Las cortinas se abrían dejando ver un deslumbrante sol. Tuvo que cubrir sus ojos para que no los lastimara.

Buenos días.-Dijeron todas sus damas a coro haciendo una reverencia.

Q: Buenos días.-Masculló aun adormilada. Miró a su lado y se encontró solo con las sabanas.-¿Y mi esposo?

Salió de cacería con su hermano.-Contestó una joven.

Q: Oh.

Se deshizo de las estorbosas sabanas que la cubrían para levantarse de aquella cama. Estiró sus brazos mientras hacia distintos ruidos.

Si su majestad me lo permite le presento a su nueva dama de alcoba.-Dijo una de esas mujeres.

R: Lady Rachel Barbra Berry a su disposición mi señora.-Dijo haciendo una reverencia.

Era una joven de no más de 20 años, bajita y vestida con ropas que la reina consideró harapos.

Q: ¿Y mi otra dama?.-Pregunta sin prestar mucha atención a la pequeña chica.

Usted la despidió ayer, mi señora.

Q: Cierto. Quiero que mi desayuno este listo en media hora, preparen 3 caballos y llamen al sastre real.-Ordenó acomodando un poco su cabello.

Si su majestad, enseguida su majestad.-Repitieron todas a coro.

Una a una fueron saliendo hasta quedar solo la pequeña morena, la reina y otra dama.

Tu tarea es vestir a la reina, de ese lado están los corsés, los vestidos allá y los zapatos ahí abajo.-Indicó la dama a la morocha.

R: Si señora.-Respondió.

La dama salió de la habitación dejando solas a las dos chicas.

La reina se sentaba en su cama mientras miraba como la pequeña buscaba en los armarios el atuendo perfecto para ella.

Q: ¿Cuántos años tienes?.-Preguntó.

R: Veintidós su majestad.-Contestó colocando los zapatos al pie de la cama.

Q: Igual que yo.-Dijo con una media sonrisa.

Siguió buscando en silencio, sintiendo como la reina observaba todos sus movimientos.

Q: ¿Por qué no hablas?.-Pregunta moviendo sus pies.

R: No se me permite hablar a menos que usted me dirija la palabra primero su majestad.-Contestó.

Q: ¿Quién te dio esa orden?.-Pregunta con el ceño fruncido.

R: La Duquesa Catalina, mi señora.

La reina dio un gran suspiro.

Q: Bien, aclaremos las cosas. Primero, nadie más que yo o mi esposo damos ordenes aquí. Segundo, deja de decirme "Mi señora" o "su majestad", tienes mi edad, suena muy raro, llámame Quinn o Q, como te sientas mas cómoda, pero por favor, no seas como todos los aduladores y amargados que tengo a mi alrededor..-Dijo mirando a la morena que ya se ubicaba frente a ella.-¿Entendido?

R: Si mi se… Si Quinn.-Corrigió.

Q: Bien.-Dijo con una gran sonrisa.-¿Sabes montar a caballo?

R: Si Quinn.

Q: Entonces desde hoy, como mi nueva dama, me acompañaras a todas partes.

R: Esta bien Quinn.

Q: Perfecto, ahora si no te importa, me encantaría ir a desayunar, y ya sabes, tengo que ir bien vestida.

R: Oh, si, claro.

Solo portaba un camisón blanco el cual era sencillo de retirar, unos cuantos botones y listo, no era una tarea tan difícil pero para la pequeña morena si lo fue.

Lentamente desabotonaba la prenda, dejando al descubierto los pequeños y redondos pechos de Quinn, no pudo evitar que un suspiro escapara de su boca cuando uno de sus dedos rozó por accidente la piel de la chica haciéndola sobresaltar.

R: L-lo siento.-Dijo sonrojada.

Q: No te preocupes.-Contestó sonriente.

La pequeña siguió con su tarea hasta llegar al ultimo botón, retiró la prenda del cuerpo de la otra chica dejándola totalmente desnuda delante de ella.

Quedó muda por algunos segundos al ver el pelo rubio que cubría el pubis de la reina.

Q: Eh, Rachel.-Llamó sacando a la morena de su letargo.-El desayuno.

R: Claro, claro.