¡Hola! Mi nombre es Gart, y estoy aquí para transmitir una historia diferente a todas las demás. Es una historia de guerra, una historia de amor, una historia de superación, una historia de pasión, una historia de amistad. Pero sobre todo es un relato sobre la adolescencia, en pequeñas partes.

Notas: Este fanfic es un poquitín AU. En alguna parte, posiblemente, incluya alguna escena de sexo algo explicita. También va a haber momentos oscuros y sádicos. NO hay parejas homosexuales. Bueno, creo que eso es todo. Bajo advertencia no hay engaño.

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Prólogo 01: Las navidades de Harry y Draco

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Eran diciembre, las calles estaban nevadas. Todo estaba blanco, las casas de madera y los pinos congelados constituían un paisaje de cuento de hadas. Por las calles de aquel pueblo caminaba un joven de pelos rubios y piel pálida; con pasos rápidos intentaba andar atrás de su padre mientras comenzaba a cantar una canción navideña, el sonido retumbando por toda la solitaria avenida.

Un golpe surcó el aire cuando el progenitor asentó un seco golpe a su hijo, que quedó en el suelo con cara sorprendida. La mirada que le propinó era incluso más fría que todo el paisaje que les rodeaba.

- ¡Te he dicho que no debes escuchar cosas muggles! -le espetó su padre, al tiempo que se acomodaba su ropa y volvía a la marcha. El joven se paró con lágrimas en los pequeños ojos inocentes, y siguió a su padre en silencio mientras pensaba que en todo el mundo no podría existir alguien que tuviera una peor navidad que la suya.

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Pero se equivocaba. En una ciudad de Inglaterra un joven de pelo negro intentaba avanzar con el montón de bolsas que cargaba. Detrás de su tía de aspecto temible, el pequeño tenía que andar con todos los regalos que había comprado la señora, ninguno de los cuales era suyo. Todos eran para su primo, el pequeño angelito de la familia, y el niño más obeso que os podréis imaginar.

Con solo seis años, ya estaba acostumbrado a que lo trataran como si de alguien de tercera se tratara. Siempre caminando atrás de su familia adoptiva, nunca había tenido ningún regalo de cumpleaños, nunca había tenido ropa nueva, nunca había jugado con ningún tipo de juguete. Y la navidad era lo peor.

- ¡Apúrate mocoso! -le dijo su tía en un susurro, mientras salían de aquella tienda en silencio. Su tía le apuraba para que la gente no se le quedara viendo, que si había algo que ella odiara era llamar la atención debido al inútil de su sobrino. El pobre, casi sin poder caminar, tuvo que comenzar a correr.

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Llegando a la mansión, el niño rubio entró corriendo a su habitación. Tenía los ojos rojos y la cara congelada de tantas lágrimas derramadas. Sin pensar en que su padre podría molestarse, simplemente de un portazo cerró su cuarto para nunca más salir. Como odiaba aquel lugar, aquella familia, aquella casa. Desde que su madre había muerto todo se había vuelto un infierno; solamente quería alejarse de su madre.

- ¿Está bien, señor Draco? -le preguntó el pequeño elfo, su sirviente personal.

El pequeño no contestó, tapándose la cara con la sabana. El elfo se acercó hasta el y le secó con su ropa (impecablemente limpia) la cara. Draco sonrió levemente mientras observaba el comportamiento del otro. Solamente aquel sirviente le trataba bien, todas las demás personas mayores le veían con prepotencia, le golpeaban y le insultaba por ser un niño. Y en Navidad era peor, cuando no tenía ningún regalo porque su padre lo consideraba una "perdida de tiempo". Ahora solo le quedaba dormirse temprano con la ilusión rota.

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El pelinegro estaba encerrado en la alacena bajo la escalera. Allí era donde su tía le había ordenado dormir desde siempre, o al menos hasta donde su memoria le alcanzaba. Y hoy lo tenía allí sin cenar, sin poder replicar y escuchando a su primo, de nombre Dudley, riéndose desde afuera mientras comía como si quisiera reventar.

