue hasta el baño y abrió la llave de la ducha, despojándose de la parte del pijama que le quedaba se metió bajo el agua, fue maravillosa la reacción que el liquido tuvo en la piel del joven.
Albert toco la puerta de la habitación de Candy, segundos después la enfermera le abrió, esta se sobresalto un poco, tal vez no esperaba la llegada del joven o pensaba que este había tardado mucho en aparecer. Entrando Albert dijo:
_Buenas tardes, ¿Cómo ha estado la Srta. Andley?
_Buenas tarde Sr. Andley, ella ha estado bastante calmada, en algunos momentos parecía estar soñando pero no se ha despertado aun.
El joven observaba el rostro de la muchacha muy pálido todavía.
La enfermera observo por un breve momento al joven, era un caballero en toda la extensión de la palabra, este era sumamente apuesto, sus ojos azules eran de ensueño, y su altura era la ideal para representar a cualquier mujer, y la devoción con la que miraba a la chica provocaba envidia, evidentemente el joven quería mucho a aquella muchacha, que seguramente era su hermana, pues desde lejos llegaban a tener cierto parecido, aunque viéndolo bien, no era mucho, de pronto el joven saco a la mujer de sus pensamientos.
_ ¿Cuanto más tardara en despertar?
_Eso depende de ella, pero con los medicamentos que le dio el doctor aproximadamente doce horas más, el joven miro su reloj eran ya las cuatro de la tarde y no había comido nada desde el día anterior.
_Si necesita hacer algunas diligencias puede ir con tranquilidad yo me quedare con ella el tiempo que necesite, en ese momento el joven le dedico una amable sonrisa a la mujer y le dijo:
_La verdad necesito realizar unas llamadas y comer algo, voy a estar en el restaurant del hotel, si se despierta por favor llámeme enseguida.
_Descuide Sr. Cualquier novedad yo se lo hare saber. El joven camino hacia la puerta dejando a la mujer parada junto a la cama de Candy, ella lo siguió con la mirada, la verdad es muy guapo sobretodo cuando sonríe… ¡Dios! Pero que cosas estoy pensando podría ser mi hijo.
Cuando Albert bajo se pudo encontrar con el Duque Richard Grandchester, saludo al hombre dándole la mano.
_Buenas tardes Duque ¿Cómo esta?
_Buenas tarde Sr. Andley, ya más tranquilo, gracias a Dios.
_Me alegra y la Sra. Baker ¿Cómo sigue ella?
_Eleonor si me preocupa, aun se encuentra muy mal, no ha dejado de llorar y se niega a ver a un doctor, dice que este no sirve de nada para lo que ella siente, ¿Cómo se encuentra Candice?
Albert pensó por un momento sin saber si decirle el estado de la chica no seria complicar las cosas, pero por solidarizarse con el Duque le explico la situación de la joven.
_Pues ayer después que ustedes se fueron del cementerio, ella me pidió quedarse un momento a solas, aunque no me aleje mucho le permití el tiempo que me pedía, después de un momento le fallaron las fuerzas y termino por desmayarse, ante el rostro alarmado del Duque Albert se apresuro a agregar:
_Ya el medico del hotel la examino y me dijo que era normal, le suministro unos sedantes y ahora esta dormida.
_ ¡Vaya! Tendré que hablar con ese medico para ver que podemos hacer por Eleonor, me tiene muy preocupado de verdad, he pensado aplazar mi viaje por tiempo indefinido, o al menos hasta que la deje más tranquila.
_Me parece lo más adecuado, yo por mi parte iba a realizar varias llamadas ahora mismo para notificar sobre nuestra situación.
_Tal vez no veamos de nuevo, por los momento voy a visitar a Eleonor para saber como sigue, deseo que cuando Candice se despierte este mas calmada.
_Eso espero yo también, es muy probable que Candy quiera ir a visitar a la Sra. Baker, dele mis saludos, por favor.
_Con mucho gusto. De esta forma los dos hombres se despidieron.
