Rated: Teen and up audiences.
Género: Fantasía, Romance.
Partes: 2
Palabras: apróx. 5.3k
Aclaratorias: Temporada tres con ligeras diferencias: Robin no existe en la vida de Regina, ni en la de los Encantadores. El polvo de duendes de Tinker no señaló a nadie, y en vez de eso se extendió por un pequeño lago donde había cisnes (Swan… Cisnes… ¿Ya?). Zelena sigue siendo una amenaza para todos.
Advertencias: Fem!Slash (relación mujer/mujer). Si no es lo tuyo, por favor no leas ;)
Disclaimer: Los personajes de Once Upon a Time pertenecen a la ABC, Adam Horowitz y Edward Kitsis (lamentablemente). La historia a continuación es de mi autoría, tomo responsabilidad por ella y no gano ni un trato con Rumple por publicarla.
¡Feliz cumpleaños, Ti!
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Sin corazón
por Maye Malfter
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Parte I
Too Much Heart
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— ¡Concéntrate!
—Eso intento, ¿qué no ves?
—No lo estás intentando lo suficiente. De haberlo hecho, esa agua sería vino desde hace horas, señorita Swan.
—Soy la salvadora, Regina, no el Mesías.
Pasaban de las doce de la noche, y en la oficina de la alcaldesa las cosas seguían igual que en las últimas horas, y que en los últimos días.
Recientemente, y gracias a Belle y a su investigación, los Encantadores y Regina habían descubierto por fin qué era lo que la peligrosa Zelena se traía entre manos: Un hechizo para volver en el tiempo, para matar a la madre de Snow y hacer que Regina jamás naciera, cambiando el futuro de todos.
Sin embargo, uno de los ingredientes principales para el hechizo era el corazón de la ex reina malvada, razón por la cual lo primero que Regina hizo al enterarse fue dárselo a Emma para que lo guardara en un lugar seguro, lejos de las garras de su media hermana.
La otra parte del plan era mucho más complicada, pues implicaba que Regina y Emma unieran fuerzas para derrotar a Zelena. Esto significaba que Emma debía recibir entrenamiento mágico, y, al no estar Rumplestiltskin disponible para llevarlo a cabo, la única opción era que Regina la enseñara.
El problema estaba en que la magia de Emma era tan impredecible como su dueña, y Regina no era la tutora más paciente.
—Tal vez si te concentraras menos en hacer chistes y más en canalizar tus poderes, estaríamos rodeadas de copas con vino tinto —puntualizó Regina, de pie junto a Emma, quién estaba sentada en la mesa de reuniones de la oficina de la alcaldesa con una copa llena de agua frente a ella.
—Tú sólo me quieres para reabastecer tu alacena de licores —dijo Emma, frunciendo el ceño y arrugando la nariz mientras intentaba con todas sus fuerzas que el hechizo funcionara.
Era un hechizo simple, no verbal y cotidiano, nada como haber lanzado un hechizo de protección sobre la tienda de Gold ni como haber destruido la gema que amenazaba con devastar el pueblo entero. Y no obstante, Emma era incapaz de siquiera hacer que el agua cambiara de color.
Regina rodó los ojos ante el comentario, y Emma gruñó en exasperación, colocando sus manos cerca de la copa en un intento por canalizar su magia, tal como Regina le había enseñado. Nada pasó.
—Esto es estúpido —dijo al fin, poniendo ambas manos sobre la mesa y moviendo la cabeza para aliviar la tensión en su cuello—. No entiendo cómo es que aprender este hechizo me ayudará a derrotar a Zelena. No es como si pudiera invitarla a una copa para pedirle que nos deje en paz.
—La magia no se divide en hechizos útiles e inútiles, Emma. Se divide en hechizos sencillos y complicados. Necesitas aprender lo básico para poder avanzar hacia lo realmente interesante, y ya que no tenemos tiempo ni siquiera para enseñarte a leer lengua antigua, al menos tenemos que pasar por todas las etapas que nos sea posible. Si no puedes ni trasfigurar algo en otra cosa, mucho menos podrás conjurar bolas de fuego, o lanzar a alguien por los aires. Ahora, concéntrate, coloca tus manos cerca de la copa y dirige tu magia hacia ella.