Pero al niño no le importaba, porque al menos allí adentro podía dormir y pretender que nada pasaba. Allí soñaba con escapar, con que algún día otro familiar llegaría por él y le permitiría dejar toda aquella vida de miseria absoluta. Aunque nunca llegara ese día, prefería pasar el tiempo soñando con eso.

Su tía golpeó la puerta arruinando su tranquilidad. La abrió y le sacó afuera. Lo arrastró hasta el comedor, y le entregó en sus manos una escoba y unos trapos. Observó la mesa, toda sucia por que Dudley tiraba la comida por todo el lugar, como si de un animal se tratara. Su tía llamó su atención mientras comenzaba a hablar con una voz aguda y una cara molesta.

- Limpia todo. Puedes comer las sobras. -le dijo mientras se retiraba. Apagó la luz como si nadie se encontrara y comenzó a subir las escaleras con pasos lentos, sin querer despertar a su hijo pero no importándole que pasara con su sobrino Harry. El pequeño comenzó su labor, sabiendo que su tía le golpearía si no hacía todo.- ¡Y no quiero que hagas ruido! -remató su tía desde arriba.

Seguramente tardaría toda la noche.

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La mañana siguiente Draco fue despertado por su padre. Ya vestido, le ordenó con voz sombría que se pusiera su capa y que le esperaba afuera. El niño tenía que hacerlo rápido, pues sabía que su padre le golpearía si le hacía esperar. Con pasos veloces sacó algunas ropas y se las puso, mientras el pequeño elfo le peinaba y le acomodaba los zapatos.

No tardó ni 5 minutos en bajar, pero a pesar de eso su progenitor tenía una cara enojada y parecía dispuesto a golpearlo. El reloj de la sala sonó, y su padre pareció desistir mientras abría la puerta de la entrada y le indicaba que saliera. Cerró la puerta, y comenzó a caminar por el lugar… Una vez fuera de la propiedad se desaparecieron, volviéndose una extraña ráfaga de viento en el aire.

Al aterrizar se encontraban frente a una casa pequeña, en un vecindario muggle con el pasto perfectamente cortado y toda la nieve retirada de las casas. Draco no sabía donde estaban. Su padre veía a la casa de enfrente de la calle, quizás la más cuidada de todas, pero también la que parecía la más mundana.

- Quédate aquí. -le dijo su padre con una voz que no admitía comentarios. Simplemente comenzó a avanzar hacia el otro lugar, dejando a su pequeño temblando en medio de la calle, viendo a su padre sin saber que hacer.

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Dudley estaba jugando con sus juguetes nuevos, mientras el moreno recogía toda la basura que la familia había dejado y la sacaba a los contenedores de basura junto a la calle. Era una tarea pesada para su cuerpo, pues tenía que dar varias vueltas para tirar todo. Siempre traían muchos juguetes en navidad, pero ninguno para el.

En silencio entró a la casa, después del último viaje. Con pasos lentos y cansados se acercó a la sala donde su tía se encontraba con su pequeño. Quedó parado allí hasta que se dieran cuenta de que estaba, porque si no podrían castigarlo por interrumpir momentos memorables con el pequeño príncipe ballena.

- ¿Haz acabado? -rezongó su tía, sin apartar la vista de su hijo.

- Si tía.- fue la respuesta que Harry dio con una voz aguda y susurrante. Se le indicó que se retirara. Sin pensar caminó fuera y se metió bajo la escalera, esperando que allí al menos pudiera tener la paz que en el resto de la casa se le negaba. Con el seguro por dentro la cerró, aunque de nada serviría para detener a su tía si algo se le ocurría.

Cerró lentamente los ojos mientras se imaginaba con una familia que le amara, intentando pensar lo que sentiría ser amado. Allí estaba en silencio, sin pensar en lo que le pasaba a su tía o su primo, deseando que eso durara para siempre. Pero obviamente no pasaría, nunca pasaba.

Un ruido de explosión retumbó la casa, he hizo caer sobre Harry algunos pedazos de escalera que le dejaron inconciente, lastimado. Allí se quedó en su hueco, desfalleciendo. Antes de cerrar sus ojos para desconectarse del mundo escuchó algo: los gritos desesperados de su tía, y el llanto de su primo enloquecido…