Cuando Candy despertó sentía como si hubiera pasado años dormida, su cuerpo estaba totalmente entumecido, la chica abrió los ojos muy lentamente, al menos ya no le dolían tanto y sentía que sus pulmones se llenaban de aire con total normalidad, ladeando la cabeza pudo ver a Albert despaldas parado frente a la ventada, con apenas un susurro logro decir su nombre:
_Albert… Albert. El joven corrió hasta donde se encontraba la muchacha y sujetándole la mano la miro a los ojos y le dijo:
_Candy ¿Cómo te sientes?
_La verdad no lo se, estoy como rígida, y tengo demasiada sed.
El muchacho alcanzo un vaso con agua y le ayudo a la joven para que lo tomara, Candy sorbió el contenido en segundos, el joven la miro con ojos mas aliviados.
_ ¿Quieres más? La chica asintió en silencio.
Albert llamo al servicio del hotel y ordeno varias comidas que sabía eran de gusto de Candy, esta lo miraba sin decir palabra, cuando llego el servicio los ojos de la muchacha casi se salen de sus orbitas, habían mas de quince platillos.
_Albert te volviste loco, ¿Por qué tanta comida? El joven se acerco a Candy con una apetitosa ensalada de frutas.
_Es que no sabía que te provocaba y como seguramente me ibas a decir que no tienes hambre o que esto o aquello no te gusta, pedí todo lo que había en el menú.
La chica tomo el plato que le ofrecía el joven y con resignación empezó a comer.
_Albert ¿Has sabido algo de la Sra. Eleonor? Pregunto la chica después de un rato.
_Ayer me encontré al Duque Grandchester y me dijo que estaba todavía un poco perturbada como es de imaginar pero que él se iba a quedar el tiempo que fuese necesario hasta dejarla mas tranquila. Los ojos de Candy reflejaron algo de sorpresa ante el comentario de su amigo, este la miro y entendió que su amiga ya se estaba imaginando historias de amor entre los padres de Terry le dijo:
_Candy, tal vez el Duque solo quiere ser amable con la Sra. Baker. Aclaro Albert.
_No entiendo por que dices eso, yo no he abierto la boca. Dijo ella excusándose.
_No, pero lo pensaste, el joven por fin logro sacarle una media sonrisa a la chica y esto fue como haberse ganado la lotería.
Ya habían pasado cuatro días desde su llegada a New York, el medico le aconsejo a Albert que era mejor esperar a que la joven recuperara las fuerzas para realizar el viaje. Cuando este entro a la habitación de Candy ya ella se encontraba lista para salir.
_Ya esta todo listo Candy, bajamos en cuanto estés preparada.
_Prefecto entonces vamos ya. Respondió ella caminando hasta donde él se encontraba.
Antes de entrar al ascensor Candy recordó que había dejado la cruz que la Srta. Pony le había regalado en uno de los cajones de la mesa de noche.
_Albert olvide algo en la habitación, espérame abajo por favor.
_ Si quieres te acompaño. Le menciono el joven.
_No hace falta enseguida estoy contigo. Le dijo ella caminando de regreso a la habitación.
Él entro al ascensor y bajo.
La chica entro rápidamente al cuarto, camino hasta donde se encontraba la cruz y segundos después salía, ya en el corredor le pareció escuchar que alguien decía.
_ ¿A donde vas?
Ella se quedo congelada en medio del pasillo.
¡Dios es Terry! ¡Esa voz! Las manos de la chica comenzaron a temblar, su rostro palideció en segundos. De pronto la puerta detrás de ella se abrió. Candy no podía mover un solo musculo de su cuerpo.
_Enseguida regreso hijo. Otra voz, esta vez muy diferente con acento extranjero.
El hombre miro algo extrañado a la chica y le sonrió, ella respondió a la sonrisa con un acto reflejo, mirando fijamente al hombre, al parecer él había olvidado algo porque ya casi en el ascensor regreso a la habitación de donde había salido. Ella aun seguía inmóvil en el mismo lugar.
Pasando a un lado de Candy se detuvo mirándola y le pregunto:
_ ¿Se encuentra bien Srta.?