Emma obedeció, colocando las manos en posición y enfocándose lo más posible, pero al cabo de varios minutos era evidente que nada pasaría.
—No puedo hacerlo, no sirvo para esto ¡Simplemente no puedo! —exclamó, completamente irritada, al tiempo que dejaba caer las manos pesadamente a ambos lados de la copa, golpeando la mesa con sus palmas.
—Eso es ridículo —refutó Regina a su vez, para luego colocar una mano sobre el hombro de la otra, en claro intento de confortar a la sheriff—. Tu magia es muy poderosa. Te he visto hacer cosas que yo sólo pude hacer después de mucho practicar. Solamente tienes que aprender a encauzarla, para que haga lo que quieres siempre que quieres. Confío en ti. Puedes hacerlo.
Emma sintió un extraño tirón en la boca del estómago al escuchar las palabras de Regina, pero no dijo ni hizo nada. Fijó la vista en la copa, a falta de algo mejor que hacer, mientras la voz de la alcaldesa aún le resonaba en los oídos.
Y casi al instante, el agua cambió de color, convirtiéndose indudablemente en vino.
Emma abrió mucho los ojos, en sorpresa, y se giró para mirar a Regina. La alcaldesa estaba sonriendo, y era la primera vez que Emma la veía hacerlo desde aquel día en el que intentaban replicar la poción para la memoria. Emma sonrió de vuelta, sintiéndose extrañamente azorada. Abrió la boca para decir algo, pero en ese momento Regina dejó de sonreír y se apartó de su lado, caminando hacia el escritorio.
—Ejem… —se aclaró la garganta— Creo que es suficiente por hoy, señorita Swan. Es tarde, y Storybrook no es el lugar más seguro del mundo por estos días.
—S-sí. Mejor me voy —dijo Emma, levantándose de su asiento y tomando su chaqueta, sin saber que más hacer— ¿Aquí mañana?
—No. Mejor tómese el día. Nos vemos el lunes —indicó Regina, mientras ordenaba y reordenaba una pequeña pila de papeles sobre su escritorio.
—Oh. Está bien —aceptó Emma, extrañada, pero sin ánimos de contradecir a la otra mujer. La verdad era que un día libre le vendría bastante bien a ella y a sus erráticos poderes. Caminó hasta la puerta y se giró antes de salir —Buenas noches, Regina.
—Buenas noches, señorita Swan —respondió Regina, sin girarse para verle.
...
Habían pasado un par de semanas desde el incidente del agua, y la magia de Emma se estaba comportando sorprendentemente mejor. Luego de transfigurar el agua en vino, y del día de descanso, Emma fue capaz de realizar otros hechizos sencillos y algunos no tan sencillos, como mover objetos pequeños y traer cosas desde la casa de Mary Margaret y David hasta la oficina de la alcaldesa.
—Creo que ya estás lista para retos más grandes.
Había dicho Regina algunos días atrás, al ver las grandes mejoras en la magia de la sheriff. Por lo que, desde ese momento, las lecciones tenían lugar en un apartado lugar del bosque, en el que Emma se las había arreglado para mover pesados troncos de un lado a otro, hacer que las llaves de la comisaría viajaran desde su mesita de noche hasta la palma de su mano, y dónde ahora intentaba conjurar una bola de energía.
Sin embargo, y a pesar de la buena racha que la acompañara últimamente, la supuesta bola de energía que debía conjurar no había pasado de ser un minúsculo brillito flotando en la palma de su mano derecha. Y Emma se sentía cada vez más frustrada.
— ¡Argh! —exclamó, cuando la bolita de luz se desvaneció por enésima vez. Apretó el puño con enfado, sintiendo aún el calor de la magia en su palma.
—De nuevo, Emma —dijo Regina con tranquilidad. Estaba de pie frente a Emma, monitoreando sus progresos.