_Si… si muchas gracias. Con estas palabras la rubia salió caminando dejando al hombre confundido.
Cuando llego al lobby del hotel, Albert se encontraba firmando unos papeles.
_ ¿Todo bien? Pregunto él en tono preocupado.
_Si… si, la encontré. Le dijo la chica sonriendo y enseñándole el hermoso dije.
Albert tomo el brazo de la chica y se dirigieron a la salida, en ese momento varios hombres que se encontraban apostados afuera, volvieron para ver a la pareja, uno de ellos comento.
_Ella es la chica que se quedo sola en la tumba de Grandchester el día del sepelio. A lo que otro respondía.
_Yo la vi entrar a la casa de la Sra. Baker esa tarde y pasar varias horas allí, después ambas se mostraron muy cordiales, como madre e hija. En ese momento llego uno de los reporteros que se encontraba en el hotel hablando con un informante.
_Pues lo que yo traigo es nota de primera plana, al parecer la joven en cuestión se llama Candice White Andley y vino con su hermano el Sr. Williams Albert Andley para el sepelio del actor.
Los demás hombres veían con asombro a su amigo, uno se aventuro a preguntar.
_ ¿Andley? ¿De los Andley de Chicago?
El dueño de la información se regodeo en si mismo.
_Los mismo, y no solo eso, mi informante me dijo que la joven también había intercambiado palabras con el Duque Richard Grandchester y que este se había visto muy cordial con la chica, además y esto vale oro, la muchacha llego mal después de la ceremonia y tuvo que ser atendida por el doctor del hotel.
Los hombres veían a su compañero aun sin poder creer lo que escuchaban, mientras el auto de los Andley se alejaba.
Uno de los críticos más mordaces atino a decir:
_ ¡Vaya, vaya! Quien lo hubiese dicho nuestro querido amigo Grandchester en amoríos con una de las niñas de la alta sociedad.
_Y a todas estas ¿Como queda Susana Marlowe en todo esto? Pregunto uno de los hombres sorprendido. En ese momento otro dio su opinión.
_Bueno si yo hubiese tenido la fama de Grandchester, de seguro hubiese tenido mas de diez, en ese instante los hombres no pudieron evitar soltar una carcajada.
_La verdad es que no se puede negar que el hombre tenía buen gusto, pues si bien Susana Marlowe es muy linda, la chica Andley posee una belleza como pocas, yo tengo unas fotos de ella y parece una diosa del Olimpo.
Los demás voltearon para mirar a su compañero quedando atónitos.
_Los malo es que, a lo que el jefe se entere de quien es, no va a permitir que las publique.
_ ¿Y eso por que? Pregunto otro.
_Pues el jefe acaba se solicitar un préstamo al banco de los Andley y dudo que lo obtenga si esa fotos salen a la luz publica.
Todos los hombres asintieron en silencio y entre este y otros comentarios se fue prolongando la conversación.
Ya pasaba el mediodía cuando Albert y Candy llegaron a la casa de Eleonor Baker, el ama de llaves le abrió la puerta y aunque en su cara se dejaba ver la preocupación trato de esbozar una sonrisa y parecer amable.
_Buenas tardes, Sra. ¿La Sra. Baker estará en disposición de recibirnos?
_Buenas tardes Sr. Srta. Andley. Pasen por favor ya les anuncio a la Sra. De su llegada.
La mujer dejo a los dos jóvenes en el salón, un momento después Eleonor Baker aparecía en la sala, su rostro demostraba las noches en vela que había pasado, la mujer se veía mucho mayor de lo que en realidad era.
_Candy me alegra verte, dijo la dama dándole un abrazo a la chica, esta por su parte le respondió de igual manera.
_A mi también me alegra mucho verla Sra. Eleonor, pero lo que no me alegra es su semblante.
_ ¡Ay, hija! Ya todos en la casa y hasta Richard me han hecho saber que estoy mal y que debo resignarme y dejar al tiempo curar mis heridas, es solo que no es fácil.
_Lo se, le dijo la joven tomándole las manos._ Pero es necesario por su salud, Albert me obligo prácticamente a comer todo el menú del Hotel Palace y a dormir por días.