—Pero llevamos todo el día —se quejó Emma, al tiempo que estiraba y encogía sus entumecidos dedos—. Tal vez sea mejor intentar otra cosa.
—Las bolas de energía son de las cosas más difíciles de conjurar, pero es lo más efectivo en un duelo. Necesitas saber manejarlas si quieres tener una oportunidad contra Zelena —explicó Regina, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta—. Además, ya has dominado casi todas las cosas que quería enseñarte, así que esto es lo único que nos queda por hacer. Hazlo de nuevo.
Emma resopló, pero no dijo nada más. Estiró los brazos sobre su cabeza para descontracturar la espalda, movió el cuello de un lado al otro, se tronó los dedos y se posicionó de nuevo. La palma derecha hacia arriba, a la altura del diafragma, y la izquierda dirigida hacia el espacio en el que se suponía debía aparecer la bola de energía. Respiró profundo, y frunció el ceño en concentración.
En ese mismo momento, una pequeña bolita de luz blanca flotó sobre su palma, y Emma intentó canalizar su magia lo suficiente como para agrandarla, pero por más que lo intentaba, la lucecita no crecía de tamaño.
—Necesitas hacer que la magia te obedezca, Emma —comentó Regina, cerca de ella—. Tú la controlas a ella, no al revés.
—Apenas puedo hacer que Henry haga su cama antes de ir a la escuela, ¿cómo se supone que le diga a mi magia lo que tiene que hacer? —Quiso saber Emma, comenzando a sentir la frustración apoderarse de ella, mientras la bolita de luz apenas y titilaba.
—No necesitas decírselo, necesitas sentirlo —corrigió la alcaldesa—. Siente como la energía se crea, como calienta la palma de tu mano, como crece hasta dónde quieres que crezca.
—Sí, sí. Muy fácil.
Regina bufó, y se acercó más a ella, por lo que Emma levantó la mirada.
— ¿Recuerdas cuando pensabas que jamás podrías convertir el agua en vino? Luego pudiste, y has hecho cada cosa que te he enseñado durante las pasadas semanas. Piensa en tu mano como en la copa de agua ¿Recuerdas lo que sentiste cuando al fin se transfiguró? ¿Cuándo supiste que podías hacerlo? —Y Emma lo recordaba, por supuesto que lo recordaba.
Esa vez, la sheriff se sintió tan bien por las palabras de aliento de Regina que su magia fluyó fácilmente a través de ella, y al llegar a casa terminó convirtiendo toda el agua del refrigerador en vino tinto, bajo la mirada divertida de Mary Margaret. Un par de días después, Regina la felicitó por sus avances y de allí en adelante, Emma fue capaz de hacer todo cuanto la alcaldesa le pedía, ya que si eso la hacía acreedora de los cumplidos y las sonrisas de la mujer frente a ella, Emma estaba más que dispuesta a dominar su bendita magia.
Regina se había convertido durante las últimas semanas en la persona favorita de Emma, y eso era algo que la rubia jamás se hubiera esperado. La alcaldesa era inteligente, sabía defenderse, sabía mucho de magia, y era muy graciosa cuando no estaba fastidiándola para que aprendiera idioma élfico en sus ratos libres. A Emma le encantaba verla sonreír, y esto generalmente ocurría cada vez que la sheriff ejecutaba un conjuro correctamente. Mientras más complicado el truco, más duraba la sonrisa. Puntos extra si Emma lograba hacerlo al primer intento.
Pero ¿qué tenía que ver esto con su magia? ¿Acaso su magia respondía a los cumplidos y las palabras de aliento de la otra mujer? ¿O era quizás la reacción de Emma a dichos cumplidos lo que en verdad canalizaba su poder? Fuera lo que fuera, parecía funcionar.