_Eso me dijo Richard que estuviste mal después del sepelio.
La joven dudo un poco, la verdad Candy nunca había sido muy buena mostrando sus sentimientos.
_La verdad es que ya no tenia fuerza físicas, mi cuerpo estaba totalmente exhausto y termino por ceder.
La mujer dándole una palmada en el hombro le dijo:
_Te entiendo hija, imagino que estarás de salida para Chicago.
_Así es, pero quería pasar antes para despedirme y para hacerle una invitación, ayer le comente a Albert que seria maravilloso tenerla un tiempo con nosotros en Lakewood, es una casa de verdad extraordinaria y la ayudara a ordenar sus pensamientos.
La mujer miro con un poco de desconcierto a la joven y Albert se aventuro a decir:
_Seria un verdadero placer Sra. Baker y así ambas se hacen compañía y hablan de todas esas cosas que aun quedan pendientes. Dijo el joven en tono amable.
_Me encantaría, sobretodo para alejarme de todos esos insolentes periodista que no nos han dejado en paz desde la noticia, la verdad no se que mas quieren, pero por el momento quisiera quedarme un poco mas, muchas gracias a ambos dijo la mujer mirando a los jóvenes.
Después de un rato Candy y Albert se despedían y subían al coche que los llevaría hasta la estación, Candy miraba pensativa a través de la ventanilla del auto, cuando ante sus ojos vio en Central Park a una anciana cargada de rosas, seguramente una vendedora, la joven miro a Albert y le dijo
_ ¿Como estamos de tiempo?
El muchacho que miraba a Candy desde hacia rato adivino las intensiones de la joven y le dijo:
_Tenemos tiempo suficiente, por favor detenga el auto un momento; acompaño a la joven hasta donde se encontraba la anciana y le compro todas las flores que esta llevaba, pagando casi el doble de lo que la mujer pedía.
Ya eran casi las cuatro de la tarde cuando Candy se bajo del auto, esta vez la luz se filtraba tenuemente entre los arboles, el pasto no estaba mojado, hacia dos días que no llovía, esto era extraño dado que ya corría el mes de agosto y el otoño estaba presente en cada lugar. Cuando la chica estaba frente a la tumba de Terry las cosas estaban exactamente como ella las recordaba, seguramente Eleonor la había visitado a diario, la gran bandera con el escudo de la familia Grandchester, las flores estaban aun llenas de lozanía; esta se arrodillo y coloco las rosas blancas que llevaba, eran mas de cinco docenas, las lanzo esparciéndolas sobre la tumba y después de un momento de silencio dijo:
_ Hoy frente a tu tumba veo mi vida vacía, llegan sombras que traspasan mi soledad, me siento morir a cada segundo si hay algo de lo que tengo miedo es que el tiempo borre tu rostro, aunque se que no lo hará. Cuando te conocí me enamoré perdidamente... y tuve miedo de caer ante tus pies... sin darme cuenta te adueñaste de mis sueños... Después de mi vida y al final me enamoré...ahora siento que el cielo se me desploma. Fuiste algo bonito en mi vida que me hiso volver a soñar con el amor, esto fue inevitable desde el día en que te conocí, siempre recordare que fuiste tu quien me dio el primer beso y quien me hiso sentir, llorare ya sabes que no es fácil, como estoy a punto de hacerlo ahora, este es el adiós que no planifique para ti, pero es la voluntad de Dios, y no soy quien para juzgarlo, y si tu no esta me sobra el aire, se me nublo la vida Terry, ahora me tengo que ir y una vez mas no mirare hacia atrás porque no quiero que seas testigo de mis lágrimas, perdóname por no mirarte esa noche se que soy una cobarde y ahora tu también lo sabes solo me queda una cosa por decir, de la cual no tuve el valor de hacerlo mientras vivías Te ame, te amo y te amare.
Candy se alejo lentamente por entre los taciturnos arboles de frente hacia el ocaso y la tarde fue cayendo silenciosa sobre el paisaje ausente de si mismo.
Continuara...