Emma se concentró de nuevo en el brillito flotante, tratando de recordar cómo se sintió aquella primera vez en el despacho de Regina, con la otra mujer detrás de ella diciéndole cuanto creía en su potencial, su la cálida mano apretando su hombro. En ese momento, Emma sintió un calor extraño en el centro del pecho, que rápidamente se extendió hasta sus extremidades. La insignificante pelotita brilló una vez más, y de repente comenzó a crecer, hasta hacerse del tamaño de una pelota de softball.
La sheriff abrió los ojos muy grande, su rostro iluminado parcialmente por la energía blanca concentrada sobre su palma. Alzó la vista para ver a Regina, y allí estaba, esa sonrisa de orgullo que tanto le encantaba ver. La bola de luz en su mano titiló un par de veces más antes de desvanecerse, pero a Emma no podía importarle menos.
— ¿Lo viste? —Preguntó tontamente. Por supuesto que lo había visto, estaba a medio metro de ella.
—Buen trabajo —dijo Regina, aun sonriendo un poco—. Una vez más.
Y Emma obedeció. Respiró profundo, colocó las manos en posición, y casi al instante una bola de energía apareció sobre su palma, mucho más densa y brillante que la anterior. Movió la mano de un lado a otro para comprobar que no se desvanecía, y sonrió aún más, mirando a Regina en busca de más instrucciones.
— ¿Crees que estés lista para lanzarla? —preguntó Regina, señalando con la cabeza hacia un par de árboles cercanos.
Emma asintió, y se movió con cuidado, sintiendo su brazo vibrar con la energía que estaba creando. Ladeó un poco el cuerpo, movió el brazo hacia atrás, y en un fluido movimiento lanzó la bola de luz directo hacia el tronco de uno de los árboles, dejando una huella visible en la corteza, como una quemadura.
Emma dio un pequeño saltito de emoción ante esto, completamente orgullosa de sí misma. Se giró para ver la reacción de Regina ante su desempeño, y la vio: La sonrisa más espectacular y cristalina que la rubia le hubiera visto jamás, tan hermosa como cualquier amanecer, tan radiante como el cielo sobre sus cabezas. Y todo gracias a ella, ¡y a su fantástica bola de energía que no se desvaneció!
Regina le sonreía abiertamente, haciendo que sus perfectos ojos color café se vieran aún más brillantes, haciendo que el estómago de Emma se sintiera raro, como si dentro hubiera cientos de colibríes revoloteando al mismo tiempo. Y sin darse cuenta, sin poder contenerse, sin pensarlo ni por un instante, Emma eliminó la distancia que las separaba, y la besó.
Las manos de Emma, aun cálidas por canalizar su magia, terminaron a ambos lados del rostro de Regina, acunándolo mientras sus labios seguían posados sobre los inmóviles labios de la otra mujer. Pasó un segundo más antes de que Emma se percatara de lo que estaba haciendo, demasiado llena de adrenalina como para notar que este no era uno de los locos sueños que había tenido en los últimos días, y que en verdad estaba besando a Regina Mills, la alcaldesa de Storybrook, su tutora, la ex madrastra de Mary Margaret, la otra madre de Henry.
Sin embargo, y en el mismo instante en el que Emma se dio cuenta de lo que estaba haciendo, Regina sacó las manos de los bolsillos de su abrigo y la tomó de las caderas, comenzando a corresponder al beso. Y Emma olvidó como respirar.
No fueron más de unos cuantos segundos, tiempo en el cual el cerebro de Emma decidió apagarse por completo. Lo cierto fue que cuando Emma intentó profundizar el beso, Regina la tomó por los hombros y la apartó de ella, dejándola confundida y medio atontada.
— ¿Regina-?
Regina ya se había alejado un par de pasos de ella, y le miraba con los ojos muy abiertos, tocándose los labios como si no pudiera creer lo que acababa de pasar. Aunque a decir verdad, toda la situación era bastante increíble.
—Regina —repitió Emma, dando un paso hacia adelante, en dirección a la otra mujer.
—No puede ser, Emma. Lo lamento —dijo al fin la mencionada, y antes de que Emma pudiera hacer algo, la mujer se desvaneció entre una nube de humo color púrpura.
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CONTINUARÁ
